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FILOSOFÍA DE LA VIDA EN LA SOCIEDAD TECNO"PUTXS"CRÁTICA, DEL 21/21//,...Y SU CONTIENDA-GUERRERA SOCIAL MUNDIAL, SANGUIs-GENOCIDAS-SAKEADORA, Y ECOCIDIACTIKA INTERPLANETARIA,...¡¡¡.

¡¡ Radio Futura - La negra flor (Superconciertos TVE) - Bing video ¡¡ 


 ¡¡ Y DIJO ELLA, "YO SE KOMO KITARTE ESA KARGA CEBOLLINA,..."¡¡. // TOK, EN LA VÍA, POZ ES UNA GUERRA SINKUARTÉK, CHABALOTXS UNIVERs ¡¡;-- POZIL,...DESPUÉS DE MÁS DE 30 YEARS, SI LXS PAPISMATRIARKAS VIERAN ESTAS LETRIKAS, POS POSIBLEMENTE ME BUSKARÍAN CON ZUS PISTOLAS DEL ESFUERZO UNIVERS PEOPLE-PROLETS,...¡¡¡; KOMUZ EK LA PUÑETERA VIAK DER SOBREVIVIR POR ENCIMA DETÓKXXXXXTÓK,...¡¡¡. -- PERO KE NAIDE CET PREOKUPE,...ER MALO DE LA PELI, SEMPRE ES EL TÍO MACHISTA MUJERIEGUS Y MALO-MÁS KE MAOLTE,...¡¡¡. Y MIREN DICIN, QUE MUNCHAS JÓVENAS SE ENAMORAN DE LOS ASESINOS CHABALES,...JESTO NO HAY KIEN LO ENTIENDE,...NOL, HOMBRE,...¡¡,...ESKE HAY DETÓK, EN LA VIÑA,DERSEÑÓK,...¡¡¡. -- ¡¡¿¿ Y KUANDO SE KEMARÁN Y ELIMINARÁN LOS KUERTELES MILIKUS-POLICES-MERCENARIXS,...??¡¡,... POS SEGÚN PAECET, KUANDO KIERAN LOS DEL PARTIDO COMUNISTA REVOLUCIONARIO DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTE AMÉRICA-USA-,...A DICTADO DEL SEÑOR BOB AVAKIAN,..¡¡??¡¡,...Y EZUS IS LUKY AY,...Y DUELE, ZIL,...PERO CALLADITOS TÓKXXXXTÓK,...¡¡¡. POZ VALE, PROBE ENDEGRACIAO ILUMINADO CELESTIALEk SEUDOMARXISTAS-SEUDOKOMUNISTAS, Y ENGAÑABOBXS,...UNIVERs,...¡¡¡.

AUTOR, Lukymá.-Lmm. ¡¡

Nota : Este trabajo, es cozika mía personak, y no del grupo proletario,...¡¡¡.


UH SOBRIO UH BEODO,... ¡¡ SÍL, YA SE KE SON LAKTREK DE LA MADRUGÁ ¡¡¡. UH, OTRA VEK,...SOMBRÍO U VIUDO,...¡¡¡. ¡¡ PERO USTED NO VALORA, DE KE FUI CORRIENDO TRÁK ER ATOBÚS, PÁKE, NO SE ME PERDIERA LA PISTA,...TENÍA QUE HABLARLA,...POZIL,.LA ONÉS SE ENTUSIASMÓ,...NO ME SALÍAN LAS PALABRAS DE LA EMOCIÓN DEL REENKUENTRO,...Y MIREN LA KAZUALIÁK DE LOS MOMENTOS, DE LOS TEMPOS, ARMONIZAOS EN LA TELEPATÍA KE CONLLEVA Y CREA LAK ENTREGAS EN EL DOLOR,...¡¡¡. 

PO ESTÁ USTEK BURRACHU O QUE EK LO KE LE PAZA CABALLERO,...USTED SA ENCAPRICHAO DE LA NIÑA, Y EZUS NO PUE SEK,...ASÍN KE USTED SE VA OLVIDANDO, PORKE LO VOY A DENUNCIAR A LA POLICIA Y A LA GUARDIA CIVIL,...¡¡¡. Y MIZIOK, ESTÁN EN EL PAIS VASCO Y COMO TENGAN QUE VENIR POS LE PUEDE METER DOS TIROS ENTRE PECHO Y ESPALDA,...¡¡¡.

Y ME DICIL,...DE KE SUS PAPISMATRIARKISTAS LE HAN OBLIGAO A JACERCE LA PRUEBA DER ALGODÓN TELARAÑAL,... EZA TELA, KE ES LA KUAL KE SE COMERCIALIZA,...¡¡¡.





¡¡ Y YO FUI EN SU COCHE, ER 600,...Y ME LLEVÓ A LOS MONTES DE MÁGALA,...DONDE UNA VÉK PUESTO MIRANDO PÁ LA BAHÍA, Y YA EN ACCIÓN ZENZUAL,...UNOS CHABALES NOS DIERON "LA KAMA",...GOLPEANDO ER MINI COCHE, CON ZUS RUIDOS, ZUS RICITAS DE CUADRILLLA SALIERA DERTÓK,...¡¡¡, BOLLERIMUS MALACITANUS,...¡¡¡. YO INCLUSO PENCÉ DE KE ELLA, LO HABÍA PREPARADO TO,...¡¡. TOTAL KE NOS KORTARON ALGO EL ROYO,...PERO SEGUIMOS EN ACCIÓN DE ENTRAGA EN EL DOLOR XENXUAL,... NO SE KOMO TERMINAMOS EZA JORNÁ MONTESKA,...


POS NO CONOCÍ AR CHABAL, KON EL KUAL ELLA SALÍA DIGAMOS KOMO DE KUASI NOVIETE,...-- ESTABA HASTA EL MISMÍSIMO DE LA PARTE PAILMATRIRKAL,...¡¡, Y SE VENGABA,...Y PARECE KA TENÍA MÁS DE VARIOS AMORÍOS EN KARTERA,...¡¡¡. POS YO LE DECÍA DE KE NO LE FALLARA AR CHABAL,...CONTESTABA KE ERA COMO DE MENTIRIJILLAS, COMO DE ESKUDO,...CON SU NOVIETE, POS LA FAMILI ESTABA MÁS TRANKI,...¡¡¡.


POS PREPARÉ UNA VISITA DE HOTEL,...EN UN HOSTAL DE COLÓN,...JUNTO A LA OFICINA DE ARKITECTURA, DEL PAÍNO ANTONIO DOMINGUEZ MORENO, ER ARKITECTO CON APOYOS ECLESIÁSTICO, Y ER MEISMO VICEPRESIDENTE DEL C.D. MAÁGA,...CON SU ESTADIO DE LA ROSALEDA,...CERCA DE CITESA Y DE LOS BARRIOS DE PALMA-PALMILLA,...¡¡¡,... Y FENTE AL NUEVO EDIFICIO DEL DIARIO SUR,...ANTES ESTABA LINDANDO CON EL EDIFICIO DE DICHO ARQUITECTO, EN ESQUINA COLÓN-ALAMEDA,...¡¡¡.


BIEN POS APARKÉ LA AMOTILLLO, -- LA MOBYLETTE DE 45.000 PTAS., COMPRADA A .....DONDE KURRABA EL DIEGUILLO,...AMIGU Y VECINO MÍO,...¡¡¡. AL ENTRAR EN LA TIENDA ME LO ENKUENTRO, LE DIGO LO KE KERÍA, ME ENZEÑA LA MOBYLETTE, Y KREO KE SE LA PAGUÉ DER TIRÓN,...RELLENAMOS LOS PAPELES Y LA AMOTO PA MI KAI,...PERO APARKÁ EN LA CALLE, CON UN VERGAO/"CEPO" U CIPO"¡¡??¡¡, CON LLAVE EN UN ÁRBOL,...LA AMOTO ERA CARNE DE CAÑÓN,...CASI TODAS LAS MAÑANAS ME LA ENCONTRABA Y ALGO LE FALTABA,...ESTA AMOTO ERA PARA LLEGARME AL KURRELO DE LA EMPRESA MO.GA.RA., KE DIRIGÍA SALVADOR MORENO PERALTA, ARKITECTO DEL PSOE, Y PADRE DEL PABLO ALBORÁN, EL CANTANTE, POETA Y ESCRITOR MALAGUEÑO ER CHABÓ DE PURA CEPA,...AUNQUE DE PAPI MADRILEZ Y MATRIARKA FRANCAICEZ,...¡¡.-- CERKA DE DICHO HOSTAL,...TOMARON NOTA Y DATOS, ME DIERON NÚMERO Y LLAVE,...Y KUANDO NOS VIMOS, LE DIJE DE KE HABÍA ALKILADO UNA HABITACIÓN CERKITA,...¡¡¡, SE PUSO NERVIOSA ANTE ELLA VER KE PODÍA REALIZAR CONMIGO UNA TAREA PENSADA POR ELLA DESDE HACÍA TIEMPO,...NO ME KOSTÓ NÁK Y MENOS DE IR LOS DOS JUNTOS A DICHO EDIFICIO,...SUBIMOS,...NOS BESAMOS,...ME DUCHÉ, ERA VERANO Y PA´K ESTAR CURIOSO PÁK ENTRAR EN FAENA SENSUAL,...¡¡¡. NUNKA PENCÉ DE KE TENÍA EN REGLA" EL IMEN,...SIN ESTALLAR,...FRENÉ LA POSTURA, EL EMBITE, LA CORRÍA COMO UN VENAO,...PERO ME DIJO SIENTATE KE DE ESO ME ENCARGO YO,..YO SE KOMO ARRREGLARLO,...¡¡¡???¡¡¡; POS MEKEDÉ COMO PERPLEJO,...YO CON UNOS 10 AÑOS MÁS QUE ELLA Y ELLA SABÍA IGUAL UMÁK KEL MENDA,...ESTABA MU PUESTA Y MUK ENDISPUESTA,...TOTAL KE AKELLO SE KOCIÓ COMO UN PERFECTO CLIMAX,...Y ER NIÑO, LA CHURRA KEDÓ SATISFECHA Y RELAJADA,... TERMINAMOS BIEN, ELLA ME DIO LAS GRACIAS POR NO HABERLA DIGAMOS SOMETIDO A LA PENETRACIÓN,...Y MIREN POR DONDE POSTERIORMENTE LE REALIZARON LA PRUEBA DER ALGIDÓN DE MENTALIDAD CABALLAS,MILITAREZKA FRANKISTA TOAKXXXXXTOAK,...UM,...POS YA LA KOSA, PARECÍA QUE IBA DE TORMENTA EN TORMENTA,...¡¡.


SI A LAS TRES DE LA MADRIGÁ, YO YA VIVIENDO EN CAI DE LIS PAPIS,...YA KE PUSIERON LAS MALETAS EN LA PUERTA DEL RELLANO DER ÁTIKO,...POS YO SIN MEDIR PALABRAS LAS CPGÍ, LAS MONTÉ EN LA AMOTO,...Y CAMINANDO UNOS 600/700 METROS, POS DE NOCHE AVANZADA YA, ME PRESENTO Y MI MADRE ME DICE, PERO KE THA PAZO HOMBRE ¡¡????¡¡,...Y LE PEDÍ PERMISO, PARA ESTAR UN TIEMPO CON ELLOS,...ME DIERON COBIJO,...ALLÍ ESTABAN CONVIVIENDO LOS PAISMATRIARKADO ENTOTAL, Y DOS HERMANOS MAYORES KE YO,...ER GAFA Y ER CANIO,...¡¡¡. LOS DOS TO ER TIEMPO DE PELEA PERO DE VERDAD,...EN  UNA OCASIÓN ER RELOJ DEL CANÍO SALIÓ VOLANDO,...¡¡, ENTOTAL, KE ESO NO ME IBA,...Y RÁPIDAMENTE ME USE A BUSKAR UN PISO EN ALKILER,...EL KUAL ENCONTRAMOS UNO EN EL 29006,...Y AR TIEMPO ME MUDÉ DE PLANTA, DE PISO,...KE ES DONDE LLEVO YA VIVIENDO MÁS DE 30 AÑOS,... DESDE EL 86/87 APROXIMADAMENTE,...¡¡. --¡¡¡¡ Y ER KX KIERX, POS ZABÉK, KOMO KEDÓ LA KOZA,...





POZ TENDRÁ KE ESPERAR AR PRÓZIMU CAPÍTULO,...HABRÁ KE ESPERAR JASTA LA INSPIRACIÓN DER POETA ENCEBOLLIZNAO DERTÓK,...¡¡; PERO TUVE SUERTE, NO ME ECHARON AGUA COMO A LOS PERROS CALLEJEROS, QUE ESTABAN CERKA DEL BAR EL VELERO, DEL BARRIO,...ESTABAN PEGADO Y ER PERSONÁK MU KURTO, LE ECHABAN AGUA, PIEDRAS, LE PEGABAN CON PALOS, TANTO MUJERES, COMO CHIKILLOS,...¡¡¿¿¿ SABES KIYO,...¡¡????¡¡¡¡.

  • REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: ¡¡ FILOSOFÍA PROLETARIA DER ...

    https://lukyrh.blogspot.com/2021/04/filosofia-proletaria-der-rebalae-y.html

    *** Ante tu mirada llena de dolor, tus movimientos que pedían ayuda, y las palabras no pronunciadas que escondían un suspiro, un alivio. Yo que soy una amasada de sentimientos y rectitud, tendí mis esfuerzos comprensivos hacia tu frágil y difícil situación.

  • Google

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  • REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD ... - lukyrh.blogspot.com

    https://lukyrh.blogspot.com/2020/12/mis-escritos-en-los-dos-libros.html

    Miguel Gámez Quintana era, como quien esto escribe, del barrio de El Palo, o sea, era un paleño, donde nació en las mitades de la década de los cuarenta, aunque por cosas de la vida, o de la familia, ¡yo que se!, creció en el cercano Comares, y aunque el quería al Palo, decía que este era un barrio de pobres donde después vivieron los ricos.

  • Google Scholar

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  • Google Libros

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    Haz búsquedas en el mayor catálogo de libros completos del mundo. Mi biblioteca. Editores Información Privacidad Términos Ayuda Información Privacidad Términos Ayuda

  • TU MIRADA - Marcos Witt - LETRAS.COM

    https://www.letras.com/marcos-witt/274360

    Tu ojos revelan que yo Nada puedo esconder Que no soy nada sin ti Oh fiel Señor. Todo lo sabes de mí Cuando miras el corazón Todo lo puedes ver Muy dentro de mí. Lleva mi vida A una sola verdad Que cuando me miras Nada puedo ocultar. Sé que es tu fidelidad Que lleva mi vida más allá De lo que puedo imaginar Sé que no puedo negar Que tu mirada puesta en mí Me llena de tu paz

  • EN OCTUBRE 21/21 - lukyrh.blogspot.com

    https://lukyrh.blogspot.com/2021/10/en-octubre-2121-845-anos-pasados.html

    18/10/2021 · lukyrh. blogspot.com : sÁbado, 12 de septiembre de 2020 : canciÓn de lukydemÁlaga : «» una mujer escribe un poema de su vida y del amor,… a lo largo de su camino una estrella encontrÓ; el misterio de un cometa a su cola se uniÓ, y volÓ consiguiendo su ilusiÓn.

  • Psicóloga Luz Marina Hoyos D.: ¿Mirada de amor o lujuria?

    https://lmhoyosd.blogspot.com/2014/09/mirada-de-amor-o-lujuria.html

    1/9/2014 · El último resultado sobre este tema realizado en la Universidad de Chicago viene a decir que la manera en la que se mira a una persona del otro sexo determina si se hace con lujuria o con amor. De este modo el amor y/o el deseo estarían en la mirada. Al parecer, el patrón de mirada es distinto en cada caso y se puede distinguir con facilidad.

  • Soy lectora y qué?

    https://soylectorayque.blogspot.com

    Hola! Bienvenid@s al blog! Este blog fue hecho exclusivamente para compartir mis libros favoritos. Los libros que publicado no me pertenecen,pertenecen a sus respectivos autores, solo los recolecto para poder compartirlos con l@s chic@as lector@s que son como yo. Agradezco a los clubes de traducción por hacer esto, ya que sin ellas nuestros libros favoritos no los podríamos disfrutar ...

  • Un Mundo para Imaginar - Blogger

    https://unmunpa.blogspot.com

    Si tu padre es el hombre más temido de Nueva York, ... este experto en adquisiciones no puede resistirse a robar un beso pero antes de que pueda tomar más, su enemigo llega. ... así como una sanadora gentil que canaliza los poderes de los dioses para ayudar a los enfermos y lesionado.


  • REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: ¡¡ FILOSOFÍA PROLETARIA DER-REBALAE Y UNIVERSAL,...¡¡¡; DEL "" COMUNISMO PLANETARIO AUTOGESTIONADO "" Y CON ""torito // tejiendo organización,...mexico,...¡¡ zapatismo,...¡¡. (lukyrh.blogspot.com) // : 

    [[[ *** Ante tu mirada llena de dolor, tus movimientos que pedían ayuda, y las palabras no pronunciadas que escondían un suspiro, un alivio. Yo que soy una amasada de sentimientos y rectitud, tendí mis esfuerzos comprensivos hacia tu frágil y difícil situación. Es verdad que tus envolturas me aprisionó, y después de miles de viajes, de millones de reflexiones, con la mosca tras la oreja, indeciso y activo, entregado en el asiento del 600; librando una y mil batallas, supe estar a tu lado: actuando como siempre, igual que con toda la gente. En el aire queda, algunas cosas por comprender, pero, sé, que con el tiempo: lo sabré. ]]].


    ¡¡ POS ZIL,... LA HUMANIÁK, ESMUH BRUTA,...UH NOL,...¡¡???¡¡¡. NUS DIRÁN DE KE NOL,...Y ENCIMA, NO VEMUS MÁS ALLÁ DE NUESTRAS NARICES EMBOZALADAS,...¡¡¡¡.


    VIERNES, 30 DE ABRIL DE 2021

    ¡¡ FILOSOFÍA PROLETARIA DER-REBALAE Y UNIVERSAL,...¡¡¡; DEL "" COMUNISMO PLANETARIO AUTOGESTIONADO "" Y CON ""torito // tejiendo organización,...mexico,...¡¡ zapatismo,...¡¡.


    MÁS POETAS ANDALUCES - 1988 - 

    Depósito Legal: M-4822 – 1988 I.S.B.N.: 84-404-1590-7 I

    mprime: La Idea c/Salitre, 15. 28012 MADRID


    LUCIANO MEDIANERO MORALES, Nacido en Málaga el 31 de enero de 1953. En este otro libro de poemas, capta y cuenta de particular manera, destellos, desvelos, amores y quejas de la tierra, sus personajes son, entre otros, Hernández y Víctor Jara. ‘’MÁS POETAS DE MÁLAGA’’ y ‘’MÁS POETAS ANDALUCES’’ son sus abiertas ventanas, al campo, a las almas Andaluzas y demás pueblos Entre el humor irónico y el amor pasión, nos alienta, entre prosa y poema. 

    GÁMEZ QUINTANA 


    [[ Estoy vivo, vibro, me excito, tengo fuerza. La Luna, la luz de la noche, fuerza psicométrica de 4.000 millones de seres. Estamos vivos, queremos vivir, potencia cósmica unida. Perderán los poderosos, democracia, democracia que no llega a cubrir. Bancarrota, bancarrota de la mentira. Vibro, vibramos; nos potenciamos. Claridad de la noche, miseria de la Humanidad, --arriba la mayoría, somos más--. 

    ***Y como hombre me pongo tieso, como las vías de un tren sin regreso. Y al caminar voy en busca de mi encuentro. Poco a poco llego, con paradas y largos trayectos. Y las férreas vías me calientan, aún de noche, aún en invierno. Y grito muy adentro, pareciéndome a un disco rayado. Me sigo moviendo; moviendo el pensamiento. Mis ideas de mis "adentros". Y dejé los miramientos: a cada cual con su cuento. 

    *** Y por decir, puedo decir mucho: lo digo a mi manera, planteo ideas; no quiero conclusiones, cada uno saque la suya. Y no digo que no me arrimo, ya que en algunos escritos, incluso ‘’RIMO”. OS COMENTO… 

    Escribir, después de haber pensado que no hay nada nuevo… que motive. Es la Mar de curioso, que el Cerdo sea, igual que el Oso. Escribo pensando de que puedo ser famoso... Me da igual que sea antes o después de muerto... Qué listo soy... busco la oportunidad; en la vida a lo largo del tiempo, ser famoso, importante, es cuestión de suerte. Y qué suerte saber escribir tantas letras. Total, todo es, sí, todo es cuestión de aburrimiento. No, en verdad, no miento; las ideas es como un nacimiento, eso sí, como todo, muy espontáneo. De seguro que con esta maravillosa prosa triunfo. Natural: 

    No critico, no pienso, no reflexiono, no me excito, no siento... sólo, solo estoy aburrido; sólo, solo escribo. Releo, lo que llevo escrito, y me río, y pienso: si con este rollo puedo hacer escritos más largos que un gran río. Me toco la nariz, cojo un cigarro, tomo una buena postura, y ala, a escribir, que si me atiende la Editorial, ya puedo vivir. De repente me acuerdo que tengo que escribir algo de amor sobre Mallorca, y que a Andalucía le debo una canción. Eso sí, serán obras muy serias. Al instante me llega una intranquilidad: y qué pensarán los que me conocen, cuando lean esta parrafada. Sí, me inquieta Ya, pasarlo a limpio, leerlo públicamente. Honradamente pienso, que no sé parar tanto cuento, será que miento, será que no soy yo; será acaso, que estas letras es mi profunda verdad. Será que esto es y no es "ná".En el tiempo de vida que llevo, he hablado y aprendido a escuchar, ahora, como en Andalucía no he oído palabras serias sin igual. Una cosa, no quita lo otro; el cachondeo y la seriedad se dan la mano por igual. Según parece, todo es una igualdad, de polos opuestos dispuestos a danzar. Y me quedo cortado pensando que podría desear explayarme, como las estrellas. En contar cosas, ideas, cuentos, vivencias, de mi pasado y de mi porvenir. Por venir de aquí, de mi tierra, de mi mundo, de mi ilusión, de mi realidad rodeada de personas. Las hojas revueltas, junto a la cajetilla de tabaco, del cenicero y el encendedor. De una puerta, dos puertas más y el baño. El de todos, el de todas las casas, allá donde lo tengan. Allá donde el vivir es vida semienterrada. Acaricio mi cara cansada, pensando en cómo continuar sabiendo que la noche está fría, y espera mi coche que le dé los buenos días. Cuando sé, que me enrollo malamente, corto, me paro dejando absurdos versos que no llegan a nada. 

    Todos duermen, quizás después de haber soñado, casi despiertos, medio vivos. Los sonidos del lamento, de la alegría, se entrelazan con el maullido del gato de la vecina, y del cricar de los grillos de nadie. Están las redes volando en alta mar, de nuestras costas. Un cigarrillo, una voz y otra que le responde ponen al descubierto que la vida tiene 24 horas al día. Dentro de poco amanecerá, será un día de fiesta. Es domingo, también se trabará, se venderá más. Unos pocos se enriquecerán hasta los bigotes. Estoy pensando en mucha gente, unas estarán frías, otras calientes. El aire de poniente, traerá, quizás, lluvia y frío. Es invierno, comienza un nuevo año; planes, proyectos, que ya están diseñados desde antaño, surgirán - irónicamente - como nuevos. Me creo triste, pero, no; sólo estoy escribiendo, creyéndome trascendental. Pobre iluso, pero si la fama no la uso. Qué disgusto, qué angustia, qué desatino pensar que si quiero: atino. Vuelvo a coger el mechero, enciendo un cigarrillo en este lapsus me acuerdo de muchos escritores, de mis colegas de tertulia, de "La Casa del Poeta"; resumo comprobando de que de todos ellos, me estoy inspirando, aprendiendo, quizás, copiando. Un poco de uno, otro poco de otra, un mucho de aquél. Y son más de las tres, he torteado al último mosquito que quedaba en la habitación. Hacía más de una hora que le avisé. Le dije que estábamos solos los dos, y que era más fuerte que él. 

    Lo comprendo, no puedo evitarlo, tengo que escribir otro libro, necesito escribir, rellenar hojas, no debo parar. Continúo agotando el tabaco. Paqui y Pepi me comprenderán. La suerte está echada, antes de primavera él, el libro, saldrá. Con mi dinero y la ayuda de amigos verá la luz, el dichoso libro. Ya tiene que salir. Al igual que las mariposas, que las letras, que mis ganas. Al fin todo sale, todo busca la claridad. Todo sueño se hace realidad, toda la realidad se sueña. El camino no es camino, el polvo no es la mar, las inquietudes, el vibrar de la emoción se funde en la ilusión del esfuerzo. Aunque no es cosa de peso, el refrán es el refrán, él, el cancionero que hace el pueblo, sale de la realidad. El poeta debe ser imaginativo, ingenioso, simpático, musical, un poco buscavidas y amable. Se le permite todo menos comerse las uñas. Aunque sea un despistado, la gente no se lo toma en consideración. Al revés, se lo toma como algo simpático, como una anécdota maravillosa. A los escritores - incluido ¡claro está! los poetas, por el hecho de escribir, ya se le considera PERSONAS RESPETABLES. Ya puede escribirse de lo que sea, que esos señores/as, tienen tarjeta de paso. No entiendo lo bonachona que es la gente, por tan poco que hace - algunas gentes - las consideraciones a que son sometidos. Escribir, es sólo coger boli y papel, unir unas palabras a otras, empezar con una frase más o menos entendibles y hacer que el público las lea. No es nada trascendental, es sólo quemar un poco de tiempo, voluntad y rellenar papeles. De vez en cuando dar un recital o conferencia, con un poco de gracia y muy solapadamente decir: Pues ya que me preguntas, pues sí, soy escritor, soy poeta. Ya todo puesto en acción, eso sí, en situación, pues explicar con aíre infantil y melancólico, las motivaciones o razones del por qué se escribe. Dramatizar un poco, la visión particular de la poesía, de los escritores, de los temas, de los fundamentos es cosa muy útil para convencer, de que en realidad somos poetas. No basta - al parecer - con que te lean o escuchen un poema; es necesario esa comedia comunicativa, sobre las profundas motivaciones o inspiraciones, que supuestamente tienen los escritores. Sí, hay que demostrar que no estamos alucinados cuando escribimos algo; hay que demostrar que no hay estado de emoción distinto de un momento a otro. Es bien fácil: 

    cuando escribimos es porque nos da la gana, y cuando nos mantenemos tiempo y tiempo sin coger papel y boli, es porque no queremos, no tenemos gana. En su trabajo el poeta es afortunado. No tiene que romperse la crisma, no necesita comerse el coco. Todo es fácil, rápido espontáneo, rayando con la lluvia fina de otoño. En cambio el historiador, el matemático, el economista y muchos otros científicos, tienen que estudiar, deben elaborar teorías, comprobar resultados. La tarea de ellos es muy muy grande de por sí, y comparada con la de los poetas. Los poetas solo deben unir palabras sin verificar nada; es un trabajo continuo sin resistencia de ningún tipo. Quizás, lo más común de ambos, de los poetas y los otros, es que trabajan para comunicar algo - supuestamente - útil a la Sociedad.


     ***Y estoy en la calle, camino de ocio, calles de observación, hombres y mujeres, hijos e hijas... la acera y el ruido del taconeo. El ocio del sábado tarde, del domingo matinal se junta a la tarde noche. Junto a las palmeras, a las palomas, el ruido de unas potentes olas; el silbido del viento, los abrigos y manos que se aprietan a nuestra piel. Son miles de personas que se encaminan al tiempo del reposo mental, al reposo del tiempo muerto... Es fin de semana, no hay labor, las lentejas ya se han ganado en una y mil maneras de ser útil, de ganar el agrado, de ser ellos mismos. Caminos desgastando energías, de un plato, un caldo, unas piezas, un tajo reventado de Sol; y el sudor, la sangre y el Ser. Todo vuela alrededor del Don... el don del saber: 

    hacer Capital detrás de un cristal. Es primavera, y estoy cansado, ¡de verdad! Sol moreno al mediodía; las hojas se encaminan a cumplir su papel, papel brillante como el Sol, Sol del amanecer, que aprieta en tu piel. Temprana mariposa de un nido de miel. Es así, la tempestad para el marinero. Jornalero en la plaza, buscando su pan. 


    *** Hablar de la vida, de las gentes, de un barrio, de mi barrio, de la playa, de las chavalas, de Málaga, de los montes, de los perros, de los gatos, de los árboles, de las plantas, parques y jardines, de las calles, de los contenedores de basura... de los coches, de los tranvías... de los niños, amigos; de los primeros, presentes y futuros tanteos con las niñas, las muchachas, las mujeres. De la escuela, de los profesores, del Director Don Antonio, de la familia que llevaba a cargo la portería, la limpieza, de las clases; del comedor largo y claro. De las comidas de garbanzos y lentejas; de la leche en polvo de los americanos. En los años de juventud en el "Centro", de las manifestaciones por diversos motivos. La regada de octavillas a todas las horas del día, en todos los lugares de Málaga; en las fábricas, los barrios, en los pueblos. Ese vivir clandestino, de piso en piso, alquileres por doquier: 5.000 pesetas, u 8.000 pesetas al mes. Las reuniones, las discusiones, la elaboración de octavillas, las ventas y reparto de periódicos obreros. Los contactos con los estudiantes, los profesores y profesionales; con las amas de casa, las juntas de vecinos, las charlas y tertulias con los viejos luchadores defensores de la IIª República. Dejar tu casa para ir a trabajar muy lejos, la emigración interior, la exterior: 

    Alemania, Suiza, Francia, Inglaterra. Otros aún más lejos: Argentina, Brasil, EE.UU., etc., etc... Los grandes ideales, la Nueva Sociedad. Para muchos la Democracia, para otros la Revolución pendiente, la Revolución Comunista, para los menos. Miles de conocidos, con sus familias, sus novias, sus mujeres, sus hijos. Los problemas, sus inquietudes, los deseos de superación personal, social, política, cultural. Mentalización para vivir una nueva moral, una ética de acorde con un Mundo más racional, más social. Un Mundo nuevo en definitiva, la mayoría queríamos lograr. Y el repartidor de pan, que a las 6 de la mañana se dirige al horno para llenar su coche; su canasta en la bicicleta. Y el amasador organizado por turnos; el calor del horno, el sudor de 10 horas de fatigosa amasada. El repartidor conoce a mucha gente, los ve por la mañana, con los pelos levantados, los ojos casi cerrados. Buenos días, cuantas vienas; hoy llueve, hace frío, son 23,50 pesetas. Y así hasta las 7 u 8 de la tarde. Y por las tempranas mañanas, muchas luces se encienden; un café para entrar en calor. Nuevo día, hay que trabajar. Autobuses que recogen a las niñas de las camisas, a las de Intelhorce, Citesa ya está abriendo, más de mil personas, centenares de coches aparcados en las calles adyacentes. La carretera de Cádiz, parece una feria de luces, es la calle principal, son los trabajadores de "La Costa"; servidores del turismo, constructores de edificios, hoteles, apartamentos, urbanizaciones; ahí, hay mucha vida, "la Costa", vida y dinero. Torremolinos, discotecas, drogas, prostitución, camellos, chorizos pobres y ricos; diversión, playa, bronceado, "las giris", y el ligoteo. Hay vida, Fuengirola, Benalmádena, parecen más tranquilos. No todo viviente es extranjería, existen sus barrios, sus nativos y gentes de los pueblos de los alrededores, así como cordobeses, y otros muchos. Todos conviven, luchan por el día a día. ¡Y que no falte! Todo funciona, tienen su movimiento, lucha cotidiana y avispada, para que lo principal no falte. Marbella financiera y lujosa: dólares, petrodólares, saunas y jet-societet. Los famosos, los festivales pseudobenéficos, los "moros", los árabes, el oro negro, los dineros sucios, la Cruz Roja y sus salas: cuatro duros para beneficencias. Derroches, adornos exteriores de joyas; del sudor de los demás, y todo funciona. 


    *** FILOSOFÍA-IRÓNICA DEL ESPACIO 

    Es penúltimo día del año 1987 según el calendario cristiano. Han pasado 364 días desde que comenzó el año. Varios astronautas soviéticos han vuelto de la Tierra. Los EE.UU.N. han tenido que retrasar en tres meses el vuelo de su lanzadera. Los "colgados" de todas las leches, y por cualquier motivo, andan de fiestas; llegándoles las neuras hasta las raíces del cabello. Se alucina, siempre, cuando se está arriba. Hay que ver, que para hacerte creer, lo de serio que nos tenemos que poner. Las industrias de armamento se han disparado; de pronto todo el paro se ha acabado. Aún no se sabe, si esas buenas personas se han colocado..., o es que la han matado. Aunque todo sea disimulado algo se ha aclarado; la verdad con el tiempo... ha pasado. Una escalera y una terraza, mirando la bahía estrellada, volando junto al faro. Esas noches callejeras, con entrega de amor a una flor, pocas horas de sueño, muriendo en un rincón. El Mundo se ha apagado, parece que ha muerto la ilusión; desilusión al comprobar que la política con el dinero se acostó. No me creo bueno ni santón, ni listo ni melón, solo soy del montón. La estupidez es el arte del figurón por eso los ingeniosos les sacan a cada listo su canción. Es posible que hoy, me siente cachondón, será por la cantidad de programas que he visto en televisión. El ingenioso ojeroso, siempre se siente decoroso, remojado y novedoso: 

    no es más que un oso. La familia aprieta como las correas con tachuelas; es muy tarde cuelgo el lápiz. 


    *** Lejos del amanecer, a distancia de la claridad, redondas siluetas alargándose sobre el árbol. Manantial de brisa, de frases bonitas en el horizonte; de ecos asustados al ver al guardián. Y se repiten mil palabras y susurros, se escriben y publican mil soluciones. Los montones de santones, en sus cómodos sillones; estridentes y prepotentes no se aprestan al porvenir. Sus momentos perfilados, sus Bancos, sus lujosas casas, sus coches... al lado y muy bien amarrados. Protegidos del disparo del verso y del "pego mis labios a la justicia". En sus cráneos amortiguados de no recepción a palabrejas mal sonantes de unos pobres ignorantes. Y ya no hay arroyos de aguas vírgenes... Y ya no hay campos, ni mariposas, ni mar salada. Toda la Ciencia está enlatada. Aquí estamos nosotros, ya somos otros; somos masa, somos notas estadísticas, somos carne amorfa de ensayo. Así somos, así nos hacen ser. Entre adinerados, militares, técnicos, reyes, presidentes y burócratas, andan repartiéndose el cristal brillante; que el Sol, si la potencia del Sol, hará estallar. Está la Humanidad en un amanecer incierto. Pero volcaremos la balanza al lado positivo, con un poco de esfuerzo. Dejándonos de quimeras particulares, trabajemos y pensemos a lo grande. El personal no está para guerras, ni el personal quiere matar; el personal está para abordar el futuro con entusiasmo y vivir en paz.


    *** SANGRE CON LA DICTADURA, DEMOCRACIA CON GILIPOLLECES 

    Una España desgranada, en que la inmensidad del Mundo no es nada. La larga y tenebrosa historia de mi tierra, muy reciente en mi mente. Desdicha del poder, despiadada Sociedad que no cuenta con mi pueblo. Historia de una durísima Dictadura militar, en la cual, éramos diezmados, perseguidos y asesinados. Pero luchábamos, sobrevivíamos de mil maneras. Hoy, después de más de 10 años de Democracia, debemos ser gilipollas. Tenemos que ser, para el poder, ciudadanos aborregados. Quieren, ellos, los poderosos, que sigamos con miras estrechas, muy estrechas, muy enlatadas. No, no está la vida hecha para estrecheces. No, que a mí nada me echen. Oyes, que yo, ya estoy hecho; y me revelo porque no hay derecho, que tengan los poderosos tantos escudos, corazas, estrellas, medallas, etc., en el pecho. Que se dejen de tanto poder, que dejen sus derechos. Fin a lo no bien dispuesto; que se vayan con su cuento. ¡¡Oyes, que el pueblo tiene sus anhelos, sus ideas y sus derechos! Que no, que no, que esto "lo de su democracia" no está bien hecho. Que no, que esto es el mismo carro, pero con otro techo. Y estamos hartos de sus techos, que queremos un pueblo con su propio cerebro. De seguro, que tú y yo pueblo, estamos esperando; compás de espera, en calma tensa. De seguro que estamos pensando, recordando el pasado; en donde pasamos tanto. De seguro sabemos que nos toman por tontos, pero como decía aquél: somos nosotros los que estamos dando. Preparamos el camino, confirme paso; rectificando los errores nos vamos perfilando. Unidos en un gran abrazo, despierto estamos soñando. Y estaremos preparados para ese gran salto. 


    *** CAMBIAR LA VIDA ES UN DURO PARTO 

    Cambiando está el Mundo por un pensar profundo. Profundidad en un futuro distinto de lo pasado. Crisis de valores éticos, crisis de pesadez. Cambiar la vieja por la nueva vida, con savia nueva como la rama y la espiga. Los viejos miramientos no se curan con remiendos; la educación caduca no es juego de oca. En la calle se respira ambiente de nueva Sociedad, la juventud trae aires de nueva libertad. Las nuevas ideas, las nuevas prácticas, perfilan un Mundo de igualdad. Las fronteras no están, las naciones ya no existen; la amistad que brindan impide que algo se resista. Estas ideas son preciosas, es algo así, como el volar de la mariposa. Volar, de un Mundo a otro; es el nuevo hombre, es la nueva mujer. A lo largo de la historia, hemos visto cosas muy serias; las cuales se trataban de acabar con las miserias; y cuál no sería la indecencia de los continuístas, que llevaban al pueblo a las contiendas. Nada de novedades sociales, las novedades, solo para los militares. Que no, que sí, que para cambiar lo caduco, hay que sufrir. Ahí, tenemos el ejemplo, nuestra última guerra civil. 


    *** Compromiso, ¿de quién?, ¿de la poesía con el pueblo?, ¿del pueblo con la poesía? ¡Cómo cuesta entroncar, la poesía de palabras bonitas sin fondo, con el fondo del "pasar"! Y parece que la muerte del poeta le hace inmortal. En la historia de la poesía, del pensador, del filósofo; después de cien años se hace realidad. Palabras de hoy para hoy, no tiene lugar. No hay razón para despreciar esta tarea social. Lo nuevo que rompe molde, duro embarazo a criar. ¡Que nazcan mil flores, mil ideas, que se difunda!; que las semillas sembradas no caigan en un huracán; compromiso de todos, cola y papel, pueblo y poeta. Palabras en acción; rompamos la tradición. 


    *** Y "ER LENGUA" BRILLÓ 

    Y me acuerdo de "er lengua", con sus barbas y largos cabellos, la suciedad "pasota"; la brillantez de sus harapos confundida con su mirada. Y lo recordamos por las playas, por las calles noctámbulo; y comprendiendo su pensamiento en los toros. Las ilusiones perdidas, viviendo con intensidad. El cobijo de todo un pueblo, ante un símbolo malagueño. Y se lo llevó la noche, debajo de un coche. Y el recuerdo de tantos "lenguas", y yo soy otro "lengua"… En la arena acurrucado junto a una barca; las estrellas le contemplan; el agua le musiquea, las lunas le abrazan enamoradas de sus destellos. Y no es para menos... Él, que contemplaba la ida y llegada de mil gaviotas, que a su alrededor revoloteaban. Él, "er lengua", comentado en vida, recordado en muerte de triste final. No fuimos a su entierro; era como el hierro. Ojos burlones, sabios, como de ratones. Hoy, como ayer, comentado, recordado, ¡como hijo del pueblo que es! Madrugada de primeros del 87, en un día libertador para gentes del pueblo con honor.


    *** Atacando la maravillosa dificultad, que supone el transforme del evento tiempo; engranando el sentir de la labor terminada; consiguiendo continuar la responsabilidad de lo útil. Maravillosas chispeantes siluetas doradas, embarran el hueco hilado prepotente. En el fondo del Cénit, en la estrella volada; la Luna apagada chisporrea sus emanaciones, confusa y activa se desentiende, de todo ser que no entiende. Motivaciones de la acción, que al pasar, motiva al escritor. Entrecruzar, grabar, gritar; nublones de aficiones: idealistas mentales; unida y enfrentada a las tensiones. 


    *** Carrera en un charco, desencajado, como plumas de palmeras; maciza huella en la roca de su cerebro. Mercancía fácil, trabajo hábil, atrevido. En juego "er talego". Vendaval síntoma de descomposición. Unos cuartos para "el chute", para "el chocolate"; corre por las venas, aquellas sembradas por la Madre que se aterroriza en su cocina. Generaciones, sangres, inconclusa juventud atormentada, amasada en una sartén sin hervir; humo claro, suelto, erizado, como espejos ahumados, de futuro amanecer. 


    *** Cuando un hombre decide su camino, no hay caballo de Atila; su espíritu y convicción es un huracán, huracán de tranquilidad y equidad. No todo está dicho, no todo está claro; nuevos choques, nuevos momentos, nuevas contrariedades aparecerán, lucha virgen a ventilar. Lo pasado asumido, potencia el despertar; como nebulosas inquietudes, como espinas clavadas. Pies descalzos en un pedestal, polvo que limpias, sudor a secar; letras que se leen, ideas a tomar. Corazón de hierro, abrazo de algodón, un hombre serio y dulce no se dejará avasallar. Emboscada en la noche, deberá repeler, una idea y otra, un hombre cabal. 


    *** Yo no sé, si cuando te miras en el espejo ves algo muy a lo lejos. Yo no sé, si cuando te arreglas ves a muchos cuerpos. Cuando sales a la calle, no sé si ves a alguien a tu alrededor, no lo sé. No sé, si el dolor y la pena, te produce alguna huella. No sé, si cuando vuelas, te das cuenta de que la vida no es una cometa. No sé si sabes que hay que arrimar el hombro, y llegar con la mirada hasta lo más hondo. Sí, sé que sabes que estamos oliendo; que nos estamos moviendo. Sí, se sabe, que nos estamos despertando. Y que se sabe que tú y nosotros nos estamos mirando. Sé que sabes, que tu postura se está agotando. Todos sabemos que el momento está llegando. 


    *** Armonía de la realidad, desdibujada por un ciclo vital. Río y fuego en lucha desigual. Hoy para vivir; coche y cuchillo, salir a comprar un "cacho" de pan. Ficticio encorbatado, fiesta en Marbella. Gobierno a medias, pueblo a cuarto…A las 12: whisky, lujos y mujeres; en los barrios, a las 2 de la tarde, a ver quién come. Repartir lo poco que tenemos. Estado poderoso: David y Goliat. Cultura, conciencia: hay que actuar, orquesta y compañía, ejército de amigos. 


    *** ANDALUCÍA "TIERRA MÍA" 

    Te buscaré Andalucía, desde dentro hacia el Mar. De tus raíces antiguas, hasta lo profundo de tu pensar. Pueblo de pueblos, mezcla sin par. Tierra atada al monte, con fronteras de libertad. Las estrellas iluminadas por su Luna, dan colores de amor y paz. Pensadores de poesía, limpiando el ambiente de hipocresía. Suspiros de futuro, ensanchando a la Humanidad. Sembrando la alegría despertando paz y tranquilidad. Olores de tus verdes campos y mares desde el atlántico de Huelva hasta los montes de Comares. Andalucía, ¡eres tú!, con tu fuerza minera, con toda tu plenitud. Tu trabajo, tu sonrisa, es tu salud. Vigorosa nación construida con mucho sudor. Pueblo andaluz, pueblo trabajador. Para mi tierra, para mi pueblo esta canción. Un saludo y un "osú". Dedicada a mi amigo Marcos Antonio y a su tertulia de amigos. 


    *** Vendo lotería, tengo que comer; ¡niña, como éste no hay, termina en 43! ¡Será el Gordo! Hormiguitas vistas desde lo alto, de todos los colores; la suerte está en la calle, negocio más que centenario; con solera y somera función; reflejo de un Estado sin pudor. ¡Pero niño, me gano la vida! ¡Es mi pan! La vida... la suerte... unida en hilo espinoso. Y recorren las calles, los bares, se ven en las esquinas... y es muy doloroso, algunos de ponen como osos, otros, ojerosos. ¡Y es la suerte Señores!, también para los invidentes, para disminuidos, y es para la gente. El trabajo es la suerte, la vida es la suerte, ¡Vaya suerte de vida, es muy alegre! 


    *** Ante tu mirada llena de dolor, tus movimientos que pedían ayuda, y las palabras no pronunciadas que escondían un suspiro, un alivio. Yo que soy una amasada de sentimientos y rectitud, tendí mis esfuerzos comprensivos hacia tu frágil y difícil situación. Es verdad que tus envolturas me aprisionó, y después de miles de viajes, de millones de reflexiones, con la mosca tras la oreja, indeciso y activo, entregado en el asiento del 600; librando una y mil batallas, supe estar a tu lado: actuando como siempre, igual que con toda la gente. En el aire queda, algunas cosas por comprender, pero, sé, que con el tiempo: lo sabré. 


    *** Hoy me he dado cuenta, de que todavía no lo sé todo. Hoy, que vuestras miradas, radiantes y atrevidas me han llamado; como un susurro interrumpido. Hoy, que me habéis llamado, llamada de amistad: sin malos rollos, con sencillez, hacia el conseguir la amistad. Y yo, en mi torbellino de inseguridad, no he ido... pero he aprendido: hoy no es ayer; es como un huracán, como 40 años pasados en un abrir y cerrar de ojos. Hoy, he aprendido,...)))...


    MÁS POETAS DE MÁLAGA - 1987 - 

    I.S.B.N.: 84-389-9663-8 Depósito Legal: M.23714 – 1987 

    Imprime: La Idea. c/Salitre, 15 – 29012 MADRID


    NOTA – PRÓLOGO 


    Sí amigos, sigamos entre versos insistiendo, Málaga, nuestra Málaga también precisa de nosotros, nuestros dichos, y hechos, dirán el por qué del dolor, nuestros y ajenos, la escuela de la vida, la más certera, razonará hasta las sinrazones de leyes, de deberes, por los cuales en soledad nos solemos dar, aun sin saber qué hacemos, pero sabiendo lo que no queremos ser, compañeros, vivir cuesta la… vida, compartamos heridas y quizás sanemos más prontamente y juntos. Todos por igual, versos y sueños, creencias y desvelos, sentimientos paralelos, hacia una misma paz y patria, humanidad equilibrada, ¡qué fantasía, qué delirio! creernos que con versos, daremos, curamos al herido… Compañeros seremos, entre hijos, nietos, de esta y otras décadas, estas páginas dejan de ser nuestras, porque todos precisamos que sean, de quienes las hojean, de quien nos sienta,… el mejor premio, pago, a toda nuestra espera, MAS POETAS DE MÁLAGA, o Málaga más poeta, dirá lo que otros callan por apariencias, décadas enlazadas, sin sexo ni frontera, ni edad, puesto que somos de una misma materia, voces que no se acallan, ni fingen ni desfasan. Yo, el más autodidacta, os doy la bienvenida, mi amistad y mi casa, que si os sentís poetas, es casa vuestra. Adelante por nuestra Málaga y sus tierras. 


    GÁMEZ QUINTANA



    “LUCIANO, luchador con y para el pueblo, narrador de problemáticas, delineante en ‘’trabajo’’ entre versos, poeta ‘’pa’l obrero’’, adelante compañero.” GÁMEZ QUINTANA LUCIANO MEDIANERO MORALES Nacido en Málaga el 31 de enero de 1953, con un hijo y ya, este libro, capta y cuenta de particular manera, destellos, desvelos, amores y quejas de la tierra, sus personajes son, entre otros, Hernández y Víctor Jara. 


    [[[ Ábranse mil flores, mil pensamientos, mil ideas, no cojamos el interés egoísta, démonos al viento, que él, no marea. 

     Y cuando la razón, no tiene razón de ser, y nos damos cuenta que casi todo está por hacer. Debemos ponernos en marcha, para que la Humanidad, pueda ser lo que no es. 

    Como pájaro llorando, que pierde su nido, Yo al verte pasar a tu lado me arrimo. … /… 

    Y por pedir, pido, la libertad, pero, no, por libre, no me sé entregar. … /… 

    Un hombre libre, es hombre de paz, que ama al pueblo, igual que a su libertad. … /… 

    Filosofía del misterio, lo no comprendido, es adivinado, cuando de verdad, por aprenderlo, nos hemos esforzado. … /… 

    La calle llena, y el árbol caído, el pueblo alegre, después de haber sufrido. … /… 

    Y uno contento, con su quehacer diario, ya que otros, no hacen nada, y son, muy millonarios.


    PRIMAVERAS FRESCAS 

    Y me faltan los días, y la sangre derramada, que sirve de fresca simiente. Y el cuerpo del pueblo, donde su cabeza la portan otros. Y yo quiero unir, a ese cuerpo su verdadera cabeza. Como en primavera que todo renace, y con ella, todo se renueva. Aíre fresco de una mañana... de finas gotas. Lavada la cara, vestido todo un cuerpo, dispuesto para la acción. Y el ansia de vivir se dispara. Torrentes aguas de color blanco, de sabias ideas. Cuidado, que alguien acecha, para entaponar... a ese pueblo que camina sin cesar. 

    FRESCA FUENTE 

    Tendría el mundo que ser como la fuente que quita la sed. Fuente que no regatea presente durante todo el día, fuente con música de bonita melodía. Cuando la fuente de la vida se agota y vemos que todo tiene su fin debemos pensar y actuar durante nuestra vida haciendo al Mundo más feliz. Y qué felicidad quitar la pobreza, qué bienestar es estar en paz. Qué os podría decir, qué podría pasar: para que la Humanidad fuera de alguna manera más feliz. Os diría, que los pájaros de mal agüero ayer tomaron savia nueva y no dan miedo. También os diría, que las mariposas, además de su trabajo con el polen han construido unas pistas de abordaje, y en sus cuerpos transportan a los niños, a la Luna, a los colegios, a los campos, a las playas, y a otros muchos lugares. Os diría, que la miseria, el hambre, las guerras, es un mal sueño, una tonta pesadilla. Esto os lo diría a voz llena, muy fuerte, para que los poderosos lo oyesen... Podría pasar, que el racismo, solo es un racimo de dulces uvas, de parra añeja, en el pórtico de una casa campestre. Y haremos borrar con goma, las fronteras, que dividen y hacen guerrear a los pueblos. Y os diría, etc., etc., etc., y, muchos etcéteras. 

    QUE TE HEMOS ‘’OLIDO’’ 

    Y de egoístas estoy tan harto, y de gente falsa, ni lo digo, de fantasmas lloriqueones, hasta los bigotes. Y es que la postura, debe llegar hasta la sepultura. Y es que estoy harto de artistas dramaticones, y ya me duele hasta los cojo…ones. Sin compasión contra tanto chupón. Y es que debemos gritar, y acabar, con personajes sin igual. Y es que ya está bien, de tantas historias sin razón. Y es que ya ha llegado el momento, y es que no debemos aguantarlo ni un cuarto. Al tajo con tanto cuento. Y que la historia la escriban, los hombres con pies descalzos. 

    ARTE Y DOLOR 

    ¿Y por qué tanto dolor? ¿Y por qué tanto llanto? Será porque el entendimiento entre los hombres no llega para tanto. O bien será que la vida, el cambio, el sobrevivir, es un arte, y todavía de eso, tenemos, solo una pequeñísima parte. Pero el entendimiento y el arte, es algo, que poco a poco vamos consiguiendo. Dejaremos de ser animales, caminaremos viviendo. 

    LAMENTABLE 

    Es lamentable, que se tenga que decir, que el pueblo no es culto. Es lamentable, porque eso, suena casi a insulto. Hoy por hoy, el pueblo es insultado, por señores, que, de su lado, se han separado. ¿Quién es tonto en este país? ¡Señores!, la vida enseña, que acabar con los sinvergüenzas, es mucho pedir. A ver, si con gracia y salero, ¡si no pidiendo tanto!, se van esos señores, con la boca callando. 

    POESÍA Y PUEBLO 

    Como la punta de un Iceberg, agudizada la forma de influir; de entrar en el sentimiento, en la razón del pensar. Se tronca la poesía, en un instante de atención, se pierde en un instante. De realidad soleada; la salida es atómica. Queda el ingenioso, que en su asombro se resigna al tiempo. Milenios de espera, de comparsa no familiarizada, profundidad y levedad del escritor, romper la capa asentimental, que en la interpretación y en el aplauso, parece que agradece, el esfuerzo de unas rimas sueltas, sueltas en un huracán. Huracán de ideas, de expresiones experimentadas. Callados en sus frías sensaciones fluyen deambulos, en sus noches días, en sus días noches. Oscuras sensaciones; una sinrazón... Incomprensión del autor; muy bien para agradar. Charlatanes y oyentes interpretan sus papeles, comprensión del deshielo. ¿Faltan milenios para la comprensión? ¿Será llegado ya el momento de dejar de interpretar la falsa? ¿Tendrán que abrirse unos a los otros, sus cerrados sentimientos? ¿Acabaremos con las frustraciones? Preguntas con respuestas, a nivel personal y a nivel general. Las ideas de las nuevas sensaciones, formas como copos de nieve en un pajal. Caliente y frío, por su fin en un campo de perfil; siluetas caminantes, entroncando su mirada, y que según parece, centrada en la suerte. 

    ¿QUÉ PASA AQUÍ? 

    Entroncando el Son del apoyo, y buscando a oscuras tu lugar, nos das la espalda al llegar a tu umbral. El pueblo boca abierto queda sorprendido, desesperado y enojado en tu cara te ha hablado. Oye tú, ¿Qué pasa aquí, que estás haciendo? Y tú, respondiendo con ojos saltones, nos reprochas nuestras acusaciones. ¿Acaso te crees que eres imprescindible? ¿Crees que nos estás salvando de mil fieras? ¡No hombre, no! Las fieras han engordado, y tú a su lado, no estás saliendo mal parado... Tu cara gordinflona, confiesa el tipo de carne que te han dado... Tu piel roja, muestra la sangre de quien la has tomado. Cada vez está más claro, el tipo de partido que has abrazado. Tu pueblo, que no es tuyo, después de varios años, de verte actuar, se ha decantado, saliendo a la calle, diciendo que este mal royo, se ha acabado. Sí, estás asustado, con la verdad te hemos hablado, y ya de ti, NO NOS FIAMOS. Y hemos andado, pudiendo demostrar que no estamos chalados, que sabemos lo que vale un peine. Oye, que sabemos ir por nuestro lado, y arreglar lo que no queréis arreglar. Sí, ¡que sudor nos ha costado, comprender cómo construir lo que anhelamos! Y lo que anhelamos, ya está más que hablado. Sí, está más que escrito... y es muy poquito: un presente y un porvenir mejor para el pueblo. Mira tú, que bastante ya hemos pasado, que con el sufrir hemos madurado, ya no necesitamos tus consejos ahumados. Como hemos madurado, ya no queremos el pasado; tampoco queremos tu presente tan poco esperanzador, queremos nuestro futuro de paz, de trabajo, de cultura y de libertad. De seguro, que esto lo queremos, y lo trabajamos, con ardor y gran ilusión. Oye tú, no te pongas en nuestro camino, oye tú, coge carril. 

    MINERAL DESENGAÑADO 

    Corrupción de Oro, ¡oro de sudor ajeno! ¡¡Qué diferente su bonito color, a su uso corruptor!! Oro que multiplica oro. Oro de guerra y dolor. Oro de mineros, oro del pueblo trabajador. Su cálido tacto es desengañado, ante sus trapicheos en saunas, armas y compras de "amor". Mineral puro, de la pura naturaleza, ennegrecido en el mercado por las manos de más de un desalmado. Estrellado oro sin calor, chispeantes ojos del ávaro atesorador. Oro que ennoblece la simple exposición. Oro que embrutece, la conquista de su posesión.

    DESPERTANDO DE UN SUEÑO IRREAL 

    Aquí, en España, y con 11 años de Democracia, siento decir y digo: 

    Con el acero fundido, y el trabajo de un pueblo colectivo, queda el beneficio para un grupo reducido. En la acera sucia, y en los barrios hundidos, están los bancos y las bodegas llenas, ya que el pueblo está desposeído. Con la esperanza en el tiempo, y con los ojos rehundidos, empieza la respuesta, contra los gobiernos corrompidos. Los sentimientos rocosos, de un Estado Sordo, se escuchan voces de un NO AGUANTO MÁS. Los poderosos siguen rencorosos, la Iglesia no sale de su asombro, ante la juventud se apresta el fusil de los que siempre dispararon detrás del pretil. Y es que hoy ya se puede decir, que de historias no se puede vivir. Y el pueblo despierta, y al igual que las flores florecen en primavera, yo me arrimo a tu vera y tomo tu bandera. Pueblo hábil, duras luchas te esperan, acuérdate del pasado, no cometas errores, para que tus sueños no se desmoronen,...)))... 

    (( LETRICAS PROSA POÉTICAS/PROLETS DE LUKYDEMÁ. 29006,...DER-ALBORÁN/MEDITERRÁNEO,...¡¡¡. )).



    SALUDOS,...DE MÁLAGA, ESPAÑA-EURACA-,...¡¡¡. DE LMM,...EDITOR DE lukyrh.blogspot.com ¡¡, en el cual, hemos reproducido, vuestro último trabajo mandado a nos,...¡¡¡ y gracias y salud,...portó,...¡¡¡. lukyrh.blogspot.com // @lucianomediane1 -¡¡.





    en blog ¡¡ : indicado ¡¡ : 

    VIERNES, 30 DE ABRIL 2021 // REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD. BLOG/LUKYRH.B/S.COM

    ¡¡ "" ALGO DE NOS POSICIONES,...// ELOBRERO.ES,...Y LAS ELECCIONES PANDÉMICAS GENOCIADAS SALVAJEMENTE POR LAS FUERZAS DEMONIAKAS BUROCRAT-MULTI-IMPERICAPITALISTAS OTANISTAS Y ASOCIADXS IMPERIALISTAS ESTE/EUROPEO-RUSISTAS/PUTINISTAS-XI/CHINISTAS,...ETC,...¡¡¡¡.

    GRACIAS JMROCAVID,...POR MANDARNOS ESTAS LETRICAS,...MÁS ABAJO, DECIMUS ALGUNAS COCIKAS,...TENEMOS DERECHO,...YA QUE ESA ENTIDAD,...ELOBRERO.ES,...NO NOS PUBLICA NA DE NÁ,...ASÍN,...POS NOS,....HEMOS DEJADO DE MANDARLES NUESTROS ESCRITOS,....QUE SE MOLESTEN EN ENTRAR EN LUKYRH.BLOGSPOT.COM,...POR SI QUIEREN SABER DE NUESTRAS LITERATURAS Y SENTIMIENTOS,...¡¡¡. GRACIAS PORTÓ,...PERO DE VEZ EN CUANDO, QUIZÁS, ALGO TE MANDAREMOS A TI, PERSONALMENTE,....Y ESTAMOS QUIZÁS,...PENDIENTES DE ENTRAR FUERTEMENTE EN TUS LÍNEAS IDEOLÓGICAS-POLÍTICAS,...¡¡¡. PERO VAYA NO ES COSA URGENTE,...AUNQUE SI, REALMENTE ALGO ANTAGÓNICAS NUESTRAS RESPECTIVAS VISIONES Y ESTRATEGIAS,...ETC,...¡¡¡. EMAIL/PUBLICIDAD, SIN PERMISO ¡¡¡ : ,...//....  ¡¡¡¡.

    ¡¡ Y,... CUANDO UN HOMBRE ES SOLAMENTE AMADO POR UNA MUJER,... PERO, QUE 
    CLASE DE ENTREGA MÁS POTENTE, ¡¡¡¡ : John lennon
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        • Se han quitado algunos resultados -- ¡¡--

        • Más de 60% de los rusos cree que el COVID-19 es un ″arma ...

          https://www.dw.com/es/más-de-60-de-los-rusos-cree-que-el-covid-19-es...

          1/3/2021 · Casi dos tercios de los rusos creen que el COVID-19 es un "arma biológica" creada por el ser humano, según un sondeo publicado por el centro independiente Levada este lunes (01.03.2021).

        • Científicos: el coronavirus sería un arma de guerra biológica

          https://www.elciudadano.com/columnas/cientificos-el-coronavirus-seria...

          Científicos: el coronavirus sería un arma de guerra biológica. Miles de artículos sobre el nuevo coronavirus de Wuhan, China, han sido publicados desde finales de enero de 2020 provocando alarma mundial a medida que aumentaban las fatalidades y casos de …

        • ¿El Covid-19 es un arma biológica? Agencia de Inteligencia ...

          https://www.debate.com.mx/mundo/El-Covid-19-es-un-arma-biologica...

          27/8/2021 · El origen del coronavirus Sars-Cov-2, causante del Covid-19es un tema que tiene dividido a la agencia de inteligencia de Estados Unidos. Sin embargo, este viernes publicaron los resultados de una ...

        • El Covid 19 ¿Una guerra biológica? - Periódico El Regio

          elregio.com/Noticia/aec37616-8fb5-40e0-b514-fbeab6d2a816

          27/11/2020 · El Covid 19 ¿Una guerra biológica? Por Leopoldo Espinosa Benavides 27/11/2020. Son demasiadas las versiones del posible origen de la Pandemia de Covid 19. …

        • ¿Bioterrorismo? ¿El Coronavirus Sería Un Arma De Guerra ...

          https://palermonline.com.ar/wordpress/bioterrorismo-el-coronavirus...

          11/3/2020 · El creador de Ley contra el terrorismo y armas biológicas de 1989, Francis Boyle, fue más explícito en su conclusión declarando que “2019 Wuhan Coronavirus es un arma ofensiva de guerra biológica”. Boyle, que es especialista en la ley internacional de la Universidad de Illinois, afirmó durante una exclusiva entrevista con Geopolitics ...

        • Teoría de conspiración: ¿El Coronavirus podría ser un arma ...

          https://ipsnoticias.net/2020/03/podria-coronavirus-arma-biologica...

          20/3/2020 · ¿Podría el coronavirus ser un arma biológica en un futuro no lejano ... ¿es un arma introducida subrepticiamente para desestabilizar un país con más de 1400 millones de personas y descrita como la ... La principal preocupación hoy en día no es realmente que los países tengan programas ofensivos de guerra biológica”.

        • ¿El coronavirus es un arma biológica de laboratorio? # ...

          https://efectococuyo.com/cocuyo-chequea/coronavirus-laboratorio-arma...

          20/3/2020 · Ahora una red de medios propagandísticos rusos, chinos e iraníes, según recoge un artículo de la web especializada DefenseOne, impulsa desinformación -a veces contradictoria entre sí- que apunta que el Sars-CoV-2, nueva cepa de coronavirus que produce el Covid-19, fue creado en un laboratorio para ser usado como un arma biológica.

        • El coronavirus es un experimento de laboratorio, una ...

          https://www.lavanguardia.com/internacional/20200323/4855435774/...

          23/3/2020 · El coronavirus es una guerra biológica entre potencias, un experimento de laboratorio o una gran estratégica de publicidad. Estas teorías conspiratorias y bulos

        • Covid-19 Es una Arma Biológica (Cuidado el Derramamiento)

          https://essentialoiltherapy.org/es/naturally_negate_the_vax.php

          Todo lo que necesitamos saber en las proteínas de espícula (priónes) y por qué son peligrosas. Cómo eliminar y evitar las proteínas priónicas.

        • ¡Fin del Juego 2030!: La Verdad sobre el Arma Biológica ...

          https://www.amazon.com.au/¡Fin-del-Juego-2030-Biológica-ebook/dp...

          Próxima Guerra Mundial? (Spanish Edition) eBook : Libros de Truth Leaks: Amazon.com.au: Kindle Store La Verdad sobre el Arma Biológica Covid-19, la Agenda21 y el Gran Reajuste - 2022-2050 - Guerra --¡¡--


        • ¿El Covid-19 es un arma biológica? Agencia de Inteligencia ...

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        • El Covid 19 ¿Una guerra biológica? - Periódico El Regio

          elregio.com/Noticia/aec37616-8fb5-40e0-b514-fbeab6d2a816

          27/11/2020 · El Covid 19 ¿Una guerra biológica? Por Leopoldo Espinosa Benavides 27/11/2020. Son demasiadas las versiones del posible origen de la Pandemia de Covid 19. …

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        • “El coronavirus sí existe, pero es una guerra biológica ...

          https://www.infobae.com/america/mexico/2020/07/09/el-coronavirus-si...

          9/7/2020 · Entretenimiento “El coronavirus sí existe, pero es una guerra biológica entre países”: la controversial opinión de Mauricio Clark sobre el COVID-19

        • ¿Bioterrorismo? ¿El Coronavirus Sería Un Arma De Guerra ...

          https://palermonline.com.ar/wordpress/bioterrorismo-el-coronavirus...

          11/3/2020 · El creador de Ley contra el terrorismo y armas biológicas de 1989, Francis Boyle, fue más explícito en su conclusión declarando que “2019 Wuhan Coronavirus es un arma ofensiva de guerra biológica”. Boyle, que es especialista en la ley internacional de la Universidad de Illinois, afirmó durante una exclusiva entrevista con Geopolitics ...

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          23/3/2020 · El coronavirus es una guerra biológica entre potencias, un experimento de laboratorio o una gran estratégica de publicidad. Estas teorías conspiratorias y bulos

        • La improbable teoría de que el coronavirus es un arma ...

          https://eldiariony.com/2020/03/15/la-improbable-teoria-de-que-el...

          15/3/2020 · La improbable teoría de que el coronavirus es un arma biológica creada por Estados Unidos China, Irán y Rusia acusan a Administración estadounidense Click to share on Twitter (Opens in …

        • Carneros infectados de turalemia, la primera arma biológica

          https://www.larazon.es/cultura/20200329/2utfpogzvvhsletbn2ettbucfm.html

          30/3/2020 · El primer pueblo que utilizó un arma biológica, parece ser, fueron los hititas hacia el 1400 a.C, en su guerra contra los arawos. Cuentan que soltaron un par de carneros infectados de turalemia ...

        • ¡Fin del Juego 2030!: La Verdad sobre el Arma Biológica ...

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        • ¡¡ HUELGA PERMANENTE DE LOS PADRES OBREROS, CONTRA LA JUVENTUD, PARTIDO PODEMOS, PSOE, P.P., I.U. ¡¡

          YO, NOS BUSCAREMOS LA VIDA COMO PODAMOS, YA QUE TODO EL MUNDO PUEDE, PODEMOS, YA QUE LA JUVENTUD VIVE "LA MAR DE BIEN,..."; LOS PADRES SOMOS LOS ESCLAVIZADOS,...QUE LABOREN LAS MUJERES, LOS HIJOS, LAS HIJAS, LA JUVENTUD Y LOS CAPITALISTAS, TODOS LOS PARÁSITOS,...UNA HUELGA PERMANENTE DE TRABAJADORES ESCLAVIZADOS, COMO YO,...COMO MILES Y MILLONES QUE CONOZCO DE UNA U OTRA MANERA,...

          DE VACACIONES LOS CURRANTES DE TODA LA VIDA,...NO SER MAS ESCLAVOS DE LAS EXIGENCIAS DEL CAPITAL, DE LA SEÑORA, DE LA NOVIA,...DE LOS HIJOS, DE LAS HIJAS, DE LOS NIETOS Y NIETAS,...YA ESTÁ BIEN,...

          TODO EL MUNDO CON REPROCHES A LOS TRABAJADORES QUE HEMOS DADO EL CALLO,...YA ESTA BIEN, HOSTIA DE LA PUTA MADRE,...OTRO DIRÁN DE LA PUTA CHINGA,...Aunque me dirán de que no tengo sentido del humor,...esta es la letra de los Ronaldos,...esa idea, aún está en boga en la juventud, en el capitalista,...todos dicen además de que somos unos vagos, que no producimos, que no trabajamos suficiente para que todos tengamos dinero, cosas,...UF, PEDAZUS DE ENDEGRACIADXS, DERTÓKXXXXXTÓK,...DEJARNUS TRANKIS,...¡¡. 

          1. /// Los Ronaldos - Adiós papá - Canción (letra e información)

            www.musicoscopio.com › Grupos › Los Ronaldos › Letras y acordes

            Letra e información sobre la canción 'Adiós papá' (interpretada por Los Ronaldos): discos en los que aparece, autor de ... consíguenos un poco de dinero más. -- ¡¡ Los Ronaldos : Adiós papá ( HQ ) - Bing video ¡¡.

          ADIÓS PAPÁ" 


          Esta noche voy a cogerte bien
          Nos iremos a casa de tu papá
          Llamaré a la puerta nos esconderemos
          Tiraremos piedras para no quedar bien
          
          Y Cuando piense quien ha sido le diremos que no
          No han sido tus amigos allí nadie quedó
          Ya no sabes que hacer
          
          Adios papá,adios papá,consiguenos un poco de dinero mas
          Adios papá,adios papá,consiguenos un poco de dinero mas
          Mas dinero
          
          Contaras las noches largas como serpientes
          Dormirás debajo de la cama otra vez
          Todo el mundo escucha lo que le vas a decir
          Para decirte que esta mal,para decirte no está bien
          Ya no sabes que hacer
          
          Adios papá,adios papá,consiguenos un poco de dinero mas
          Adios papá,adios papá,consiguenos un poco de dinero mas
          Mas dinero
          
          BIS
          
          Esta noche voy a cogerte bien
          Nos iremos a casa de tu papá 
          Llamaré a la puerta nos esconderemos 
          Tiraremos piedras para no quedar bien 
          
          Y cuando piense quien ha sido le diremos que no
          No han sido tus amigos allí nadie quedó
          Ya no sabes que hacer
          
          Adios papá,adios papá,consiguenos un poco de dinero mas
          Adios papá,adios papá,consiguenos un poco de dinero mas///


          SI LOS CURRANTES ESTAMOS CHINGAOS, HARTOS-JARTOS DE TODO LOS IMPROPERIOS TANTO DEL SISTEMA COMO DE LOS QUE LLEVAMOS A CUESTA,...ESPABILARSE OBREROS Y HERMANOS PROLETARIOS,...¡¡.


          Estudio, investigo,...y ahí dejo esto por si quieren echarle un vistazo,...¡¡; lo leo,...pero ya no comento estas lucubraciones, son cosas piponas,...¡¡. Igual de pipones son los del podemos,...como los del no podéis,...¡¡.
            En las noticias

          1. El creador de las pulseras #NoPodéis: "Twitter está ocupado por gente de Podemos"
            Verne - hace 20 horas
            #Nopodéis fue trending topic en España el jueves, con casi 80.000 tuits, según Topsy, y, de ...


          2. Los niños bien de #NoPodéis
            elplural.com - hace 13 horas
          3. Pulsera #NoPodéis, la nueva 'power balance' "anti-Podemos" (y no es coña) (TUITS)
            El Huffington Post - hace 2 días
          4. Más noticias sobre nopodeis,...¡¡¡.



        • Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva ...

          https://fcampalans.cat/archivos/papers/88.pdf · Archivo PDF

          Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo. Heidi Hartmann . ... más progresiva entre marxismo y feminismo requiere no sólo una mejor comprensión intelectual de las relaciones de clase y sexo, sino también que la alianza reemplace al

        • Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva ...

          https://www.felma.org/un-matrimonio-mal-avenido-hacia-una-union-mas...

          17/11/2016 · Un matrimonio mal avenidohacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo 17/11/2016 Felma Biblioteca , Informes 0 Heidi Hartmann es una economista feminista fundadora y presidenta de la sede en Washington Instituto de Investigación de Políticas de la Mujer (IWPR), una organización de investigación centrada en las mujeres y en la investigación de políticas públicas.

          • Tiempo estimado de lectura: 3 mins
          • Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva ...

            archivo.juventudes.org/texto/un-matrimonio-mal-avenido-hacia-una-unión...

            Un matrimonio mal avenidohacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo. En este texto, la feminista marxista Heidi Hartmann aborda críticamente las contradicciones históricas entre las posiciones marxistas y las feministas, desde la aspiración a una mejor entendimiento entre ambos enfoques. Abrir PDF.

          • Hartman - Un matrimonio mal avenido. hacia una unión más ...

            https://www.studocu.com/es-ar/document/universidad-de-buenos-aires/...

            Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo. Heidi Hartmann. Este artículo defiende la tesis de que la relación entre marxismo y feminismo ha sido siempre desigual en todas las formas que ha tomado hasta ahora.

          • H. Hartmann, Un matrimonio mal avenido: hacia una unión ...

            https://www.researchgate.net/publication/346992870_H_Hartmann_Un...

            H. HartmannUn matrimonio mal avenidohacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo November 2020 FEMERIS Revista Multidisciplinar de Estudios de Género 5(3):158

          • Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva ...

            https://studylib.es/doc/4768425/un-matrimonio-mal-avenido--hacia-una...

            Anuncio. PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo. Heidi Hartmann 1 PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 Este artículo defiende la tesis de que la relación entre marxismo y feminismo ha sido siempre desigual en todas las formas que ha tomado hasta ahora.

          • Un Matrimonio Mal Avenido: Hacia Una Unión Más Progresiva ...

            https://es.scribd.com/document/378007007/Un-matrimonio-mal-avenido...

            Un matrimonio mal avenidohacia una unión más progresiva PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 Este artículo defiende la tesis de que la relación entre marxismo y feminismo ha sido siempre desigual en todas las formas que ha tomado hasta ahora.

          • Ensayo "Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más ...

            porelpanylasrosas.weebly.com/artiacuteculosmaterial-educativo...

            En este texto, la feminista marxista Heidi Hartmann aborda críticamente las contradicciones históricas entre las posiciones marxistas y las feministas, desde la aspiración a una mejor entendimiento entre ambos enfoques.

          • "Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva ...

            https://comunistas.superforo.net/t19598-un-matrimonio-mal-avenido...

            "Un matrimonio mal avenidohacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo" texto de Heidi Hartmann*** En este texto, la feminista marxista Heidi Har

          • Una vez más sobre el "matrimonio mal avenido" entre ...

            https://www.lahaine.org/.../una-vez-mas-sobre-el-matrimonio-mal-aven

            7/3/2013 · A principios de los ’80, en su célebre artículo, Heidi Hartmann analizó las controversias entre el feminismo radical y el marxismo que habían originado lo que denominó “un matrimonio mal avenido”: el constituido por una teoría feminista que, según la autora, era “ciega” al análisis histórico y al materialismo, y un marxismo 



          • Heidi Hartmann

            Heidi I. Hartmann (Elizabeth, Nueva Jersey, 14 de agosto de 1945) es una economista feminista e investigadora estadounidense, fundadora y presidenta del Institute for Women's Policy Research (IWPR) con sede en Washington, una organización de investigación creada para realizar …
             
            Nacimiento: 14 de agosto de 1945 · Nueva Jersey (Estados Unidos) o Elizabeth (Estados Unidos)
            Nacionalidad: Estadounidense
            Ocupación: Economista e investigadora
            Empleador: Institute for Women's Policy Research · Universidad George Washington · United States Commission on Civil Rights · Consejo Nacional de Investigación
            Distinciones: Beca MacArthur · Wilbur Cross Medal
            Datos de: Wikipedia


            // Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo. 

            Heidi Hartmann 


            Este artículo defiende la tesis de que la relación entre marxismo y feminismo ha sido siempre desigual en todas las formas que ha tomado hasta ahora. Aunque tanto el método marxista como el análisis feminista son necesarios para comprender las sociedades capitalistas y la posición de la mujer dentro de éstas, de hecho el feminismo ha sido constantemente subordinado. Este artículo pone en tela de juicio la labor tanto del marxismo como del feminismo radical en torno a la “cuestión de la mujer” y mantiene que lo que hay que analizar es la combinación de patriarcado y capitalismo. Espero que éste sea un artículo que suscite grandes polémicas. El “matrimonio” entre marxismo y feminismo ha sido como el matrimonio según el derecho consuetudinario inglés: marxismo y feminismo son una sola cosa, y esta cosa es el marxismo1 . 
            Los recientes intentos de integrar marxismo y feminismo son insatisfactorios para nosotras como feministas porque en ellos la lucha feminista queda subsumida en la lucha “más amplia” contra el capital. Prosiguiendo con nuestro símil, es preciso un matrimonio más saludable o el divorcio. Las desigualdades en este matrimonio, como en la mayoría de los fenómenos sociales, no son accidentales. 
            Muchos marxistas suelen afirmar que, en el mejor de los casos, el feminismo es menos importante que la lucha de clases y que, en el peor, divide a la clase obrera. Esta postura política da lugar a un análisis en el que el feminismo se absorbe en la lucha de clases. Además, el poder analítico del marxismo con respecto al capital ha hecho que pasaran inadvertidas sus limitaciones con respecto al sexismo. Aquí mantendremos que si bien el análisis marxista aporta una visión esencial de la leyes del desarrollo histórico, y de las del capital en particular, las categorías del marxismo son ciegas al sexo. 
            Sólo un análisis específicamente feminista revela el carácter sistemático de las relaciones entre hombre y mujer. Sin embargo, el análisis feminista por sí solo es insuficiente, ya que es ciego a la historia y no es lo bastante materialista. Hay que recurrir tanto al análisis marxista, y en particular a su método histórico y materialista, como al análisis feminista, y en especial a la identificación del patriarcado como estructura social e histórica, si se quiere entender el desarrollo de las sociedades capitalistas occidentales y la difícil situación de la mujer dentro de ellas. 
            En este ensayo proponemos una nueva orientación para el análisis feminista marxista. En la primera parte de nuestro análisis se examinan varios enfoques marxistas a la “cuestión de la mujer”. Luego nos centramos, en la segunda parte, en el trabajo de las feministas radicales. Tras observar las limitaciones de las definiciones que da el feminismo radical del patriarcado, ofrecemos las nuestras. En la tercera parte tratamos de utilizar la fuerza tanto del marxismo como del feminismo para hacer algunas sugerencias sobre el desarrollo de las sociedades capitalistas y sobre la actual situación de la mujer. Intentamos utilizar la metodología marxista para analizar los objetivos feministas, corrigiendo el desequilibrio de la reciente labor del feminismo socialista y proponiendo un análisis más completo de nuestra actual formación socioeconómica. 
            Defendemos la tesis de que un análisis materialista demuestra que el patriarcado no es simplemente una estructura psíquica, sino también social y económica. Sugerimos que nuestra sociedad puede ser mejor comprendida si se reconoce que está organizada sobre bases tanto capitalistas como patriarcales. Al tiempo que indicamos las tensiones entre los intereses patriarcales y los capitalistas,... 

            2 PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 3 

            ,... mantenemos que la acumulación del capital se acomoda a la estructura social patriarcal y contribuye a perpetuarla. 
            Sugerimos en este contexto que la ideología sexista ha asumido una forma peculiarmente capitalista en la actualidad, que ilustra una de las maneras en que las relaciones patriarcales tienden a apuntalar el capitalismo. Defendemos la tesis, en resumen, de que se ha producido una colaboración entre patriarcado y capitalismo. En la cuarta parte, para terminar, mantenemos que las relaciones políticas entre marxismo y feminismo explican el predominio del marxismo sobre el feminismo en la concepción de la “cuestión de la mujer” por parte de la izquierda. Así pues, una unión más progresiva entre marxismo y feminismo requiere no sólo una mejor comprensión intelectual de las relaciones de clase y sexo, sino también que la alianza reemplace al predominio y la subordinación en la política de la izquierda. 
            El marxismo y la cuestión de la mujer La “cuestión de la mujer” no ha sido nunca la “cuestión feminista”. La cuestión feminista se refiere a las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres, del predominio del hombre sobre la mujer. La mayoría de los análisis marxistas de la posición de la mujer parten de la relación de la mujer con el sistema económico, y no de la relación de la mujer con el hombre, suponiendo al parecer que esta última quedará explicada en su análisis de la primera. El análisis marxista de la cuestión de la mujer ha adoptado tres formas principales. Todas ellas ven la opresión de la mujer en nuestra conexión (o en nuestra falta de conexión) con la producción. Al definir a la mujer como parte de la clase obrera, estos análisis subsumen la relación del obrero con el capital. 

            En primer lugar, los primitivos marxistas, incluidos Marx, Engels, Kautsky y Lenin, pensaban que el capitalismo arrastraría a todas las mujeres hacia el trabajo asalariado y que este proceso destruiría la división sexual del trabajo. En segundo lugar, los marxistas contemporáneos han incluido a la mujer en el análisis de la “vida cotidiana” en el capitalismo. Dentro de este punto de vista se supone que todos los aspectos de nuestra vida reproducen el sistema capitalista, y que dentro de este sistema todas somos trabajadoras. Y en tercer lugar, las feministas marxistas se han centrado en el trabajo doméstico y su relación con el capital, manteniendo algunas que el trabajo doméstico produce plusvalor y que las amas de casa trabajan directamente para los capitalistas. Estos tres enfoques son examinados sucesivamente.
             
            Engels, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, reconocía la posición de inferioridad de la mujer y la atribuía a la institución de la propiedad privada2 . En la familia burguesa, afirmaba Engels, la mujer tenía que servir a su amo, ser monógama y dar herederos que heredaran la propiedad. Entre los proletarios, proseguía Engels, la mujer no era oprimida porque no había propiedad privada que legar. Engels continuaba diciendo que, a medida que la extensión del trabajo asalariado destruía la pequeña propiedad campesina y que las mujeres y los niños se incorporaban a la fuerza de trabajo asalariado junto con los hombres, se socavaba la autoridad del cabeza de familia y se destruían las relaciones patriarcales3 . 

            Para Engels, la participación de la mujer en el trabajo era la clave de su emancipación. El capitalismo aboliría las diferencias de sexo y trataría a todos los trabajadores por,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 4 

            ,... igual. La mujer se haría económicamente independiente del hombre y participaría en pie de igualdad con él en la realización de la revolución proletaria. Tras la revolución, cuando todos fueran trabajadores y la propiedad privada hubiera sido abolida, la mujer quedaría emancipada del capital al igual que el hombre. 
            Los marxistas eran conscientes de las penalidades que la participación de la mujer en el trabajo suponía para la mujer y su familia, al hacer que la mujer realizase un doble trabajo: 

            el doméstico y el asalariado. Sin embargo, no hacían tanto hincapié en la continua subordinación de la mujer en el hogar como en el carácter progresivo de la “erosión” de las relaciones patriarcales por el capitalismo. El socialismo liberaría a la mujer de su doble carga colectivizando el trabajo doméstico. Las implicaciones políticas de este primer enfoque marxista son obvias. La liberación de la mujer requiere, en primer lugar, que ésta se convierta en una trabajadora asalariada como el hombre, y en segundo lugar, que se una a éste en la lucha revolucionaria contra el capitalismo. 

            El capital y la propiedad privada, decían los primitivos marxistas, son las causas de la peculiar opresión de la mujer, del mismo modo que el capital es la causa de la explotación de los trabajadores en general. Aunque eran conscientes de la deplorable situación de la mujer en su época, los primitivos marxistas no se preocuparon de las diferencias entre las experiencias del hombre y las de la mujer en el capitalismo. No se preocuparon de la cuestión feminista: 

            cómo y por qué es oprimida la mujer como mujer. No reconocieron, pues, el interés personal que tenía el hombre en que continuara la subordinación de la mujer. 
            Como mantendremos en la tercera parte de este artículo, el hombre se beneficiaba de no tener que hacer el trabajo doméstico, de tener a su mujer y su hija a su servicio y de tener los mejores puestos en el mercado de trabajo. Las relaciones patriarcales, lejos de ser reliquias atávicas, de quedar rápidamente pasadas de moda con el capitalismo, tal como sugerían los primeros marxistas, han sobrevivido y prosperado a su lado. Y dado que el capital y la propiedad privada no son la causa de la opresión de la mujer como mujer, su fin no provocará por sí solo el fin de la opresión de la mujer. 

            Tal vez el más popular de los últimos artículos que ilustran el segundo enfoque marxista, la escuela de la vida cotidiana, sea la serie de Eli Zaretsky en Socialist Revolution4 . Zaretsky está de acuerdo con el análisis feminista cuando afirma que el sexismo no es un nuevo fenómeno producido por el capitalismo, aunque subraya que la forma particular que toma ahora el sexismo ha sido configurada por el capital. Se centra en las diferentes experiencias del hombre y la mujer bajo el capitalismo. Un siglo después de Engels, cuando el capitalismo ya ha madurado, Zaretsky señala que el capitalismo no ha supuesto la incorporación de la mujer al trabajo en un plano de igualdad con el hombre. Lo que ha hecho el capital ha sido más bien crear una separación entre el hogar, la familia y la vida personal, por un lado y el lugar de trabajo, por otro5 . 
            El sexismo se ha vuelto más virulento bajo el capitalismo, según Zaretsky, a causa de esta separación entre el trabajo asalariado y el trabajo en el hogar. La creciente opresión de la mujer tiene por causa su exclusión del trabajo asalariado. Zaretsky mantiene que mientras el hombre está oprimido por tener que hacer un trabajo asalariado, la mujer está oprimida porque no se le permite hacer un trabajo asalariado. 

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            La exclusión de la mujer del trabajo asalariado es debida primordialmente al capitalismo, porque éste crea el trabajo asalariado fuera del hogar al tiempo que exige que la mujer trabaje en el hogar a fin de reproducir trabajadores asalariados para el sistema capitalista. 

            Quizás quisiste decir: no podéis

            La mujer reproduce la mano de obra, proporciona cuidados psicológicos a los trabajadores y procura una isla de intimidad en un mar de alienación. En opinión de Zaretsky, la mujer trabaja para el capital y no para el hombre; es sólo la separación entre el hogar y el lugar de trabajo y la privatización del trabajo doméstico provocada por el capitalismo lo que crea la apariencia de que la mujer trabaja para el hombre de forma privada en el hogar. La diferencia entre la apariencia de que la mujer trabaja para el hombre y la realidad de que la mujer trabaja para el capital ha dado lugar a que las energías del movimiento de la mujer estén mal encaminadas. La mujer debería reconocer que también forma parte de la clase obrera, aun cuando trabaje en casa. En opinión de Zaretsky, “el ama de casa y el proletario son los dos trabajadores característicos de la sociedad capitalista desarrollada”6 , y la segmentación de sus vidas oprime tanto al marido-proletario como a la mujer-ama de casa. Sólo una nueva conceptualización de la “producción” que incluya el trabajo de la mujer en el hogar y todas las otras actividades socialmente necesarias permitirá a los socialistas luchar por establecer una sociedad en la que se supere esta separación destructiva. Según Zaretsky, el hombre y la mujer deben luchar juntos (o por separado) a fin de reunir las esferas divididas de sus vidas y crear un socialismo humano que satisfaga todas nuestras necesidades privadas y públicas. 
            Al reconocer al capital como raíz de su problema, el hombre y la mujer lucharán contra el capital y no entre sí. Puesto que el capitalismo es la causa de la separación entre nuestras vidas, pública y privada, el fin del capitalismo pondrá fin a esta separación, reunirá nuestras vidas y terminará con la opresión tanto del hombre como de la mujer. El análisis de Zaretsky toma prestados muchos elementos del movimiento feminista, pero en última instancia está a favor de una reorientación de este movimiento. 

            Zaretsky acepta el argumento feminista de que el sexismo es anterior al capitalismo, acepta buena parte del argumento feminista marxista de que el trabajo doméstico es crucial para la reproducción del capital; reconoce que el trabajo doméstico es un trabajo duro y no lo minimiza, y utiliza los conceptos de supremacía masculina y sexismo. Pero su análisis se basa en última instancia en la idea de separación, en el concepto de división como el quid del problema, división atribuible al capitalismo. Al igual que el argumento de las “esferas complementarias” de principios del siglo XX, que mantenía que las esferas del hombre y de la mujer eran complementarias, distintas pero igualmente importantes, Zaretsky niega en buena medida la importancia y la existencia de la desigualdad entre el hombre y la mujer. Lo que le preocupa es la relación de la mujer, la familia y la esfera privada con el capitalismo. Además, aunque el capitalismo creara la esfera privada, como afirma Zaretsky, ¿cómo es que la mujer trabaja en ella y el hombre fuera? Indudablemente, esto no puede explicarse sin hacer referencia al patriarcado, al predominio sistemático del hombre sobre la mujer. Desde nuestro punto de vista, el problema de la familia, el mercado de trabajo, la economía y la sociedad no es simplemente una división del trabajo entre el hombre y la mujer, sino una división que sitúa al hombre en una posición de superioridad y a la mujer en una posición subordinada. 

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            Del mismo modo que Engels ve en la propiedad privada la contribución capitalista a la opresión de la mujer, Zaretsky la ve en la esfera privada. La mujer está oprimida porque trabaja en el hogar de forma privada. Zaretsky y Engels idealizan la familia y la comunidad preindustrial, donde hombres, mujeres, adultos y niños trabajan juntos en una empresa centrada en la familia y participaban todos en la vida comunitaria. El socialismo humano de Zaretsky reunirá a la familia y recreará este “taller feliz”. Si bien afirmamos que el socialismo interesa al hombre y a la mujer, no está del todo claro que todos estemos luchando por el mismo tipo de “socialismo humano”, o que tengamos la misma concepción de la lucha requerida para llegar a él, y mucho menos que el capital sea el único responsable de nuestra actual opresión. Mientras que Zaretsky piensa que la mujer parece trabajar para el hombre, pero en realidad trabaja para el capital, nosotras pensamos que la mujer trabaja en la familia realmente para el hombre, aunque evidentemente reproduce también el capitalismo. Una nueva conceptualización de la “producción” puede ayudarnos a reflexionar sobre el tipo de sociedad que deseamos crear, pero de aquí a su creación la lucha entre el hombre y la mujer tendrá que continuar junto con la lucha contra el capital. Las feministas marxistas que han examinado el trabajo doméstico también han subsumido la lucha feminista en la lucha contra el capital. El análisis teórico de Mariarosa Dalla Costa acerca del trabajo doméstico parte de la relación del trabajo doméstico con el capital y del lugar del trabajo doméstico en la sociedad capitalista, y no de las relaciones entre el hombre y la mujer, tal como se dan en el trabajo doméstico7 .
             
            Sin embargo, la postura política de Dalla Costa de que la mujer debería exigir un salario por el trabajo doméstico ha despertado una mayor conciencia de la importancia del trabajo doméstico entre las mujeres del movimiento feminista. Los grupos de mujeres de todos los Estados Unidos debatieron y siguen debatiendo la necesidad de esta reivindicación8 . Al pretender que la mujer en el hogar no sólo proporciona servicios esenciales al capital reproduciendo la fuerza de trabajo, sino que también crea plusvalor a través de este trabajo9 , Dalla Costa despertó también en la izquierda una mayor conciencia de la importancia del trabajo doméstico, y dio lugar a un largo debate sobre la relación entre el trabajo doméstico y el capital10. Dalla Costa utiliza la concepción feminista del trabajo doméstico como un trabajo real para reivindicar su legitimidad bajo el capitalismo, afirmando que debería ser un trabajo asalariado. La mujer debería reivindicar un salario por el trabajo doméstico, en lugar de dejarse incorporar al trabajo tradicional, donde, al hacer una “doble jornada”, la mujer seguiría suministrando trabajo doméstico al capital gratuitamente al mismo tiempo que trabajo asalariado. Dalla Costa sugiere que las mujeres que recibieran un salario por el trabajo doméstico serían capaces de organizar este trabajo doméstico colectivamente, atendiendo de forma comunitaria al cuidado de los niños, la preparación de la comida, etcétera. Si reivindicara un salario y lo obtuviera, la mujer tendría mayor conciencia de la importancia de su trabajo, vería su significación social, así como su necesidad privada, primer paso obligado hacia un cambio social más amplio. 

             PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 7 

            Dalla Costa mantiene que lo socialmente importante del trabajo doméstico es su necesidad para el capital. En esto estriba la importancia estratégica de la mujer. Al reivindicar un salario por el trabajo doméstico y negarse a participar en el mercado de trabajo, la mujer puede encabezar la lucha contra el capital. Las organizaciones comunitarias de mujeres pueden ser subversivas para el capital y sentar las bases no sólo para la resistencia a los abusos del capital, sino también para la formación de una nueva sociedad. Dalla Costa reconoce que el hombre se opondrá a la liberación de la mujer (que se producirá cuando las mujeres organicen sus comunidades) y que la mujer tendrá que luchar contra él, pero esta lucha es complementaria de la que debe ser librada para lograr el fin último del socialismo. Para Dalla Costa, las luchas de las mujeres son revolucionarias no porque sean feministas, sino porque son anticapitalistas. Dalla Costa hace sitio en la revolución a la lucha de las mujeres, convirtiendo a las mujeres en productoras de plusvalor y, por consiguiente, en parte de la clase trabajadora. Esto legitima la actividad política de la mujer11. El movimiento de la mujer nunca ha dudado de la importancia de la lucha de las mujeres, ya que para las feministas el objetivo es la liberación de la mujer, que sólo puede ser conseguida a través de esta lucha. La contribución de Dalla Costa a una mejor comprensión de la naturaleza social del trabajo doméstico ha supuesto un avance incalculable. Pero, al igual que los otros enfoques marxistas aquí examinados, el suyo se centra en el capital, no en las relaciones entre el hombre y la mujer. El hecho de que el hombre y la mujer tengan diferentes intereses, objetivos y estrategias queda oscurecido por su convincente análisis del modo en que el sistema capitalista nos oprime y del importante y tal vez estratégico papel del trabajo de la mujer en el sistema. El lenguaje del feminismo está presente en la obra de Dalla Costa (la opresión de la mujer, la lucha con el hombre), pero no lo está el meollo del feminismo. Si lo estuviera, Dalla Costa podría mantener, por ejemplo, que la importancia del trabajo doméstico como relación social estriba en el papel esencial que desempeña en la perpetuación de la supremacía masculina. 

            El hecho de que la mujer haga el trabajo doméstico, de que realice un trabajo para el hombre, es crucial para el mantenimiento del patriarcado. 

            Engels, Zaretsky y Dalla Costa no examinan suficientemente el proceso de trabajo dentro de la familia. ¿Quién se beneficia del trabajo de la mujer? Sin duda, el capitalista, pero también sin duda el hombre, que, como marido y padre, recibe unos servicios personalizados en casa. El contenido y la extensión de los servicios puede variar según las clases o los grupos étnicos o raciales, pero el hecho de que son recibidos no varía. El hombre tiene un nivel de vida más alto que la mujer por lo que se refiere al consumo de artículos de lujo, al tiempo de ocio y a los servicios personalizados12. Un enfoque materialista no debería ignorar este punto crucial13. De aquí se desprende que el hombre tiene un interés material en que continúe la opresión de la mujer. A largo plazo, ésta puede ser una “falsa conciencia”, ya que la mayoría de los hombres podrían beneficiarse de la abolición de la jerarquía dentro del patriarcado. Pero a corto plazo esto equivale a controlar el trabajo de otra gente, control al que el hombre no está dispuesto a renunciar voluntariamente. 

             PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 8 

            Mientras que el enfoque de los primeros marxistas ignoraba el trabajo doméstico y hacía hincapié en la participación de la mujer en el mercado de trabajo, los dos enfoques más recientes subrayan el trabajo doméstico hasta tal punto que ignoran el papel habitual de la mujer en el mercado de trabajo. Sin embargo, los tres intentan incluir a la mujer en la categoría de la clase trabajadora y comprender la opresión de la mujer como otro aspecto de la opresión de clase. De este modo todos ellos pasan por alto el objetivo del análisis feminista: las relaciones entre el hombre y la mujer. Nuestros “problemas” han sido las relaciones de clase; el objetivo del análisis marxista ha sido la comprensión de las leyes de la sociedad capitalista. Creemos que la metodología marxista puede ser utilizada para formular una estrategia feminista, pero evidentemente los enfoques marxistas analizados hasta ahora no lo han sido; en ellos, el marxismo predomina claramente sobre el feminismo. Como ya hemos indicado, esto se debe en parte a la fuerza analítica del propio marxismo. El marxismo es una teoría del desarrollo de la sociedad clasista, del proceso de acumulación en las sociedades capitalistas, de la reproducción del dominio de clase y del desarrollo de las contradicciones y de la lucha de clases. Las sociedades capitalistas se rigen por las exigencias del proceso de acumulación, que pueden resumirse muy sucintamente en el hecho de que la producción está orientada hacia el cambio, no hacia el uso. En un sistema capitalista, la producción es importante sólo en la medida en que contribuye a la realización de ganancias, y el valor de uso de los productos no es sino una consideración incidental. Las ganancias provienen de la capacidad de los capitalistas para explotar la fuerza de trabajo y pagar a los trabajadores menos del valor de lo que producen. La acumulación de las ganancias transforma sistemáticamente la estructura social a medida que transforma las relaciones de producción. 

            El ejército de reserva del trabajo, la pobreza de gran número de personas y la situación cercana a la pobreza de un número todavía mayor; estos reproches humanos al capital son subproductos del propio proceso de acumulación. Desde el punto de vista capitalista, la reproducción de la clase obrera debe “ser abandonada confiadamente a sí misma”14. Al mismo tiempo, el capital crea una ideología que crece a su lado, de individualismo, competividad, dominación y, en nuestros días, consumo de un determinado tipo. Cualquiera que sea la teoría de la génesis de la ideología de la que se parte, hay que reconocer que éstos son los valores dominantes de las sociedades capitalistas. El marxismo nos permite comprender muchas cosas de las sociedades capitalistas: 

            la estructura de la producción, la generación de una determinada estructura ocupacional y la naturaleza de la ideología dominante. La teoría de Marx del desarrollo del capitalismo es una teoría del desarrollo de los “puestos vacantes”. Marx predijo, por ejemplo, el crecimiento del proletariado y la defunción de la pequeña burguesía. Braverman, entre otros, ha explicado más precisamente y con más detalle la creación de “puestos” de trabajo administrativos y en el sector servicios en las sociedades capitalistas avanzadas15. Del mismo modo que el capital crea estos puestos al margen de los individuos que los ocupan, las categorías del análisis marxista, tales como “clase”, “ejercito de reserva del trabajo”, “trabajador asalariado”, nos explican por qué determinadas personas ocupan determinados puestos. No dan ninguna pista sobre por qué la mujer está subordinada al hombre dentro y fuera de la familia y por qué no es al revés. Las categorías marxistas, como el propio capital, son ciegas al sexo. Las categorías del marxismo no pueden decirnos quién ocupará los “puestos vacantes”. 

            El PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 9 

            análisis marxista de la cuestión de la mujer ha adolecido hasta ahora de este fallo básico. Hacia un feminismo marxista más útil El marxismo es también un método de análisis social, el materialismo histórico y dialéctico. Juliet Mitchell y Shulamith Firestone han puesto este método al servicio de las cuestiones feministas, abriendo así nuevas vías al feminismo marxista. Mitchell afirma, en nuestra opinión correctamente, que la cuestión no debe nunca ser “nuestra relación” con el socialismo, sino el uso del socialismo científico (que nosotras denominamos método marxista), como método para analizar la naturaleza específica de nuestra opresión y, por consiguiente, nuestro papel revolucionario. Este método necesita, creo yo, comprender el feminismo radical, del mismo modo que antes desarrolló las teorías socialistas16. Como escribía Engels: Según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata. 

            Pero esta producción y reproducción son de dos clases. 

            De una parte, la reproducción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; 

            de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie. 

            El orden social en que viven los hombres en una época o en un país dado está condicionado por esas dos especies de producción17. Este es el tipo de análisis que ha intentado hacer Mitchell. En su primer ensayo, Women: the longest revolution, Mitchell examina tanto el mercado de trabajo como el trabajo de la reproducción, la sexualidad y la crianza de los hijos18. Mitchell no logra todos sus objetivos, tal vez porque para ella no todo el trabajo de la mujer es considerado producción; las otras esferas (vagamente englobadas en la familia) en las que trabaja la mujer son consideradas ideológicas. El patriarcado, que organiza en buena parte la reproducción, la sexualidad y la crianza de los hijos, no tiene ninguna base material para Mitchell. Women’s estate, donde Mitchell amplía este ensayo, se centra mucho más en el desarrollo del análisis del trabajo de la mujer que en el desarrollo del análisis del trabajo de la mujer dentro de la familia. El libro se preocupa mucho más por la relación de la mujer con el capital y su trabajo para él que por la relación de la mujer con el hombre y su trabajo para el; está mucho más influido por el marxismo que por el feminismo radical. En una obra posterior, Psychoanalysis and feminism, Mitchell explora un importante campo para estudiar las relaciones entre el hombre y la mujer: la formación de las diferentes personalidades, basadas en el género, de la mujer y el hombre19. El patriarcado actúa primordialmente, parece estar diciendo Mitchell, en el ámbito psicológico, donde los niños, hembras y varones,...

            PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 10 

            ,... aprenden a ser mujeres y hombres. Aquí Mitchell se centra en las esferas que inicialmente desdeñó - la reproducción, la sexualidad y la crianza de los hijos -, pero al colocarlas en el ámbito ideológico mantiene los puntos flacos de su análisis anterior. Presenta claramente al patriarcado como la estructura ideológica fundamental, del mismo modo que el capitán es la estructura económica fundamental: Dicho sea esquemáticamente (...) nos estamos refiriendo a dos áreas autónomas: el modo económico del capitalismo y el modo ideológico del patriarcado20. Aunque Mitchell analiza su interacción, no da al patriarcado una base material en la relación entre la fuerza de trabajo del hombre y la de la mujer, ni tampoco señala los aspectos materiales del proceso de formación de la personalidad y de creación de los géneros, con lo que limita la utilidad de su análisis. Shulamith Firestone tiende un puente entre marxismo y feminismo al aplicar al patriarcado el análisis materialista21. Su uso del análisis materialista no es tan ambivalente como el de Mitchell. La dialéctica del sexo, dice, es la dialéctica histórica fundamental, y la base material del patriarcado es el trabajo que hacen las mujeres al reproducir la especie. La importancia de la obra de Firestone al usar el marxismo para analizar la posición de la mujer y afirmar la existencia de una base material del patriarcado nunca será demasiado elogiada. Pero hace excesivo hincapié en la biología y la reproducción. Lo que necesitamos entender es cómo el sexo (hecho biológico) se convierte en género (fenómeno social). Es necesario situar todo el trabajo de la mujer en su contexto social e histórico, no centrarse sólo en la reproducción. Aunque la obra de Firestone ofrece un nuevo uso feminista de la metodología marxista, su insistencia en la primacía del dominio del hombre sobre la mujer como piedra angular sobre la que se basa toda otra opresión (clase, edad, raza) indica que su libro ha de ser clasificado más bien entre los feministas radicales que entre los feministas marxistas. Su obra sigue siendo la exposición más completa de la postura del feminismo radical. 

            El libro de Firestone ha sido despachado con demasiada premura por los marxistas. Zaretsky, por ejemplo, lo llama “canto a la subjetividad”. Sin embargo, lo interesante para las mujeres del libro de Firestone era su análisis del poder del hombre sobre la mujer y su saludable irritación ante esta situación. Su capítulo sobre el amor era y sigue siendo fundamental para comprender esto. No es sólo una “ideología machista” que los marxistas pueden afrontar (una mera cuestión de actitudes), sino una exposición de las consecuencias subjetivas del poder del hombre sobre la mujer, de lo que se siente al vivir en un patriarcado. Decir que “lo personal es político” no es, como supone Zaretsky, un canto a la subjetividad, al sentimiento: es una reivindicación de que se reconozca el poder del hombre y la subordinación de la mujer como realidad social y política. Feminismo radical y patriarcado El gran esfuerzo de los escritos feministas radicales se ha encaminado a documentar la consigna de que “lo personal es político”. El descontento de la mujer, afirman, no,...

            PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 11 

            ,... es el lamento neurótico de una inadaptada, sino la respuesta a una estructura social en la que la mujer es sistemáticamente dominada, explotada y oprimida. La posición de inferioridad de la mujer en el mercado de trabajo, la estructura emocional centrada en el hombre del matrimonio de clase media, el uso de la mujer en la publicidad, la supuesta interpretación de la psique femenina como una psique neurótica - popularizada por la psicología académica y clínica - son algunos de los aspectos de la vida de la mujer en la sociedad capitalista avanzada sucesivamente investigados y analizados. La bibliografía feminista radical es muy amplia y no se presta fácilmente a un resumen. Al mismo tiempo su interés por la psicología se mantiene. 

            El documento que aglutinó a las feministas radicales de Nueva York fue “The politics of the ego”. “Lo personal es político” significa, para las feministas radicales, que la división de clase original y básica es la división entre los sexos, y que el motor de la historia es el esfuerzo del hombre por conseguir el poder y la dominación sobre la mujer, la dialéctica del sexo22. De acuerdo con esto, Firestone hizo una nueva lectura de Freud para interpretar la conversión de los niños y niñas en hombres y mujeres en función del poder23. Su descripción de los caracteres “masculino” y “femenino” es típica de la literatura feminista radical. El macho busca el poder y la dominación, es egocéntrico e individualista, competitivo y pragmático; el modo “tecnológico”, según Firestone, es masculino. La hembra es nutricia, artística y filosófica; el modo estético es femenino. No hay duda de que la idea de que el “modo estético” es femenino habría escandalizado a los antiguos griegos. Aquí estriba el error del análisis feminista radical: la “dialéctica del sexo”, tal como la presentan las feministas radicales, proyecta las características “masculinas” y “femeninas” que aparecen en la actualidad retrospectivamente sobre toda la historia. El análisis feminista radical resulta más convincente cuando examina el presente. Su mayor fallo es su interés por lo psicológico, que le hace ser ciego a la historia. La razón de esto estriba no sólo en el método feminista radical, sino también en la naturaleza del propio patriarcado, ya que el patriarcado es una forma notablemente elástica de organización social. Las feministas radicales usan la palabra ”patriarcado” para referirse a un sistema social caracterizado por la dominación del hombre sobre la mujer. La definición de Kate Millet es clásica: 

            Nuestra sociedad (...) es un patriarcado. El hecho se pone inmediatamente de manifiesto si se recuerda que el ejército, la industria, la tecnología, las universidades, la ciencia, los cargos políticos, las finanzas; en resumen, toda vía de poder dentro de la sociedad, incluida la fuerza coercitiva de la policía, está por entero en manos masculinas24. Esta definición feminista radical del patriarcado se aplica a la mayoría de las sociedades que conocemos, sin hacer distinciones entre ellas. El uso de la historia por las feministas radicales se suele limitar a proporcionar ejemplos de la existencia del patriarcado en todos los tiempos y lugares25. Tanto para los marxistas como para los científicos sociales anteriores al movimiento de la mujer, el patriarcado fue un sistema de relaciones entre los hombres que configuró el perfil de la sociedad feudal y de,... [[ HOY EN DÍA ES UNA SOCIEDAD  MATRIARKAPIT-MULTI,IMPERIALISTA/capitalista interplanetaria MANKOMUNADA SANGUINARIA/GENOCIDA,...¡¡¡ Lukymá-Lmm. en 12/11/2.021 -- ]].

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 12 

            ,... algunas sociedades prefeudales en las que la jerarquía seguía unas determinadas características. En cuanto a las sociedades capitalistas, los científicos sociales burgueses las consideran meritocráticas, burocráticas e impersonales, y los marxistas ven en ellas sistemas de dominación de clase26. Para ambos tipos de científicos sociales, ni las sociedades patriarcales históricas ni las sociedades capitalistas occidentales de hoy son sistemas de relaciones entre los hombres que les permiten dominar a las mujeres. Hacia una definición del patriarcado Podemos definir el patriarcado como un conjunto de relaciones sociales entre los hombres que tienen una base material y que, si bien son jerárquicas, establecen o crean una interdependencia y solidaridad entre los hombres que les permiten dominar a las mujeres. Si bien el patriarcado es jerárquico y los hombres de las distintas clases, razas o grupos étnicos ocupan distintos puestos en el patriarcado, también les une su común relación de dominación sobre sus mujeres; dependen unos de otros para mantener esta dominación. Las jerarquías “funcionan” al menos en parte porque crean un interés personal en mantener el status quo. Los que están situados en los niveles superiores pueden “comprar” a los que están en los inferiores ofreciéndoles poder sobre los que están aún más abajo. En la jerarquía del patriarcado, todos los hombres, sea cual fuere su rango en el patriarcado, son comprados mediante la posibilidad de controlar al menos a algunas mujeres. Hay indicios de que cuando se institucionalizó por vez primera el patriarcado en las sociedades estatales, los dirigentes en alza hicieron literalmente a los hombres cabezas de su familia (imponiendo el control sobre sus mujeres e hijos) a cambio de que éstos cedieran algunos de sus recursos tribales a los nuevos dirigentes27. 

            Los hombres dependen unos de otros (a pesar de su ordenamiento jerárquico) para mantener su control sobre las mujeres. La base material sobre la que se asienta el patriarcado estriba fundamentalmente en el control del hombre sobre la fuerza de trabajo de la mujer. El hombre mantiene este control excluyendo a la mujer del acceso a algunos recursos productivos esenciales (en las sociedades capitalistas, por ejemplo, los trabajos bien pagados) y restringiendo la sexualidad de la mujer28. El matrimonio heterosexual y monógamo es una forma relativamente reciente y eficaz que parece permitir al hombre controlar ambos campos. El hecho de controlar el acceso de la mujer a los recursos y a su sexualidad, a su vez, permite al hombre controlar la fuerza de trabajo de la mujer, con objeto tanto de que le preste diversos servicios personales y sexuales como de que críe a sus hijos. Los servicios que la mujer presta al hombre, y que libran al hombre de tener que hacer muchas tareas ingratas (como limpiar retretes), se realizan tanto dentro como fuera del marco familiar. Entre los ejemplos que se dan fuera de la familia están la persecución de trabajadoras y alumnas por patronos y profesores, y el uso habitual de las secretarias para hacer recados personales, preparar café y proporcionar un ambiente “sexy”. La crianza de los hijos (sea o no la fuerza de trabajo de éstos de inmediato provecho para sus padres) es, sin embargo, una tarea crucial para perpetuar el patriarcado como sistema. Así como la sociedad clasista debe reproducirse a través de las escuelas, los centros de trabajo, las normas de consumo, etcétera, así también deben hacerlo las relaciones sociales patriarcales. En nuestra sociedad, los hijos son por lo general criados en casa por las mujeres, socialmente,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 13 

            ,... definidas y reconocidas como inferiores a los hombres, mientras que éstos sólo aparecen rara vez en el cuadro doméstico. Los niños criados de esta forma aprenden a conocer sus puestos en la jerarquía de los géneros. Sin embargo, en este proceso son fundamentales ciertos campos ajenos al hogar donde se enseñan los comportamientos patriarcales y se impone y refuerza la posición de inferioridad de la mujer: 

            iglesias, escuelas, deportes, clubs, sindicatos, ejército, fábricas, oficinas, centros sanitarios, medios de comunicación, etc. La base material del patriarcado no se asienta, pues, únicamente en la crianza de los hijos en la familia, sino en todas las estructuras sociales que permiten al hombre controlar el trabajo de la mujer. Los aspectos de las estructuras sociales que perpetúan el patriarcado son teóricamente identificables y, por consiguiente, separables de sus otros aspectos. Gayle Rubin nos ayuda enormemente a identificar el elemento patriarcal de estas estructuras sociales al identificar los “sistemas de género/sexo”: 

            Un “sistema de género/sexo” es un conjunto de dispositivos mediante los cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y con los cuales se satisfacen estas necesidades sexuales transformadas29. Nacemos hembra y varón, sexos biológicos, pero nos crean mujer y hombre, géneros socialmente reconocidos. La forma en que nos crean es ese segundo aspecto del modo de producción del que hablaba Engels: “La producción del hombre mismo, la continuación de la especie”. La forma en que se propaga la especie está socialmente determinada. Por ejemplo, si las personas fueran biológicamente polimorfas en el plano sexual, la reproducción sería accidental. La estricta división del trabajo por sexos, invento social común a todas las sociedades conocidas, crea dos géneros muy distintos y una necesidad de que hombres y mujeres se unan por razones económicas. Esto contribuye así a dirigir sus necesidades sexuales hacia la realización heterosexual. Aunque es teóricamente posible una división sexual del trabajo que no implique desigualdad entre los sexos, en la mayoría de las sociedades conocidas la división del trabajo por sexos socialmente aceptable es aquella que otorga un status inferior al trabajo de la mujer. 

            La división sexual del trabajo es también el puntal de las subculturas sexuales en las que hombres y mujeres experimentan la vida de formas diferentes; es la base material del poder masculino que se ejerce (en nuestra sociedad) no sólo para no hacer el trabajo doméstico y conseguir mejores empleos, sino también psicológicamente. La forma en que la gente satisface sus necesidades sexuales, la forma en que reproduce, la forma en que inculca las normas sociales a las nuevas generaciones, la forma en que aprende el género, la forma en que se siente hombre o mujer, se desarrollan en el ámbito de lo que Rubin denomina el sistema de género/sexo. Rubin subraya la influencia del parentesco (que nos enseña con quién podemos satisfacer las necesidades sexuales) y el desarrollo de personalidades de un género específico a través de la educación de los hijos y de la “máquina edípica”. Además, podemos usar el concepto de sistema de género/sexo para examinar todas las demás instituciones sociales en cuanto al papel que desempeñan en la definición y el reforzamiento de las,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 14 

            ,... jerarquías de género. Rubin señala que teóricamente un sistema de género/sexo podría ser de predominio masculino, de predominio femenino o igualitario, pero renuncia a calificar a los diversos sistemas de género/sexo conocidos o a periodizar la historia de acuerdo con ellos. Nosotras optamos por calificar a nuestro actual sistema de género/sexo de patriarcado, porque este término conlleva las nociones de jerarquía y predominio masculino que consideramos centrales en el actual sistema. La producción económica (a la que los marxistas suelen referirse como el modo de producción) y la producción del hombre mismo en el sistema de género/sexo determinan conjuntamente “el orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados”. Así pues, sólo se puede entender el conjunto de la sociedad si se considera ambos tipos de producción y reproducción, la de los hombres y la de las cosas30. No hay un “capitalismo puro”, como tampoco hay un “patriarcado puro”, ya que los dos deben coexistir necesariamente. Lo que sí hay es un capitalismo patriarcal, o un feudalismo patriarcal, o sociedades cazadoras/recolectoras igualitarias, o sociedades hortícolas matriarcales, o sociedades hortícolas patriarcales, etcétera. No parece haber una conexión necesaria entre los cambios en un aspecto de la producción y los cambios en otro. Una sociedad puede sufrir una transición del capitalismo al socialismo, por ejemplo, y seguir siendo patriarcal31. El sentido común, la historia y nuestra experiencia nos enseñan, sin embargo, que estos dos aspectos de la producción están tan estrechamente interrelacionados que los cambios en el uno crean habitualmente movimientos, tensiones o contradicciones en el otro. En este contexto se pueden entender también las jerarquías raciales. Es posible afinar más definiendo los “sistemas de color/raza” como campos de la vida social que toman un color biológico y lo convierten en una categoría social: la raza. Las jerarquías raciales, como las jerarquías de género son aspectos de nuestra organización social, de la forma en que la gente produce y se reproduce. No son fundamentalmente ideológicas; constituyen ese segundo aspecto de nuestro modo de producción, la producción y reproducción de los hombres. 

            Sería, pues, tal vez más exacto referirnos a nuestras sociedades no como sociedades simplemente “capitalistas”, por ejemplo, sino como “sociedades capitalistas patriarcales basadas en la supremacía blanca”. 

            En la tercera parte de este artículo citamos un caso de capitalismo que se adapta y hace uso del orden racial y varios ejemplos de las interrelaciones entre capitalismo y patriarcado. El desarrollo capitalista de lugar a una jerarquía de trabajadores, pero las categorías marxistas tradicionales no pueden decirnos quién ocupará cada puesto. Las jerarquías raciales y de género determinan quiénes ocupan los puestos vacantes. El patriarcado no es simplemente una organización jerárquica, sino una jerarquía en la que determinadas personas ocupan determinados puestos. Al estudiar el patriarcado aprendemos por qué y cómo es la mujer la dominada. Aunque creemos que la mayoría de las sociedades conocidas han sido patriarcales, no consideramos el patriarcado como un fenómeno universal e invariable. Creemos más bien que el patriarcado, como conjunto de relaciones entre los hombres que les permiten dominar a las mujeres, ha cambiado de forma e intensidad a lo largo del tiempo. Es fundamental examinar la relación de la interdependencia de los hombres con su capacidad de dominar a las mujeres en las sociedades históricas. Es fundamental examinar la jerarquía entre los hombres y su diferente acceso a los beneficios del,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 15 

            ,... patriarcado. No hay duda de que aquí entran en juego la clase, la raza, la nacionalidad e incluso el estado civil y la orientación sexual, así como la edad. Y las mujeres de diferentes clases, razas, nacionalidades, estados civiles y orientaciones sexuales están sometidas a diferentes grados de poder patriarcal. En la jerarquía patriarcal, las mujeres pueden ejercer un poder clasista, racial, nacional o incluso patriarcal (a través de sus relaciones familiares) sobre los hombres inferior al de sus parientes masculinos. En resumen, definimos el patriarcado como un conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en el que hay unas relaciones jerárquicas y una solidaridad entre los hombres que les permiten dominar a las mujeres. La base material del patriarcado es el control del hombre sobre la fuerza de trabajo de la mujer. Este control se mantiene negando a la mujer el acceso a los recursos productivos económicamente necesarios y restringiendo la sexualidad de la mujer. El hombre ejerce su control al hacer que ésta le preste servicios personales, al no tener que realizar el trabajo doméstico o criar a los hijos, al tener acceso al cuerpo de la mujer por lo que respeta al sexo y al sentirse y ser poderoso. Los elementos cruciales del patriarcado, tal como los experimentamos habitualmente, son: 

            el matrimonio heterosexual (y la consiguiente homofobia), la crianza de los hijos y el trabajo doméstico a cargo de la mujer, la dependencia de la mujer con respecto al hombre (impuesta por los dispositivos del mercado de trabajo), el Estado y numerosas instituciones basadas en las relaciones sociales entre los hombres: 

            clubs, deportes, sindicatos, profesiones, universidades, iglesias, corporaciones y ejército. Todos estos elementos han de ser examinados si se quiere comprender el capitalismo patriarcal. Tanto la jerarquía y la interdependencia entre los hombres como la subordinación de las mujeres son elementos integrantes del funcionamiento de nuestra sociedad, es decir, estas relaciones forman parte del sistema. Dejamos a un lado la cuestión de la creación de estas relaciones y nos preguntamos: ¿podemos reconocer relaciones patriarcales en las sociedades capitalistas? Dentro de las sociedades capitalistas podemos descubrir esos lazos entre los hombres que, según los científicos sociales, burgueses o marxistas, no existan ya o son, como máximo, reliquias sin importancia. 

            ¿Podemos saber cómo se perpetúan estas relaciones entre los hombres en las sociedades capitalistas? 

            ¿Podemos identificar la forma en que el patriarcado ha configurado el curso del desarrollo capitalista? 

            La colaboración entre el patriarcado y el capital 

            ¿Cómo podemos reconocer las relaciones sociales patriarcales en las sociedades capitalistas? 

            Parece como si cada mujer fuera oprimida sólo por su propio hombre; su opresión parece asunto privado. Las relaciones entre los hombres y entre las familias parecen igualmente fragmentarias. Es difícil reconocer las relaciones entre los hombres, y entre el hombre y la mujer, como relaciones sistemáticamente patriarcales. Afirmamos, sin embargo, que en el capitalismo existe el patriarcado sistemáticamente como sistema de relaciones entre el hombre y la mujer, y que en las sociedades capitalistas existe una fuerte y provechosa colaboración entre el patriarcado y el capital. Sin embargo, si partimos de la producción, reconoceremos inmediatamente que la colaboración entre el patriarcado y el capital no es inevitable, puesto que los hombres y los capitalistas a menudo tienen intereses opuestos, sobre todo por lo que,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 16 

            ,... respeta al uso de la fuerza de trabajo femenina. He aquí una forma en que puede manifestarse este conflicto: 

            la inmensa mayoría de los hombres desean que sus mujeres estén en casa a su servicio personal. Sólo un pequeño número de hombres, que son capitalistas, desean que las mujeres (aunque no las suyas propias) trabajen como asalariadas en el mercado de trabajo. [[[ POS YO NO ESTOY COMPRENDIDO EN ESAS CATEGORÍAS,...SIN EMBARGO, SOY EL MÁS MACHISTA SEGÚN FÉMINAS DE MÁLAGA, DE LA EX-U.C.C.O., DE LAS FELMÁ,s,...ETC,... "" YO SIEMPRE HE DEFENDIDO RADIKALMENTE, DE KE LAS MUJERES SE BUSKEN LA VIDA Y KE LOS HOMBRES NO TENGAN PORKÉ TENER LA KARGA Y OBLIGACIÓN DE CASARSE, TENER HIJOS, CASA,...Y SER ESCLAVO DEL CAPITAL Y DEL ESTADO-SU ESTADO, Y LA MUJER EN CASA, DE SERVIDORA"-SUPUESTAMENTE, DEL HOMBRE,...",... Y MÁS KOZAS, PUEDO ENDICIR,...PERO NO KIERO AHORA, EA,...¡¡¡, ZO CHABALXS,...-- Lukymá-Lmm. -68/53- ¡¡ en 12/11/21/21// ¡¡. ]]].

            Si examinamos las tensiones de este conflicto en torno a la fuerza de trabajo de la mujer desde el punto de vista histórico, podremos identificar la base material de las relaciones patriarcales en las sociedades capitalistas, así como la base de la colaboración entre el capital y el patriarcado. La industrialización y el desarrollo del salario familiar Los marxistas hicieron una serie de deducciones muy lógicas de los fenómenos sociales que presenciaron en el siglo XIX, pero en última instancia subestimaron la solidez de las fuerzas sociales patriarcales preexistentes con las que tuvo que luchar el capital en ciernes, así como la necesidad del capital de acomodarse a estas fuerzas. La revolución industrial arrastró a todo el mundo, incluidas las mujeres y los niños, hacia el mercado de trabajo; de hecho, las primeras fábricas emplearon exclusivamente mano de obra femenina e infantil32. El hecho de que las mujeres y los niños pudieran ganar un salario al margen de los hombres socavó las relaciones de autoridad (tal como se analiza en la primera parte, supra, de este artículo), a la vez que redujo los salarios de todos. Kautsky describía de esta forma el proceso en 1892: 

            (Cuando) la mujer y los hijos del obrero (...) son capaces de cuidarse de sí mismos, el salario del hombre puede ser reducido tranquilamente hasta el nivel de sus necesidades personales sin el riesgo de interrumpir la constante oferta de mano de obra. El trabajo de las mujeres y los niños, además, tiene la ventaja adicional de que éstos son menos capaces de resistir que los hombres (sic), y su incorporación a las filas de los trabajadores incrementa enormemente la cantidad de trabajo que se ofrece a la venta en el mercado (...). Por consiguiente, el trabajo de las mujeres y los niños (...) disminuye también la capacidad de resistencia (del obrero), por cuanto que satura el mercado; debido a ambas circunstancias, reduce los salarios de los obreros33. Los marxistas reconocieron los terribles efectos de los bajos salarios y la participación forzada de todos los miembros de la familia en el mercado del trabajo sobre la vida familiar de la clase obrera. Kautsky escribió: El sistema capitalista de producción en la mayoría de los casos no destruye el hogar del obrero, pero le priva de todo lo que no sean sus rasgos más desagradables. La actividad de la mujer hoy en las empresas industriales (...) significa incrementar su antigua carga con una nueva. No se puede servir a dos amos. El hogar del obrero se resiente siempre que su mujer tiene que ayudar a ganar el pan de cada día34. 

             PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 17 

            Tanto Kautsky como los obreros reconocían las desventajas del trabajo asalariado femenino. No sólo las mujeres eran “competencia barata”, sino que, además, eran sus propias esposas, y no podían “servir a dos amos”. Los trabajadores se opusieron a la entrada en bloque de las mujeres y los niños en el mercado del trabajo y trataron de excluirlos de los sindicatos y de los puestos de trabajo. En 1846, el Ten-Hours’ Advocate afirmaba: Ni que decir tiene que todos los intentos de mejorar la situación física y moral de las trabajadoras fabriles serán inútiles a menos que sus horas de trabajo sean materialmente reducidas. De hecho, nos atreveríamos a decir que la mujer casada estaría mucho mejor ocupada en realizar las faenas domésticas del hogar que siguiendo el incesante movimiento de una máquina. Esperamos, pues, que no esté lejos el día en que el marido pueda mantener a su mujer y a su familia sin tener que enviarlos a soportar el duro trabajo de una fábrica de tejidos de algodón35. En los Estados Unidos, la National Typographical Union decidió en 1854 “no alentar con su acción el empleo de cajistas femeninos”. Los sindicalistas no deseaban que el sindicato protegiera a la mujer trabajadora y trataron de excluirla. En 1879, Adolph Strasser, presidente de la Cigarmakers International Union, afirmaba: “No podemos expulsar a las mujeres del gremio, pero sí podemos restringir su cuota de trabajo diario a través de las leyes laborales”36. Mientras que el problema de la competencia barata podía resolverse organizando a las mujeres y a los jóvenes asalariados, el problema de la vida familiar rota era irresoluble. Los hombres reservaban la protección del sindicato a los hombres y abogaban por leyes laborales que protegieran a las mujeres y los niños37. Si bien estas leyes laborales protectoras mejoraban algunos de los abusos más flagrantes de la mano de obra femenina e infantil, también limitaban la participación de las mujeres adultas en muchos trabajos “masculinos”38. El hombre trataba de reservar los trabajos bien pagados para sí mismo y de elevar los salarios masculinos en general. Abogaba por un salario suficiente para mantener con su exclusivo trabajo a su familia. Este sistema del “salario familiar” se convirtió gradualmente en la norma de las familias estables de la clase obrera a finales del siglo XIX y principios del XX39. 

            Varios observadores han declarado que el hecho de que la esposa no realizara un trabajo asalariado formaba parte del nivel de vida del trabajador40. En lugar de luchar por la igualdad de salarios para hombres y mujeres, el trabajador pedía el “salario familiar”, puesto que deseaba retener los servicios de su esposa en el hogar. 

            De no haber existido el patriarcado, la clase obrera unificada podría haberse enfrentado al capitalismo, pero las relaciones sociales patriarcales dividieron a la clase obrera, permitiendo que una parte (los hombres) fuera comprada a expensas de la otra (las mujeres). Tanto la jerarquía como la solidaridad entre los hombres fueron fundamentales en este proceso. El “salario familiar” puede ser interpretado como una solución al conflicto en torno a la fuerza de trabajo femenina que se produjo entre los intereses patriarcales y los capitalistas en aquella época. 

             PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 18 

            El salario familiar, para la mayoría de los hombres adultos, significa la aceptación y la connivencia de los hombres para reservar los salarios más bajos a jóvenes, mujeres y hombres socialmente definidos como inferiores (irlandeses, negros, etc..., los grupos que ocupan los puestos inferiores en la jerarquía patriarcal, a quienes se niegan muchos de los beneficios patriarcales). Para reservar salarios más bajos a mujeres, niños y hombres inferiores se recurre a la segregación de los puestos de trabajo en el mercado, perpetuada a su vez tanto por los sindicatos y la patronal como por instituciones auxiliares, tales como la escuela, los programas de formación e incluso de familia. La segregación de los puestos de trabajo por sexos, al hacer que la mujer tenga los trabajos peor pagados, asegura también la dependencia económica de la mujer con respecto al hombre y refuerza la idea de que hay una esfera adecuada para el hombre y otra para la mujer. Así pues, para la mayoría de los hombres la creación de un salario familiar aseguró la base material de la dominación masculina en dos formas. En primer lugar, la mujer gana un salario más bajo que el hombre. El salario más bajo que recibe la mujer en el mercado del trabajo perpetúa las ventajas materiales del hombre sobre la mujer e incita a la mujer a escoger la carrera de esposa. En segundo lugar, la mujer hace el trabajo doméstico, se ocupa de los hijos y realiza otros servicios en el hogar que benefician directamente al hombre41. Las responsabilidades de la mujer en el hogar refuerzan a su vez su posición de inferioridad en el mercado de trabajo42. La solución que se encontró a principio del siglo XX puede parecer beneficiosa tanto para los intereses capitalistas como para los patriarcales. Los capitalistas, se afirma con frecuencia, reconocieron que en las condiciones penosas que existían en la industrialización de comienzos del siglo XIX las familias de la clase obrera no podían reproducirse debidamente. Se dieron cuenta de que el ama de casa producía y mantenía trabajadores más sanos que la esposa asalariada, y que los niños que habían recibido una instrucción se convertían en mejores trabajadores que los que no la habían recibido. El trato, consistente en pagar un salario familiar al hombre y mantener a la mujer en casa, convino tanto a los capitalistas de la época como a los trabajadores. Aunque los condiciones del trato se han alterado con el tiempo, todavía sigue siendo cierto que la familia y el trabajo de la mujer en la familia sirven al capital al proporcionar una fuerza de trabajo y servir al hombre como el espacio en el que puede ejercer sus privilegios. La mujer, al trabajar al servicio de su marido y de su familia, sirve también al capital como consumidora43. 

            La familia es también el lugar donde se aprenden el dominio y la sumisión, como han explicado Firestone, la Escuela de Francfort y otros muchos44. Los niños obedientes se convierten en trabajadores obedientes, y niños y niñas aprenden sus respectivos papeles. Mientras que el salario familiar demuestra que el capitalismo se adapta al patriarcado, el nuevo status de los hijos demuestra que el patriarcado se adapta al capital. El niño, como la mujer, fue excluido del trabajo asalariado. Cuando la capacidad de ganar dinero del niño disminuyó, su relación legal con sus padres cambió. A comienzos de la era industrial, en los Estados Unidos se consideraba crucial, e incluso primordial, para el feliz desarrollo del niño que su padre cubriera sus necesidades; el padre tenía la prioridad legal en caso de disputarse su custodia. Carol Brown ha demostrado que cuando la capacidad del niño de contribuir al bienestar económico de la familia disminuyó, la madre empezó a ser considerada cada vez más crucial para el feliz desarrollo del niño y a obtener la prioridad legal en casos de disputarse su custodia45.,... 

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 19 

            ,... Aquí el patriarcado se adaptó al nuevo papel económico del niño; cuando el niño era productivo, el hombre los reclamaba; cuando se hizo improductivo, fue cedido a la mujer. La colaboración en el siglo XX La predicción de los marxistas del siglo XIX de que el patriarcado se desvanecería ante la necesidad del capitalismo de proletarizar a todo el mundo no ha resultado cierta. No sólo subestimaron la fuerza y la flexibilidad del patriarcado, sino que también sobreestimaron la fuerza del capital. Creyeron que la nueva fuerza social del capitalismo, que había acabado con las relaciones feudales, era prácticamente todopoderosa. Los observadores contemporáneos están en mejores condiciones para ver la diferencia entre las tendencias del capitalismo “puro” y las del capitalismo “real”, tal como se enfrenta a las fuerzas históricas en la práctica cotidiana. Los análisis de la “colaboración” entre el capital y el orden racial, así como de la segmentación del mercado de trabajo, ofrecen ejemplos suplementarios de cómo las fuerzas capitalistas “puras” hacen frente a la realidad histórica. En este proceso, el capitalismo ha hecho gala de una gran flexibilidad. Los marxistas que han estudiado la situación de Sudáfrica afirman que, si bien el orden racial puede no permitir una proletarización por igual de todo el mundo, esto no significa que las barreras raciales impidan la acumulación de capital46. En abstracto, los analistas podrían discutir sobre los mecanismos que permiten a los capitalistas extraer “el máximo” de plusvalor. Sin embargo, en una situación histórica determinada, los capitalistas deben hacer frente al control social, la resistencia de los grupos de trabajadores y la intervención del Estado. El Estado puede intervenir a fin de asegurar la reproducción de la sociedad en su conjunto; puede ser necesario vigilar a algunos capitalistas, frenar las tendencias más nefastas del capital. Teniendo en cuenta estos factores, los capitalistas maximizan la mayor ganancia realizable. Si, con vistas al control social, los capitalistas organizan el trabajo de una forma determinada, no hay nada en el propio capital que determine quién (es decir, qué individuo con qué características) debe ocupar los puestos más altos y quién debe ocupar los puestos más bajos en el mercado de trabajo. A ello contribuye el que los capitalistas sean probablemente el grupo social dominante y, por consiguiente, racista (y sexista). El capitalismo hereda las características primordiales del grupo dominante, así como las de los subordinados. Los recientes estudios de la tendencia del capital monopolista a crear una segmentación en el mercado de trabajo confirman esta interpretación47. Allí donde los capitalistas segmentan deliberadamente a la mano de obra, usando unas características determinadas para dividir a la clase obrera, esto se debe más a las necesidades de control social que a los imperativos de la acumulación propiamente dicha48. Y con el tiempo no todos los intentos de división tienen éxito ni son rentables. La capacidad del capital para configurar la fuerza del trabajo depende tanto de los imperativos particulares de la acumulación propiamente dicha (por ejemplo: ¿está organizada la producción de tal forma que requiera una comunicación entre un gran número de trabajadores? En tal caso es preferible que todos ellos hablen inglés)49 como de las fuerzas sociales dentro de la sociedad que pueden incitar/obligar al,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 20 

            ,... capital a adaptarse (el mantenimiento de wc separados para blancos y para negros en Sudáfrica sólo puede ser interpretado como un coste económico para los capitalistas, pero en cualquier caso menor que el coste social de obligar a los sudafricanos blancos a compartirlos con los negros). Si el primer elemento de nuestro argumento acerca del rumbo del desarrollo capitalista es que el capital no siempre es todopoderoso, el segundo es que el capital es tremendamente flexible. Cuando la acumulación del capital se encuentra con formas sociales preexistentes, las destruye y se adapta a ellas. La “adaptación” del capital puede ser considerada como un reflejo de la fuerza de estas formas preexistentes que perduran en un medio nuevo. Sin embargo, aun cuando perduren no permanecen invariables. La ideología con que se interpretan la raza y el sexo hoy, por ejemplo, está en gran medida configurada por el reforzamiento de las divisiones raciales y sexuales en el proceso de acumulación. La familia y el salario familiar hoy Antes afirmamos que la mutua adaptación del capitalismo y el patriarcado tomó la forma de creación de un salario familiar a comienzos del siglo XX. El salario familiar cimentó la colaboración entre el patriarcado y el capital. Pese a la mayor participación de la mujer en el mercado de trabajo, especialmente rápida desde la segunda guerra mundial, el salario familiar sigue siendo, afirmamos, la piedra angular de la actual división sexual del trabajo, en la que la mujer es primordialmente responsable del trabajo doméstico y el hombre lo es primordialmente del trabajo asalariado. El salario más bajo de la mujer en el mercado de trabajo (unido a la necesidad de que los niños estén al cuidado de alguien) asegura la existencia continuada de la familia como unidad global de ingresos. La familia, apuntalada por el salario familiar, facilita pues el control del trabajo de la mujer por el hombre tanto dentro como fuera de la familia. Aunque el incremento del trabajo asalariado de la mujer pueda crear tensiones en la familia (similares a las tensiones que Kautsky y Engels detectaron en el siglo XIX), sería erróneo pensar que, como consecuencia de esto, pronto desaparecerán el concepto y la realidad de la familia y la división sexual del trabajo. La división sexual del trabajo reaparece en el mercado de trabajo, donde la mujer realiza labores femeninas, a menudo las mismas que solía hacer en casa: preparar y servir comidas, limpiar, cuidar personas, etcétera. Todos estos trabajos están mal considerados y mal pagados, por lo que las relaciones patriarcales permanecen intactas, aunque su base material cambie algo al pasar de la familia a las diferencias salariales. 

            Carol Brown, por ejemplo, mantiene que estamos pasando de un patriarcado “de base familiar “a un patriarcado “de base industrial” dentro del capitalismo50. Las relaciones patriarcales de base industrial se imponen de diversas formas. Los contratos sindicales que especifican salarios más bajos, beneficios menores y oportunidades de promoción más escasas para la mujer no son sólo reliquias atávicas -mera cuestión de actitudes sexistas o de ideología machista-, sino que mantienen la base material del sistema patriarcal. Si bien algunos llegan a afirmar (véase, por ejemplo, Stewart Ewen, Captains of consciusness51) que ya no existe patriarcado en la familia, nosotras no compartimos esa opinión. Aunque los términos del compromiso entre el capital y el patriarcado estén cambiando a medida que se capitalizan las,... 

             PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 21 

            ,... tareas adicionales antiguamente localizadas en la familia y cambia la localización del despliegue de la fuerza de trabajo de la mujer52, lo cierto es, sin embargo, que, como antes afirmamos, las diferencias salariales, provocadas por la extrema segregación de los puestos de trabajo en el mercado, refuerzan la familia y, por consiguiente, la división doméstica del trabajo, al incitar a la mujer a casarse. El “ideal” del salario familiar -que un hombre pueda ganar lo suficiente para mantener a toda la familiapuede estar dando paso a un nuevo ideal: 

            que tanto el hombre como la mujer contribuyan con su salario a los ingresos de la familia. Las diferencias salariales serán, pues, cada vez más necesarias para perpetuar el patriarcado, el control masculino de la fuerza de trabajo de la mujer. Las diferencias salariales ayudarán a definir el trabajo de la mujer como secundario para el hombre al mismo tiempo que servirán para prolongar la dependencia económica de la mujer con respecto al hombre. La división sexual del trabajo en el mercado y en otras partes debe ser entendida como una manifestación del patriarcado que sirve para perpetuarlo. Mucha gente ha afirmado que aun cuando ahora exista una colaboración entre el capital y el patriarcado, ésta puede resultar a la larga intolerable para el capitalismo; el capital puede terminar por destruir tanto las relaciones familiares como el patriarcado. La lógica de este argumento estriba en que las relaciones sociales capitalistas (de las que la familia no es un ejemplo) tienden a universalizarse, en que, a medida que la mujer sea cada vez más capaz de ganarse la vida, se negará cada vez más a someterse a esa subordinación en la familia y en que, dado que la familia es opresiva, sobre todo para las mujeres y los niños, se hundirá tan pronto como éstos puedan mantenerse al margen de ella. 

            Nosotras no pensamos que las relaciones patriarcales encarnadas en la familia puedan ser destruidas tan fácilmente por el capital, y vemos pocos signos de que el sistema familiar se esté desintegrando en la actualidad. Aunque la creciente participación de la mujer en el trabajo ha hecho más factible el divorcio, los incentivos para divorciarse no son irresistibles para la mujer. Son pocas las mujeres a las que su salario les permite mantenerse a sí mismas y mantener a sus hijos de forma adecuada e independiente. Los signos de decadencia de la familia tradicional son todo lo más muy débiles. Más que aumentar, el índice de divorcios se ha igualado entre las distintas clases; además, el índice de divorciados que se casan de nuevo es muy alto también. Hasta el censo de 1970, el índice de matrimonios en primeras nupcias proseguía su decadencia histórica. A partir de 1970, la gente pareció posponer el matrimonio y los hijos, pero a partir de entonces el índice de natalidad comenzó a crecer de nuevo. Es cierto que sectores más amplios de la población viven ahora al margen de las familias tradicionales. 

            Los jóvenes, en especial, dejan la casa de sus padres y establecen su propio hogar antes de casarse y fundar una familia tradicional. La gente mayor, y en especial las mujeres, se siente sola en su propia casa cuando sus hijos crecen, tras la separación o la muerte del cónyuge. Sin embargo, todo indica que las nuevas generaciones de jóvenes tienden a formar familias nucleares en algún momento de su vida adulta en mayor proporción que antes. Los grupos de personas nacidas a partir de 1930 arrojan un índice de nupcialidad y natalidad mayor que los grupos de personas nacidas de esa fecha. La duración del matrimonio y la crianza de los hijos pueden acotarse, pero su incidencia sigue en aumento53.,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 22 

            ,... El argumento de que el capital “destruye” la familia pasa también por alto las fuerzas sociales que hacen atractiva la vida familiar. Pese a las críticas de que la familia nuclear es psicológicamente destructiva, en una sociedad competitiva la familia sigue satisfaciendo las necesidades reales de mucha gente. Esto es aplicable no sólo a la monogamia a largo plazo, sino aún más a la educación de los hijos. Los padres separados soportan unas cargas financieras y psíquicas. Para la mujer de la clase obrera, en especial, estas cargas pueden hacer ilusoria la “independencia” de su participación en el mercado de trabajo. Las familias de un solo progenitor han sido consideradas recientemente por los analistas políticos como una formación familiar transitoria, que se convierte en una familia de dos progenitores tras un nuevo matrimonio54. Es posible que los efectos de la creciente participación de la mujer en el mercado de trabajo puedan verse más en el debilitamiento de la división sexual del trabajo dentro de la familia que en el aumento de los divorcios, pero tampoco hay pruebas de que esto sea así. Las estadísticas sobre quién realiza el trabajo doméstico, incluso en las familias donde la mujer gana un salario, muestran pocos cambios en los últimos años; las mujeres siguen haciendo la mayor parte de éste55. 

            La “doble jornada” es una realidad para la mujer asalariada. Esto no es de extrañar si se piensa que la división sexual del trabajo fuera de la familia, en el mercado de trabajo, mantiene la dependencia financiera de la mujer con respecto al hombre, aun en el caso de que aquélla gane un salario. El futuro patriarcado no depende, sin embargo, únicamente de las relaciones familiares, ya que el patriarcado, como el capital, puede ser sorprendentemente flexible y adaptable. Sea o no la división patriarcal del trabajo, dentro y fuera de la familia, intolerable “en última instancia” para el capital, lo que sí es cierto es que está configurando al capitalismo hoy. Como pusimos antes de manifiesto, el patriarcado legitima el control capitalista al tiempo que ilegitima ciertas formas de lucha contra el capital. La ideología en el siglo XX El patriarcado, al establecer y legitimar una jerarquía entre los hombres (al permitir que los hombres de todos los grupos controlen al menos a algunas mujeres), refuerza el control capitalista, y los valores capitalistas configuran la definición de utilidad patriarcal. Los fenómenos psicológicos que Firestone describe son ejemplos concretos de lo que sucede en unas relaciones de dependencia y dominación. Estos fenómenos son consecuencia de la realidad del poder social del hombre -que se le niega a la mujer-, pero están configurados por el hecho de que acontecen en el contexto de una sociedad capitalista56. Si examinamos las características de los hombres tal como los describen las feministas radicales -competitivos, racionalistas, dominantes-, vemos que coinciden en buena parte con nuestra descripción de los valores predominantes en la sociedad capitalista. Esta “coincidencia” puede explicarse de dos formas. En primer lugar, los hombres, como trabajadores asalariados, están inmersos en unas relaciones sociales,... 

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 23 ,... 

            capitalistas de trabajo, son obligados a competir en la forma prescrita por estas relaciones y asimilan los valores correspondientes57. La descripción que hacen las feministas radicales de los hombres no está del todo desencaminada en las sociedades capitalistas. En segundo lugar, incluso cuando los hombres y las mujeres no se comportan realmente tal como prescriben las normas sexuales, los hombres reclaman para sí aquellas características que son más valoradas en la ideología predominante. Así, por ejemplo, los autores de Crestwood Heights descubrieron que aun cuando los hombres que ejercían una profesión se pasaran el tiempo manipulando a sus subordinados (utilizando a menudo técnicas que apelaban a motivos fundamentalmente irracionales para conseguir el comportamiento deseado), hombres y mujeres describían a los hombres como “racionales y pragmáticos”. Y aun cuando las mujeres dedicaran grandes energías a estudiar métodos científicos sobre la crianza y el desarrollo de los hijos, hombres y mujeres de Crestwood Heights describían a las mujeres como “irracionales y emocionales”58. Esto ayuda a explicar no sólo las características “masculinas” y “femeninas” en las sociedades capitalistas, sino también la forma especial que reviste la ideología sexista en las sociedades capitalistas. Así como el trabajo de la mujer sirve al doble propósito de perpetuar la dominación masculina y la producción capitalista, así también la ideología sexista sirve al doble propósito de glorificar los valores capitalistas y las características femeninas. Si la mujer es denigrada o privada de poder en otras sociedades, la razón (racionalización) de los hombres para hacerlo es muy diferente. Sólo en una sociedad capitalista tiene sentido considerar a la mujer emocional o irracional. Estos calificativos no habrían tenido sentido en el Renacimiento. Sólo en una sociedad capitalista tiene sentido considerar a la mujer “dependiente”. El calificativo de “dependiente” no tendría sentido en una sociedad feudal. Dado que la división del trabajo hace que la mujer, como esposa y madre, se ocupe sobre todo de la producción de valores de uso en la familia, la denigración de estas actividades hace olvidar que el capital no puede satisfacer las necesidades socialmente determinadas al mismo tiempo que degrada a la mujer a los ojos del hombre, proporcionando una excusa para el dominio masculino. Un ejemplo de esto puede verse en la peculiar ambivalencia de los anuncios en la televisión. Por una parte, hay unos obstáculos reales para satisfacer unas necesidades socialmente determinadas: 

            detergentes que destrozan la ropa e irritan la piel, porquerías de todo tipo. Por otra parte, hay que denigrar la preocupación por estos problemas; esto se consigue burlándose de las mujeres, las trabajadoras que deben hacer frente a estos problemas. Se podría esgrimir un argumento paralelo para demostrar la colaboración entre el patriarcado y el capitalismo hablando de la división sexual en los centros de trabajo. La división sexual del trabajo coloca a la mujer en los puestos peor pagados y en las tareas supuestamente apropiadas al papel de la mujer. Las mujeres son maestras y asistentes sociales, y son también mayoría entre el personal sanitario. Los papeles educativos que la mujer desempeña en estos puestos de trabajo están mal considerados en parte porque el hombre denigra el trabajo de la mujer. Están también mal considerados porque el capitalismo hace hincapié en la independencia personal y en la capacidad de la empresa privada de satisfacer las necesidades sociales, lo que se contradice con la necesidad de unos servicios sociales colectivos. Mientras la importancia social de las tareas educativas pueda ser denigrada porque es la mujer la que la desempeña, la confrontación de la prioridad que concede el capital a los,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 24 

            ,... valores de cambio con una demanda de valores de uso podrá ser evitada. Así pues, no es el feminismo, sino el sexismo lo que divide y debilita a la clase trabajadora. Hacia una unión más progresista Nos quedan aún por explorar muchos problemas. El término “patriarcado”, tal como lo hemos utilizado aquí, resulta más descriptivo que analítico. Si pensamos que el marxismo por sí solo es inadecuado y el feminismo radical insuficiente, necesitamos desarrollar nuevas categorías. Lo que hace nuestra tarea difícil es que los mismos rasgos, tales como la división del trabajo, a menudo refuerzan tanto el patriarcado como el capitalismo, y en una sociedad profundamente capitalista y patriarcal es difícil aislar los mecanismos del patriarcado. Esto es, sin embargo, lo que debemos hacer. Ya hemos señalado algunos puntos de partida: considerar quién se beneficia de la fuerza de trabajo de la mujer, descubrir la base material del patriarcado, investigar los mecanismos de la jerarquía y la solidaridad entre los hombres. Las cuestiones que debemos plantearnos son infinitas. 

            ¿Podemos hablar de leyes del sistema patriarcal? 

            ¿Cómo engendra el patriarcado la lucha feminista? 

            ¿Qué tipos de política sexual y de lucha entre sexos podemos ver fuera de las sociedades capitalistas avanzadas? 

            ¿Cuales son las contradicciones del sistema patriarcal y cuál es su relación con las contradicciones del capitalismo? 

            Sabemos que las relaciones patriarcales dan lugar al movimiento feminista y que el capital engendra la lucha de clases, pero ¿cómo se ha desarrollado la relación entre feminismo y lucha de clases en los distintos contextos históricos? En este apartado intentamos dar una respuesta a esta última cuestión. Históricamente y en la actualidad, la relación entre feminismo y lucha de clases ha consistido en seguir caminos totalmente separados (el feminismo “burgués”, por una parte, y la lucha de clases, por otra) o, dentro de la izquierda, en el predominio del marxismo sobre el feminismo. Esto último ha sido consecuencia tanto del poder analítico del marxismo como del poder de los hombres dentro de la izquierda, lo que ha dado lugar tanto a una lucha abierta en la izquierda como a la posición contradictoria de las feministas marxistas. Muchas de las feministas que se consideran radicales (antisistema, anticapitalistas, antiimperialistas, socialistas, comunistas, marxistas de todo tipo) coinciden en que el ala radical del movimiento de la mujer ha perdido impulso, mientras que el sector “burgués” parece haberse aprovechado de la ocasión para avanzar. Nuestro movimiento no está ya en ese período excitante y activo en el que, hiciéramos lo que hiciéramos, todo valía: 

            despertar una conciencia, arrastrar a más mujeres (más de las que podían incorporarse fácilmente) al movimiento, incrementar el conocimiento de las cuestiones femeninas en la sociedad mediante métodos que a menudo ponían en tela de juicio tanto las relaciones patriarcales como las capitalistas dentro de la sociedad. Ahora nos damos cuenta de que algunos sectores del movimiento están siendo asimilados y de que el “feminismo” está siendo usado contra las mujeres, por ejemplo en los tribunales cuando los jueces dictaminan que las mujeres que se divorcian tras un largo matrimonio durante el cual desempeñaron el papel de amas de casas no necesitan pensión alimenticia porque todo el mundo sabe que ahora las mujeres están,...

              PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 25 

            ,... emancipadas. El hecho de no haber conseguido que se aprobara la Enmienda de la Igualdad de Derechos indica que muchas mujeres sienten un legítimo miedo a que el “feminismo” siga siendo usado contra la mujer, e indica una necesidad real de que reforcemos nuestro movimiento y analicemos por qué ha sido asimilado como lo ha sido. Es lógico que nos volvamos al marxismo en busca de ayuda para este reforzamiento, puesto que el marxismo es una teoría desarrollada del cambio social. La teoría marxista está muy desarrollada en comparación con la teoría feminista, y en nuestro intento de usarla a veces nos hemos desviado de los objetivos feministas. La izquierda se ha mostrado siempre ambivalente en lo que respeta al movimiento de la mujer, considerándolo a menudo peligroso para la causa de la revolución socialista. El que una mujer de izquierdas se adhiera al feminismo puede ser personalmente amenazador para el hombre de izquierdas. Y, por supuesto, muchas organizaciones de izquierdas se benefician del trabajo de la mujer. Así pues, muchos análisis de izquierdas (ya sean progresistas o tradicionales) buscan el propio provecho, tanto teórica como políticamente. Tratan de inducir a la mujer a abandonar sus intentos de desarrollar una visión independiente de su situación y a adoptar su propia visión de la situación. En cuanto a nuestra respuesta a esa presión, es natural que, dado que nos hemos vuelto hacia el análisis marxista, tratemos de sumarnos a la “fraternidad” usando este paradigma, y podemos acabar tratando de justificar nuestra lucha ante la fraternidad en lugar de tratar de analizar la situación de la mujer para mejorar nuestra práctica política. Finalmente, muchos marxistas se contentan con el tradicional análisis marxista de la cuestión de la mujer. Ven en la clase el marco adecuado para entender la posición de la mujer. La mujer debe ser entendida como parte de la clase obrera; la lucha de clase obrera contra el capitalismo debe prevalecer sobre cualquier conflicto entre el hombre y la mujer. No se debe permitir que el conflicto de sexos se interponga en la solidaridad de clase. A medida que la situación empeoraba en los Estados Unidos en los últimos años, el análisis marxista tradicional se reafirmaba. En la década de los sesenta, el movimiento de los derechos civiles, el movimiento estudiantil por la libertad de expresión, el movimiento contra la guerra, el movimiento de la mujer, el movimiento ecologista y la militancia cada vez mayor de profesionales y administrativos plantearon a los marxistas nuevos problemas. Pero ahora, el retorno de problemas económicos tan obvios como la inflación y el desempleo ha hecho que se olvide la importancia de estas reivindicaciones y la izquierda vuelva a lo “fundamental”: 

            la política de la clase obrera (estrictamente definida). Las sectas marxistas-leninistas cada vez más numerosas son profundamente antifeministas, tanto en la doctrina como en la práctica. Y hay indicios de que el interés por los problemas feministas en la izquierda académica está también en decadencia. Está dejando de haber servicios de guardería en las conferencias de la izquierda. A medida que el marxismo o la economía política resultan intelectualmente aceptables, la antigua red de jóvenes de ideas liberales encuentra su réplica en una red de jóvenes marxistas y radicales, machistas en cuanto a afiliación y opiniones pese a su juventud y radicalismo. Las presiones para que las mujeres radicales abandonen estas estupideces y se conviertan en revolucionarias “serias” también han aumentado. Nuestro trabajo parece una pérdida de tiempo en comparación con la “inflación” y el “desempleo”. Es sintomático de la dominación masculina que nuestro desempleo no fuera nunca,...

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            ,... considerado una crisis. En la última de las grandes crisis económicas, la de la década de los treinta, el desempleo se subsanó en parte excluyendo a la mujer de todo tipo de trabajos: si había de haber un solo empleo remunerado por familia, ese empleo era para el hombre. El capitalismo y el patriarcado salieron reforzados de la crisis. Del mismo modo que las crisis económicas cumplen una función restauradora para el capitalismo al corregir los desequilibrios, pueden también desempeñarla para el patriarcado. Los años treinta pusieron a la mujer en su sitio. La lucha contra el capital y el patriarcado no tendrá éxito si se renuncia al estudio y a la práctica de las cuestiones del feminismo. Una lucha dirigida sólo contra las relaciones capitalistas de opresión estará condenada al fracaso, ya que se pasarán por alto las relaciones patriarcales de opresión que le sirven de base. Y el análisis del patriarcado es esencial para una definición del tipo de socialismo capaz de destruir el patriarcado, el único tipo de socialismo útil para la mujer. Aunque hombres y mujeres compartan la necesidad de acabar con el capitalismo, siguen conservando los intereses propios de su género. Ni nuestro bosquejo, ni la historia, ni los socialistas de género masculino ponen en claro si el socialismo por el que luchan hombres y mujeres es el mismo. Porque un “socialismo humano” requeriría no sólo un consenso sobre cómo debería ser la nueva sociedad y cómo debería ser una persona sana, sino más concretamente que los hombres renunciaran a sus privilegios. Como mujeres, no debemos permitir que nos hablen de la urgencia y la importancia de nuestras tareas como nos han hablado tantas veces en el pasado. Debemos luchar contra los intentos de coacción, más o menos sutil, para que abandonemos los objetivos feministas. Esto implica dos consideraciones estratégicas. 

            En primer lugar, una lucha por establecer el socialismo debe ser una lucha en la que se alíen grupos con distintos intereses. La mujer no debe confiar en que la “libere” el hombre “después de la revolución”, en parte porque no hay razón alguna para creer que sabría hacerlo, y en parte porque éste no tiene necesidad alguna de hacerlo; de hecho su interés inmediato radica en que continúe nuestra opresión. En lugar de esto, debemos tener nuestras propias organizaciones y nuestra propia base de poder. 

            En segundo lugar, pensamos que la división sexual del trabajo dentro del capitalismo ha dado a la mujer una práctica en la que hemos aprendido a comprender lo que son las necesidades y la interdependencia humana. Estamos de acuerdo con Lise Vogel en que, mientras que el hombre ha luchado durante mucho tiempo contra el capital, la mujer sabe por qué ha de luchar 59. En general, la posición del hombre en el patriarcado y el capitalismo le impide reconocer tanto las necesidades humanas de educación, cooperación y desarrollo como las posibilidades de satisfacer estas necesidades en una sociedad no jerárquica ni patriarcal. Pero aunque le hagamos tomar conciencia de ello, el hombre puede sopesar los pros y los contras y elegir el status quo. El hombre tiene algo más que perder que sus cadenas. Como socialistas feministas, debemos organizar una práctica que dirija la lucha contra el patriarcado y la lucha contra el capitalismo. Debemos insistir en que la sociedad que queremos crear es una sociedad en la que el reconocimiento de la interdependencia sea liberación y no temor, en la que la educación sea una práctica universal y no una,... 

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            ,... práctica opresiva, y en la que la mujer no siga soportando tanto las falsas como las concretas libertades del hombre. 
            1 El derecho inglés, a menudo en los términos “marido y mujer son una sola cosa, y esta cosa es el marido”, mantenía que “por el matrimonio, marido y mujer son una sola persona ante la ley, es decir, que la existencia legal de la mujer queda en suspenso durante el matrimonio o al menos es incorporada y consolidada en la del marido”, I. Blackstone, Commentaries, 1765, pp. 442-445, citado en Kenneth M. Davidson, Ruth B. Ginsburg y Herma H. Kay, Sex based discrimination, St. Paul (Minnesota), West Publishing Co., 1974, p. 117. 
            2 Friedrich Engels, The origin of the family, private property and the State, con una introducción de Eleanor Burke Leacock, Nueva York, International Publishers, 1972 (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, en Marx y Engels, Obras escogidas, 2 vols., Madrid, 1975, II, pp. 177-345). 
            3 Friedrich Engels, The condition of the working class in England, Stanford (California), Stanford University Press, 1958; véanse especialmente páginas 162-66 y 296 (La situación de la clase obrera en Inglaterra, en Obras de Marx y Engels, vol. 6, Barcelona, Crítica, 1978). 
            4 Eli Zaretsky, “Capitalism, the family and personal life”, Socialist Revolution, núms. 13/14 (enero-abril de 1973, pp. 66-125) y 15 (mayo-junio de 1973, pp. 19-70). Véase también Zaretsky, “Socialist politics and the family”, Socialist Revolution (ahora Socialist Review), 19, enero-marzo de 1974, páginas 83-98, y Capitalism, the family and personal life, Nueva York, Harper & Row, 1976 (Familia y vida personal, Barcelona, Anagrama, 1978). En la medida en que afirman que sus análisis están relacionados con la mujer, Bruce Brown, Marx, Freud and the critique of everyday life, Nueva York, Monthly Review Press, 1973 (Marx, Freud y la crítica de la vida cotidiana, Buenos Aires, Amorrortu, 1975), y Henri Lefebvre, Everyday life in the modern world, Nueva York, Harper & Row, 1971 (La vida cotidiana en el mundo moderno, Madrid, Alianza, 1972), pueden ser incluidos en el mismo grupo que Zaretsky. 
            5 En esto, Zaretsky sigue los pasos de Margaret Benston (“The polical economy of women’s liberation”, Monthly Review, vol. 21, 4, septiembre de 1969, pp. 13-27 (“La economía política de la liberación de la mujer”, en María José Ragué, comp., Hablan las Women’s Lib, Barcelona, Kayrós, 1972)), quien hace de la tesis de que la mujer mantiene con el capitalismo una relación diferente que el hombre la piedra angular de su análisis. Afirma que la mujer en el hogar produce valores de uso, y el hombre en el mercado de trabajo, valores de cambio, y califica el trabajo de la mujer de precapitalista (y descubre en el trabajo común a todas las mujeres la base de su unidad política). Zaretsky se basa en esta diferencia esencial entre el trabajo del hombre y el de la mujer, pero los califica a ambos de capitalistas. 
            6 Zaretsky, “Personal life”, I, p. 114. 
            7 Mariarosa Dalla Costa, “Women and the subversion of the community”, en Mariarosa Dalla Costa y Selma James, The power of women and the subversion of the community, Bristol, Falling Wall Press, 1973 (“Las mujeres y la subversión de la comunidad”, en El poder de la mujer y la subversión de la comunidad, México, Siglo XXI, 1975). 
            8 Es interesante señalar que en el artículo original (citado en nota 7 supra) Dalla Costa sugiere que el pago de un salario por el trabajo doméstico no hará sino institucionalizar el papel de la mujer como ama de casa (pp. 32, 34), pero en una nota (nota 16, pp. 52-53) explica la popularidad de la reivindicación y su uso como instrumento para lograr una toma de conciencia. Desde entonces ha apoyado activamente la reivindicación. Véase Dalla Costa “A general strike”, en Wendy Edmond y Suzie Fleming, comps., All work and no pay: women, housework and the wages due, Bristol, Falling Wall Press, 1975. 
            9 El texto del artículo dice así: “Tenemos que dejar claro que, dentro del salario, el trabajo doméstico no sólo produce valores de uso, sino que es esencial para la producción de plusvalor” (p.31). La nota 12 dice así: 

            “Lo que queremos decir es precisamente que el trabajo doméstico, en cuanto trabajo, es productivo en el sentido marxiano de la palabra, es decir, produce plusvalor” (p. 52, subrayado en el original). Que nosotras sepamos, esta reivindicación no ha sido planteada nunca de forma más rigurosa por el grupo que reclama un salario para el trabajo doméstico. Sin embargo, los marxistas han respondido profusamente a la reivindicación. 
            10 La bibliografía sobre el debate incluye los nombres de Lise Vogel, “The earthly family”, Radical America, vol. 7, 4/5, julio-octubre de 1973, pp. 9-50; Ira Gerstein, “Domestic work and capitalism”,Radical America, vol. 7, 4/5, julio-octubre de 1973, páginas 101-128; John Harrison, “Political economy of housework”, Bulletin of the Conference of Socialist Economists, 7, invierno de 1973 (“Economía política del trabajo doméstico”, en AA.VV., El ama de casa bajo el capitalismo, Barcelona, Anagrama, 1975); Wally Seccombe, “The housewife and her labour under capitalism”, New Left Review, 83, enero-febrero de 1974, pp. 3-24 (“El trabajo doméstico en el modo de producción capitalista”, en El ama de casa bajo el,... 

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            ,... capitalismo, cit.); Margaret Coulson, Branka Magas y Hilary Wainwright, “The housewife and her labour under capitalism. A critique”, New Left Review, 89, enero-febrero de 1975, páginas 59-71 (“El ama de casa y su trabajo en el sistema capitalista”, en Fini Rubio, comp., Marxismo y liberación de la mujer, Madrid, Dédalo, 1977); Jean Gardiner, “Women’s domestic labour”, New Left Review, 89, enero-febrero de 1975, páginas 47-58 (“El papel del trabajo doméstico”, en El ama de casa bajo el capitalismo, cit.); Ian Gough y John Harrison, “Unproductive labour and housework again”, Bulletin of the Conference of Socialist Economists, 11, junio de 1975 (“El trabajo doméstico de la mujer”, En Teoría, 4, enero-marzo de 1980); Wally Seccombe, “Domestic labour: reply to critics”, New Left Review, 94, noviembre-diciembre de 1975, pp. 85-96; Terry Fee, “Domestic labour: an analysis of housework and its relation to the production process”, Review of Radical Political Economics, vol. 8, 1, primavera de 1976, pp. 1-8; Susan Himmelweit y Simon Mohun, “Domestic labour and capital”, Cambridge Journal of Economics, vol. 1, 1, marzo de 1977, pp. 15-31. 
            11 En Estados Unidos, la crítica política más frecuente a los grupos que reclaman un salario para el trabajo doméstico ha sido la de oportunismo. 
            12 Laura Oren lo documenta para la clase obrera en “The welfare of women in laboring families: England, 1860-1950)”, Feminist Studies, vol. 1, 3/4, invierno-primavera de 1973, pp. 107-25. 
            13 El fallecido Stephen Hymer nos señaló un fallo básico en el análisis que hace Engels en El origen de la familia, fallo que se debe a que Engels no analiza el proceso de trabajo dentro de la familia. Engels afirma que los hombres impusieron la monogamia porque querían dejar su propiedad a sus hijos. Hymer mantenía que, lejos de ser un “regalo”, entre la pequeña burguesía la posible herencia es utilizada como amenaza a fin de que los hijos trabajen para sus padres. Hay que considerar el proceso de trabajo y ver quién se beneficia del trabajo de quién. 
            14 Esta es una paráfrasis. Karl Marx escribió: 

            “La conservación y reproducción constantes de la clase obrera siguen siendo una condición constante para la reproducción del capital. El capitalista puede abandonar confiadamente el desempeño de esa tarea a los instintos de conservación y reproducción de los obreros”. Capital, Nueva York, International Publishers, 1967, I, p. 572 (El Capital, Madrid, Siglo XXI, 1975, libro I, p. 704). 
            15 Harry Braverman, Labour and monopoly capital, Nueva York, Monthly Review Press, 1975. 16 Julliet Mitchell, Women’s estate, Nueva York, Vintage Books, 1973, p. 92 (La condición de la mujer, Barcelona, Anagrama, 1977). 
            17 Engels, Origins, “Preface to the first edition”, páginas 71-72 (prefacio a la primera edición de El origen de la familia, en K. Marx y F. Engels, Obras escogidas, II, p. 178). La continuación de esta cita dice así: “...por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra”. Es interesante que el trabajo sea implícitamente excluido del seno de la familia; éste es precisamente el fallo que queremos corregir en este ensayo. 
            18 Juliet Mitchell, “Women: the longest revolution”, New Left Review, 40, noviembre-diciembre de 1966, pp. 11-37, reeditado por New England Free Press (“Las mujeres: la revolución más larga”, en Margaret Randall, comp., Las mujeres, México, Siglo XXI, 1970). 
            19 Juliet Mitchell, Psychoanalysis and feminism, Nueva York, Pantheon Books, 1974 (Psicoanálisis y feminismo, Barcelona, Anagrama, 1977). 
            20 Mitchell, Psychoanalysis, p. 412. 21 Shulamith Firestone. The dialectic of sex, Nueva York, Bantam Books, 1971 (La dialéctica sexual, Barcelona, Kayrós, 1976). 
            22 “Politics of ego: a manifesto for New York Radical Feminists” se encuentra en Judith Hole y Ellen Levine, comps., Rebirth of feminism, Nueva York, Quadrangle Books, 1971, pp. 440-443.


            [[[ MI AMIGO Y VECINO DE JUVENTUD,...EL "MELLI" JERÓNIMO, ME ENDICÍA DE KE HABÍA KE TENER MUNCHOS HIJOS,...YA KE C. MARX, DECÍA DE KE ERAN LOS OBREROS FUTUROS PARA LA REVOLUCIÓN PROLETARIA,...¡¡¡ -- Lukymá. 12/11/21/21// -- . ]]].


             Las “feministas radicales” son las que afirman que la dinámica más importante de la historia es el esfuerzo del hombre por dominar a la mujer. En este contexto “radical” no significa anticapitalista, socialista, contracultural, etc., sino que reviste el significado específico de este determinado conjunto de creencias feministas. Otros escritos de feministas radicales, de las cuales las de Nueva York fueron probablemente las más influyentes, pueden encontrarse en Ann Koedt, comp., Radical feminism, Nueva York, Quadrangle Press, 1972. 
            23 El enfoque del poder fue un importante paso adelante en la crítica feminista de Freud. Firestone afirma, por ejemplo, que si las niñas “envidiaban” el pene de los niños era porque sabían que al crecer éstos se convertirían en miembros de una clase poderosa, mientras que las niñas al crecer serían dominadas por ellos. El fondo de la cuestión de la mujer no era la neurosis, sino la falta de poder. Más recientemente, las feministas han criticado a Firestone por negar la utilidad del concepto de inconsciente. Tratando de explicar la fuerza y la continuidad del predominio masculino, los últimos escritos feministas han insistido en la naturaleza fundamental de las diferencias de personalidad basadas en el género, sus orígenes en el inconsciente y la consiguiente dificultad de su erradicación. Véanse Dorothy Dinnerstein, The mermaid,...  

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            ,... and the minotaur, Nueva York, Harper Colophon Books, 1977; Nancy Chodorow, The reproduction of mothering, Berkeley, University of California Press, 1978, y Jane Flax, “The conflict between nurturance and autonomy in mother-daugther relationships and within feminism”, Feminist Studies, vol. 4, 2, junio de 1978, pp. 141-189. 
            24 Kate Millett, Sexual politics, Nueva York, Avon Books, 1971, p. 25 (La política sexual, Madrid, Aguilar, 1977). 
            25 Un ejemplo de este tipo de historia feminista radical es la de Susan Brownmiller, Against our will. Men, women and rape, Nueva York, Simon & Schuster, 1975. 
            26 Sobre la concepción del patriarcado en la ciencia social burguesa, véase, pore ejemplo, la distinción de Weber entre autoridad tradicional y autoridad legal, en Talcott Parsons, comp., Max Weber: the theories of social and economic organization, Nueva York, The Free Press, 1964, pp. 328-357. Esta concepción es analizada también en Elisabeth Fee, “The sexual politics of Victorian social anthropology”, Feminist Studies, vol. 1, 3/4, invierno-primavera de 1973, pp. 23-39, y en Robert A. Nisbet, The sociological tradition, Nueva York, Basic Books, 1966, especialmente cap. 3, “Community”. 
            27 Véase Viana Muller, “The formation of the State and the oppresion of women: some theoretical considerations and a case study in England and Wales”, Review of Radical Political Economics, volumen 9, 3, otoño de 1977, p.p. 7-21. 
            28 Las formas concretas en que el hombre controla el acceso de la mujer a importantes recursos y restringe su sexualidad varían enormemente, tanto de una sociedad a otra como de un subgrupo a otro y de una época a otra. Los ejemplos que utilizamos en este apartado para ilustrar lo que es el patriarcado están basados, sin embargo, en las experiencias de las mujeres blancas en los países capitalistas occidentales. Esta diversidad queda de manifesto en Towards an antropology of women, Rayna Rapp Reiter, comp., Nueva York, Monthly Review Press, 1975; Women, culture and society, Michelle Rosaldo y Louise Lanphere, comps., Stanford (California), Stanford University Press, 1974, y Females, males, families: a biosocial approach, de Lila Leibowitz, North Scituate (Massachusetts), Duxbury Press, 1978. El control de la sexualidad de la mujer va estrechamente unido al lugar que ocupan los hijos. La demanda de niños (por parte de los hombres y de los capitalistas) es crucial para comprender los cambios en la subordinación de la mujer. Allí donde se necesiten niños por su fuerza de trabajo actual o futura, la sexualidad de la mujer tenderá a ser encaminada hacia la reproducción y la crianza de los hijos. Cuando los hijos sean considerados superfluos, se fomentará la sexualidad de la mujer con fines ajenos a la reproducción, pero el hombre intentará destinarla a satisfacer las necesidades masculinas. La chica del Cosmopolitan es un buen ejemplo de mujer “liberada” del cuidado de los hijos sólo para acabar dedicando todas su energías a atraer y satisfacer a los hombres. Los capitalistas pueden también utilizar la sexualidad femenina para sus propios fines, como demuestra el éxito de Cosmopolitan anunciando productos de consumo. 
            29 Gayle Rubin, “The traffic in women”, en Reiter, comp., Antropology of women, p. 159. 30Himmelweit y Mohun señalan que ambos aspectos de la producción (hombres y cosas) son lógicamente necesarios para describir un modo de producción, ya que, por definición, un modo de producción debe ser capaz de reproducirse. Ninguno de estos aspectos es por sí solo autosuficiente. En otras palabras: para la producción de cosas se requieren hombres, y para la producción de hombres se requieren cosas. Aunque Marx reconoció la necesidad de hombres del capitalismo, no se preocupó por averiguar cómo eran producidos o qué conexiones había entre los dos aspectos de la producción. Véase Himmelweit y Mohun, “Domestic labour and capital” (nota 20 supra). 
            31 Para un excelente análisis de una de estas transiciones al socialismo, véase Batya Weinbaum, “Women in transition to socialism: perspectives on the Chinese case”, Review of Radical Political Economics, vol. 8, 1, primavera de 1976, pp.34-58. 
            32 Es importante recordar que en la era preindustrial la mujer contribuía en buena medida a la subsistencia de su familia, ya fuera participando en una artesanía familiar o en las actividades agrícolas. El comienzo del trabajo asalariado permitió y exigió a la mujer que esta contribución se ralizara indedendientemente del hombre en la familia. La novedad, pues, no estuvo en que la mujer ganara unos ingresos, sino en que los ganara al margen del control de su marido o de su padre. Alice Clark, The working life of woman in the seventeenth century, Nueva York, Kelly, 1969, e Ivy Pinchbeck, Women workers in the Industrial Revolution, 1750-1850, Nueva York, Kelly, 1969, describen el papel económico de la mujer en la era preindustrial y los cambios que se produjeron a medida que progresó el capitalismo. Parece ser que ni Marx, ni Engels, ni Kautsky fueron plenamente conscientes del papel económico de la mujer antes del capitalismo. 
            33 Karl Kautsky, The class struggle, Nueva York, Norton, 1971, pp. 25-26. 
            34 Podríamos añadir: “fuera del hogar”, Kautsky, Class struggle, p. 26; el subrayado es nuestro. 

            PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 30 
             35 Citado en Neil Smelser, Social change and the Industrial Revolution, Chicago, University of Chicago Press, 1959, p. 301. 
            36 Estos ejemplos están sacados de Heidi I. Hartmann, “Capitalism, patriarchy and job segregation by sex”, Signs: Journal of Women in Culture and Society, vol. 1, 3, segunda parte, primavera de 1976, pp. 162-163. 
            37 Así como las leyes fabriles fueron decretadas en beneficio de todos los capitalistas, a pesar de las protestas de unos pocos, así también las leyes que protegían a las mujeres y a los niños pudieron ser decretadas por el Estado con vistas a la reproducción de la clase obrera. Sólo una concepción del Estado totalmente instrumentalista negaría que las leyes fabriles y la legislación proteccionista legitiman al Estado que hace las concesiones y son una respuesta a las reivindicaciones de la propia clase obrera. 
            38 Para un análisis más completo de la legislación laboral proteccionista para la mujer, véase el trabajo de Ann C. Hill, “Protective labor legislation for women: its origin and effect”, multicopiado, New Haven (Connecticut), Yale Law Scholl, 1970, partes del qual han sido publicadas en Barbara A. Babcock, Ann E. Freedman, Eleanor H. Norton y Susan C. Ross, Sex discrimintion and the law: cases and remedies, Boston, Little, Brown & Co., 1975, excelente texto legal. Véase también Hartmann, “Job segregation by sex”, pp. 164-166. 
            39 Una lectura de Alice Clark, The working life of women, e Ivy Pinchebeck, Women workers, sugiere que la expulsión de la producción del hogar fue seguida de un proceso de ajuste social que creó la norma social del salario familiar. Heidi Hartmann, en Capitalism and women’s work in the home, 1900-1930, tesis inédita, Universidad de Yale, 1974, próxima publicación en Temple University Press, afirma, basándose en datos cualitativos, que este proceso se produjo en los Estados Unidos a comienzos del siglo XX. Habría que probar esta hipótesis cuantitativamente examinando los presupuestos familiares en diferentes años y observando la tendencia de la proporción de los ingresos familiares aportados por el marido en los diferentes grupos de renta. Sin embargo, no se puede disponer de datos comparables para este período. La solución del “salario familiar” ha perdido probablemente fuerza en el período posterior a la segunda guerra mundial. Carolyn Shaw Bell, en “Working women’s contributions to family income” (Eastern Economic Journal, vol. 1, 3, julio de 1974, pp. 185-201), ofrece datos actuales y afirma que ahora no es correcto suponer que el marido es el que más gana en la familia. Sin embargo, cualquiera que sea la situación real hoy o a comienzos de siglo, nos atreveríamos a afirmar que la norma social era y es que el hombre gane lo suficiente para mantener a su familia. Decir que ésta ha sido la norma no quiere decir que haya sido universalmente seguida. En realidad, lo notable es que no lo haya sido. De aquí la observación de que cuando no hay unos salarios suficientemente altos desaparecen los modelos familiares “normativos”, como por ejemplo entre los emigrantes del siglo XIX y los americanos del Tercer Mundo hoy. Oscar Handlin, Boston’s inmigrants, Nueva York, Atheneum, 1968, analiza el Boston de mediados del siglo XIX, donde las mujeres irlandesas trabajaban en la industria textil; las mujeres constituían más de la mitad del total de asalariados y a menudo mantenían a sus maridos en paro. El debate en torno a la estructura familiar entre los negros americanos hoy sigue al rojo vivo; véase Carol B. Stack, All our kin. Strategies for survival in a Black community, Nueva York, Harper and Row, 1974, especialmente capítulo 1. Nos atreveríamos también a afirmar (véase infra) que en la mayoría de las familias la norma depende del lugar relativo que hombres y mujeres ocupan en el mercado de trabajo. 
            40 Hartmann, Women’s work, afirma que el hecho de que la esposa no trabajara era considerado como parte del nivel de vida masculino a comienzos del siglo XX (véase p. 136, nota 6), y Gerstein, “Domestic work”, sugiere que la norma de que la esposa trabaje sirve para determinar el valor de la fuerza de trabajo masculina (véase p.121). 
            41 Nunca se insistirá demasiado en la importancia del hecho de que la mujer preste servicios al hombre en el hogar. Como decía Pat Mainardi, en “The politics of housework”, “la medida de vuestra opresión en su resistencia (la del hombre)” (en Robin Morgan, comp., Sisterbook is powerful, Nueva York, Vintage Books, 1970, p.451 (“La política de las tareas domésticas”, en Margaret Randall, comp., Las mujeres, México, Siglo XXI, 1970). Su artículo, tal vez tan importante para nosotras como el de Firestone sobre el amor, es un análisis de las relaciones de poder entre el hombre y la mujer tal como se dan en el trabajo doméstico. 
            42 Libby Zimmerman ha explorado la relación entre la inclusión en el mercado de trabajo primario y secundario y los patrones familiares en Nueva Inglaterra. Véase su Women in the economy: a case study of Lynn, Massachussets, 1760-1974, tesis inédita, Heller School, Brandeis, 1977. Batya Weinbaum está actualmente explorando la relación entre los papeles familiares y los puestos en el mercado de trabajo. Véase su “Redefining the question of revolution”, Review of Radical Political Economics, volumen 9, 3, otoño de 1977, pp. 54, 78, y The curious courtship of women’s liberation and socialism, Boston, South End Press, 1978. Otros estudios sobre la interacción del capitalismo y el patriarcado pueden encontrarse en Zillah Eisenstein, comp., Capitalist patriarchy and the case for socialist feminist revolution, PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 31 Nueva York, Monthly Review Press, 1978 (Patriarcado capitalista y feminismo socialista, México, Siglo XXI, 1980). 
            43 Véase Batya Weinbaum y Amy Bridges, “The other side of the paycheck: monopoly capital and the structure of consumption”, Monthly Review, volumen 28, 3, julio-agosto de 1976, pp. 88-103, para un análisis del consumo femenino. 
            44 Sobre las tesis de la Escuela de Francfort, véase Max Horkheimer, “Authority and the family”, en Critical theory, Nueva York, Herder & Herder, 1972 (Teoría crítica, Buenos Aires, Amorrortu, 1974), y Frankfurt Institute of Social Research, “The family”, en Aspects of sociology, Boston, Beacon, 1972. 
            45 Carol Brown, “Patriarchal capitalism and the female-headed family”, Social Scientist, India, 40/41, noviembre-diciembre de 1975, pp. 28-39. 
            46 Para más precisiones sobre el orden racial, véanse Stanley Greenberg, “Business enterprise in a racial order”, Politics and Society, vol. 6, 2, 1976, páginas 213-240, y Michael Burroway, The color of class in the copper mines: from African advancement to Zambianization, Manchester, Manchester University Press, Zambia Papers, 7, 1972. 
            47 Véase Michael Reich, David Gordon y Ricard Edwards, “A theory of labor market segmentation”, American Economic Review, vol. 63, 2, mayo de 1973, pp. 359-365, y el libro compilado por ellos, Labor market segmentation, Lexington (Massachusetts), D.C.Heath, 1975, para un análisis de la segmentación del mercado de trabajo. 
            48 Véase David M. Gordon, “Capitalist efficiency and socialist efficiency”, Monthly Review, vol. 28, 3, julioagosto de 1976, pp. 19-39, para un análisis de la eficiencia cualitativa (necesidades de control social) y cuantitativa (necesidades de acumulación). 
            49 Por ejemplo, los fabricantes de Milwaukee organizaron a los trabajadores en la producción en un principio por grupos étnicos, pero más tarde exigieron que todos los trabajadores hablaran inglés, cuando cambiaron las necesidades de la tecnología y de un adecuado control social. Véase Gerd Korman, Industrialization, immigrants and Americanizers, the view from Milwaukee, 1866-1921, Madison, The State Historical Society of Wisconsin, 1967. 
            50 Carol Brown, “Patriarchal capitalism”. 
            51 Nueva York, Random House, 1976. 
            52 Jean Gardiner, en “Women’s domestic labour” (véase nota 10 supra), aclara las causas del cambio de localización del trabajo de la mujer, desde el punto de vista del capital. Pasa revista a las necesidades del capital (en términos de nivel de los salarios reales, oferta de trabajo y tamaño del mercado) en diversos estadios del desarrollo y de los ciclos económicos. Mantiene que en épocas de auge o rápido crecimiento es probable que la socialización del trabajo doméstico (o más exactamente su capitalización) sea la tendencia dominante, y que en épocas de recesión se mantenga el trabajo doméstico en su forma tradicional. Sin embargo, al intentar pronosticar la probable orientación de la economía británica, Gardiner no considera las necesidades económicas del patriarcado. En este ensayo mantenemos que a menos que se tome en cuenta tanto el capital como el patriarcado no se podrá pronosticar debidamente la probable orientación del sistema económico. 
            53 Sobre el número de personas que componen la familia nuclear, véase Peter Uhlenberg, “Cohort variations in family life cycle experiences of US females”, Journal of Marriage and the Family, vol. 36, 5, mayo de 1974, pp. 284-292. Sobre el índice de divorciados que se casan de nuevo, véanse Paul C. Glick y Arthur J. Norton, “Perspectives on the recent upturn in divorce and remarriage”, Demography, vol. 10, 1974, pp. 301-314. Sobre los niveles de divorcio y renta, véase Arthur J. Norton y Paul C. Glick, “Marital instability: past, present and future”, Journal of Social Issues, vol. 32, 1, 1976, pp. 5-20. Véase también Mary Jo Bane, Here to stay: American families in the twentieth century, Nueva York, Basic Books, 1976. 
            54 Heather L. Ross e Isabel B. Sawhill, Time of transition: the growth of families headed by women, Washington, D.C., The Urban Institute, 1975. 
            55 Véase Kathryn E. Walker y Margaret E. Woods, Time use: a measure of household production of family goods and services, Washington, D.C., American Home Economics Association, 1976. 
            56 Richard Sennet y Jonathan Cobb, en The hidden injuries of class, Nueva York, Random House, 1973, examinan tipos similares de fenómenos psicológicos dentro de las relaciones jerárquicas entre los hombres en el trabajo. 
            57 Esto debería dar algunas pistas sobre las diferencias de clase en el sexismo que no podemos examinar aquí. 
            58 Véase John R. Seeley et al., Crestwood Heights, Toronto, University of Toronto Press, 1956, páginas 382-394. Aunque se pueda decir que el puesto del hombre está “en la producción”, esto no significa que el puessto de la mujer no esté en la producción, puesto que también sus tareas están confliguradas por el capital. Su trabajo no asalariado es la solución, sobre una base cotidiana, de la producción para el intercambio con unas necesidades socialmente determinadas, el suministro de valores de uso en una PAPERS DE LA FUNDACIÓ/88 32 sociedad capitalista (éste es el contexto del consumo). Véase Weinbaum y Bridges, “The other side of the paycheck”, para un análisis más completo de este argumento. El hecho de que la mujer suministre “simplemente” valores de uso en una sociedad dominada por los valores de cambio puede ser usado para designar a la mujer. 
            59 Lise Vogel, “The earthly family” (véase nota 10 supra). 



            Desarrollo y Calidad de Vida 

            por Carlos Sabino El contenido del libro, que puede consultar de inmediato, es el siguiente: 

            Dedicatoria y Prólogo, Luis Pedro España N. 

            Introducción 

            Capítulo 1: 

            El Proceso de Desarrollo
             
            1.1.Concepto de desarrollo 
            1.2. La revolución industrial 
            1.3. Desarrollo y subdesarrollo 

            Capítulo 2: Las Críticas al Desarrollo 

            2.1. La oposición radical 
            2.2. Los catastrofistas 
            2.3. El marxismo 
            2.4. Los tercermundistas 
            2.5. La desazón por lo social. El desempleo 

            Capítulo 3: La Calidad de Vida que Proporciona el Desarrollo 

            3.1. Una primera imagen 
            3.2. Belleza y salud 
            3.3. Siempre en contacto 
            3.4. La inabarcable diversidad 
            3.5. Realmente, ?vivimos mejor? 

            Capítulo 4: Pobreza y Desigualdad 

            4.1. ?Qué es la pobreza? 
            4.2. Desigualdad y crecimiento 
            Capitulo 5: Desarrollo y Medio Ambiente 

            5.1. ¿Puede sostenerse el desarrollo? 
            5.2. El agotamiento de las materias primas 
            5.3. La contaminación del ambiente 
            5.4. Una nueva actitud 

            Capítulo 6: Recordando lo Esencial 

            Bibliografía 

            A Francisco José Croquer, Héctor Muñoz y América Vásquez 
            Porque gracias a lo que hicieron por mí, sin ninguna duda, logré terminar este libro. 
            Prólogo Luis Pedro España N. 

            El contexto en el cual este trabajo se nos presenta es lo que le permite al profesor Carlos Sabino escribir un libro que defiende los fundamentos de la modernidad y que sostiene una visión tan optimista sobre el desarrollo y sus frutos para la humanidad, a pesar de los riesgos y las evidentes externalidades que siempre acechan. Tal contexto se compone, en primer lugar, del hecho de estar asistiendo a un tiempo histórico que evidenció la caída de un modo de organización social construida sobre el principio de la igualdad, que por muchos condicionantes o justificaciones que se argumenten, deja en claro lo ahistórico que sería pretender insistir en una receta semejante. Esto no quiere decir que el problema de la desigualdad, la injusticia social y la pobreza, hayan desaparecido, muy por el contrario ellos persisten tenazmente y el reto de su superación y mitigación, sigue en pie aún cuando las ideologías que hicieron de los problemas sociales su patrimonio estén en decadencia. En segundo lugar, nuestro país es quizás el único de América Latina donde el gobierno permanentemente reivindica y hace suyas discusiones, juicios y puntos de vista que estuvieron en boga hasta finales de los años setenta, pero que hoy propiamente sólo círculos muy reducidos siguen profesando. Esto hace que buena parte del trabajo que aquí se presente se dedique a desmantelar un conjunto de mitos, con el fin de responder a un discurso que, en otro contexto, probablemente no hubiese sido requerido. Por último, la apuesta por el desarrollo y la exaltación de los valores de la modernidad, es un discurso legítimo y nada extraño para Venezuela, si partimos de la homogénea aspiración de los venezolanos a disfrutar de los objetos civilizatorios propios de una sociedad moderna. La población venezolana no siente nostalgia de su pasado rural y pre-moderno, tampoco cree que su felicidad le fue confiscada por la modernidad hacia la que fue empujada; muy por el contrario, los venezolanos no quieren ser víctimas de los riesgos que emanan de una sociedad que no domina a la naturaleza, ni quieren padecer las incertidumbres e inseguridades de una vida pobre y efímera. Los venezolanos no quieren ser pobres, y por ello no desean volver al pasado rural, ni encuentran ningún valor en una propuesta de iguales empobrecidos. Por lo tanto, no hay resonancia popular con una ideología distinta a lo que podría ser la idea del progreso y de aquello que pueda estar encerrado en la frase: A echar pa' lante@. 

            La modernidad y el desarrollo es la única arma que tenemos para enfrentar la pobreza. Es inconcebible combatir la pobreza sin que se tenga que producir riqueza, pero probablemente para producir riqueza es necesario crear las condiciones previas para que los pobres puedan ser productivos. Es impensable para un país que sólo con una fracción de la población se puede alcanzar el desarrollo, se necesita que la gran mayoría de la población sea moderna para que el desarrollo sea viable. Por ello es que el crecimiento no es una variable exógena a las condiciones materiales de la sociedad y la de sus miembros. La pobreza material y sus derivaciones socioculturales también actúan sobre el crecimiento de la riqueza de un país. Por ello se dice que el crecimiento económico es insuficiente, aunque sea absolutamente necesario, para alcanzar el desarrollo y superar la pobreza. También por ello, es que la pobreza y el subdesarrollo no es un componente residual de un proceso por completar. No es un problema de tiempo, como alguna vez se pensó, para que el desarrollo nos alcance, no existe un destino manifiesto, ni ningún determinismo histórico que garantice nuestra llegada al desarrollo, así como tampoco nadie está particularmente interesado en que nos mantengamos pobres y subdesarrollados. 

            El desarrollo y la superación de la pobreza, como evidencia de haber alcanzado la modernidad a la que aspiramos, dependerá de lo que nosotros hagamos para transformar nuestro orden social actual. De allí que es absolutamente indispensable tener alguna claridad y buscar un consenso sobre lo que debemos hacer para tratar de lograr la aspiración que tenemos como sociedad, es decir, alcanzar el desarrollo y superar la pobreza. Desde nuestro punto de vista, y de lo que han sido los avances de las investigaciones hechas por el Proyecto Pobreza [El Proyecto Pobreza es una investigación multidisciplinaria que realiza el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello con el apoyo de la Asociación Civil para la Promoción de Estudios Sociales. Sus resultados parciales pueden verse en UCABACPES, Pobreza: Un mal posible de superar, Vol.1, Caracas, 1999 y Superar la Pobreza: el camino por recorrer, Vol.2, Caracas, 2001.], los elementos básicos de un acuerdo para iniciar una senda de desarrollo para Venezuela, sería: 

            a. Un decidido apoyo al estímulo de la inversión. 

            Lograr las metas de inversión que requiere la economía venezolana a fin de crear la base material para superar la pobreza: es fundamental no violentar los factores que determinan el cálculo de riesgo de los inversionistas. Para ello es necesario que las autoridades gubernamentales se persuadan de que no es posible resolver el problema de la pobreza y el empobrecimiento progresivo del país, si no se recuperan los niveles de inversión abandonados en los años setenta. No obstante, para que sean sostenibles políticamente las reglas macroeconómicas que generan un clima favorable para los negocios, y no aparezcan tentaciones intervencionistas, es necesario que las inversiones se traduzcan en empleo bien remunerado y que alcancen a los diversos sectores de la población. De allí que es crucial el diseño de políticas de fomento a la inversión en sectores intensivos en mano de obra. Adicionalmente al aumento de la inversión privada es necesaria la inversión pública para incrementar los niveles de competitividad y abrir oportunidades de mercado. La inversión en infraestructura urbana y comunicaciones es fundamental para el logro de estos fines, más aún para el caso de un Estado como el venezolano el cual dispone de importantes recursos para sostener una fuerte inversión pública, siempre y cuando logre reformarse y deslastrarse de sus rigideces presupuestarias, tanto de gastos como de ingresos. 

            b. Empleo bien remunerado. 

            Es imposible alcanzar un consenso si no hay esperanzas. La posibilidad de sostener una política económica que incentive la inversión privada, dependerá de que se multipliquen los ganadores de ésta. No basta con aumentar los niveles de empleo, es necesario que éste tenga un nivel de remuneración suficiente para permitir a las familias superar la pobreza. En razón de lo anterior, además de propiciar un crecimiento global, es necesario políticas específicas para diversificar las fuentes de empleo, el número de firmas, alentar la formación de emprendedores, cuidar las excesivas regulaciones laborales, así como los encarecimientos de la nómina en el sector formal, además de elevar el nivel de competitividad y remuneración del sector informal de la economía por medio de eficaces políticas de acceso al crédito y capacitación de mano de obra. No debe sino reconocerse que tenemos un déficit en cuanto a la formulación políticas sectoriales específicas para el estímulo de sectores económicos intensivos en mano de obra. En esta área tenemos dos extremos, desde quienes piensan que cualquier intervención o estímulo sólo significaría generar injustas e inconvenientes intervenciones en forma de privilegios para empresas ineficientes, hasta quienes promulgan las viejas prácticas proteccionistas de subsidios indirectos al tipo de cambio o al pago de impuestos como única forma para reanimar al sector no petrolero. Sin embargo, y para el caso venezolano la diversificación económica y el desarrollo productivo en áreas intensivas en mano de obra, es fundamental, dado que los sectores líderes de la economía corresponden a actividades intensivas en capital. Este ha sido el dilema de la economía venezolana desde la época de la Asiembra del petróleo@ hasta el presente, en el que estamos asistiendo a su fracaso. 

            c. Inversión social. 

            La acción del Estado en el área social consiste en crear oportunidades de acceso a servicios sociales de calidad que permitan aumentar el capital humano de los sectores pobres. Esto es fundamental para permitir que las familias se favorezcan y participen del desarrollo económico generando riqueza. Lograr una educación que se convierta en fuente de oportunidad para los pobres consiste en atacar las causas del fracaso escolar y cuidar la calidad de la educación pública y gratuita para que ésta no sea de segunda categoría, auspiciando con ello la reproducción de la pobreza. Es necesario, igualmente, el desarrollo de programas de entrenamiento laboral y capacitación para elevar el nivel de especialización de la mano de obra actual, con especial énfasis en aquellos sectores económicos cuya viabilidad futura esté comprometida, dadas las sobreexigencias que puede imponer la competitividad en ciertas áreas frente a los inminentes procesos de apertura. 

            d. Reformas institucionales. 

            Garantizar instituciones públicas y privadas apegadas a normas universales que permitan la igualdad de los ciudadanos, superar los sistemas de privilegios basados en los atributos particulares de poder de sectores políticos o económicos específicos. Desarrollar instituciones sociales que tengan autonomía para cumplir con eficiencia los objetivos socialmente legitimados, que dispongan de sistemas de rendición de cuentas a la sociedad, y que sean transparentes con el fin de poder ser supervisados por cualquier agencia, sea ella pública o privada. Las reformas institucionales de aquellas agencias que se ocupan de ejecutar la inversión social, en favor de elevar su nivel de eficiencia, es un prerrequisito para lograr la efectividad de las políticas de redistribución y de creación de oportunidades materiales para los sectores en situación de pobreza. Especial atención requieren las instituciones encargadas de impartir justicia y proporcionar protección a los ciudadanos, con el fin de proporcionar seguridad y permitir la superación de la situación de indefensión, frente al propio Estado y ante terceros, en que se encuentran los sectores pobres y no pobres del país. La reducción de los costos transaccionales y de los procedimientos burocráticos para la obtención de permisos, licencias o cualquier trámite público, es un requisito para elevar la eficiencia promedio de la sociedad, así como la cotidianidad de los ciudadanos y su calidad de vida. La necesidad de recurrir continuamente a canales informales, construidos muchas veces desde los propios atributos de poder particular de los ciudadanos, no sólo incrementa la ineficiencia social, sino que además es una fuente de desigualdad permanente entre los distintos grupos sociales, en especial de los más pobres. Por último, la superación de la impunidad es un paso previo al logro del orden social explícito y al respeto de la ley. La impunidad no sólo tiene que ver con reforzar las instituciones encargadas de reprimir al infractor, sino también con el diseño mismo del marco regulatorio de la vida social y económica del país. Las excesivas normas y su afán por controlar hasta lo accesorio, inviabiliza al sistema para que efectivamente pueda controlar lo esencial. Buena parte de las violaciones cotidianas de las normas, incluso las más básicas de convivencia, se debe a la inconveniencia de las mismas normas. Nuestras instituciones, especialmente las públicas, aún no han superado las advertencias, sobre los peligros de construir Arepúblicas aéreas@, hechas por los fundadores de la República en el siglo XIX. 

            e. El cambio socio-cultural. 

            Si todo lo anterior ocurre es muy posible que comiencen a aparecer las condiciones materiales para que tengan lugar los cambios en las creencias que comparten buena parte de los venezolanos. En la medida que sean masivamente tangibles las recompensas por actuar según los prerrequisitos de la modernidad, en esa misma medida las creencias pre-modernas irán cediendo ante los estímulos que procuran comportamientos productivos basados en el desempeño. Muy probablemente los cambios ocurrirán conforme las instituciones sociales obliguen a los ciudadanos a comportarse sin escapatoria en razón del imperativo de unas normas que obliguen al respeto de los principios de la universalidad en los procedimientos y la asignación de gratificaciones. Conforme los venezolanos descubran que sí es Arentable@ el comportamiento ajustado a normas que son funcionales para la convivencia, su esfuerzo productivo se recompense de forma tangible, no sea testigo permanente de la impunidad por parte de aquellos que tienen más poder que él y efectivamente experimente la importancia de la igualdad en los espacios públicos de la sociedad, en ese mismo momento se dejarán de lado los mitos y creencias que hoy tenemos sobre la riqueza, su distribución y las formas de superar las carencias materiales. Lógicamente el cambio debe comenzar por algún lado y es plausible sostener que éste debe comenzar por las instituciones. Por lo tanto, los artífices del cambio que el país necesita estarían en manos de sectores democráticos, amplios y numerosos que diseñan, crean y dirigen las instituciones. Son ellos quienes deben propiciar el acuerdo requerido para sostener en el tiempo el camino a recorrer para superar la pobreza y proponerle, a las mayorías que bregan por resolver sus problemas privados en un contexto de escasas oportunidades, un proyecto que devuelva las esperanzas y genere bases de confianza para apostar al largo plazo, a la viabilidad del país y su desarrollo. Montalbán, (Caracas) 29 de Agosto de 2001. 

            Introducción 

            Imaginemos, ahora que el momento es propicio porque estamos en el comienzo de un nuevo siglo, cómo eran las condiciones de vida de la humanidad hace justo cien años. Tratemos de evocar la forma en que la gente organizaba sus días, en que trabajaba y consumía, las preocupaciones que la desvelaban y los sueños que se permitían. La información histórica y literaria disponible nos recuerda que la mayoría de la población vivía en el medio rural, dedicándose por lo general a tareas agrícolas en casi todos los países del mundo. En las ciudades, con escasas calles pavimentadas, apenas si se introducía el alumbrado eléctrico y la inmensa mayoría de vehículos eran de tracción animal. Caballos de imponente alzada o desgastados por el trabajo impulsaban elegantes coches o desvencijados transportes de carga, de un modo casi siempre ruidoso y antihigiénico. Las comunicaciones personales se hacían por medio de cartas o esquelas, entre aquellas personas que tenían la fortuna de saber leer y escribir, en tanto el telégrafo unía los principales centros urbanos y el teléfono era una curiosidad que sólo estaba disponible para pocos, muy pocos suscriptores. La esperanza de vida era baja, de menos de 50 años aun en los países más ricos, no tanto porque la mayoría de las personas muriesen alrededor de esta edad sino porque una alta proporción entre los niños que nacían vivos fallecía prematuramente. 

            [Estos datos, y los que siguen, han sido tomados de Simon, Julian L., The State of Humanity, Blackwell, Oxford, UK, 1995.] 

            La mortalidad infantil variaba mucho entre áreas urbanas y rurales así como entre países ricos y pobres, pero en todo caso era siempre mayor al 10% y en casi todas partes superior al 25%. Es difícil imaginar hoy, en todo su dramatismo, lo que esto significaba para las jóvenes parejas que veían nacer sus hijos hace exactamente una centuria, pero los datos están claros: los padres sabían que uno de cada tres, o cuatro, o cinco de sus hijos morirían antes de cumplir un año de vida por causa de diversas infecciones, parásitos o las típicas Aenfermedades infantiles@. El trabajo, para casi todos, era repetitivo y embrutecedor. En el campo, cuando se podía, se utilizaba la energía animal para impulsar sencillos instrumentos agrícolas y en todas partes las labores requerían por lo general de gran fuerza física, agotando prematuramente a los obreros. Lo mismo sucedía en las tareas domésticas: las mujeres lavaban la ropa a mano, consumían una gran can- tidad de tiempo preparando los alimentos y cocinando Ben cocinas de carbónB y cosían, salvo excepciones, mediante el clásico sistema de la aguja y el dedal. La máquina de coser se había inventado ya a mediados del siglo XIX pero su uso todavía no se había extendido demasiado, salvo en los Estados Unidos y algunos pocos países europeos. Las personas que, por otra parte, realizaban trabajos no manuales, como los empleados administrativos y de la banca, se limitaban a ejecutar por lo general tareas mecánicas y uniformes, idénticas a lo largo de toda una vida. Se trabajaba de lunes a sábado, las vacaciones eran cosa extraña y a nadie, excepto a los más ricos, le era posible viajar por placer. Salvo por las regiones que atravesaban los ferrocarriles de la época, los viajes eran siempre lentos y azarosos, caros y difíciles de programar. Millones de inmigrantes pasaban de Europa a América en barcos atestados que demoraban varias semanas en hacer la travesía y donde existía el constante peligro de contraer enfermedades contagiosas. La mayoría de las personas poseía muy poca ropa, apenas la indispensable para cambiarse, muy pocos muebles y enseres domésticos. Los artículos de tocador era apenas un lujo de los ricos, que disfrutaban ya de adelantos tan revolucionarios como el jabón perfumado o los dentífricos, aunque la mayoría de estos eran productos rudimentarios, de difícil uso o aplicación, y generalmente costosos. La comida, podemos decirlo sin exagerar, era una verdadera obsesión. A pesar de que la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura, los alimentos no abundaban y resultaban relativamente caros: 

            una buena proporción de los ingresos de los asalariados debía gastarse en comida y en las épocas de crisis poco quedaba para dedicarlo a otros consumos. Sin radio y sin televisión, sin cines, sin cafetería s o restaurantes que pudiesen estar al alcance de los pobres, la vida de la mayoría de las personas era monótona, precaria, sujeta siempre a los azares de múltiples enfermedades y accidentes. Si extendemos nuestra mirada otros cien años hacia atrás el contraste con la vida moderna se hace todavía más intenso: la máquina de vapor es entonces una novedad cuyo uso se ha generalizado en pocos sitios, la esperanza de vida es algo menor, las hambrunas y las en- fermedades están más extendidas y aparecen con más frecuencia. Si retrocedemos un poco más y evocamos la vida cotidiana en el 1700 o en el 1600, podremos encontrar algunas otras nuevas diferencias con las condiciones del presente, aunque en verdad el panorama sigue siendo básicamente el mismo que el de 1800: 

            casi todas las grandes innovaciones tecnológicas y prácticas se han producido en el curso del último siglo y medio, casi todos las transformaciones revolucionarias en nuestro estilo y condiciones de vida se concentran de hecho en los últimos ciento cincuenta o doscientos años. Antes, desde la antigüedad hasta aproximadamente la mitad del siglo XVIII, apenas si hay pequeñas variaciones que, eso sí, van produciendo efectos acumulativos con el transcurso del tiempo. 

            (Qué ha sucedido para que, después de milenios de cambios graduales y casi imperceptibles, nuestra vida se haya modificado de un modo tan radical y tan visible? )

            Cuáles son las causas que están detrás de esta fabulosa transformación, que nos hace disponer de productos que hubieran parecido realmente mágicos a los hombres de otras eras? )

            Cómo se ha dado, a través de qué proceso, y cómo nos afecta? )

            Será posible continuar así, indefinidamente, o se presenta, escondida en el futuro, alguna enorme crisis que nos llevará a una catástrofe? 

            Los cambios de los que estamos hablando son, esencialmente, cambios tecnológicos que han desencadenado una ampliación increíble de la producción y del consumo, son transformaciones económicas que han llevado a un constante incremento de los bienes disponibles. Nada semejante ha ocurrido en las artes, o en la filosofía o en las religiones que comparten la mayoría de las personas. Es verdad que, si miramos hacia atrás, y especialmente si nos situamos en la última parte del siglo que ha terminado, encontramos también una diferencia sustancial en muchas cosas que no pertenecen al ámbito de la economía: la forma de gobierno democrático se ha extendido por todo el planeta y hoy resulta muy difícil justificar y aceptar las tiranías; las guerras de invasión y de conquista se han hecho totalmente infrecuentes y a nadie le parece bien que, por cualquier motivo, haya genocidios o matanzas, se aplique la tortura o se supriman los derechos elementales de cualquier habitante del planeta. Bien diferente era la situación hace apenas sesenta años! Nuestro mundo ha cambiado radicalmente y en muchos sentidos, es cierto, pero los cambios económicos han estado en el trasfondo de muchas otras transformaciones civiles, políticas, militares y de las relaciones internacionales. Vivimos, como ya lo dijera un gran filósofo hace más de setenta años, en la era de las masas, en una época donde el hombre o la mujer corrientes gozan de posibilidades que estaban tradicionalmente reservadas a la nobleza y los poderosos, donde A nuestra vida, como repertorio de posibilidades, es magnífica, exuberante, superior a todas las históricamente conocidas.@ [Ortega y Gasset, José, La Rebelión de las Masas, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1956 [1929], pág. 91.] Como potencialidad, claro está, como horizonte abierto, lo que de ningún modo significa que tal o cual persona concreta sea de hecho más feliz o se sienta mejor en un momento dado. 

            Lo dicho hasta aquí, el proceso que hemos querido presentar de una manera rápida y esquemática para que el lector cobre idea del conjunto, requiere de un análisis y de una evaluación para que podamos adquirir una comprensión -al menos aproximada- del mundo que nos rodea. El veloz desarrollo económico y tecnológico de la humanidad en las últimas centurias ha sido abordado por múltiples estudiosos y escuelas de pensamiento que, aunque disienten en muchos aspectos, concuerdan en puntos importantes que resulta necesario conocer. Las transformaciones que en consecuencia se han producido, aunque valiosas y enormemente positivas en muchos sentidos, son objetadas sin embargo por una variedad de críticas que es conveniente tomar en cuenta, discutir y poner en sus justos límites para alcanzar una madura apreciación de lo ocurrido. Este trabajo, a pesar de la brevedad con que lo hemos definido, intenta aproximarse a esos dos objetivos de un modo sintético y accesible para el lector no especializado. Las preguntas que nos formulamos más arriba nos servirán, de algún modo, como la guía que nos permita examinar tan complejas cuestiones. 

            Agradecimientos 

            La idea de escribir este libro surgió, en principio, de mi continua preocupación por los contenidos del capítulo cinco, de mi intento por profundizar en los temas de la desigualdad y la pobreza. Un feliz encuentro con Mariela Núñez de Urbaneja y Joaquín Zepeda, de Procter and Gamble, propiciado por Rocío Guijarro, de Cedice, permitió que esta inquietud se ampliara hacia temas conexos de modo tal de diseñar un proyecto que, si bien amplio por la variedad de los temas que abarca, pudiese ser presentado de una forma sintética y accesible. Mi especial agradecimiento a Rocío, siempre dispuesta a brindar su estímulo optimista y sincero, a Joaquín -colaborador amable y eficaz, comentarista informado y constructivo- y, como siempre, a mi esposa América Vásquez, lectora acuciosa y perspicaz, firme apoyo en mis dificultades y compañera inseparable de mis trabajos y mis días. 

            Capítulo 1: 

            El Proceso de Desarrollo
             
            1.1. Concepto de Desarrollo Suele llamarse desarrollo al proceso por el cual las sociedades pasan de condiciones de existencia caracterizadas por la baja producción y la pobreza a un nivel mucho más alto de consumo y de calidad de vida material. Varias observaciones hay que hacer, sin embargo, a la afirmación anterior: 
            · A pesar de que hoy nos llame la atención como algo bochornoso y que es imperioso superar, puede decirse sin ninguna exageración que el estado "natural" del ser humano es la pobreza. Los testimonios arqueológicos disponibles muestran con toda claridad la carencia absoluta de bienes materiales de nuestros remotos antepasados, que siempre vivieron en economía que apenas si proveían la subsistencia, acosados por el hambre y la enfermedad, por depredadores y catástrofes naturales. La exposición que hicimos en la introducción se ha colocado allí también como recordatorio de un pasado que, hasta tiempos muy recientes, ha estado signado por la carencia y la privación. 
            · Si bien en todas las sociedades históricamente conocidas podemos encontrar un crecimiento económico bastante notable a lo largo de los siglos, el proceso de desarrollo, sin embargo, es algo por completo diferente: se trata de un período bastante breve, en términos relativos, en el que se produce una expansión rápida y sostenida de la producción y el consumo, una verdadera explosión en lo que respecta a la disponibilidad de bienes y de servicios. 
            · A pesar de que las primeras naciones que lograron desarrollarse comenzaron el proceso a través de una etapa de industrialización muy bien conocida, el concepto en sí de desarrollo no debe limitarse al ámbito exclusivo de lo que llamamos la industria. Es desarrollo también el rápido crecimiento de los servicios y de otras actividades que producen bienestar, de la agricultura moderna y de todo lo que en general desean las personas para tener una vida más plena. 
            · Hemos afirmado que el desarrollo se caracteriza por un mejoramiento perceptible en la calidad de vida material de las personas. Pero la palabra material, en este contexto, no debe verse como si estuviera opuesta -de ningún modo- al ámbito de lo espiritual. Nadie niega que una vacuna, por ejemplo, sea un objeto material, pero ¿acaso no pueden considerarse "espirituales" sus resultados, cuando previenen la muerte de un niño y calman la ansiedad de sus padres? Del mismo modo puede decirse que hay infinidad de cosas materiales pero que son indispensables para nuestra felicidad, nuestro bienestar mental o una armónica convivencia: 

            la posibilidad de comunicarnos a pesar de la distancia para mantener una amistad o una relación familiar, la disponibilidad de alimentos baratos que nos permite dedicar parte de nuestros ingresos a la compra de libros, discos o medicamentos, la existencia de productos de higiene personal que nos hacen sentir mejor y estar, a la vez, más sanos. Lo espiritual y lo material, cuando nos situamos en este plano de análisis, no son pues conceptos opuestos e irreconciliables sino, muy frecuentemente, apenas facetas diferentes de una misma realidad. 

            1.2. La Revolución Industrial 

            El crecimiento económico depende de una serie de factores pero, en su esencia, tiene directa relación con el ahorro disponible y con las posibilidades de que éste se convierta en inversión productiva. Una sociedad que utiliza tecnologías primitivas y que, en consecuencia, produce apenas lo suficiente como para lograr la subsistencia de sus miembros, tendrá pocos recursos que pueda dedicar a la producción de lo que llamamos "bienes de capital". Los bienes, en economía, "son objetos útiles, provechosos o agradables que proporcionan a quienes los consumen un cierto valor de uso o utilidad." Los bienes de capital, o de producción, son aquéllos cuya utilidad consiste en producir, precisamente, otros bienes: las herramientas, las máquinas y las instalaciones que se usan para organizar el trabajo son típicos bienes de producción, pues con ellos se pueden crear los objetos que, en definitiva, habremos de consumir. Cuando en una sociedad hay escasos bienes de producción el trabajo humano tiene poco rendimiento y, en consecuencia, el ahorro y la inversión son escasos. Se invierte poco en bienes de capital y, por lo tanto, la producción permanece estancada. Se crea así una especie de círculo vicioso donde causas y efectos se retroalimentan sucesivamente: pocos bienes de producción generan una producción escasa que permiten poco ahorro; con escaso ahorro hay poca inversión, se producen entonces pocos bienes de capital y se genera una escasa producción. Cuando este círculo se rompe se obtienen por el contrario resultados que a primera vista lucen sorprendentes. Una sociedad con alta tecnología permite buenas tasas de ahorro; éste, convertido en bienes de capital, genera a su vez una mayor producción y por lo tanto una incrementada capacidad de ahorro. La misma retroalimentación, que en el caso anterior nos aprisionaba en una situación de estancamiento, nos lleva ahora a una ampliación constante de la producción y del consumo, a una verdadera revolución en las condiciones de vida. No por casualidad el primer episodio histórico en que se llegó a alcanzar una situación semejante se denominó Revolución Industrial. Ocurrió en Inglaterra, hacia la segunda mitad del siglo XVIII, y conviene que repasemos, aunque sea someramente, lo que entonces aconteció. 

            Antes de la Revolución Industrial en Inglaterra, como en todo el mundo, la energía que se utilizaba para la producción era casi siempre de origen biológico, proporcionada por animales de labor o por el mismo hombre. A veces, excepcionalmente, se utilizaba la energía proporcionada por el curso descendente de los ríos, pero era el trabajador quien, con su fuerza y su destreza, realizaba todo el trabajo en las artesanías existentes -las manufacturas- y los procedimientos empleados en cada rama de actividad eran los que tradicionalmente se habían seguido de generación en generación. El cambio que se produce a mediados del siglo XVIII consiste fundamentalmente en la incorporación de un nuevo tipo de fuente de energía al proceso productivo a través de una invención que se va perfeccionando con gran rapidez: la máquina de vapor, cuya fuente de energía es el carbón. De un modo muy veloz va surgiendo en Inglaterra, comenzando por la industria del hilado y de los tejidos, un nuevo tipo de organización productiva: la fábrica, movida por grandes máquinas de vapor, en la que se reúnen primero decenas y luego cientos y hasta miles de obreros. El nuevo sistema, en el curso de pocas décadas, aumenta prodigiosamente la productividad del trabajador, es decir, lo que éste puede producir en una unidad de tiempo. Aquí nos encontramos, en definitiva, con el punto esencial: 

            si una persona tiene que trabajar todo un año sobre una parcela de tierra para obtener sus medios de subsistencia, y tiene así una productividad muy baja, poco tiempo puede destinar a otras actividades, como la creación de bienes de capital, por ejemplo. Si esa misma persona, ayudada por máquinas y convenientes innovaciones, logra en cambio producir la misma cantidad de alimentos en la mitad de tiempo, su capacidad de trabajo quedará disponible para que -en el tiempo que ha ahorrado- fabrique los implementos y las herramientas que se necesitan para aumentar la producción. Llevado este simple ejemplo al conjunto de la sociedad tenemos entonces que una mayor productividad del trabajo libera los esfuerzos que permiten incrementar la cantidad de bienes de producción disponibles y, con eso, comenzar el círculo indetenible del desarrollo económico. Esto es, pues, lo que sucede en Inglaterra en la época que estamos evocando, una especie de despegue que coloca a la economía de ese país en el camino del desarrollo y de la prosperidad. 

            ¿Por qué allí, por qué en ese momento? Desde un punto de vista teórico y abstracto puede decirse que el proceso, en principio, por su propia lógica interna, habrá de comenzar siempre que el ahorro y la inversión global de una sociedad alcancen un cierto nivel mínimo. Incrementos graduales en la productividad, acumulándose a lo largo de los siglos y retroalimentándose de un modo continuo, podrían llevar eventualmente a un desarrollo económico sostenido cuando las condiciones sean propicias. Pero, como lo muestra el largo curso seguido por la humanidad hasta ese momento, diversas tentativas anteriores no lograron el suficiente impulso como para llegar a producir una auténtica revolución industrial. En China, en Japón, en el mundo árabe y en diversas partes de Europa algunas sociedades se aproximaron bastante a este punto, pero fue la Inglaterra del siglo XVIII la que primero logró consumar dicha transición, que en la realidad histórica es sin duda un proceso muy complejo, no circunscripto puramente a los aspectos económicos. Muchas son, por eso, las condiciones que de un modo u otro se requirieron para que se produjese esta primera experiencia de desarrollo económico. Entre las más importantes cabe mencionar: 

            · La aparición de un conjunto de pequeñas innovaciones tecnológicas que, sumándose, crearon la base para que se inventaran las primeras máquinas que pudieran desplazar el trabajo humano y animal. Esto a su vez estuvo estrechamente relacionado con los adelantos y descubrimientos científicos propios de la época, con una actitud activa hacia la naturaleza -que trataba de analizarla y comprenderla desapasionadamente- y que, sin desdeñar del todo la tradición, se atrevía a poner en práctica las nuevas tecnologías y a experimentar con nuevos métodos. 
            · La existencia de una economía de mercado que, si bien incipiente para los criterios actuales, permitía y estimulaba una generalizada división del trabajo que tanto incrementó la productividad, como ya lo señalara Adam Smith en su clásica obra La Riqueza de las Naciones. El mercado permitía que existiese lo que los economistas llaman "la movilidad de los factores", es decir, la libre compra y venta de productos a través de todo el territorio nacional, la libre contratación de trabajadores, la posibilidad de invertir y contar con el apoyo de mercados financieros que, aunque mínimos, facilitaban el desplazamiento y la inversión del capital. A todo esto hay que agregar una relativa prescindencia del poder político en cuanto a su interferencia con las actividades económicas que permitía a las personas crear empresas, comprar, vender e invertir sin que nada de ello tuviese que sujetarse demasiado a la voluntad del gobierno o de los funcionarios públicos. 
            · Esto se correspondía con la presencia de un ambiente político no opresivo, tal vez no democrático en el sentido contemporáneo del término, pero donde la monarquía no poseía un poder arbitrario, el pueblo gozaba de ciertas formas eficaces de representación política y existían leyes a las que todos debían someterse. Estos logros se habían consolidado a partir de 1688, cuando se produjo la llamada Revolución Gloriosa, y permitían a todos trabajar y producir en un clima de paz y de estabilidad, sin estar sometidos a exacciones imprevistas por parte del poder, sin sufrir mayores sobresaltos. 
            · Por último, y aunque más difícil de evaluar concretamente, cabe afirmar que la sociedad inglesa era bastante más abierta que las otras que existían en aquellos momentos en nuestro planeta. En ella se valoraba el éxito económico y se lo aceptaba como recurso legítimo para lograr el ascenso social, se respetaba al individuo y se reconocían sus derechos y había en general una actitud bastante favorable a los cambios. Mientras en otros lugares y otras épocas se perseguía o se hostigaba a los poseedores de capital en Inglaterra, ya desde tiempo atrás, se reconocía el valor social del empresario y se los consideraba como personas útiles para la sociedad. 

            1.3. Desarrollo y Subdesarrollo Inglaterra consumó el gran salto que significaba la Revolución Industrial aproximadamente entre 1750 y 1820: 

            de allí en adelante el proceso comenzó a cobrar impulso por sí mismo, mientras el país se convertía -en gran parte debido a su progreso económico- en la potencia más importante del mundo. En otras naciones europeas, que en varios sentidos vivían circunstancias más o menos semejantes a las de los ingleses, el salto fue demorado por condiciones políticas desfavorables, la existencia de barreras que impedían la emergencia de mercados nacionales y el excesivo control estatal sobre las actividades económicas. El largo período de las guerras napoleónicas también demoró la emergencia de cambios que llevaran a la industrialización. Pero luego, a partir aproximadamente de 1815, Bélgica, Francia, Suiza, partes de lo que hoy es Alemania, Suecia y otros países y regiones europeos, junto con los Estados Unidos y Australia fuera de ese continente, comenzaron a seguir el mismo camino, de modo que a mediados del siglo XIX ya existía un conjunto de países que, de un modo u otro, podían llamarse ya industrializados. El proceso continuó expandiéndose a algunos otros lugares, aunque más lentamente, hasta comienzos del siglo XX, adoptando diversas formas y matices según los casos, aunque siguiendo unas líneas maestras que en general fueron bastante semejantes: la creación de condiciones más o menos parecidas a las que prevalecían en la Inglaterra de 1750, confiando en sistemas políticos basados en el estado de derecho y en economías de mercado libre. A partir de la Primera Guerra Mundial, sin embargo, y con más énfasis aún desde 1950, se comenzaron a intentar las más variadas y disímiles propuestas para alcanzar el desarrollo: 

            en las nuevas naciones asiáticas y africanas, los países latinoamericanos y en muchos otros casos más, se confió en esa época en que el estado podría asumir un papel protagónico en la promoción y planificación del desarrollo y se intervino decisivamente en la economía para acelerar un proceso que parecía discurrir de un modo muy lento, o muy desigual. El caso extremo fue el de los países comunistas, donde se crearon economías totalmente estatizadas, de planificación central, bajo el imperio de un poder político también centralizado y casi absoluto. En ese tiempo comenzó a hablarse de un mundo dividido entre los países desarrollados, que ya habían consumado el cambio al que nos venimos refiriendo, y los subdesarrollados o en vías de desarrollo, que aún intentaban por diversos medios alcanzar un crecimiento económico rápido y sostenido que los aproximase a los primeros. Estas diversas formas de encarar el problema han mostrado una diversidad impresionante de resultados, que van desde el colapso general sufrido por los regímenes comunistas en 1989 y las crisis recurrentes de los países que han expandido demasiado la institución estatal, hasta el relativo éxito de las naciones que más han confiado en la libertad económica y política para que se produzca un proceso de desarrollo que es, en gran medida, un fenómeno espontáneo y no políticamente guiado. A pesar de esta diversidad, sin embargo, puede afirmarse que existe un consenso de fondo: 

            los pueblos desean el desarrollo y, cuando no logran salir del estancamiento, hacen fracasar finalmente los sistemas económicos que no los aproximan a las metas que desean alcanzar. Aún en las naciones más democráticas y en las más desarrolladas -que en gran medida son las mismas- el electorado suele castigar a los gobiernos y los partidos que no son efectivos en la tarea de mantener un crecimiento apreciable. A pesar de esta casi completa unanimidad, de esta valoración positiva del desarrollo que se puede apreciar en todas las sociedades, las críticas al proceso han sido -ya desde su mismo comienzo- continuas y variadas. Intelectuales, dirigentes de diversas organizaciones y, en general, toda clase de personas, han ido objetando con el tiempo aspectos superficiales o de fondo de una transformación histórica que ha provocado muchas veces, además de una enorme expansión de la producción y del consumo, una dislocación de la vida social y un cambio en las costumbres y las actitudes que no siempre ha resultado fácil de absorber. Porque al liberar a las personas de las ataduras de la pobreza y del inmovilismo de la tradición se han roto también -en buena medida- las certezas y las seguridades de un mundo que, con todas sus limitaciones, resultaba tal vez por eso mucho más predecible y fácil de comprender. Conocer estas críticas, nos parece, es importante para la evaluación que queremos realizar. No sólo porque así tendremos una perspectiva más equilibrada y matizada sobre el tema sino porque además, al hacerlo, estaremos en condiciones mucho mejores para comprender la forma en que realmente se desarrollan las sociedades, las modalidades que dicho proceso reviste en la actualidad y los peligros que, tal vez, pueden amenazarnos en el futuro. Al análisis y revisión de las críticas al crecimiento económico dedicaremos, pues, el próximo capítulo. 

            Capítulo 2: Las Críticas al Desarrollo 

            Muy diversas, como decíamos, han sido las críticas que se plantearon y se siguen formulando aún hoy al proceso de desarrollo económico. Sin pretender agotar el tema, que podría ocupar volúmenes mucho más grandes que éste que el lector tiene en sus manos, intentaremos realizar, en lo que sigue, una síntesis que ordene las diversas posiciones adversas que se han asumido y que nos permita, a la vez, crear un punto de partida para los análisis subsiguientes. No haremos, entonces, un recuento erudito que siga el rastro de tantos y tan variados autores que han escrito sobre el tema, sino que nos limitaremos a organizar las críticas más frecuentes de acuerdo a su contenido e intención. 

            2.1. La Oposición Radical 

            Desde el mismo siglo XVIII, desde que comenzó a crecer el número de máquinas y a expandirse el mercado y la división del trabajo, aparecieron personas y movimientos opuestos radicalmente a dicho proceso. Algunos, como los ludditas, llegaron incluso a la acción directa: eran bandas de artesanos enmascarados que, por las noches, se dedicaban a la destrucción de la maquinaria textil en Inglaterra, entre 1811 y 1813. Ellos, lo mismo que las bandas que -aún antes- operaron en Francia, se sentían desplazados y amenazados por los nuevos métodos productivos y pensaban que la mejor manera de poner fin al nuevo sistema industrial era mediante el simple e ingenuo expediente de apelar a la violencia contra las instalaciones físicas de las empresas. Pero este movimiento fue, en todo caso, una verdadera excepción. Los críticos radicales al desarrollo no han sido tan violentos ni, por supuesto, tan simples en sus ideas. La principal objeción de fondo que se formula al crecimiento económico destaca un punto esencial: 

            la felicidad del hombre, se dice, no está garantizada, o no depende, o no puede construirse sobre la base de sus posesiones materiales. El desarrollo, con el enorme esfuerzo que implica y con la destrucción de tradiciones que acarrea, nos obligaría así a pagar un precio demasiado alto para lograr algo que, en última instancia, es efímero y hasta engañoso. No puede negarse que la justeza o no de esta crítica depende, antes que nada, de su exacta formulación. Si se afirma, por ejemplo, que los bienes materiales no garantizan la felicidad o la paz espiritual, o que las posesiones que se tengan no mejoran mayormente nuestra vida espiritual, tendrá que aceptarse que esta es una posición esencialmente justa y muy defendible: desde el mensaje de todas las grandes religiones hasta las más actuales encuestas coinciden en este punto. Un estudio muy amplio efectuado recientemente, que analizó los resultados de casi 1.000 encuestas independientes realizadas en todas partes del mundo, encontró que no existe más que una muy débil correlación entre la felicidad que siente una persona -expresada como percepción subjetiva de satisfacción con su propia vida- y el ingreso monetario que pueda tener, ya sea que se tomen en cuenta las respuestas de personas de diferentes ingresos en una misma sociedad, que se comparen sociedades más ricas y más pobres o que se observe el grado de felicidad de una misma persona a medida que esta adquiere mayor riqueza. Todas las religiones, por otra parte, han enfatizado que la meta del hombre no es adquirir bienes materiales, que hay valores superiores a los del bienestar físico o la posesión de dinero y que las personas, como criaturas transitorias que son, no deben confiar en la obtención de bienes como si estos fueran una panacea o un recurso mágico que puede resolver todos los problemas. 

            ¿No es esto contradictorio con lo que afirmamos en nuestra introducción o, más exactamente, con la normal conducta humana de buscar el desarrollo?
             
            De ninguna manera: 

            suponer que nuestra felicidad o nuestra vida espiritual dependen de los bienes materiales o de las comodidades de nuestra vida es falso, pero no por eso hay nada de malo en tratar de mejorar las condiciones de nuestra existencia. En primer lugar porque, como decíamos en el capítulo anterior, no debe forzarse una oposición entre materia y espíritu que, en los temas que estamos analizando, no existe ni tiene mayor sentido proponer. Los bienes materiales, juiciosamente usados, enriquecen nuestra vida tanto material como espiritual y nos permiten no sólo adquirir cultura y conocer y ayudar a nuestros semejantes, sino también liberarnos de tareas físicas repetitivas y agotadoras, de enfermedades agobiantes y hasta de la soledad. Nos dan más tiempo para perseguir otros fines distintos a los de la mera subsistencia y, por eso, nos liberan para poder cultivarnos espiritualmente y actuar con mayor altruismo. Pretender eliminar el desarrollo, desandar el camino de los avances tecnológicos y económicos no sería otra cosa, hoy, que condenarnos a la pobreza y a una sensación de desposeimiento que, esa sí, es causa de profunda infelicidad. El dolor que experimentan las personas cuando, por ejemplo, pierden de pronto todos sus objetos materiales por causa de alguna tragedia natural o artificial -una inundación o una guerra, un terremoto o un incendio- no puede ser, obviamente, la meta de nuestros esfuerzos. Quienes se oponen al desarrollo desde este punto de vista, entonces, terminan negando toda posibilidad de avance, todo cambio o transformación, mientras se apoyan en dos ideas que, no por extendidas, dejan de ser igualmente falaces. 

            La primera es la confusión de los fines con los medios o, para decirlo más exactamente, la de atribuir a ciertos medios técnicos, invenciones o herramientas, una intencionalidad que de ninguna manera poseen. La confusión surge cuando se hace recaer la culpa, por ejemplo, en el medio utilizado y no en la persona que lo utiliza: 

            es verdad que, por ejemplo, el internet puede resultar una herramienta eficaz para cometer ciertos delitos, pero el problema está en el delincuente -en sus intenciones- no en los recursos que emplea para lograr sus fines. Una persona con propósitos delictivos podrá recurrir al internet, o al teléfono, o quizás simplemente a la expresión oral, de acuerdo a la situación en que se encuentre. Culpar al medio carece por completo de sentido: 

            si por eso fuera habría que prohibir o controlar severamente el uso de los cuchillos de cocina, las tijeras o los martillos; con todos ellos se pueden cometer, y se han cometido muchas veces, horrorosos homicidios. 

            La segunda falacia consiste en atribuir al pasado de la humanidad unas características idealizadas que nunca ha tenido. Esta tendencia está tan arraigada entre la gente que ha sido capaz de dar origen a dos mitos, ampliamente difundidos: 

            el de la Edad de Oro y el del Buen Salvaje. 

            En el primer caso se atribuye a la humanidad un pasado glorioso, una época mítica y dorada de la cual todos descendemos siguiendo un largo proceso de decadencia. En el segundo se postula que las tribus y las sociedades menos tecnificadas viven en una especie de "mundo feliz", en armonía entre sí y con el medio ambiente, en paz y solidaridad. Se olvidan así los abrumadores testimonios de la antropología que muestran un mundo prehistórico de privaciones y pobreza, de guerras y agresiones, de aislamiento y enfermedad. Lo paradójico de esta actitud, nostálgica e idealista, es que la proponen siempre intelectuales que gozan de todas las comodidades modernas y que no soñarían en renunciar, ni por un minuto, al uso de su teléfono celular o de su computadora portátil, no digamos ya a la electricidad o al desodorante. Se nos podrá replicar, ciertamente, que no se trata de llegar a estos extremos. Que lo que se busca es un cierto equilibrio, mediante la reflexión, que nos acerque a un desarrollo más "humano", o que nos haga balancear apropiadamente los costos y los beneficios de tal proceso. Pero, en este caso, ya no estaremos compartiendo la crítica radical y absoluta de esta posición extrema sino, probablemente, aceptando alguna de las posiciones que seguidamente pasamos a comentar. 

            2.2. Los Catastrofistas 

            De una naturaleza diferente es la oposición al desarrollo que presenta el variado grupo de quienes podrían ser llamados, sin exageración, catastrofistas. Más frecuentes hoy que hace cien o doscientos años, estos analistas no recusan al desarrollo en sí, como crecimiento económico, sino las consecuencias que este proceso supuestamente tiene, o podría llegar a tener si se dieran ciertas circunstancias. Los catastrofistas no constituyen un grupo homogéneo sino que son tan variados y diferentes como las multiformes amenazas a la vida humana que nuestro cerebro es capaz de concebir. Los pronósticos pesimistas ciertamente abundan. Son muchas, y muy autorizadas, las voces que no han cesado de augurarnos desgracias sin límites, desde los horrores de la superpoblación hasta las hambrunas generalizadas, desde la contaminación irreversible del planeta hasta el agotamiento de los recursos minerales o la ruptura del equilibrio de los principales ecosistemas. Quien tenga un poco de memoria podrá recordar que, hacia 1970, era frecuente predecir un fin de siglo dominado por la superpoblación, donde una humanidad integrada por 7.000 u 8.000 millones de habitantes se disputaría los pocos alimentos disponibles, con su lógica secuela de conflictos y guerras generalizadas. Poco después llegaron los pronósticos pesimistas sobre el agotamiento irreversible de los recursos petroleros, que haría posiblemente colapsar nuestra civilización industrial, y luego las advertencias sobre la deforestación, la contaminación de los océanos y la desaparición generalizada de especies. Hoy, como se sabe, el turno le ha tocado al calentamiento global, la reducción de la capa de ozono o la extensión de la epidemia del SIDA. Es cierto que, detrás de cada una de estas vaticinadas catástrofes, había siempre algún problema real y concreto al que prestar atención. Pero ese no es el punto: 

            una cosa es aceptar y comprender que la existencia y la prosperidad de la humanidad depende de muchos factores y está sujeta a múltiples peligros; otra cosa, por entero diferente, es predecir el colapso general a partir de algunos pocos datos, recomendar medidas heroicas para combatir amenazas remotas o no comprobadas, pedir que cese todo desarrollo -como hacía por ejemplo el famoso Club de Roma en los años sesenta, cuando propugnaba el llamado "crecimiento cero" para los países más adelantados. Si todos estos pronósticos han fracasado estrepitosamente, si nuestro mundo es hoy más limpio, menos hambriento, más pacífico de lo que era hace treinta o cuarenta años - como podremos ver a lo largo de este libro- es porque hay algo muy equivocado en el método que ciertos analistas utilizan para elaborar sus pronósticos. El error básico consiste en una simplificación, bien conocida por matemáticos y estadísticos, que hace suponer al pronosticador que las tendencias que él percibe en el presente seguirán actuando, de modo inmodificado, en un plazo bastante largo del porvenir. Se calcula así la población futura, por ejemplo, adoptando la suposición de que la tasa de crecimiento actual seguirá inalterada. Al extrapolar de ese modo los datos actuales se pierden de vista un problema fundamental: 

            la mayoría de los fenómenos biológicos y sociales no actúan linealmente, reproduciéndose sin cesar en la misma dirección, sino que tienen mecanismos de autorregulación que los contienen dentro de ciertos límites. Hay infinidad de ejemplos que podrían ser evocados aquí: las tasas de natalidad de los pueblos tienden a descender cuando la densidad de población llega a un cierto punto y se crean condiciones nuevas que impulsan a las parejas a tener menos descendencia; un aumento de las presas hace crecer el número de predadores, lo cual, a su vez, produce un posterior descenso en el número de presas. Así, podríamos seguir abrumando al lector con ejemplos sacados del mundo de la biología o de las sociedades humanas que mostrarían con toda facilidad el efecto importante que tienen los procesos autorregulados en el mundo en que vivimos. Pero no se trata sólo de esto. Lo que los apocalípticos no toman en cuenta es que los datos que tanto les preocupan son conocidos también por otra gente que, por cierto, no se cruza de brazos pasivamente ante las amenazas que perciben. Si un río comienza a contaminarse, por ejemplo, los efectos se hacen sentir pronto entre las personas que habitan cerca de sus riberas, entre quienes lo utilizan para fines comerciales, recreativos o de transportación. Pronto surge un clamor que llega con fuerza, especialmente si la sociedad es abierta y democrática, hasta legisladores y alcaldes, empresarios y científicos. La gente, ante los problemas que va sufriendo, reclama que se haga algo, que se tome algún tipo de medidas para que se reduzca o se elimine la contaminación. Al final, después de un tiempo variable, la solución siempre llega: quien conozca lo sucedido con el Támesis -el río que atraviesa Londres- o en Pittsburgh -la que fuera capital del acero en los Estados Unidoscomprenderá que la gente es capaz también de prevenir las catástrofes que se podrían estar formando en el lejano horizonte, que las sociedades humanas, por su propia complejidad, son capaces de respuestas mucho más apropiadas y flexibles que las simples recomendaciones que generalmente hacen los planificadores. 

            2.3. El Marxismo 

            De muy diferente intención son las críticas al desarrollo que, en su momento, elaboraron Carlos Marx y sus muchos seguidores. Marx, que escribió lo principal de su obra a mediados del siglo XIX, no se oponía por principio al desarrollo ni estaba preocupado - como hombre, al fin, de su tiempo- por problemas ecológicos o por el agotamiento de los recursos naturales. Muy por el contrario, algunas de las páginas más favorables al desarrollo económico han sido precisamente escritas por él, en una obra que -por cierto es ampliamente conocida en todos los idiomas: el Manifiesto Comunista. En este breve trabajo, escrito en 1848 junto con Federico Engels, Marx llama a la sociedad surgida de la revolución industrial "la moderna sociedad burguesa" y le prodiga a la burguesía, la clase social que forman los capitalistas, elogios que muchos se asombrarán de encontrar en sus escritos: "La burguesía [...] ha sido la primera en demostrar lo que puede realizar la actividad humana: ha creado maravillas muy distintas a las pirámides de Egipto, a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha realizado campañas muy distintas a las migraciones de los pueblos y a las Cruzadas." "Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores" "Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras." "La burguesía, ... ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas". Marx, como se ve, aprecia positivamente y pinta con bastante exactitud, empleando un inocultable tono de triunfo, el panorama que se presenta una vez que comienza el desarrollo. A pesar de esto, su crítica no deja de ser extrema: 

            piensa que es solamente la burguesía la que se apropia de los frutos del proceso condenando a la mayoría de la humanidad -a la clase de los proletarios, dirá él- a una creciente pobreza, agudizando unas contradicciones que llevarán, con el tiempo, al colapso del sistema y a la emergencia de un nuevo tipo de sociedad, la socialista. Las premisas de su argumento -como surge de la exposición anterior y como mostraremos con más detalle en páginas siguientes- son, sin duda, completamente falsas. Ni la propiedad se ha concentrado en pocas manos en el siglo y medio que ha pasado desde el Manifiesto, ni la humanidad es más pobre hoy de lo que era hace ciento cincuenta años. Allí donde se ha dado el desarrollo, por el contrario, han disminuido notablemente las diferencias de ingresos, han desaparecido las distancias sociales que permitían hablar, en su momento, de la existencia de "clases" sociales separadas, y el progreso ha seguido la marcha impresionante que, eso sí, describió acertadamente Marx. Es cierto que, en las regiones aún poco desarrolladas, gran parte de la población vive todavía en preocupantes condiciones de pobreza. Pero eso ocurre no por culpa de un crecimiento económico que apenas si ha llegado a esas sociedades sino, precisamente al contrario, por razón de la ausencia de un desarrollo capaz de superar el tradicional estancamiento en que en esos lugares se vive. Estas falsas premisas del marxismo -que eran, más exactamente hablando, previsiones del tipo catastrofista, como las que vimos en el apartado anterior, aunque de índole social- llevaron por supuesto a conclusiones también erradas. No hubo en ningún momento una lucha violenta y total entre "burgueses y proletarios", ni hubo tampoco ninguna revolución social del tipo que Marx anunciara. Las que ocurrieran en Rusia, en 1917, y luego en China, Cuba, Vietnam, Nicaragua y algunos pocos países más, fueron más bien revoluciones campesinas, o guerras de tipo nacionalista, o golpes de estado dados dentro de procesos revolucionarios de cambio -es cierto- pero que buscaban más la democracia "burguesa" y el crecimiento económico capitalista que un nuevo modelo socialista de producción. Y estas experiencias, que llevaron a un nuevo modo de organización socioeconómica, sirvieron a la postre para mostrar las debilidades profundas de la visión socialista del desarrollo. 

            El socialismo no estuvo a la altura de sus promesas, de los sueños que despertó y las energías que suscitó. Porque, como decíamos en el capítulo anterior, los países socialistas no pudieron superar, realmente, a sus contrapartes capitalistas. Ni lograron mayor democracia y libertad, pues desembocaron ineluctablemente en opresivas dictaduras de los partidos comunistas y de sus endiosados líderes, ni alcanzaron tampoco el desarrollo económico que, se suponía, sería promovido por unas fuerzas productivas liberadas de las restricciones de la propiedad privada. Los comunistas lograron poner satélites en órbita y fabricar poderosas armas nucleares, sobrepasaron en producción de acero a los países capitalistas y socializaron por completo la salud, la educación y la previsión social, pero estas realizaciones se parecieron más a las pirámides de Egipto que al vigoroso crecimiento que mostraban las naciones de economía libre. La Unión Soviética, abarcando las tierras que fueran en otro tiempo "el granero del mundo" no pudo llegar siquiera a autoabastecerse de cereales; la cartilla de racionamiento y las colas eran la forma usual que tenían los consumidores de acceder a unos bienes de consumo que eran toscos, escasos y tecnológicamente atrasados; la atención a la salud, si bien universal en su alcance, era generalmente deficiente y bastante diferente según los estratos sociales; en la educación, aunque en teoría al alcance de todos, se aplicaban filtros ideológicos que no permitían a cualquiera llegar a los niveles superiores; hasta la igualdad social, proclamada de modo tan altisonante, se convirtió rápidamente en un mito, en algo más aparente y formal que efectivo y real, pues los funcionarios del partido tenían a su disposición multitud de bienes que se negaban al ciudadano común, acceso a tiendas especiales y un poder político que los distinguía siempre de los demás. No extrañará entonces que el comunismo, como camino de desarrollo, haya sido abandonado ya en casi todas partes, no como producto de guerras o invasiones externas sino por el hastío y la falta de esperanzas de unos pueblos condenados a una vida sin posibilidades de progreso. 

            2.4. Los Tercermundistas 

            La posición que reseñábamos en 2.1 resulta, si se la examina con un poco de atención, profundamente conservadora y elitesca. Son los pobres los más interesados en que haya una producción abundante y barata de bienes, quienes se benefician más directamente de la masificación de la producción. Los ricos siempre habían tenido artesanías bien trabajadas con las que podían satisfacer muchas de sus necesidades, perfumes elaborados a mano, finos artículos de vestimenta, delicados calzados y coches de caballos para trasladarse. A los pobres les tocaba ir a pie, muchas veces descalzos, utilizar burdas telas y conformarse con lo poco que podían conseguir. Hay algo de nostálgico, pues, entre quienes se oponen de raíz al desarrollo: no en vano el mismo Marx llamaba "socialistas feudales" a los movimientos y personas que pretendían el regreso a un pasado que la revolución industrial había sepultado definitivamente. En tiempos más recientes, sin embargo, el mito del "buen salvaje" ha adquirido formas que también se asemejan de algún modo a las de esas críticas frontales que describíamos en la sección 2.1. Claro, ahora no se evoca ya el pasado preindustrial de las sociedades europeas sino que el centro de la atención se coloca en otro punto: en la defensa de las culturas supuestamente amenazadas por las formas más modernas del proceso de desarrollo. Ya el socialismo soviético, especialmente después de Stalin, había mostrado una reluctancia profunda a la asimilación de productos y costumbres que sus líderes calificaban como "imperialistas". Ni la Coca Cola ni la moda eran muy bien recibidos en la URSS, y mucho menos en la China de Mao o en la Camboya de Pol Pot, donde se consideraba de hecho un delito el conocer idiomas occidentales. Más que enfatizar los valores modernos que Marx había apoyado en su crítica al feudalismo, estas revoluciones tenían un tinte nacionalista que las llevaban a un discurso premoderno, defensor de la tradición, opuesto a casi todos los cambios asociados a las economías de abundancia características de Occidente. Hoy, que vivimos en un mundo cada vez más integrado y conectado, donde ha desaparecido el comunismo como punto de referencia ideológico, estas mismas críticas subsisten aunque transformadas y mucho más moderadas en su forma. Son muy raras las personas que hablen ahora de "la revolución" o el comunismo, pero abundan las críticas cerradas al proceso de globalización y de crecimento económico. El comercio internacional es objetado violentamente a veces -como lo muestran las manifestaciones que se organizan cuando se reúnen ciertos foros de discusión internacionales- y no faltan las personas que nos advierten de la destrucción de valores y de tradiciones culturales que trae la expansión de la economía mundial. En esta misma línea de argumentación se acusa a las trasnacionales, a la publicidad, a la difusión de productos y a los medios de comunicación del trasladar sus valores a las poblaciones que hasta ahora habían permanecido ajenas al proceso de globalización. Se les recomienda en consecuencia a los países pobres que busquen modelos alternativos de desarrollo, más equilibrados y humanos, que puedan evitar los supuestos males de las sociedades industriales. 

             Olvidan estos críticos que el proceso de difusión de productos, costumbres y valores es, en lo fundamental, un proceso autónomo, libre y espontáneo. Los restaurantes de comida rápida y los desodorantes se difunden no porque nadie los imponga sino porque las personas muestran un apetito insaciable por estas invenciones, vivan en Szechuan o en Boston, en Karnataka o en Amsterdam, en las selvas amazónicas o al pie de los Himalayas. La publicidad acelera a veces este proceso de difusión, despertando deseos que estaban latentes en las personas, pero no es capaz de alterar las inclinaciones básicas ni las motivaciones del público al que llega. Ni la intensa propaganda comunista de otras décadas, ni la prédica a favor de recompensas "no materiales", pudo por eso transformar a la gente: si Mao logró que todo el mundo vistiese de la misma manera no fue a través de la publicidad o del convencimiento gradual sino por medio de la fuerza, de la misma fuerza estatal que -sin mesura- aplastó toda oposición en China y en otros países de régimen político semejante. Este tipo de crítica a la globalización, por otra parte, asume como cierta una falsa premisa: 

            pretende que dicho proceso lleva a una uniformidad de la producción y del consumo. Nada más equivocado. Como lo muestran quienes se han dedicado a estudiar seriamente este tema, la globalización no es impuesta por nadie y no desemboca en una gris repetición de los mismos productos, sino que avanza, en gran medida, basándose en la diferenciación de lo que se ofrece. Los mercados se segmentan para satisfacer mejor los gustos del consumidor -para de ese modo, naturalmente, poder vender más- no sólo a nivel mundial sino dentro de un mismo país y atendiendo a las preferencias según género, edad, poder adquisitivo, ideas religiosas y cien otros factores más. Muchos productos, como los automóviles o las computadoras, por ejemplo, se pueden adaptar fácilmente a las necesidades de cada comprador mientras que otros, que se venden en los estantes de los supermercados, se ofrecen en infinitas variadades de tamaño, gusto, color, sabor y perfume. Proponer que los países más pobres y menos desarrollados inventen un nuevo modo de hacer las cosas -todavía indefinido- es una forma de impedir, aunque con argumentos aparentemente altruistas, que sus habitantes tengan acceso a los bienes y servicios que ya otros disfrutan y que ellos sinceramente desean. Oponerse a la integración, al comercio internacional y al libre movimiento de bienes y capitales es, en definitiva, la mejor forma de congelar el status quo presente y mantener en su posición actual a quienes están más rezagados. 2.5. La Desazón por lo Social. El Desempleo El crecimiento económico, especialmente cuando se acelera y comienza a abarcar nuevos sectores productivos, produce inevitablemente desajustes, inquietud y hasta intensos conflictos. Costumbres y tradiciones de todo tipo se ven afectadas, provocando la normal resistencia al cambio que tan bien conocen los sociólogos. Algunos grupos y sectores sociales se ven o se sienten perjudicados, emergen nuevos problemas -como los de la contaminación o el excesivo crecimiento urbano- y una sensación de inseguridad se expande dentro de sociedades que tienen que hacer frente a problemas desconocidos hasta entonces. Estos son males consustanciales al cambio y al crecimiento, problemas hasta cierto punto inevitables que constituyen el costo que hay que pagar por innovar y modificar las antiguas formas de hacer y de pensar. Es lógico que la gente los señale, se queje de ellos y se preocupe: esa es la mejor forma de encontrarles solución, de ir produciendo los necesarios correctivos, personales y sociales, que favorezcan la adaptación. Dentro de este proceso de cambios, que es indudablemente muy complejo, destacan algunos problemas sociales que los críticos suelen señalar con particular énfasis, en parte por la importancia que realmente tienen, en parte también, como veremos, por los mitos que se han ido creando a su alrededor. Uno de ellos es el de la desigualdad creciente y la extensión de la pobreza, que suele esgrimirse para descalificar, muchas veces, al propio crecimiento en su conjunto. 

            Por su importancia y por la complejidad que posee lo habremos de tratar, con más detenimiento, en el capítulo 4. Otro, en cambio, el problema del desempleo, se menciona en forma recurrente como un punto oscuro en el proceso de cambio, como una terrible amenaza capaz de poner en tela de juicio el mismo concepto de desarrollo. Como se basa en una percepción visiblemente equivocada de la realidad, parecida a otras de las comentadas en este capítulo, habremos de abordarlo seguidamente, para concluir con el análisis de los juicios errados que se repiten insistentemente sobre el tema. Ya hemos mencionado, páginas atrás, la resistencia violenta que opusieron los ludditas al comienzo de la industrialización en Inglaterra. Las máquinas se destruían como si fueran enemigas del hombre, porque eliminaban puestos de trabajo y hundían en la miseria a cientos de obreros y artesanos. Dejemos de lado ahora el recurso a la violencia, que tan poco útil resultó en este caso, y vayamos al fondo del problema: 

            ¿qué razón, que lógica había detrás del argumento que movía a la lucha? 

            A pesar de las apariencias diremos que, en realidad, ninguna. No puede negarse que la introducción de una máquina, una herramienta o algún procedimiento que reduzca el esfuerzo humano que hay que hacer para producir algo signifique que se prescinde de uno o más puestos de trabajo. Lo que antes hacían diez personas, por ejemplo, ahora puede hacerlo apenas una. 

            ¿A dónde van a parar las otras nueve? 

            La primera impresión, si se toman las cosas de esta manera, es que un problema grave e irreversible se produce cuando se introduce cualquier innovación tecnológica que, por su misma razón de ser, reduce la cantidad de trabajo requerida para la producción de determinados bienes. Pero las cosas adquieren una perspectiva diferente si no se analiza el caso individual de los trabajadores de una empresa sino lo que ocurre en la sociedad en su conjunto. ¿Puede suceder que, al introducir mejores formas de trabajo, la economía entera de un país salga perdiendo porque entonces se acrecienta el desempleo? La respuesta, obviamente, es que no, y ello por varias razones muy claras. Los cambios tecnológicos mencionados, antes que nada, producen un aumento de la productividad. Esto significa que la misma cantidad de personas producirá más bienes en una unidad de tiempo, con lo que se aumentará la producción general que está a disposición de la gente. Mayor productividad significa que habrá mejores salarios y que, por lo tanto, existirá una mayor demanda, es decir que se solicitarán más bienes y servicios. Esta nueva demanda no podrá satisfacerse, como es natural, simplemente con el aumento de los bienes que produce la mejora tecnológica: será una demanda general, de todo tipo de bienes que, entonces, llevará a la postre a un incremento en la necesidad de mano de obra que tienen todas las demás empresas de la economía. El empleo aumentará, no por supuesto en la rama de actividad que ha incorporado la nueva tecnología, sino en el resto de la economía, en el conjunto de la sociedad. Para el lector que piense que este razonamiento es algo complejo y difícil de probar, pues no sabemos hasta que punto la nueva demanda sea capaz de compensar el desempleo producido, la historia ofrece la más sencilla de las demostraciones: si el desempleo creado por las primeras máquinas en Lancaster no se hubiese compensado, y si al mismo se le hubiesen añadido más obreros desplazados por subsiguientes innovaciones, el paro total hubiese ido creciendo con el tiempo hasta llegar a magnitudes totalmente inmanejables. Dicho lo anterior en otros términos: 

            si la producción total fuese hoy del mismo volumen que la que había hace dos siglos es cierto que muy pocas personas se necesitarían para generarla, pero lo que ocurre es que la producción actual es cientos o miles de veces superior, por lo que se ha creado así empleo para las personas que han sido desplazadas de las industrias que se modernizan y para la mayor población que existe en la actualidad. Para ver el problema en términos concretos, y concluir demostrando la falacia de esta crítica, pensemos en lo que significa en la práctica cualquiera de los inventos modernos. Las computadoras, por ejemplo, han hecho innecesario el trabajo de millones de mecanógrafas, archivistas y empleados de oficina. Pero estas personas no están en la calle: la economía ha creado, entretanto, otros millones de nuevos puestos que incluyen vendedores de nuevos equipos, personal de reparación y mantenimiento, gente que crea software y, sobre todo, secretarias y empleados administrativos que con menos esfuerzo realizan muchas más tareas que sus predecesores. Lo anterior no significa que, desde un punto de vista particular, no se produzcan a veces graves problemas sociales como consecuencia de un cambio tecnológico, especialmente si éste se produce bruscamente y desplaza en poco tiempo a miles de personas que realizan la misma tarea desde hace tiempo. Los nuevos desempleados no tienen las habilidades que se necesitan para conseguir nuevos puestos de trabajo -pues se han especializado en el manejo de máquinas, por ejemplo, que ya no se utilizan- y quedan por lo tanto en una situación muy delicada y preocupante. Toda sociedad, sin duda, debe mostrar la suficiente sensibilidad como para enfrentar de modo decidido este tipo de problemas. Pero la respuesta, que no cabe detallar aquí, no puede consistir en hacer más lento el progreso tecnológico o en reducir el volumen total de la producción: es justamente este progreso el único elemento capaz de crear las condiciones para que las personas que han perdido su trabajo puedan encontrar otro que sea más apropiado a sus aptitudes. 

            Capítulo 3: La Calidad de Vida que Proporciona el Desarrollo 

            En el capítulo anterior hemos pasado revista a las principales objeciones que se suelen formular al proceso de desarrollo. Puede quedar en el lector la inquietud, sin embargo, de que los frutos del crecimiento económico no son tal vez tan importantes como lo sugerimos en nuestra exposición, que su impacto real en nuestra vida cotidiana resulta dudoso o que tiene efectos colaterales negativos que no tomamos en cuenta con suficiente seriedad. Esta actitud de reserva se justifica plenamente desde el punto de vista del método científico y a ella nos proponemos responder en las páginas que siguen. La exposición que haremos nos parece especialmente necesaria porque, ante nuevas tecnologías, invenciones y productos, tendemos a perder de vista -por un natural efecto de acostumbramiento- la forma en que resolvíamos nuestras necesidades en un tiempo anterior. Damos por sentado que dispondremos, por ejemplo, de energía eléctrica en nuestros domicilios, lo vemos como algo absolutamente natural y necesario: tonta parecería la persona que se asombrase de que, al mover un simple interruptor, se encendiese la luz en su habitación. Pero el proceso por el cual podemos operar esta pequeña maravilla, que a nuestros antepasados les resultaría poco menos que milagrosa, no tiene por supuesto nada de natural ni de simple. Para que las cosas ocurran de tal manera se necesita de una industria eléctrica basada en centrales que pueden aplicar tecnologías muy diversas, de un tendido de redes de miles de kilómetros, de una cuidadosa instalación en nuestros hogares, de fábricas que producen los artefactos que conectamos a los circuitos, de un mantenimiento continuo y de una actividad administrativa y gerencial de la que muy poco conocemos. Nuestra rutina diaria esta repleta de estos silenciosos prodigios que no somos capaces de apreciar sino cuando, por circunstancias excepcionales, nos vemos privados de ellos. Sólo cuando se produce un apagón nos damos cuenta de que nos hemos quedado de pronto sin televisión y sin música, probablemente sin calefacción o aire acondicionado, sin refrigerador y sin computadora, tal vez sin la posibilidad de cocinar y, si es de noche, sin luz en nuestras habitaciones. Nos vemos obligados entonces a encender velas - ineficaces, vacilantes y hasta peligrosas- a esperar en la penumbra que nuestra vida pueda regresar a las comodidades y amenidades en las que nunca solemos pensar. Por estas razones creemos que vale la pena dedicar este capítulo a revisar algunos ejemplos de esos adelantos modernos, típicos de las sociedades industriales en que vivimos, que de un modo tan completo rodean nuestra vida. Claro está, son tantas y tan variadas las invenciones que utilizamos que, por fuerza, nos veremos obligados a presentar sólo una pequeña muestra de todas las existentes. Nos detendremos por eso sólo en algunos ejemplos que nos parecen útiles para comprender lo que en realidad significa el desarrollo en la vida cotidiana, el modo en que algunos productos -escogidos entre la casi infinita variedad que está a nuestro alcance- nos permiten ampliar los límites de una existencia cada vez más sana y más plena de posibilidades. 

            3.1. Una Primera Imagen 

            Para comenzar, echemos una mirada de conjunto a nuestras condiciones actuales de vida, complementando así la presentación que hacíamos al inicio de este libro. No hay necesidad, no hay deseo, capricho o actividad humana, que no haya sido afectado tremendamente en los últimos cien años por los avances de la tecnología y de la ciencia, por los productos de centenares de miles de empresas que nos brindan la posibilidad de vivir nuestra vida de un modo diferente al que lo hacían nuestros antecesores. Algunos de estos cambios son tan amplios y conocidos, tan aparentes y fáciles de percibir, que nos eximen de comentarlos en profundidad: los medios de transporte y comunicación, los antibióticos, las vacunas y la cirugía moderna, los plásticos y la energía eléctrica, están por todas partes y satisfacen de una manera directa algunas necesidades básicas que tenemos todas las personas: prevenir y curar enfermedades, comunicarnos con nuestros semejantes, desplazarnos a los lugares en que queremos estar. 

            ¿Quién no nombrará, entre los adelantos de nuestra era, al automóvil o al avión, a los teléfonos, las computadoras o los equipos domésticos que, como las neveras o las lavadoras de ropa, parecen ser ya parte inseparable de nuestro entorno? 

            Es bueno recordar que, con respecto a todas estas innovaciones, los cambios se han ido acumulando de una manera rápida pero generalmente imperceptible, en un proceso continuo en que la demanda de los consumidores, la competencia entre las empresas y la investigación tecnológica se han retroalimentado de un modo positivo y a veces hasta imprevisto. La mayoría de las grandes invenciones que han revolucionado nuestra vida son el producto de la acumulación de otros inventos anteriores que, combinados adecuadamente, han resultado en productos realmente nuevos. Ante ciertas necesidades de las personas -la demanda potencial de los consumidoreshan aparecido técnicos e inventores que, estudiando los recursos disponibles en cuanto a tecnología, materiales y sistemas de producción, se han ocupado de encontrar formas de combinarlos de modo de crear nuevos bienes. La computadora personal que hoy tanto usamos, por ejemplo, es la síntesis del tubo de rayos catódicos con el teclado propio de la máquina de escribir, del chip que integra complejos circuitos en un espacio muy reducido, los plásticos, la tecnología del audio desarrollada previamente por la radio, la máquina de calcular y decenas de otros inventos más. El automóvil, si vamos a otro caso, fue originalmente la sumatoria de los eficientes carruajes a tracción animal de fines del siglo XIX con el motor de combustión interna desarrollado en esa misma época. Pero ni la computadora ni el automóvil -ni la máquina de lavar, el teléfono o el desodorante- se inventaron de una sola vez y para siempre: 

            ha habido un incesante perfeccionamiento que va desde los primeros modelos hasta los productos actuales, una continua modificación que trata de satisfacer los deseos de los consumidores tal como se expresan en el mercado, responde a las investigaciones de los ingenieros y se concreta gracias a las inversiones de los empresarios. Los carros de hace un siglo, para volver a nuestro ejemplo, eran increíblemente menos potentes, cómodos y seguros que los actuales. Todavía recuerdo el intenso olor a gasolina que, al subirme a uno de ellos, me mareaba cuando yo era niño, lo que costaba que mi pequeño automóvil -ya en los años setenta- llegara a 80 kilómetros por hora, la ausencia casi absoluta de dispositivos de seguridad que tenían esas máquinas o el laborioso y frecuente mantenimiento que había que hacerles. Lo mismo puede decirse, sin duda, de los teléfonos: 

            tal vez algún lector de suficiente edad recuerde lo fastidioso que resultaba hacer girar el disco para marcar un número cuando éste comenzaba a aflojarse o atascarse, los avatares y las demoras de una simple llamada de larga distancia nacional, lo fantástico que hubiera parecido -hace apenas treinta años- la posibilidad de hacer una llamada desde la playa o desde un estadio deportivo. Una de las cosas verdaderamente notables de estos avances es que se han producido - salvo escasas excepciones- de un modo básicamente espontáneo y hasta casi caótico, podríamos decir. Es verdad que en muchos países se han impuesto normas y regulaciones respecto a la seguridad y la higiene de los productos, pero estas prescripciones han aparecido casi siempre a posteriori, después de que muchas industrias ya las hubiesen introducido, y no han servido para señalar, por eso, el curso de la evolución de los productos. No ha habido ninguna institución política, ninguna instancia central de planificación o control que haya obligado a las empresas a cambiar el discado analógico por el digital, ninguna presión pública para que se reemplazasen los neumáticos con cámara por los más confiables que usamos hoy. Los consumidores, actuando individualmente, es decir, prefiriendo en sus compras a una marca en vez de otra, a un modelo antes que otro, han sido los verdaderos promotores de este proceso de cambios: ellos han demandado insaciablemente algunos productos y no otros, han demostrado en la práctica por cuales innovaciones preferían pagar algún dinero más, han señalado a las empresas hasta dónde les parecía razonable preocuparse en materia de seguridad, higiene y control de calidad. Las empresas, mansamente, han tenido que seguir estas inclinaciones a veces caprichosas de la gente: 

            han demorado la producción de algunos artículos que la gente no parecía apreciar suficientemente y se han concentrado, en cambio, en algunas mejoras que el mercado demandaba con intensidad aunque a primera vista no pareciesen tan importantes: 

            un refrigerador que no necesitara descongelarse, por ejemplo, o unos anteojos más livianos, un detergente que no dañase las manos o unos cuchillos que no tuviesen que amolarse a cada rato. Veamos entonces, siguiendo esta pista, algunos de los productos que los consumidores han preferido insistentemente a lo largo de los años. Ellos nos permitirán conocer mejor no sólo cómo funciona el proceso de desarrollo en los hechos sino, además, comprender más a fondo lo que la gente piensa que son sus verdaderas necesidades, aquello por lo que -más allá de cualquier declaración verbal- está dispuesta a hacer el obvio sacrificio de entregar su dinero a cambio. 

            3.2. Belleza y Salud 

            Desde la invención del peine, allá en los lejanos días del neolítico, pocos artículos han creado una revolución tan grande en nuestra higiene personal como la producción masiva de jabón de tocador. Es verdad que el proceso básico de su elaboración se conocía desde hace algo más de dos mil años, pero fue sólo a partir del siglo XIX que se encontraron métodos modernos para lograr un producto relativamente barato, de aspecto y aroma agradables, que pudiera producirse en grandes cantidades. De allí en adelante comenzó a acelerarse un proceso de difusión que, hasta entonces, había operado con invariable lentitud. El jabón, el simple y sencillo jabón, mostró enseguida su enorme capacidad para revolucionar hábitos e incorporarse como parte inseparable de nuestras vidas: 

            al aparecer un producto económico que permitía una higiene muy superior a la acostumbrada se redujo drásticamente la mortalidad infantil -pues las comadronas, sólo con lavarse bien las manos, dejaron de transmitir un sinnúmero de enfermedades a los recién nacidosdisminuyó en parte el contagio de muchas dolencias y se hizo más limpio y saludable el procesamiento de todo tipo de alimentos. No en vano el conde Justus von Liebig, un afamado químico, llegó a afirmar que la cantidad de jabón consumida por una nación era la mejor medida de su riqueza y grado de civilización. Pero, y esto es fundamental para comprender la forma en que actuamos como consumidores, la gente no utilizó el jabón sólo por sus propiedades higiénicas y sanitarias: las personas querían sentirse bien consigo mismas, limpias y presentables ante los demás, y querían también que el producto que compraban fuese agradable a la vista y al olfato, bien envuelto y diseñado. Cuando un consumidor compra una pastilla de jabón - y lo mismo vale, para el caso, si se trata de un automóvil, un lápiz o un par de zapatos- lo que tiene en mente no es la satisfacción de una simple necesidad material y práctica. El ser humano quiere algo más: no sólo quiere tener un objeto que lo proteja del frío o de la lluvia sino que busca prendas de vestir que le gusten, que sea capaz de mostrar a los demás con cierta satisfacción, que pueda cambiar según las ocasiones o su estado de ánimo. Pretende a veces estar a la moda o mostrarse original, quizás impresionar o pasar desapercibido, pero en todos los casos le interesa agradar, ser tomado en cuenta, ser aceptado a través de lo que lleva puesto, consume o usa. 

            Por esta misma razón el mercado para los productos higiénicos, cosméticos y de belleza se expandió -y aún continúa en rápido crecimiento- apenas la tecnología y la industria moderna permitieron su producción masiva y relativamente barata. Desde tiempos inmemoriales, desde la prehistoria, para ser más exactos, los seres humanos han buscado siempre perfumes y lociones, cremas, óleos y ungüentos, productos desodorantes, talcos, esmaltes y tinturas, detergentes, jabones, champús y enjuages, dentífricos y afeites de todo tipo. Ha sido, sin embargo, sólo en tiempos recientes, que tales productos se han colocado a disposición de la gran mayoría de los consumidores: antes fueron artículos exquisitos, de muy alto costo, a los que sólo podían tener acceso los ricos y poderosos, en sociedades donde la desigualdad se expresaba en abismales diferencias de posición social, bienestar y prestigio. A medida que progresaba la investigación científica y que las empresas, más conscientes y más en sintonía con los gustos de los consumidores, iban comprendiendo la forma en que estos se comportaban, comenzaron a aparecer algunas innovaciones que resultan ahora triviales pero que en su momento significaron la incursión por nuevos derroteros. Un salto en este sentido fue, por ejemplo, la inclusión de fluoruro en las cremas dentales, lo que ha logrado una virtual desaparición de la caries, otrora la enfermedad bucal más difundida, entre las nuevas generaciones. Así, con aditivos específicamente diseñados, con colores y perfumes seleccionados cuidadosamente, con fórmulas investigadas y analizadas científicamente, se han ido logrando productos que son más saludables y a la vez más agradables de consumir. Dos ejemplos más, para cerrar esta sección, servirán para destacar algunas necesidades de las que la gente poco habla pero que son de tremenda importancia para una vida cotidiana confortable: los pañales desechables y las toallas higiénicas de uso femenino. Llama la atención ver cómo, a pesar de su costo relativamente alto, ambas innovaciones se han difundido a una velocidad asombrosa aún entre las personas de más escasos recursos, al punto que pudiera decirse que, en casi todas las áreas urbanas del planeta las personas sienten que su uso es prácticamente "obligatorio". No hace falta decir que tal obligatoriedad es de la persona ante sí misma, o ante el grupo humano inmediato que la rodea: parece virtualmente imposible hoy volver a los viejos métodos, engorrosos y antihigiénicos, aunque haya que sacrificar a veces otros consumos para poder tener acceso a las nuevas mercancías. Pero para quien haya hecho la experiencia de haber lavado uno a uno decenas de pañales todos los días, por ejemplo, la explicación de estas preferencias no tiene nada de misterioso ni puede atribuirse a la inducción publicitaria: el trabajo es tedioso y desagradable, los resultados siempre imperfectos, la exigencia continua y apremiante. Un producto desechable, higiénico y en constante mejoramiento resulta sin duda una verdadera liberación, tal como lo han mostrado los protectores femeninos para las mujeres que, desde poblaciones de la India hasta remotas aldeas africanas, sienten que ahora no son excluidas de su comunidad por el simple hecho de padecer la menstruación. 

            3.3. Siempre en Contacto 

            Tan íntimo como un desodorante o un maquillaje, tan indispensable como el alimento o el vestido, es para muchos el teléfono celular. La gente de todo nivel social se esfuerza por tenerlo y muchos que viven en una situación económica precaria se privan de otros bienes para poder mantener sus suscripciones al día. ¿Por qué esta innovación se ha difundido a un paso tan rápido, tan asombroso? No hay duda de las ventajas prácticas que, para los negocios, brinda un adminículo que nos permite la comunicación instantánea con asociados, clientes y proveedores, que nos libera de la tiranía de la localización física de la oficina y nos permite intentar el sueño de realizar varias cosas simultáneamente. Lo mismo puede decirse de las personas que, por carecer de teléfonos fijos debido a dificultades de instalación, apelan a este recurso para sustituir un bien al que de otro modo no tendrían acceso. Pero hay algo más: los celulares o teléfonos móviles son usados hoy por muchas personas que no se desenvuelven en el mundo de los negocios o que, por diversas razones, suelen permanecer en un mismo sitio durante varias horas, sin aparente necesidad de recurrir a este tipo de contacto con los demás. La gente, sin embargo, adora los celulares con pasión mucho más allá de las soluciones prácticas que aportan. Se llama por teléfono no sólo para resolver negocios sino para saber cómo suena la voz de la persona que amamos, para preguntar si hace falta pasar por el automercado a comprar leche, para que escuchen cómo el bebé se ríe por primera vez, para confirmar si cerramos la ventana antes de salir, para conocer anticipadamente el resultado de un examen, una visita médica o el monto exacto de un cheque. El hombre es un ser social, no cabe la menor duda, y necesita el contacto frecuente con sus allegados para reafirmar sus lazos afectivos, para sentirse parte de una relación amorosa, familiar o amistosa, para consolidar su pertenencia a los grupos en que participa. De este comportamiento típico de la especie han surgido, en última instancia, innovaciones tecnológicas y sociales como el correo, el telégrafo, la radio y el teléfono. El crecimiento económico ha ampliado enormemente estas facilidades de comunicación y lo ha hecho en esencia porque el público -como exigente consumidor- así lo ha pedido. No es de extrañar entonces la velocidad con que se han sucedido los adelantos en este campo que, comparado con otras tecnologías -como las de la vivienda o las de los viajes espaciales- ha progresado a un ritmo mucho mayor. Es por esa misma razón que las inversiones en el área de las telecomunicaciones crecen a una velocidad vertiginosa, aun en países que sufren recesiones económicas, y que es posible prever una sucesión de inventos y creaciones que continuarán con esta marcha ascendente: 

            ya el correo electrónico, por ejemplo, ha roto las que otrora fueran insalvables barreras a la comunicación entre seres distantes, abaratando increíblemente los contactos y haciéndolos por lo tanto más libres, fluidos, completos y espontáneos. Las tecnologías de la comunicación abarcan también la de los medios masivos: estos se han ido independizando de las restricciones nacionales o regionales -en la medida, también, en que se han eliminado muchas regulaciones y prohibiciones- con lo que se ha producido la emergencia de radios mucho más interactivas y de una televisión más variada y especializada, de alcance internacional, que poco a poco tiende a abaratarse. El inseparable complemento de la comunicación, el transporte, también ha seguido el mismo intenso curso de desarrollo, que ha resultado fundamental por dos razones: en primer lugar porque ha llevado hasta el desplazamiento físico ese deseo de contacto personal al que aludíamos en esta misma sección, satisfaciendo a la vez esa inherente necesidad de movilidad que parecen tener la mayoría de los seres humanos; en segundo lugar porque, al facilitar el comercio y reducir los fletes, ha abaratado de un manera sorprendente una gran variedad de mercancías, que hasta entonces sólo podían ser consumidas, masivamente, en las localidades en que se producían. No es necesario relatar, al lector actual, los prodigios de los medios de transporte que hoy están a su alcance. La mayoría los conoce y, muy probablemente, los ha utilizado por lo menos alguna vez. Lo que sí vale la pena destacar es que las tecnologías de transporte de carga sufrieron una revolución a fines de los años cincuenta cuando se comenzaron a utilizar los llamados containers, contenedores estandarizados de metal que podían colocarse sobre camiones y trasladarse fácilmente a los barcos mercantes. Esta innovación, que agilizó notablemente el comercio y redujo sus costos, se dio en el marco de un ambiente internacional que -poco a poco- fue inclinándose otra vez hacia el libre comercio, con la reducción gradual de los aranceles y de las barreras no arancelarias. Estos factores se conjugaron así para abaratar y difundir productos, para estimular el crecimiento económico y -por lo tanto- el bienestar de las personas. 

            3.4. La Inabarcable Diversidad 

            Los productos del desarrollo, como los deseos humanos, son de una increíble variedad y profusión. A pesar de una extendida imagen que se hizo común hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, la producción moderna para nada es uniforme o estandarizada. Es cierto que, durante las primeras décadas de la revolución industrial y en las fases iniciales de introducción de nuevos productos, la mayoría de las empresas prefirió concentrarse en muy pocos modelos para abaratarlos y poder venderlos en grandes cantidades. En relación a este punto nos viene enseguida a la memoria una conocida anécdota: 

            consultado Henry Ford acerca de su modelo T, el primer automóvil que en verdad se produjo masivamente, él dijo que los consumidores podían comprarlo del color que quisieran "con tal de que fuese negro". La línea de montaje, la estandarización de las piezas y, en el fondo, las llamadas economías de escala, sólo permitían muy escasas alternativas al consumidor si que quería ofrecer un bien accesible al gran público. Pero, a pesar de lo que ha ocurrido en circunstancias como estas, la industria comprende -y ahora más que nunca- que el consumidor aspira a ser atendido del modo más personalizado posible. Sólo basta ir a un automercado bien surtido para comprender lo que de hecho significa esta afirmación: 

            cada marca elabora decenas de variedades de un mismo producto en diferentes colores, tamaños, aromas y sabores que se combinan de mil modos para acercarse así a las preferencias de cada individuo. No sólo hay leche con y sin vitaminas, descremada o entera, natural o con los sabores que prefieren los niños, sino también jugos de todas las frutas imaginables, algunos hasta con vitaminas y nutrientes especiales, salsan bajas en grasas o calorías, productos dietéticos y también algunos que se adaptan de un modo deliberado a los requisitos especiales que imponen las religiones más difundidas. Hay, ni qué decirlo, ropas de todas las formas, tamaños, colores, texturas y precios, y es fácil ya pedir directamente a la fábrica que nos envíen el tipo específico de computadora que necesitamos. Toda esta dilatada diversidad se produce por una razón económica básica: 

            la empresa moderna, grande o pequeña, esta obligada a servir al consumidor, a adecuarse a sus gustos, porque si no lo hace así se enfrenta a la peor sanción que se puede concebir en el mundo de los negocios: un descenso de las ventas que, casi de inmediato, significa una merma casi segura de las ganancias y, por consiguiente, el riesgo de dificultades financieras que pueden llevar a la ruina. La empresa constituida, con un nombre o una marca registrada, no puede entonces actuar sobre la base del engaño o de la ganancia rápida, como lo haría algún vendedor ambulante de pociones milagrosas. Tiene que vender hoy y tiene que vender mañana, necesita satisfacer y retener a sus consumidores, evitando que se pasen a la competenc ia, tiene que innovar y presentar siempre un producto mejorado y más eficiente, atractivo y a un costo razonable. Esta es la lógica de los mercados libres y competitivos, donde el consumidor es soberano. Es un sistema no gobernado desde ninguna instancia superior que produce magníficos resultados, especialmente en cuanto a la variedad y calidad de los productos que salen al mercado y respecto a la asignación de los recursos disponibles en la sociedad: trabajo, tierra y capital. Las empresas, por cierto, tratan de obtener la mayor ganancia posible, pero para ello -precisamente- deben conocer y responder a las necesidades del consumidor, deben ofrecerle productos atractivos a un precio que éste, todavía, esté en condiciones de pagar. Esto las lleva a gastar importantes sumas en investigaciones de todo tipo. Las empresas mayores, y las que tratan de mantenerse a la vanguardia, poseen normalmente avanzados laboratorios y a veces hasta centros e institutos de investigación propios, donde un personal de muy alta calificación -y muy bien pagado, normalmente- genera sólidos aportes al desarrollo de productos, a la tecnología y, en ocasiones, a la propia ciencia pura. Del mismo modo se realizan constantemente investigaciones de mercado donde - utilizando los métodos de investigación social más avanzados- se pulsan los hábitos, necesidades e intereses de los consumidores, se indaga acerca de sus actitudes y se prueba su receptividad ante diversos productos antes de que estos se fabriquen en serie. Este modo de proceder contrasta visiblemente con lo que ocurría en los países que adoptaron un sistema económico de planificación central con propiedad estatal de todas las empresas. Allí, como en el caso de la extinta Unión Soviética, los funcionarios del estado a la cabeza de cada industria tenían la obligación de cumplir con ciertas cuotas de producción para satisfacer de ese modo los objetivos del Plan. Pero, como respondían ante otros funcionarios y no ante el público, tendían a cumplir este requisito descuidando la calidad o la cantidad de los productos, su presentación, su variedad y los gustos del consumidor. Se fabricaban zapatos, seguramente, pero estos se amontonaban en los estantes sin que la gente tuviese mayor interés en comprarlos porque eran feos y de muy pobre calidad; otros productos eran baratos pero se agotaban enseguida, se formaban inmensas colas para adquirirlos y, en general, los avances que se lograban en las ramas de la llamada "industria pesada" nunca llegaban a convertirse en más y mejores productos de consumo final. 

             La empresa privada, en cambio, tiene que someterse inevitablemente a los gustos del consumidor porque de otro modo no puede prosperar y mantenerse en el mercado. A veces esto significa que se habrán de producir bienes de escaso gusto, chabacanos o hasta nocivos para la salud. Pero "no tienen la culpa los empresarios de que a los consumidores -a las masas, a los hombres comunes- les gusten más las bebidas alcohólicas que la Biblia, prefiriendo las novelas policiacas a la literatura seria... [...] El empresario no gana más vendiendo cosas "malas" que vendiendo cosas "buenas". [...] Las gentes no ingieren bebidas tóxicas para hacer felices a los "capitalistas del alcohol"; ni van a la guerra para enriquecer a los "traficantes de la muerte". La industria de armamentos existe porque hay mucha belicosidad; no es aquélla la causa de ésta, sino su efecto." Los consumidores "son como jerarcas egoístas e implacables, caprichosos y volubles, difíciles de contentar. Sólo su personal satisfacción les preocupa. No se interesan ni por pasados méritos, ni por derechos un día adquiridos. Abandonan a los tradicionales proveedores en cuanto alguien les ofrece cosas mejores o más baratas." Este retrato que hace Mises, tan duro como exacto, es en realidad una descripción descarnada de nosotros mismos, de todas las personas -sin diferencia alguna de sexo, edad, nacionalidad o condición económica- cuando asumimos el papel de consumidores y buscamos nuestra satisfacción comprando bienes y servicios en el mercado. 

            3.5. Realmente, ¿vivimos mejor? 

            Muy probablemente el lector escéptico, desconfiando del tono optimista de estas páginas, tendrá todavía varias objeciones que hacernos. Algunas de ellas, las que tienen que ver con la efectiva difusión de la s ventajas del desarrollo, serán tratadas más extensamente en el capítulo siguiente, cuando abordemos los delicados temas de la pobreza y la desigualdad. Pero, aparte de dichos problemas, que con tanta frecuencia se discuten hoy, pensamos que quedan todavía algunas importantes preguntas por responder: ¿sirve para algo, con sinceridad, toda esa infinita gama de productos que se nos ofrece o son, simplemente, un artilugio para hacernos gastar más? 

            ¿Se consigue una mejor calidad de vida con tantos bienes y servicios diferentes o hay algo más, inconmensurable, a lo que el desarrollo no nos acerca en lo más mínimo? 

            Y, yendo al fondo de la cuestión 

            ¿es posible medir la calidad de una vida? 

            ¿Cómo, en qué sentido? 

            A algunas de estas preguntas intentamos responder en el capítulo anterior, cuando rebatíamos las objeciones al desarrollo. Es obvio, por ejemplo, que ningún producto alimenticio, electrónico, cosmético o textil puede garantizarnos la felicidad: 

            las imágenes publicitarias que suelen asociarlos con gente bella, alegre y bien dispuesta no son más que simples recursos para que el potencial consumidor vincule determinadas marcas con aquellas cosas que valora y estima. Todos sabemos que no es así, que ningún automóvil en particular nos permitirá alcanzar el amor u obtener el pasaporte hacia la felicidad, que la alegría no depende de la marca de chocolate que se consuma o de televisor que se utilice. Creerlo otra cosa sería caer en una inconcebible ingenuidad. Pero, descartado esta evidente falacia, no puede negarse que los productos del desarrollo contribuyen de un modo notable a nuestro auténtico bienestar: no en vano la gente se afana en consumirlos y hace, a veces, significativos sacrificios para acceder a ellos. Un automóvil en particular no nos puede abrir las puertas de la felicidad, decíamos, pero tener un carro que funcione bien, seguro y agradable a la vista, puede proporcionarnos sin embargo bastantes satisfacciones, puede hacernos sentir más tranquilos y confiados, más libres para movernos y llegar a donde queremos. Los mismo ocurre si sentimos que nuestro cabello está limpio y huele bien, si usamos un calzado cómodo, si consumimos alimentos nutritivos y agradables al paladar, si nuestros dientes son más blancos y si pensamos en un largo etcétera que el lector, con sólo mirar a su alrededor, podrá completar perfectamente. Ninguno de estos productos, por sí solo, es capaz de transportarnos a un mundo nuevo o abrirnos las puertas de la felicidad, pero el efecto de conjunto es importante, significativo y a veces hasta abrumador. Para entenderlo sugiero que las personas que duden de esta afirmación hagan un sencillo experimento mental: piensen en cómo sería su vida cotidiana si no pudieran disponer de cada uno de los artículos que utilizan a cada instante, si se vieran privadas del concurso de los artefactos y productos que en este momento preciso las rodean. La calidad de vida, sin duda, es un concepto esquivo y difícil de medir: 

            ¿cómo podemos decir que una persona tiene una vida de mejor calidad que otra por el simple hecho de poseer un medio de vida más fácil, higiénico y rico? 

            Pero el investigador social, que no puede penetrar en lo más íntimo del ser de cada uno, debe aceptar sin embargo que la profusión de bienes materiales a disposición de la gente difícilmente pueda ejercer un efecto negativo y que, al contrario, producirá una resultante positiva -de mayor o menor intensidad- según las personas y las circunstancias. Dicho de otra manera, mucho más concreta: no podemos afirmar que la vida de las personas sea más plena y feliz por el solo hecho de tener a su disposición agua potable y no contaminada, pero es fácil entender que, sin ella, nuestra vida se empobrece, se somete a riesgos y pierde de algún modo parte de su calidad. Cuando pensamos no sólo en un producto o artículo determinado sino en el efecto de agregación que se genera al utilizar cientos de ellos podemos entender, con mayor claridad, el efecto acumulativo que crea en nuestrar vidas toda esa panoplia de recursos. Vivir más tiempo, con menos enfermedades, sin la necesidad de realizar agotadores trabajos generalmente repetitivos y poco atractivos, mejor comunicados y con mayor libertad para desplazarnos, no es algo trivial o sin importancia, es un punto de partida crucial para que -sobre tal base- podamos desarrollar una existencia más plena y más libre. Que lo hagamos o no, por supuesto, depende enteramente de nosotros mismos. El ser humano, en definitiva, es libre para elegir: puede o no comprar el producto que tan atractivamente se exhibe por televisión, puede probarlo y evaluarlo para ver si le sirve realmente para vivir mejor y, de hecho, lo hace cada día y cada hora, cada vez que se acerca a la tienda o al supermercado y decide gastar su dinero de un modo o de otro. Nadie nos obliga a consumir todos nuestros ingresos, nadie nos impone un modo de vida que no nos satisface. Si a veces nos sentimos obligados a comprar algo sobre lo cual tenemos ciertas dudas, venciendo interiores resistencias, no es porque el estado o las empresas nos obliguen a ello sino porque la presión social nos incita a incorporarnos al curso que siguen los demás, porque somos seres sociales que no queremos desentonar o porque no tenemos la suficiente fuerza interior como para adoptar un camino diferente. No son el desarrollo, ni la empresa moderna, ni siquiera la tecnología, los responsables de este tipo de conducta. Es nuestro espíritu gregario, profundamente enraizado en la especie, el que nos hace sentir que es más fácil y menos exigente conducirnos sin demasiada originalidad. Como contrapartida de esta tendencia a la adaptación social, o quizás más bien como su complemento, el desarrollo muestra que los seres humanos poseemos también una fuerte inclinación a actuar como individuos guiados por preferencias particulares y personales, a tener hábitos y gustos definidamente singulares y específicos. Es por ello que, a medida que se produce el crecimiento económico y que las personas van disponiendo de mayores ingresos -o de productos más baratos, que es lo mismo- se aprecian algunos cambios significativos en los patrones de consumo. Ya la gente no se contenta con un solo teléfono o un solo televisor por grupo familiar, sino que posee más de un aparato para que puedan satisfacerse mejor las necesidades de cada uno; aparecen productos desechables, que se reemplazan sin mayor dificultad y nos liberan de toda preocupación por su mantenimiento; los consumidores se acostumbran a tener, cuando pueden, más de un ejemplar de cada producto: 

            más de una radio, de un peine, de una cartera, de un cereal para el desayuno. Del consumo colectivo y esporádico se pasa primero al consumo por unidad familiar o por vivienda y luego a uno más personalizado y adaptado a los gustos individuales, más flexible y variado. Un último elemento debemos mencionar sobre este importante punto de la calidad de vida: muchas veces vivimos mejor no por lo que consumimos nosotros sino por lo que compran y utilizan los demás. Podemos pensar que viajar en avión es una tontería peligrosa y abstenernos por completo de ello, pero el hecho de que haya aviones más rápidos, seguros y menos contaminantes es un factor que, indirectamente, enriquece nuestras vidas, pues nos proporciona bienes más baratos y fáciles de conseguir, nos permite que nos visiten las personas con las que estamos relacionados y nos hace vivir en un mundo más pleno, con mayores intercambios de todo tipo. Ni qué decir el efecto indirecto que producen sobre nosotros las vacunas y los medicamentos que eliminan o permiten curar las enfermedades de los demás, las ventajas que recibimos al relacionarnos con gente más sana, descansada e higiénica. Los economistas llaman externalidades positivas a estos efectos indirectos, que nos enriquecen por el simple hecho de que los demás viven mejor. Claro está, no puede negarse que el desarrollo trae también externalidades de las llamadas negativas, algunas muy preocupantes, que reducen nuestro efectivo bienestar. Esta circunstancia nos ha llevado a dedicar un capítulo aparte en este libro a las críticas que, sobre diversos tipos de contaminación, se hacen con tanta frecuencia. Pero sería realmente injusto olvidar que, junto a esos efectos negativos, existe una inmensa cantidad de externalidades positivas que día a día nos llevan a una existencia más rica, más plena y con mayores opciones. 

            Capítulo 4: Pobreza y Desigualdad 

            El proceso de desarrollo ha aportado infinidad de innovaciones a los consumidores de todo el mundo, mejorando así su calidad de vida, pero sus frutos no han llegado a todos por igual. Hay consumidores que disfrutan plenamente de las novedades que aparecen en los mercados mientras que otros, tal vez tan interesados como ellos en obtenerlas, se ven ante la imposibilidad práctica de adquirirlas. Los productos no se regalan, se ofrecen por lo regular en un mercado donde, naturalmente, sólo pueden ser comprados entregando a cambio una cierta cantidad de dinero. Es por demás evidente que hay personas que no tienen los medios para hacerlo. Existen abismales diferencias de ingreso entre los habitantes de cada país y entre los de distintos países, lo cual hace imposible que todos podamos disfrutar por igual de los artículos que produce la industria moderna. 

            ¿No hay forma de repartir por igual estos beneficios, o de allanar en parte las desigualdades que nos afectan? 

            ¿No será que el desarrollo moderno acentúa tales desigualdades creando así nuevas divisiones, cada vez más profundas, entre los hombres? Para tratar de dar una respuesta racional a estas preocupaciones, que trascienda el simple pero comprensible rechazo emocional a tales circunstancias, es preciso que, ante todo, nos situemos en una perspectiva histórica. En las sociedades preindustriales, donde el nivel de capitalización era muy bajo y la producción apenas si superaba la barrera de la subsistencia, también existían ricos y pobres y profundas desigualdades sociales. Es más, como ya en parte lo apuntábamos al comienzo de este trabajo, prácticamente todos vivían en la pobreza más completa, disponiendo de muy pocos bienes y soportando condiciones de vida generalmente miserables. 

            ¿Cómo es que estas personas, contando con tan escasos recursos, llegaron a convertirse en los consumidores de hoy, capaces de adquirir una multitud de bienes y servicios en el mercado? 

            Parte de la respuesta fue avanzada hace ya alrededor de dos siglos cuando un economista francés, Jean Baptiste Say, formuló lo que se conoce ahora como la Ley de Say. Esta afirma, para decirlo directamente, que toda oferta crea su propia demanda. Esto significa que toda nueva producción, o sea, toda oferta de nuevos bienes que se lanza al mercado, crea las condiciones para que en ese mismo mercado haya personas capaces de adquirirla. Esto ocurre porque el empresario, para poder ofrecer los bienes que trata de vender, tiene antes que comprar las materias primas y pagar los salarios de quienes producirán esos nuevos bienes. Este dinero llega así a un conjunto de personas que, con más ingresos, incrementarán su poder de compra en una proporción equivalente al valor de los nuevos productos que se lancen al mercado. El empresario, al obtener también una ganancia con sus ventas, aumentará igualmente su capacidad de ahorro y de consumo, con lo que la ecuación podrá cerrarse del modo en que se establece en la Ley de Say. Esto no quiere decir, por supuesto, que los obreros que trabajan en una empresa gastarán sus salarios en los productos que ésta fabrica, sino que sus ingresos se distribuirán en toda la gama de productos que está a su disposición, creando un aumento de la demanda global de bienes. Se generará así un proceso que, retroalimentándose a lo largo de mucho tiempo, podrá permitir el paso de sociedades pobres y atrasadas a economías mucho más ricas y productivas. Al producirse el desarrollo las personas irán aumentando sus ingresos y, con ello, la cantidad de bienes y servicios que están en condiciones de comprar. La generación de riquezas irá eliminando así, poco a poco, la pobreza general en que estaban sumidos casi todos los habitantes de la sociedad, pero el proceso, en una sociedad libre, no será uniforme e idéntico para todos: 

            algunos podrán aprovechar rápidamente las nuevas condiciones que se crean en tanto que otros, menos afortunados, apenas si mejorarán sus condiciones de vida. La pobreza y la desigualdad han sido, sin la menor duda, los puntos de partida de este proceso histórico de desenvolvimiento económico. Pero la pobreza y la desigualdad no han desaparecido -de ninguna manera- de las sociedades actuales, y no faltan observadores que afirmen que ahora son mayores que antes, que vivimos en un mundo cada vez más pobre y desigual. Eso, nos parece, constituye una flagrante equivocación, una falacia que quedaría rápidamente desmentida con una simple comparación histórica entre las condiciones de vida actuales y las de hace uno o dos siglos. Pero la demostración de este error, sin embargo, no es tan sencilla: mientras veamos abismos de desigualdad, mientras asistamos al espectáculo contemporáneo de la pobreza en que aún viven millones de personas siempre nos quedará la inquietud de comprender mejor cómo ocurre esto, cómo es posible que, en medio del progreso económico y el crecimiento generalizado, encontremos siempre personas que viven miserablemente y otras que disfrutan de un nivel de vida muy superior. Para poder hallar una respuesta consistente a estos legítimos interrogantes convendrá que dediquemos entonces este capítulo a dos importantes temas: 

            primeramente al análisis del concepto de pobreza y luego al problema, más complejo sin duda, de las relaciones entre crecimiento y desigualdad. 

            4.1. ¿Qué es la pobreza? Se ha hecho frecuente, en los últimos años, considerar a la pobreza como una realidad tangible y positiva: se habla del "combate a la pobreza" como si ésta fuese una enfermedad o un ejército invasor, se contabiliza a los pobres como si se tratara de objetos estáticos, se fijan "líneas de pobreza" como si, por tener unos billetes más o menos, una persona pudiese pasar de pobre a rica o viceversa. Esta manera de concebir las cosas puede resultar atractiva para algunos investigadores sociales, pues tratar la pobreza como algo absoluto y objetivo facilita sus análisis y permite sacar rápidas conclusiones, pero en realidad es una fuente de importantes errores, ya que lo que son simples opiniones basadas en una metodología muy objetable pasan a tomarse como conocimientos que tienen la apariencia rigurosa de la ciencia. Dos métodos principales se suelen usar para "medir" la pobreza. El primero, basado en la llamada línea de pobreza, parte por definir una "canasta" o "cesta normativa" de bienes y servicios que, suponen los investigadores, toda persona debe poseer para no ser considerada pobre. Se pasa seguidamente a calcular el costo que tiene, para cada caso específico considerado, dicha canasta normativa y, finalmente, mediante encuestas o censos -y utilizando los métodos estadísticos normales- se calcula el porcentaje de personas que no llegan a recibir los ingresos suficientes como para adquirir dicha cesta de productos. El segundo método busca determinar, también por medio de encuestas o censos, qué parte de la población posee necesidades básicas insatisfechas: 

            alimentación, salud, vivienda, educación, etc. Es, en el fondo, sólo una extensión del sistema anterior, que incorpora la medición de algunos importantes indicadores sociales a la simple evaluación de los ingresos en que se basa el método de la línea de pobreza. Esa es la "pobreza" que miden los institutos y centros de investigación, la que "aumenta" o "disminuye" según los casos, y de la que se habla como si fuese una cosa absoluta, material y positiva, como el volumen de una cosecha de maíz o la cantidad de lluvia caída en un año. Se dice así, sin mayor reflexión, que la pobreza ha aumentado en tal o cual lugar en tanto por ciento, que existe una determinada cantidad de pobreza en cierto país, que los pobres se distribuyen de tal o cual manera. Las limitaciones de este método saltan a la vista apenas se lo considera con algo de atención. 

            En primer lugar la canasta normativa es una definición más o menos arbitraria que puede incluir lo que el investigador considere como óptimo para los demás -y en esto siempre habrá grandes variaciones subjetivas- o lo que se suele consumir en un país y una época determinados. Las discusiones acerca de si los cigarrillos y las bebidas alcohólicas, que todos sabemos se consumen ampliamente, deben o no incluirse en dicha cesta, muestran con toda claridad las debilidades que inexorablemente tiene tal definición. 

            En segundo lugar la mayoría de las personas, en especial las de menores recursos, tienen ingresos que no declaran o que son muy irregulares y, además, no pagan por muchos de los servicios que reciben, como el del alquiler, por ejemplo. 

            En tercer lugar existen los errores normales a toda investigación hecha por muestreo que, aunque pueden ser reducidos, deben añadirse a los problemas metodológicos que acabamos de señalar. Pero no son estos los principales problemas que tiene este tipo de medición. Lo verdaderamente grave es que se fija un criterio en apariencia objetivo para decidir quien es o quien no es pobre, convirtiendo a la pobreza en una cualidad positiva y absoluta. Al proceder de este modo la atención se centra inevitablemente en la forma de controlarla o combatirla, como si fuese una epidemia o una plaga, y se pasa por alto su verdadera naturaleza. Porque la pobreza, como la oscuridad o el vacío, es un concepto esencialmente negativo. Todas las definiciones consultadas coinciden en destacar que es "carencia o falta" de algo, que es ausencia de ciertas cualidades o bienes, no algo que en sí mismo se posee. Para decirlo de otro modo, no se tiene más o menos pobreza de una cualidad u objeto determinado -dinero, inteligencia, talento- sino que se tiene esa cualidad en mayor o menor grado. Podemos llamar pobres a los que tienen poco dinero, dotes o lo que fuere, pero siempre lo haremos teniendo en mente un punto de referencia, una cantidad determinada de la cualidad en la que estamos pensando. La pobreza que nos interesa, por otra parte, es una pobreza material, económica, no una pobreza de espíritu o de dotes artísticas, intelectuales o físicas. A ésta se alude, por supuesto, en todas las discusiones relativas a los frutos del desarrollo y a este concepto tendremos que remitirnos, claro está, de aquí en adelante. Hablar de pobreza, por lo tanto, es referirse a una carencia de riqueza, a una falta de recursos económicos a disposición de la gente que consideramos pobre. Pero la riqueza, el conjunto de bienes y servicios que tiene alguien, no es más que una sumatoria del valor de cada uno de los bienes que posee dicha persona o entidad. Y, como bien lo saben los economistas desde hace más de un siglo, el valor de estos bienes no es algo absoluto, que pueda estimarse más allá o fuera de los intercambios sociales: el valor depende siempre de una apreciación subjetiva hecha por personas concretas que actúan en situaciones específicas. No hay por lo tanto un valor objetivo, ahistórico y externo a todo medio social, sino un valor subjetivo, relativo a las valorizaciones que precisamente hacen las personas en situaciones concretas de intercambio. Pero si la riqueza es relativa, como se deduce sin mayor esfuerzo de la teoría subjetiva del valor que acabamos de mencionar, tendremos que aceptar entonces que su opuesto, la pobreza, es también relativa. Y es relativa, de acuerdo a nuestro análisis, en varios sentidos: 

            a) Con respecto a los otros. No se es pobre o rico en sí, como una condición absoluta, sino con relación a otras personas, a otros miembros de un grupo social o a otros grupos sociales tomados como un conjunto. Las personas que son consideradas pobres en un lugar -los Estados Unidos, por ejemplo- tienen a su disposición más bienes que otras que, en contextos diferentes, pudieran ser tomadas como ricas, o al menos como no pobres: un 38% de los pobres, según la Oficina del Censo de ese país, posee vivienda propia, un 62% posee automóvil, un 14% posee más de un automóvil, un 97% tiene televisor a color y 49% aire acondicionado en sus viviendas. Sería interesante ver qué opina un ciudadano de ingresos medios de Burkina Faso acerca de estos datos. 

            b) Con respecto al pasado. Se es más rico o más pobre que antes, en relación a cualquier punto de referencia que pueda trazarse en el pasado. En este sentido, como lo hemos destacado en los capítulos anteriores, la humanidad ha ido aumentando notablemente los bienes y servicios que tiene a su disposición a lo largo del tiempo. Adam Smith anotaba, hace ya más de dos siglos, que un trabajador moderno tiene a su alcance más riquezas que cualquier príncipe de un pueblo primitivo, con lo que no resulta ninguna falacia afirmar que todos somos hoy mucho más ricos que antes. Las excepciones a esta regla general son, precisamente, las que hoy más nos llaman la atención: nos resulta insoportable ver al extremo de pobreza al que llegan los refugiados de las guerras africanas actuales, la miseria de las multitudes que escaparon del comunismo en Vietnam en botes atestados de gente desesperada, las caravanas de ciudadanos balcánicos que huyeron, estos últimos años, de la imperdonable política de "limpieza étnica" que en su tiempo aplicaran también en gran escala los comunistas y los nazis. 

            c) Con respecto a las expectativas. Las personas se sienten ricas o pobres no con respecto a la cantidad objetiva determinada de bienes que poseen sino tomando como punto de referencia lo que ellas consideran como digno y justo para su vida, en relación a lo que esperan -o esperaban- que pueden razonablemente alcanzar. Un graduado de una importante escuela de negocios que, al llegar a los 35 años, se encuentre ganando unos 30.000 dólares anuales se sentirá infinitamente más pobre que un inmigrante ilegal mejicano que, a la misma edad, obtenga unos ingresos que sean la mitad de esa cifra; un estudiante no se siente pobre por no tener el dinero para comprarse un nuevo par de zapatos, porque tiene la expectativa razonable de llegar a vivir confortablemente en pocos años, pero en cambio una persona anciana, que ve cómo su pensión disminuye en términos reales, se sentirá miserable día tras día; las mismas diferencias pueden sentir un sacerdote que haya hecho voto de pobreza, un pescador que vive día a día en un paisaje paradisíaco con medios que apenas si superan su subsistencia o una señora que -ganando muy bien- se dedica a limpiar casas de incontestable opulencia. La sensación de pobreza o riqueza es, por todo esto, extremadamente variable, cambia de persona a persona con mucha amplitud y se modifica con rápida facilidad según las circunstancias. Tratar de atraparla mediante algún artificio estadístico como la línea de pobreza es tan arbitrario y tiene tan poco significado como separar a las personas en bellas o feas, altas o bajas, alegres o tristes. No quiere decir esto que carezca por completo de sentido hablar de riqueza o de pobreza, pero sí que es lógicamente absurdo sostener, con pretensiones científicas, mediciones de pobreza que sólo representan, en última instancia, las valoraciones subjetivas que realizan sobre el tema unos investigadores sociales que -graduados siempre en alguna universidad- tratan de concebir sin demasiada imaginación cómo perciben su vida los otros, las personas que ellos, desde su peculiar mundo académico, tratan de juzgar, evaluar y favorecer. Un último punto nos terminará de aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de una valoración subjetiva de la conocida línea de la pobreza. Muchos organismos internacionales, para evitar los sesgos y las discrepancias que surgen cuando se trata de definir pobreza en contextos nacionales muy diferentes, hallaron una respuesta más simple y aparentemente menos problemática: 

            definieron como pobres "absolutos" a quienes recibían menos de un dólar norteamericano por día. La cifra, al ser tan baja, parece tener la virtud de disipar cualquier duda que pudiera presentarse hasta al investigador más acucioso: ¿tendrá alguien el valor de dudar de la pobreza de quien recibe menos de 365 $ al año? Pero, a pesar de esta aparente simplicidad, el problema no se resuelve tampoco así. En primer lugar porque un dólar significa algo muy diferente en sociedades donde predominan los intercambios de mercado, bien organizadas y con altas remuneraciones al trabajo, que en países donde una proporción muy alta de población campesina trabaja todavía en el ámbito de una economía de subsistencia, realiza pocas transacciones mercantiles y se ve obligada a utilizar monedas fuertemente devaluadas. En segundo lugar porque, en vista de algunos resultados, muchas instituciones internacionales utilizan ahora una línea de pobreza basada en la cifra de dos dólares en lugar de uno, con lo que toda comparación con los porcentajes anteriores resulta absolutamente inconsistente y carente de significado. Lo mismo ocurre cuando se comparan las cifras de pobreza que calculan diferentes centros de investigación nacionales: resulta de hecho un visible contrasentido que países con mucho mayor ingreso per cápita tengan más pobres que otros con menos ingresos por hogar o por persona, pero la respuesta es simple y hasta trivial: 

            todo dependerá de la "altura" a la que se fije la línea de pobreza en cada caso. 

            4.2. Desigualdad y crecimiento 

            Mucho más objetiva que la medición de la pobreza, que en última instancia sólo podría lograrse adecuadamente mediante una apreciación subjetiva de la riqueza disponible, es intentar ver los problemas sociales del desarrollo a través del concepto de desigualdad, sin duda más complejo pero menos engañoso y más fructífero para el análisis. Estudiar la forma en que se distribuyen los ingresos totale s de una sociedad resulta de sumo interés para el sociólogo o el economista, pues unos mismos ingresos totales pueden distribuirse de modo muy diferente en unas sociedades o en otras, lo cual obviamente tiene repercusiones muy directas sobre el consumo y la calidad de vida de sus habitantes. Desde el punto de vista técnico, sin embargo, el problema presenta no pocos desafíos, pues es preciso contar con censos o encuestas de amplia base muy confiables, con información sobre ingresos monetarios y no monetarios y con mediciones repetidas a lo largo del tiempo que mantengan los mismos criterios metodológicos. Por tales razones no es posible llevar muy hacia atrás, hacia las épocas en que se inicia el desarrollo moderno, el análisis de los problemas de desigualdad que hoy se miden a través de los diversos índices e indicadores de mayor aceptación. La información histórica disponible, aunque no muy rigurosa, es sin embargo explícita en señalar las abrumadoras diferencias que existían en todas las sociedades humanas anteriores al siglo XVIII, que para nada se limitaban a desigualdades de ingresos o de rentas sino que eran auténticas divisiones de rango o posición definidas básicamente por el nacimiento: nobles y plebeyos, esclavos y hombres libres no se distinguían por cierto sólo por sus riquezas sino por sus derechos, obligaciones y privilegios, por su rango o posición social, por lo que eran "en sí" y no tanto por lo que hiciesen o ganasen en el curso de su vida. Las sociedades tradicionales eran muy reacias al cambio, muy conservadoras y estáticas, cerradas en lo fundamental y escasamente participativas, plagadas de privilegios y, por lo general, carentes de instituciones que les permitieran resolver pacíficamente sus conflictos interiores. Todo esto cambió, y no sólo por razones políticas, gracias al extendido y complejo proceso que comenzó a desenvolverse en la civilización de Occidente en los últimos siglos: 

            los valores de libertad política y de igualdad ante la ley, de respeto al individuo y de responsabilidad del gobernante ante los ciudadanos fueron afirmándose y consolidándose, sobre todo si los observamos en una perspectiva histórica de largo plazo y no nos detenemos en los retrocesos parciales y momentáneos que hayan podido ocurrir. No cabe en estas páginas, evidentemente, una mayor presentación de los profundos, variados y hasta contradictorios cambios que representan lo que suele llamarse "la modernidad" y que constituyen, por cierto, una buena parte de todo lo que investigan las ciencias socia les contemporáneas. Pero sí es preciso, en cambio, detenernos en un punto vital para nuestra exposición: el desarrollo económico, que de algún modo es parte de esta general transformación de nuestras sociedades y al que ya hemos estudiado en parte en los capítulos anteriores, 

            ¿hasta qué punto ha influido en las desigualdades preexistentes? 

            ¿Las ha hecho más agudas o las ha amortiguado, las ha ampliado, estrechado o hecho sencillamente diferentes? La pregunta podría parecer trivial a la luz del importante crecimiento producido pero, como ya lo hemos visto en el capítulo 2, no son pocos los analistas actuales que critican al desarrollo económico como fuente y elemento promotor de desigualdades sociales. Hay fórmulas de significado ambiguo pero de obvio impacto emocional que se repiten sin cesar entre investigadores y comunicadores sociales, como aquella de que el crecimiento económico "hace a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres". Igualmente, ante cada nuevo avance tecnológico o productivo, frente a cada producto que se difunde con rapidez en el mercado, surgen las voces de quienes afirman, pomposamente, que dicha innovación va a crear nuevas divisiones en la sociedad y abrir una brecha insalvable entre quienes puedan adquirirla y quienes queden, por el contrario, al margen de su disfrute. Este último argumento es en realidad una tautología o, para decirlo de un modo más directo, una simple perogrullada, porque es obvio que, desde el invento de las más elementales herramientas de piedra hasta la más moderna avioneta, cada nuevo objeto que se crea produce una cierta "división social" entre quienes lo poseen y los que no lo poseen. No es ni podría ser de otra manera: sólo la simultánea e imposible producción de una cantidad de bienes igual al número de personas existente podría eliminar este efecto, tan natural como -en verdad- tan conveniente y necesario. Porque no todos valoramos igual las mismas cosas y, a través del precio que van fijando las interacciones que en conjunto crean lo que llamamos el mercado, los productores saben a qué atenerse en cuanto a la cantidad y el tipo de bienes que hay que producir y los consumidores van encontrando una oferta cada vez mayor y más diversificada de bienes. Ante la aparición de alguna novedad, de algún producto que potencialmente interese a la gente, se producirá sin duda una división, pero una división obvia e imposible de eliminar: 

            habrá quienes estén ansiosamente dispuestos a pagar el precio inicial y quienes no estén interesados para nada en ese producto, habrá muchos que se interesarían si el precio fuese más bajo y otros que esperarán para ver qué resultados efectivos obtiene la gente que lo compra. El mismo proceso de división entre consumidores y no consumidores, de ensayo y error, de disminución final del precio de venta si la innovación es aceptada, ocurrirá se trate de un nuevo modelo de bicicletas o de patines, de una suscripción a internet o de un nuevo medicamento contra el cáncer. Y este resultado servirá así para afirmar esa soberanía del consumidor de la que hablamos anteriormente (v. supra, 3.4), decidiendo las empresas de este modo qué artículos se producirán en gran escala, en qué variedades y a qué precio de venta. Por supuesto, habrá siempre quienes ansíen poseer algo y no puedan tenerlo. La enorme desigualdad en los puntos de partida y las abismales diferencias de riquezas entre la gente llevarán a que se produzcan estas carencias, esta falta de satisfacción de los deseos de muchos. Pero, por más que nos duela esta conclusión, estamos obligados a razonar serenamente y preguntarnos: 

            ¿estarían mejor estas personas si no se fabricasen los bienes que otros demandan y que ellos no pueden comprar? 

            ¿No propiciaría esto, acaso, un estancamiento de la economía que terminaría perjudicando finalmente -y con más intensidad- precisamente a los más pobres? 

            ¿No es esta la mejor manera de estimular los inventos tecnológicos, los nuevos bienes y servicios que producen el progreso de todas las personas? 

            ¿Hay algún otro modo de llevar a la expansión general de la producción y del consumo, de ir abaratando los bienes, de ir reduciendo la pobreza? 

            Discutida esta primera cuestión, en la que sólo insisten en realidad las mentes más recalcitrantes, pasemos a examinar algunos datos clave que nos puedan mostrar las relaciones sistemáticas que se establecen entre desigualdad y desarrollo. El debate actual, como decíamos, muestra no pocos escépticos acerca de las ventajas del crecimiento económico: algunos se empeñan en sostener que éste no llega a los más pobres, o que sus beneficios arriban en menor medida a los que menos poseen, acentuando así las diferencias preexistentes. Una reciente y muy sistemática investigación, realizada con la más rigurosa metodología, muestra con toda claridad que tales apreciaciones no son correctas. Según los autores, que analizaron datos de las últimas cuatro décadas para 80 países diferentes, se puede constatar que, a medida que el ingreso general de una sociedad aumenta, lo hace también, del mismo modo, el ingreso de la quinta parte más pobre de toda la población. No hay diferencias significativas al respecto: 

            el aumento de bienes y servicios a disposición del quintil más pobre, cuando se produce el crecimiento, es incluso ligeramente más intenso que el incremento que registra el conjunto (un 6-7% mayor), aunque tal diferencia no es estadísticamente significativa. Tampoco encuentran los autores, al organizar la inmensa cantidad de datos a su disposición, que los más pobres queden rezagados en las primeras etapas del proceso de desarrollo -es decir, para los países que tienen un ingreso promedio menor- o que esta relación entre crecimiento y disminución de la pobreza fuese diferente décadas atrás o para países que han atravesado serios episodios de crisis. 

            Finalmente destacan que la inflación y la inestabilidad macroeconómica son los factores que más directamente parecen incidir en una peor, o más desigual, distribución de la riqueza. Si esto es así, como lo avalan además muchas investigaciones de diverso tipo, 

            ¿de dónde puede surgir la percepción, tan ampliamente difundida, de que el desarrollo aumenta las distancias sociales y hace a los pobres "más pobres"? 

            A mi juicio esta idea tiene una difusión tan extendida por dos razones principales: la primera, que ya hemos discutido, por una actitud en el fondo conservadora, adversa al desarrollo y a los cambios que éste trae, y que de algún modo no puede desligarse del mito del "buen salvaje", tan profundamente arraigado desde los tiempos de Jean Jacques Rousseau; la segunda, por una razón diferente, de tipo matemático, que creemos conveniente analizar a continuación mediante un simplificado ejercicio de simulación. Supongamos que, en una sociedad determinada, viven 100 personas; su ingreso promedio es de 100 unidades y el ingreso total que tiene el país, por lo tanto, es de 10.000 unidades (100 x 100). Este país imaginario presenta una división social de modo tal que el 20% más pobre de la población tiene un ingreso de apenas 40 unidades mientras que el restante 80% tiene un ingreso promedio de 115 unidades. De este modo queda marcada una fuerte desigualdad social que resumimos en el siguiente cuadro: Mayoría (80%) 20% más pobre Total Número de personas 80 20 100 Ingreso per cápita promedio 115 40 100 Ingresos totales del grupo (= número de personas multiplicado por el ingreso per cápita) 9.200 800 10.000 En esta situación la diferencia de ingresos entre "ricos" (el 80%) y "pobres" (el 20% de menores ingresos) es de 75 unidades (lo cual se obtiene restando 115 menos 40) y la relación entre unos ingresos y otros es de 2,875 (115/40), es decir, para ponerlo más claramente, los ricos ganan casi 3 veces más que los pobres en este caso. Ahora supongamos que, en dicho país, se produce un proceso de desarrollo que aumenta los ingresos de todos por igual: 

            el crecimiento económico, que podemos imaginar del 100% para simplificar nuestro ejemplo, duplica entonces los ingresos de cada persona. La nueva situación quedará entonces como sigue: 

            Mayoría (80%) 20% más pobre Total Número de personas 80 20 100 Ingreso per cápita promedio 230 80 200 Ingresos totales del grupo (= número de personas multiplicado por el ingreso per cápita) 18.400 1.600 20.000 Nada de misterioso tienen estas cifras, por supuesto, ya que las de la segunda y tercera línea son una simple duplicación de las que presentamos para la situación inicial. Pero veamos ahora qué sucede con las diferencias entre "ricos" y "pobres": 

            la diferencia relativa, que se obtiene dividiendo los ingresos de quienes más tienen por los del quintil más pobre continúan siendo de la misma magnitud, ya que 230 dividido 80 nos da, como antes, 2,875 (no podría ser de otra manera). Pero las diferencia en términos absolutos, sin embargo, ha crecido: ya no es de 75 unidades, como en un principio, sino de 150, (porque ahora las cantidades a restar se han duplicando, doblándose también la diferencia). Este mismo efecto podría presentarse aún si los pobres crecieran mucho más rápido que los ricos: 

            si un país con un ingreso per cápita de $ 30.000 anuales aumenta su riqueza apenas un 2% en un año habrá crecido $ 600 per cápita. Para que el mismo aumento, en términos absolutos, ocurra en un país de $ 6.000 de ingresos promedio, serían necesario alcanzar un crecimiento del 10% anual -una cifra verdaderamente imponente- y para una nación de $ 500 per cápita de ingresos anuales significaría un imposible incremento de 120% en apenas un año. 

             ¿Qué significado tiene el ejercicio que acabamos de hacer? 

            En realidad se trata de una manera relativamente simple de mostrar cómo funciona el proceso de crecimiento, de un recurso para entender, sin sesgos preconcebidos, lo que ocurre cuando una nación entra en la dinámica del desarrollo. Si el ingreso de los más pobres ha aumentado de 40 a 80 unidades ¿podemos decir, honestamente, que ha aumentado la pobreza, o que los pobres son ahora más pobres que antes? Evidentemente no, pues ellos tienen ahora el doble de ingresos a su disposición, lo cual los coloca en situación de franca mejoría con respecto a la situación inicial. Su diferencia con los ingresos del resto de la población, en términos relativos, no ha variado, por lo que aún en este sentido tampoco se los puede considerar como más pobres. Pero, dado que sí ha crecido la "brecha" entre ambos grupos en términos absolutos, podemos tener la impresión de que la desigualdad ha aumentado. Veremos en esa sociedad, seguramente, cómo algunas personas con ingresos medios pueden ahora acceder a productos o servicios que antes eran considerados de lujo y cómo aparecen nuevas e impactantes formas de consumo. Cualquier observador podrá percibir, sin mayor dificultad, cómo aumenta el número de automóviles caros o de salones de belleza; no le será tan fácil, en cambio, registrar el modo en que las personas más pobres pueden ahora tener una dieta más completa o comprar con más frecuencia zapatos para sus hijos. Las diferencias sociales parecerán, con toda probabilidad, haber aumentado, escondiendo los cambios profundos que pueden estar llevando a una vida más plena y con menos restricciones para una parte importante de la población. Para sintetizar esta parte del análisis debiéramos afirmar, entonces, que en el caso de lo que podríamos llamar crecimiento sin redistribución, no hay ningún asidero para proclamar que "los ricos se han vuelto más ricos y los pobres más pobres". Lo que deberíamos expresar, para no distorsionar los hechos, es que sin duda los ricos se han vuelto más ricos y los pobres menos pobres o, para decirlo con mayor precisión aún, que el ingreso de todos los habitantes de la sociedad que hemos puesto como ejemplo ha aumentado sin que se presenten variaciones importantes en su distribución. Subrayamos esta conclusión porque, como se ha visto en la investigación que comentamos páginas atrás, esta es la situación que prevalece en el mundo real cuando se produce el proceso de desarrollo. Puede ser que, en la mayoría de los casos, haya una tendencia a una distribución ligeramente menos desigual o que, en ciertas circunstancias peculiares, se produzca un relativo distanciamiento que perjudique a los sectores de menores ingresos. Pero, si las diferencias no son muy grandes, el conjunto de la situación permanecerá dentro de los límites que quedan definidos por la descripción anterior. Para estos casos, si tomáramos como referencia el método de la línea de pobreza que comentamos en la sección precedente, tendríamos que admitir que ahora hay menos pobres: 

            al aumentar los ingresos reales de 40 a 80 unidades, en promedio, para el quintil menos favorecido, muchas de las personas que considerábamos antes como pobres habrán podido ahora atravesar la línea de pobreza y situarse así en la categoría de "no pobres". Si esto no aparece así en la mayoría de las estadísticas es porque los investigadores, guiados sin duda por su visión subjetiva de la pobreza, van aumentando con el tiempo lo que consideran el mínimo indispensable para trazar el monto de bienes y servicios de los cuales deriva la línea de pobreza. Pero esa no es una comparación válida porque viola un requisito lógico fundamental: se está efectuando, por definición, con un criterio que varía entre el pasado y el que se usa en el momento actual. El crecimiento económico, como se deduce claramente de la exposición anterior, es el requisito fundamental en cualquier estrategia de "lucha contra la pobreza". La conclusión, si asumimos el concepto de pobreza que hemos discutido ya en 4.1, es en realidad bastante obvia y requiere solamente de algunos pocos comentarios suplementarios. 

            El primero es que no tiene demasiado sentido enfocar el problema como si se tratara, ante todo, de distribuir una riqueza ya dada y producida, sino que lo importante es concentrar la acción pública en generar las condiciones que favorezcan el crecimiento de cada economía nacional. La gente, sin duda, desea intensamente mejorar sus condiciones de vida y tratará, en consecuencia, de hacer todo lo posible para evadir las dolorosas restricciones que impone la pobreza. Respecto a cuales son las condiciones que promueven un desarrollo sostenido, no agresivo hacia el medio ambiente y capaz de ir reduciendo gradualmente las desigualdades existentes, es mucha la literatura que hoy existe, pero no es un tema sobre el cual podamos extendernos en nuestro trabajo: una mínima recapitulación sobre este punto nos obligaría a aumentar sus páginas de una manera desproporcionada, por lo que remitimos al lector a lo que ya hemos escrito en otras ocasiones. 

             El segundo y último comentario tiene por objeto responder a la inquietud, ampliamente extendida, de quienes no se conforman con esperar el a veces lento proceso de maduración y desarrollo que va llevando a todos hacia la prosperidad. De esta impaciencia -justificada en buena medida ante la vista de la miseria que oprime a tanta gente- han surgido felices iniciativas sociales pero también las peores tentativas igualitaristas que recuerda el pasado siglo. No son pocos los analistas que no se contentan con aceptar los frutos graduales del crecimiento y se interrogan acerca de la posibilidad de emprender políticas fuertemente redistribucionistas, que resulten capaces de reducir la desigualdad mientras se mantiene un elevado ritmo de crecimiento. Las experiencias al respecto, sin embargo, han resultado en general frustrantes, cuando no aterradoras. Es verdad que en sociedades relativamente ricas, con un alto grado de institucionalidad -como las escandinavas, por ejemplo- se ha logrado una mejor distribución de la renta mediante políticas impositivas extremas pero pulcramente ejecutadas, garantizando sobre todo un mínimo de seguridad para los estratos sociales que vivían en peores condiciones. Pero tales políticas sólo han funcionado en sociedades que ya habían llegado a un punto bien avanzado en su crecimiento económico e, incluso, han tenido que ser modificadas constantemente para evitar que se creen estímulos negativos a la inversión privada o que el estado crezca de un modo desmesurado, hasta el punto de que su acción resulte imposible de financiar o se haga políticamente peligrosa para las libertades individuales. 

             Pero en países de menores ingresos tales tentativas de redistribución, emprendidas casi siempre por políticos populistas, han terminado en fiascos de inmensa magnitud. 

            En primer lugar porque no es lo mismo, matemáticamente hablando, quitar una buena proporción del ingreso de unos pocos para transferirla a un gran número de pobres que quitar apenas algo a la gran mayoría para derivarla hacia el bienestar de un número reducido de pobres. En el primer caso el escaso número de "ricos" y el gran número de "pobres" hará irrelevante, cuantitativamente hablando, cualquier intento de brusca y forzada redistribución: si se le quitara la mitad de lo que poseen a unos ricos que apenas si constituyen un 5 ó 10% de la población y se le entregara esto a los pobres -que son 10 ó 20 veces más- el efecto sería apenas perceptible. Muy diferente será el caso si se reparte entre unos pocos indigentes una fracción, tal vez relativamente pequeña, del ingreso de los muchos otros miembros de la población; en este caso sí podrán apreciarse resultados interesantes en cuanto a la redistribución de los ingresos y resolverse problemas sociales específicos y bien delimitados. En la primera de las situaciones mencionadas, además, estaremos frente a una verdadera expropiación -abierta o disimulada- que, como resultado inmediato, llevará a un aumento de los conflictos sociales y a un decrecimiento significativo de la economía. Cuando los derechos de propiedad no se respetan o cuando se produce una revolución nadie quiere invertir, se destruye la capacidad autorreguladora de los mercados y -por supuesto- nadie tiene interés en crear o diseñar nuevos productos. La economía en su conjunto retrocede, la pobreza se generaliza y se entra en un círculo muy negativo de violencia y autoritarismo que a muy pocos finalmente beneficia. 

             La historia del siglo XX es explícita en cuanto a estas experiencias y a ellas nos remitimos. La Rusia Soviética, Vietnam, Cuba o Corea del Norte muestran a las claras el retroceso extremo que se produce cuando una elite de dirigentes asume el control de la vida económica de una nación, justificando su acción con un supuesto igualitarismo que al final termina también naufragando ante los privilegios que van adquiriendo los miembros del partido gobernante . Muchas experiencias de las llamadas populistas son también buenos ejemplos de lo que ocurre cuando se aplican las mismas políticas, aunque sea en una escala menor y de un modo más diluido. La impaciencia por el igualitarismo, generalmente estimulada por líderes autoritarios o partidos revolucionarios, produce siempre resultados adversos, deteniendo el proceso de desarrollo, empobreciendo así a la población y no por ello - siquiera- mejorando de un modo efectivo la desigual distribución de la riqueza. 

            Capítulo 5: Desarrollo y Medio Ambiente 

            5.1. ¿Puede sostenerse el desarrollo? La moderna producción industrial, decisiva para nuestro bienestar, requiere sin embargo de un inmenso volumen de materias primas y produce desechos de todo tipo - algunos muy peligrosos- capaces de contaminar la atmósfera y alterar el equilibrio del medio ambiente. Nuestro planeta ha cambiado, sin duda, desde la época en que los seres humanos se dedicaban apenas a la recolección, la caza y la pesca, y es posible que nuestra existencia esté ahora mismo amenazada por transformaciones que no alcanzamos a comprender en todos sus detalles y mucho menos a controlar: 

            el efecto invernadero y la disminución de la capa de ozono son dos ejemplos de problemas que inquietan a muchos y que podrían llevarnos a catástrofes de enorme magnitud. En estas condiciones la pregunta que hemos usado como título de esta sección cobra especial vigencia y nos propone un indispensable análisis. Si el desarrollo no fuera sostenible en el largo plazo, si el crecimiento económico nos llevara a un callejón sin salida, la humanidad tendría que modificar muchas de las ideas que acepta ahora sin discusión y emprender un viraje de amplias consecuencias. Pero, antes que nada, debemos tratar de comprender que el tema que acabamos de plantear posee una enorme complejidad. Por eso las amplias generalizaciones y las simplificaciones exageradas sólo pueden llevarnos a actitudes extremas y sin matices, que en poco ayudan a entender y solucionar los problemas: la ingenua despreocupación de algunos o el catastrofismo de otros, por ejemplo, que ya criticábamos en 2.2. En esa sección aludíamos a la increíble fuerza que poseen los procesos autorregulados, que actúan mediante una retroalimentación que podríamos calificar casi de automática y que ha permitido que el crecimiento económico haya podido continuar hasta hoy. Para explicarnos mejor veamos cómo funciona en la práctica un mercado, buen ejemplo de esa retroalimentación que acabamos de mencionar. 

            5.2. El Agotamiento de las Materias Primas Uno de los puntos fundamentales que se suele criticar al desarrollo es su avidez por el consumo de unas materias primas que, al menos dentro de los límites de nuestro planeta, concebimos como limitadas y finitas. Si la producción crece constantemente, si lo hace también -aunque a menor ritmo- el número de habitantes de la Tierra 

            ¿cómo puede esperarse razonablemente que no se agoten las tierras fértiles, el petróleo, los minerales de hierro... en fin, todos los recursos? 

            Y sin embargo, como puede comprobarse de inmediato, esto no ha sucedido: incluso si nos guiamos por los precios, indicadores indudables de las escasez de los diversos bienes, podremos ver que en nuestra época las materias primas valen menos que antes, que aparentemente son producidas con mayor abundancia que en épocas pretéritas y para nada están en vías de agotarse. La solución a esta paradoja reside en un concepto que, precisamente, acabamos de mencionar: 

            el de precio. Al concurrir las diversas empresas consumidoras de materias primas al mercado para abastecerse ellas van determinando, de acuerdo a la magnitud de su demanda, los precios a los cuales tendrán que comprar lo que necesitan. A mayor demanda, sin duda, más altos serán los precios que tendrán que pagar. 

            ¿Por qué, entonces, no apreciamos una tendencia secular hacia el aumento de los precios cuando se produce el crecimiento? 

            Porque, sencillamente, las empresas consumidoras de materias primas hacen todo lo posible para evitarlo y, a largo plazo, lo consiguen. Para entender este fenómeno debemos pensar de un modo no mecánico, que nos permita captar la forma en que decisiones inmediatas, de corto plazo, se van transformando en resultados de largo plazo a veces completamente sorprendentes. Expliquémonos: si la industria necesita cada vez una mayor cantidad de cobre, por poner un ejemplo, el precio de este elemento tenderá a subir. Pero ello, en muy poco tiempo, producirá dos efectos de importancia: 

            a) se incrementará la oferta de ese mineral en el mercado, porque ante el atractivo precio de venta se incorporarán nuevos productores o - lo que es lo mismo- los oferentes tratarán de producir más para realizar mayores ganancias, y 

            b) las empresas consumidoras tratarán de reducir su consumo, para evitar que mayores precios en el cobre se trasladen a sus productos, reduciendo así sus ventas y sus beneficios. Esto lo podrán hacer mediante una racionalización en el consumo de esa materia prima que derive de nuevas tecnologías o tal vez sustituyendo el cobre por algún otro material que puedan utilizar. Por su parte los productores del metal tratarán de encontrar nuevos métodos de explotación de las minas, mejores técnicas de refinación y otros cambios que les permitan producir más. Ambos efectos, en todo caso, llevarán a un relativo aumento de la oferta y a una paralela disminución de la demanda, dos situaciones que -complementándose- impulsarán el precio ahora hacia la baja. El mercado así se habrá autorregulado, y el resultado será una estabilización de los precios a pesar de un continuado aumento de la producción. Un buen ejemplo del fenómeno que acabamos de describir puede encontrarse en el caso de los precios del petróleo. Estos, que tendían hacia la baja durante los años sesenta, se multiplicaron bruscamente en 1973 por efecto del embargo que aplicaron a sus ventas los principales productores árabes. La reacción del mercado no se hizo esperar y pudo apreciarse en poco tiempo: la oferta aumentó, ya que los tentadores precios hacían ahora posible explorar y explotar yacimientos que antes resultaban antieconómicos; se crearon nuevas refinerías y se avanzó en técnicas de perforación que aumentaban el número de pozos explotables, mientras a la par se mejoraban las técnicas de refinación. Del mismo modo reaccionaron los consumidores: 

            empezaron a crearse automóviles con motores más pequeños, pero de más alto rendimiento, y en todas partes se trató de ahorrar energía, ya que esta ahora resultaba mucho más cara que antes. El resultado fue que, después de algunos años, los precios del petróleo, en dólares constantes, terminaron siendo apenas superiores a los de la década de los sesenta. Estos ejemplos, creemos, sirven para explicar por qué no se agotan en nuestro mundo las materias primas. Es verdad que estas se consumen cada vez en mayor cantidad a medida que se progresa económicamente, pero es cierto también que este incremento, al reflejarse en los precios, lleva a cambios tecnológicos profundos que hacen que se utilice cada vez menos material por unidad producida. Compárese por ejemplo la cantidad de acero que tenía un automóvil en los años sesenta con respecto a la que incorporan los actuales, o la cantidad de cobre utilizada en cualquier aparato frente a la tecnología de los circuitos integrados, y se verá que ahora, con menos, se hace mucho más que antes. A este proceso de innovación hay que añadir la práctica del reciclaje, casi desconocida un siglo atrás y apenas aplicada todavía hace tres o cuatro décadas, que reduce sustancialmente el consumo primario de materiales, y las nuevas tecnologías que amplían el acceso a los minerales que resulta posible ahora explotar. 

             Todos estos cambios -tecnológicos, económicos y en los hábitos de consumo- han llevado a que se aprecie, más bien, una tendencia secular hacia la baja de los precios para las principales materias primas. Así lo establecen los estudios de quienes han seguido los valores relativos a la energía, el cobre, el plomo, el níquel, el mercurio, la plata, el aluminio, el zinc y el tungsteno, entre otros minerales. Del mismo modo se observa que las reservas comprobadas, de acuerdo a la tecnología actual, resultan prácticamente ilimitadas para la mayoría de los minerales que conocemos, ya que éstas suelen aumentar a una velocidad mayor que la de su consumo. Algo semejante, aunque imposible de detallar aquí por razones de espacio, ha sucedido con respecto a la agricultura y la ganadería. El rendimiento de estas actividades básicas ha aumentado considerablemente a lo largo del tiempo de modo que hoy, gracias a lo que algunos llaman la "revolución verde", se produce una cantidad muchísimo más grande de productos vegetales y animales en la misma extensión de tierra. Es cierto que, se nos replicará, ello se ha logrado, en buena medida, gracias al uso de abonos artificiales, pesticidas y otros recursos que generan un grave riesgo para el medio ambiente. A este problema, precisamente, dedicaremos nuestra atención de inmediato. 

            5.3. La Contaminación del Ambiente 

            El tema de la contaminación ambiental puede ser abordado eficazmente, al menos en parte, con algunos conceptos que nos proporciona la economía. Para enfocar el problema, entonces, debiéramos pensar ante todo en los costos y beneficios que tiene cualquier actividad y en si estos, a su vez, pueden percibirse en el corto o en el largo plazo. Del mismo modo debemos interrogarnos acerca de si tales costos y beneficios recaen sobre la persona o empresa que realiza directamente la acción o sobre terceros, es decir, sobre otra gente no involucrada directamente en lo que se está haciendo. Cuando una industria se dedica a la producción de un bien tiene evidentes costos derivados de la compra de materias primas y otros insumos, de pagos por salarios, por el local que ocupa, el capital que utiliza, etc., y beneficios que le llegan a través de las ventas que realiza. Algunos de los costos, sin embargo, son difíciles de percibir para el observador externo: así, por ejemplo, toda empresa paga por mantener la limpieza de sus instalaciones y, además, sus trabajadores utilizan alguna parte de su tiempo -que es remunerado- poniendo orden en los materiales e instrumentos que emplean, evitando que se dañen, almacenándolos de un modo apropiado y, en general, cuidando reducir los costos asociados a pérdidas de variado tipo. Cuando estas actividades se realizan de este modo es la empresa misma la que paga, ya sea al utilizar los servicios de contratistas que se encargan de la limpieza o del mantenimiento, o al asumir que una parte de los sueldos y salarios que entran en sus costos se dediquen a actividades no directamente productivas. Pero la empresa, también, produce desechos, materiales que no puede utilizar o que son subproductos inútiles de los procesos de transformación que realiza. Las famosas chimeneas, que en su tiempo fueran el mejor símbolo de la revolución industrial, no representan otra cosa que una forma de arrojar ciertos desperdicios al aire. Lo mismo se ha hecho en los ríos, en el mar o disponiendo de diversa manera de los residuos sólidos que se van acumulando. En este caso, a diferencia del anterior, la empresa se deshace de materias inconvenientes, que para nada le sirven, pero sin pagar ningún precio por ello. Se libera de lo que le molesta de un modo gratuito, o casi gratuito, pero impone sin duda costos a quienes tienen que recibir, sin quererlo, los desechos que llegan al ambiente y que, sin lugar a dudas, afectan también a sus propiedades. Lo mismo podríamos decir, con las adaptaciones necesarias, si no pensamos ya en una empresa sino en un consumidor individual, en cualquier institución o persona que se desprende de lo que le molesta pero que -al hacerlo- sólo lo traslada en realidad a otro lugar, donde puede afectar o hacer daño a los demás. Cuando nos encontramos en una situación de este tipo, en una especie de intercambio no voluntario -pues nadie de buen grado, y gratis, desea que se le contamine el medio en que vive- se habla en economía de una externalidad negativa. Las externalidades no son como los intercambios libres de mercado, donde ambas partes realizan sus transacciones ante la expectativa de mejorar su situación, sino que resultan visiblemente desiguales: una parte resuelve sus problemas mientras que la otra, sin poder negarse, tiene que pagar los costos. Por esto los peores casos de contaminación ocurren por lo general en espacios públicos, que no son en la práctica de nadie, ya que los problemas que afectan directamente a propiedades privadas se pueden resolver muchas veces por acuerdos amistosos entre las partes o acudiendo a los tribunales. 

            Cuando las áreas afectadas son públicas o no pertenecen a nadie, en cambio, como ocurre con los océanos, es mucho más difícil o prácticamente imposible formular reclamos o hacer que éstos prosperen. De allí también que tales problemas, como lo afirmábamos en el capítulo 2, hayan tenido una amplitud verdaderamente alarmante en las sociedades que adoptaron el comunismo. Otro aspecto a tener en cuenta es que la contaminación, por lo general, no tiene efectos inmediatos y visibles sino acumulativos y que se manifiestan ostensiblemente sólo en el largo plazo. Nada parece cambiar en nuestro planeta si se vierten en un río algunas miles de toneladas de desechos: 

            por lo general los efectos se diluyen en la amplitud del medio y son compensados por la fuerte tendencia a la estabilidad que tienen los grandes ecosistemas. 

            Pero cuando tal conducta se reitera, cuando se continúa la tala de bosques, la caza de animales o el vertido de contaminantes por un tiempo relativamente largo, los efectos aparecen súbitamente y, por lo general, cuando ya es muy difícil volver a la situación inicial o se requiere de enormes inversiones para conseguirlo. Lo anterior no significa, sin embargo, que nada pueda hacerse. Hay mil modos de superar los efectos de la contaminación mientras se va pasando a un tipo de actividad económica más amistosa hacia el medio ambiente, más sensata y controlada, que "internalice" por ejemplo las externalidades de las que hablábamos hace un momento y haga posible el fuerte crecimiento económico que se necesita para ir eliminando la pobreza mientras se preserva el ambiente que heredarán nuestros descendientes. Los datos disponibles muestran que, desde las primeras advertencias de los ecologistas hasta el presente, mucho es lo que se ha logrado al respecto. Los estudios sobre el proceso de deforestación muestran que ésta continúa en las áreas tropicales, pero que en las zonas más templadas hay, por el contrario, un avance en la magnitud de la superficie cubierta por bosques y a la vez en la producción de madera, especialmente por obra de un proceso controlado de siembras y de rotación de la tala. Sobre la extinción de especies -a pesar de la actitud fuertemente pesimista que algunos tienen- las conclusiones no son para nada desalentadoras. Analistas más equilibrados destacan, ante todo, la ausencia de suficientes datos como para sostener las previsiones catastrofistas que con tan poca seriedad se difunden y apuntan, más bien, hacia la comprobación de una tasa de extinción extremadamente baja, lo cual resulta compatible con la poca información verificable sobre el número de especies existente, los amplios esfuerzos que se hacen en la actualidad para salvar animales en peligro y la aparición -a medida que se conocen mejor zonas remotas o de difícil acceso- de ejemplares de algunas especies que se creían extinguidas. En relación con el deterioro del medio ambiente se puede afirmar que los resultados son variados y bastante diferentes según los diversos indicadores que se tomen en cuenta. La presente evidencia parece descartar las "predicciones de un desastre ecológico inminente, aunque sin justificar la complacencia o la inacción" frente al problema. También muestra que -después de alcanzar un máximo hace algún tiempo- la cantidad de materias contaminantes en los ríos y en el aire de los países más desarrollados exhibe ahora una interesante tendencia a reducirse, lo cual no es para nada sorprendente en vista del amplio esfuerzo que se ha hecho y de los ingentes recursos que se han gastado para lograr tales resultados. 

            Para dar apenas dos ejemplos alentadores de los frutos de esta acción mencionaremos al lector la forma efectiva en que han podido limpiarse las aguas del Támesis y de varios ríos alemanes, así como el brusco descenso en la cantidad de derivados del plomo que hay en el aire luego de que se adoptara -en muchos países- el uso de gasolina que no contiene este elemento. Hay otros problemas específicos que, por diversas razones, han llamado la atención del público de un modo más insistente. Uno de ellos, el de la "lluvia ácida", ha sido ahora estudiado en profundidad, encontrándose -en primer lugar- que su efecto no es tan pernicioso como se había creído y que -en segundo lugar- pudieron hallarse soluciones técnicas una vez que se obtuvo el suficiente conocimiento científico sobre el tema. Algo similar podría ocurrir cuando avance la investigación sobre otros dos problemas que son los que ahora más inquietan a aque llos que se preocupan por la conservación del medio ambiente: el calentamiento global, producto del llamado "efecto invernadero", y la destrucción de la capa de ozono que rodea nuestra atmósfera e impide el paso de radiaciones ultravioletas capaces de generar cáncer. En ambos casos, creemos, existe todavía una insuficiente información como para tomar medidas apropiadas y efectivas, por lo que su solución concreta y en profundidad habrá de demorarse todavía un cierto tiempo. 

            5.4. Una Nueva Actitud 

            La preocupación por la calidad de nuestro medio ambiente y, de un modo todavía más general, por adoptar una forma de desarrollo que pueda sostenerse en el largo plazo, es una inquietud relativamente reciente. Hace apenas medio siglo eran completamente excepcionales las personas que se ocupaban del problema o que, para decirlo más exactamente, pensaba que existía algún problema del que ocuparse. La gente aún tenía una actitud de expoliación hacia la naturaleza que para nada se preocupaba de equilibrios ecológicos, desaparición de especies o limpieza del aire o de los ríos, como si los recursos fuesen infinitos o el deterioro producido irrelevante. Ha sido sólo en las últimas décadas que se ha suscitado una nueva consciencia al respecto, una manera de ver la actividad económica humana dentro de un contexto más amplio y de largo plazo. Es cierto que esta nueva actitud, más sensible hacia el mundo que nos rodea, ha estado siempre matizada con ese catastrofismo al que hemos criticado en páginas anteriores. Pero, de alguna manera, ella ha servido como contrapunto a una complacencia y a un desinterés sin duda también muy peligrosos. 

            El modo de llegar a un equilibrio entre estas actitudes tan contrapuestas, pensamos, pasa de algún modo por el tipo de análisis económico que ya esbozamos en este capítulo. Porque, para situar el debate en un justo punto, es preciso entender que toda medida de protección hacia el medio ambiente tiene costos que es preciso contraponer a los beneficios que podría proporcionarnos. La moneda tiene dos caras y, por lo tanto, es irresponsable olvidarse de cualquiera de ellas: podemos hacer que una determinada industria "internalice" los costos de sus emisiones de gases tóxicos, obligándola tal vez a colocar filtros especiales para eso, y con tal medida habremos logrado un aire un poco más puro; pero el costo de esa medida se trasladará, de un modo u otro, al precio final al que tendremos que adquirir los productos. Podemos tratar de proteger una especie en peligro pero ello, inevitablemente, implicará la contratación de personal especializado, la compra de equipos y, tal vez, la expropiación de algunas tierras: los costos de todo esto lo pagarán fundaciones y organizaciones sin fines de lucro si reciben fondos apropiados, o los tendremos que pagar todos a través de los impuestos, si tales fondos no se consiguen y la actividad la emprende el gobierno. No hay mejora posible del medio ambiente que resulte gratuita o se dé por sí sola. Es irresponsable, por lo tanto, exigir profundos cambios sin estar dispuestos a asumir los correspondientes costos. Por supuesto que, y esta es la nota optimista, la valoración de los costos y los beneficios que intervienen en estas situaciones es -como sucede siempre en economíaenteramente subjetiva. Hace cincuenta años probablemente nadie hubiese estado dispuesto a pagar -directa o indirectamente- unas pocas monedas para salvar a las ballenas o reducir las emanaciones que contienen plomo. 

            Hoy, en cambio, hay millones de personas interesadas en tales problemas y dispuestas a asumir los costos implícitos en el mejoramiento de un medio ambiente que perciben como parte importante de su calidad de vida. No es de extrañar, sin embargo, que sean las personas de mayores ingresos las que estén dispuestas a hacer de buen grado este sacrificio: para quienes viven al borde de la subsistencia y no saben si podrán llegar vivos al final de una sequía -por ejemploresultará del todo intrascendente la meta de reducir problemas ambientales que sólo podrán tener consecuencias negativas en el muy largo plazo o salvar especies de las que no se obtiene ningún provecho directo e inmediato. La situación, sin duda alguna, es decididamente compleja: hay muchos actores involucrados, con legítimos pero diferentes intereses, en infinidad de problemas que requieren de acciones de muy dispar naturaleza. Los gobiernos, en los que algunos piensan como los actores de mayor capacidad de acción, no tienen por lo general ni los recursos ni los conocimientos para trabajar de un modo eficiente y adaptado a cada situación. Sus acciones tienden a burocratizarse y por ello a hacerse sumamente costosas, mientras que su intervención siempre acarrea riesgos en cuanto a interferir con un sano y dinámico desarrollo de la economía. Esto no quiere decir que no desempeñen un papel importante en cuanto a generar normas y desarrollar acciones favorables al ambiente, aunque dicho papel -creemos- es por lo general más limitado y menos efectivo de lo que generalmente se piensa. 

             Otros dos actores fundamentales, las empresas y los consumidores, van asumiendo con el tiempo un papel cada vez más significativo. Las empresas, en principio, porque han ido reconociendo que no pueden trabajar y actuar como si el futuro no existiese, imponiendo externalidades que tendrán que pagar todos, su personal y sus clientes inclusive; los consumidores porque han ido exigiendo y han mostrado que están dispuestos a pagar por productos menos contaminantes y más sanos, y porque también -como trabajadores, directivos o accionistas- no tienen en el fondo intereses opuestos a los de los productores. La idea de hacer más con menos, de lograr un manejo eficiente de los recursos que se utilizan en la producción, no es de ningún modo ajena, por otra parte, a los verdaderos empresarios: sobre ella se basa, precisamente, la eficiencia productiva que les permite ofrecer bienes mejores y más baratos, más deseables para los consumidores y, por lo tanto, capaces de generar mayores ventas y un aumento paralelo en los beneficios. 

             Esta nueva actitud ha dado origen al concepto actual de "consumo sostenible", patrocinado ya por agencias de las Naciones Unidas como una meta deseable y al alcance de todos, que se ha definido como el consumo que "...permite obtener una mejor calidad de vida mientras reduce al mínimo tanto el uso de recursos naturales y de sustancias tóxicas como la emisión de desperdicios y materiales contaminantes durante su ciclo de vida, con lo que se evitan los riesgos que se imponen sobre las generaciones futuras." Tal concepto, que paso a paso se va adoptando por un número cada vez mayor de personas, nos permite cerrar estas páginas con una nota esperanzadora: 

            el desarrollo económico, que nos abre posibilidades infinitas de realización apenas exploradas hasta ahora, es básicamente sostenible y capaz de seguir su curso durante un largo tiempo. Sólo se necesita que asumamos a plenitud todos los costos que éste implica y que nunca apartemos nuestra atención de los problemas que podemos crear -con nuestra despreocupación- a las generaciones futuras. Capítulo 6 Recordando lo Esencial Hemos presentando, a lo largo de los cinco capítulos anteriores, esa empresa singular de la humanidad que solemos llamar el desarrollo: 

            sus principales logros, las críticas que se le han formulado, los temores y las reticencias con que se lo ha recibido. Queremos ahora, sobre la siempre cambiante superficie del debate, recordar al lector brevemente lo que nos parece esencial a este proceso, destacar algunos puntos decisivos que, tal vez, pueden haber quedado insuficientemente claros en la exposición precedente. La palabra que solemos emplear, desarrollo, a pesar de las impreciones que a veces la rodean, nos parece sin embargo adecuada y significante: 

            el desarrollo es desenvolvimiento de potencialidades previamente existentes, despliegue de ideas, energías y voluntades, creación humana que reconoce infinidad de inventores, innovadores y empresarios -en el mejor sentido de la palabra-, pero que no obedece a la decisión única o al plan de un gobernante, ni es el proyecto de un líder iluminado o un grupo tecnocrático dirigente. Y este inmenso movimiento, que recorre ya más de dos siglos y abarca prácticamente toda la Tierra, que ha cambiado nuestras vidas haciéndolas más ricas en posibilidades y menos sujetas a las limitaciones y las debilidades propias de la especie, se basa en algunos pocos principios fundamentales que vale la pena destacar: el deseo de mejoramiento y de cambio que, aunque con prudencia, manifiestan siempre las personas, la libertad de comerciar y de producir que permite que aparezcan economías sólidas y diversificadas, la seguridad jurídica y la estabilidad que surgen de gobiernos representativos, responsables ante sus ciudadanos. No es posible omitir o excluir ninguno de estos factores fundamentales. Sin el deseo constante de las personas por salir de lo que ellas mismas califican como la pobreza sería imposible que hoy existiesen tantos y tan variados productos que hacen más plena nuestra vida: nos guste o no debemos aceptar que la gente quiere consumir más, que trabaja y se esfuerza para conseguir el dinero necesario con el que podrán adquirir desde las medicinas y la mejor educación posible para sus hijos hasta las frivolidades que -a vecespueden resultarnos tan chocantes. 

            El consumidor, sin embargo, no es una máquina ciega de comprar manejada a voluntad por la publicidad, como cierta visión de caricatura nos ha querido hacer creer: es -como todos nosotros, que nunca dejamos de ser consumidores- un ser que ensaya, reflexiona y va aprendiendo, cada vez más consciente de sí y de su medio, que investiga y elige, que ya no se conforma con una información superficial o una satisfacción efímera. Sin un sistema económico de mercado, por otra parte, no ha podido alcanzarse hasta ahora el desarrollo en ninguna parte. Y ello no es casual: 

            el mercado, que es en el fondo una forma compleja y autorregulada de cooperación social, genera los estímulos para que se creen y se produzcan los bienes que las personas demandan, para que se hagan las inversiones que se necesitan, para que se vaya abaratando el precio de las mercancías a medida que estas, gracias a la competencia, se hacen más abundantes y se aproximan más a las necesidades del consumidor. La planificación, la excesiva intervención del estado, las tentativas de un crecimiento autárquico o los intentos de regresar a un pasado pastoral y simple, han fracasado con estrépito en el agitado siglo que acaba de concluir. Han producido, eso sí, estaciones espaciales y armas poderosas de destrucción masiva, pero nunca la diversidad de productos de alta calidad que hacen más confortables nuestras vidas cotidianas. La historia muestra que la estabilidad política e institucional, por último, ha resultado también decisiva. Nadie es más pobre que los pueblos devastados por las guerras, que por su propia naturaleza son destrucción y muerte, brutalidad y desorden, disminución de la libertad y restricción de alternativas. Pero los males de la guerra, en todo caso, no son sino el ejemplo extremo de lo que queremos indicar: 

            hay también convulsiones políticas y sociales que retardan severamente el desarrollo, como las guerras civiles, los continuos alzamientos militares, las revoluciones y los golpes de estado. Cualquier fenómeno que politiza excesivamente a un país es contraproducente para su bienestar y su crecimiento, porque cuando todo se supedita a la política se reducen los incentivos que favorecen la actividad económica, se interfiere con el funcionamiento del mercado, se van subordinando las decisiones de productores y consumidores a la voluntad del gobernante. Si el estado, por otra parte, se ocupa directamente de la economía de un país, se arriba por lo general a deplorables consecuencias. Cuando es el gobierno el que invierte y crea empresas propias, cuando los gastos públicos se desbordan y llevan a un amplio endeudamiento, cuando la actividad de las empresas está sujeta a miles de leyes, decretos e intervenciones discrecionales de los funcionarios, se crea un clima económico adverso, aparece generalmente la inflación y los capitales buscan puertos más serenos para establecerse y generar crecimiento. Cuando los estados, en cambio, se concentran en sus funciones básicas de proporcionar seguridad y respeto a la propiedad privada, cuando además se hacen permeables a las iniciativas y el examen de los ciudadanos, se genera entonces una situación que impulsa el desarrollo y promueve que cada quien trabaje intensamente para su propio beneficio y para el bienestar colectivo. Estas, nos parece, son las condiciones básicas para generar el crecimiento, lo cual no significa que no haya factores morales y culturales de importancia, que se pueda descuidar la educación o que -nos apresuramos a decirlo- el desarrollo económico sea la única empresa humana digna de importancia. 

            Muy por el contrario, debemos tener siempre presente que el bienestar que nos proporcionan los adelantos de la vida actual no es más que el punto de partida que nos permite trascender las satisfacciones inmediatas y dejarnos el espíritu libre, por así decir, para pensamientos y obras de mayor trascendencia. Tal vez por no entender a fondo esta crucial distinción es que, muchas veces, se ha criticado al desarrollo de una manera injusta. Nadie en su sano juicio podría postular que es preciso tener siempre más bienes y servicios, insaciablemente, y que todo nuestro esfuerzo se debe concentrar en ese objetivo, como si fuera la exclusiva meta de nuestros desvelos. Pero, así como absurda y limitante sería esta pretensión, así también nos parecen sin sentido las diatribas contra un proceso que tantos beneficios de todo tipo nos ha permitido alcanzar o el alarmismo de quienes piensan que a cada paso nos amenazan catástrofes sin cuenta. Las críticas son útiles cuando se formulan con la madurez suficiente como para sopesar adecuadamente beneficios y costos, cuando se puede -con sus argumentos o sus datos formular problemas concretos que puedan encontrar adecuada solución. El desarrollo, como toda actividad humana, tiene obviamente sus riesgos: 

            pero ante el riesgo no podemos quedar paralizados o tratar de construir una existencia de seguridad absoluta porque intentarlo nos llevaría a la inmovilidad y el fracaso. Quien quiera regresar al pasado, quien pretenda dar marcha atrás en este camino encontrará la resistencia de millones de personas que se sienten hoy liberadas al disponer de productos que les permiten vivir más y mejor. La historia del siglo XX muestra, junto con la desoladora presencia de atroces guerras y estados totalitarios, una progresiva reducción de los riesgos que surge de una humanidad cada vez más atenta a las consecuencias de sus actos.


            La puerta del jardín: el feminismo y operaismo - Mariarosa Dalla Costa.
            Un artículo sobre la historia del feminismo marxista italiano dada en un seminario sobre operaismo ("obrerismo"), celebrada en Roma, junio de 2002 (3.000 palabras).

            En la década de 1970 el feminismo italiano tenía dos lados: uno era la auto-conciencia, el otro era el feminismo operaista de Lotta Femminista (lucha feminista) que con el tiempo se convirtió en grupos y comités de salarios para las campañas de las tareas domésticas. Lotta Femminista era militante a nivel nacional y particularmente fuerte en regiones como Véneto y Emilia, mientras más débil en las grandes ciudades como Milán - donde autoconciencia prevaleció - y Roma - donde existían dos grupos. Incluso habíamos ido tan lejos como Gela en Sicilia donde tuvimos otro grupo. Por encima de todo, desde 1972, cuando fundó el Colectivo Feminista Internacional para promover el debate y las acciones en los diferentes países, tuvimos una gran red internacional, particularmente activo en los EE.UU. y Canadá, así como algunos países europeos, como Gran Bretaña y Alemania, así que a menudo realizamos conferencias internacionales para organizar nuestras acciones en concierto. Las mujeres afroamericanas fueron parte de este circuito. Solían decir que la fuerte presencia italiana en el circuito había hecho concebible para que tomen parte en ella, porque las mujeres italianas tenían poco poder (un tipo de mujeres del Tercer Mundo en sus ojos). Había la red sólo incluye mujeres estadounidenses o ingleses blancos, no habrían participado. Recuerdo que desde el comienzo de los años '70 viajé alrededor de los Estados Unidos y algunas metrópolis canadienses para llevar a nuestro discurso sobre el trabajo doméstico desde el Atlántico hasta la costa del Pacífico (y me robaron el poco dinero que tenía en El Paso). Los vuelos y viajes en autobús fueron pagados por camaradas norteamericanos que pusieron $ 1 cada uno hacia mí llegar a hablar con ellos. Al mismo tiempo, algunas universidades, donde se adoptó el poder de las mujeres y la subversión de la comunidad en la lista de lectura como un clásico feminista, me invitaron a conferencias. Así que me dio algo de dinero de esto también para los viajes. A la Universidad de Nueva York en el 73 me ofreció un poco de enseñanza y con el fin de formalizar el nombramiento me consiguió para sostener una entrevista con algún examen profesor para que pudiera comenzar el curso, tan pronto como se inició el año académico.Pero, una vez de vuelta en Italia, escribí a los que tenía la intención de abandonar el cargo. No podía concebir que abandonar el trabajo político (Lotta Femminista era un pequeño grupo que no podía abandonar a su suerte). Ellos no entendían mi respuesta y se pusieron muy enojados. Pero todas las opciones de vida siempre estaban subordinados a este trabajo y la investigación política. En este sentido también, Poder Obrero me había marcado como militante.

            ¿Cómo fue la salida de algunas mujeres de Poder Obrero dar a luz a Lotta Femminista? En lo que a mí respecta, he de decir que cuando me uní Potere Operaio un compañero mayor, Teresa R., me preguntó: 

            "¿Por qué te uniste ' y sin esperar mi respuesta, dijo: "La necesidad de la justicia, ¿no? ' "Sí", le dije.

            Había acertado y la respuesta parecía obvia para mí también. Si me pregunté por qué me fui de Poder Obrero en junio de 1971 y reunió a un grupo de mujeres que se convertiría en el primer núcleo de Lotta Femminista, yo respondería: 

            'Como matetr de la dignidad'. En ese momento, la relación entre el hombre y la mujer era, sobre todo en el entorno de los compañeros intelectuales, no suficientemente dignificación para mí. Por lo tanto, me presenté a estos compañeros un panfleto que se convertiría en Potere femminile e sovversione sociale: un pequeño libro que el movimiento feminista internacional adoptó inmediatamente y traducido en seis idiomas. Di a luz al primer acto de la organización autónoma de las mujeres dentro de la tendencia operaista, pero otros pronto se unió a nosotros de otros grupos y de grupos no demasiado, porque, obviamente, las cosas entre los hombres y las mujeres no iban bien en general.

            La segunda razón fue la necesidad de lo que entonces se llamaba un proceso de auto-identificación. Las mujeres ya no definen a sí mismos, el proceso autónomo de la construcción de su identidad, a través de los ojos y la expectativa de un hombre. Recuerdo un documento estadounidense que circuló mucho, extrañamente titulado: 'Mujer identifica a la mujer, pero muchos otros estaban en esa longitud de onda. Después de salvar nuestra dignidad e identidad (más psíquicamente que temporalmente), el razonamiento y la reflexión se iniciaron el cuál fue la fuente maliciosa de nuestro malestar, el origen de la explotación mujeres y la opresión. Identificamos en el trabajo reproductivo, las tareas del hogar libre en la medida en que se atribuye a las mujeres en la división sexual del trabajo capitalista. Algunos de nosotros, sin embargo, impulsado por la necesidad de ir más atrás en el estudio de los orígenes de desgracias femeninos, también han estado en las relaciones hombre-mujer prehistóricos, matriarcado y el patriarcado, y estos estudios están ahí, pero la tarea urgente operaista era tener un análisis que podría ser útil para una intervención así nos concentramos en el capitalismo. Nosotros revelamos el arcano de la reproducción mediante el análisis de cómo la producción y reproducción de la fuerza de trabajo constituyen la fase oculta de la acumulación capitalista. Hemos puesto de manifiesto lo arcano, pero no el secreto.

            Porque tengo que decir que cualquier reproducción pena este nombre tiene su propio secreto. Hemos ampliado el concepto de clase para incluir a las mujeres como productoras y reproductoras de la fuerza de trabajo. Nos fundamentalmente miramos las mujeres de clase proletaria y de trabajo. Detrás de las puertas cerradas de la casa, la mujer presentó un trabajo que no tenía ninguna retribución ni el trabajo el tiempo ni las vacaciones, mientras que en realidad casi ocupa toda la época de sus vidas. Este trabajo consistió en tareas materiales e inmateriales y condicionó todas sus opciones. Se definió a la familia como el lugar de producción en la medida en que a diario produce y reproduce la fuerza de trabajo; hasta entonces los otros habían reclamado y todavía afirmado que la familia era un lugar de mero consumo o la producción de valores de uso o mero ámbito de la fuerza de trabajo de reserva. Hemos dicho que la mano de obra externa ni elimina ni modifica sustancialmente el trabajo doméstico, en lugar de añadir un segundo maestro a la primera representada por el trabajo del marido. Por lo tanto, la emancipación a través del trabajo externo nunca fue nuestro objetivo. Tampoco era la igualdad con los hombres. ¿A quién debemos hemos estado a la altura, cuando fuimos abrumados por una mano de obra que el hombre no lo haría? Por otra parte, en un momento en el discurso sobre el rechazo del trabajo era tan fuerte, 

            ¿por qué deberíamos tratar de luchar por algo que los hombres estaban tratando de refutar?


            En la sociedad postfordista de esos años, nos habíamos puesto de manifiesto que la producción más o menos giraba en torno a dos polos: 

            la fábrica y la casa; y que la mujer, en la medida en que ella produce, a través de su trabajo, la mercancía necesaria para el capitalismo, es decir, la fuerza de trabajo en sí, tenía en sus manos una palanca fundamental de poder social: ella podría negarse a producir. En este sentido, se constituye la figura central de "subversión social" como solíamos llamarlo en el momento, es decir, de una lucha que podría conducir a una transformación radical de la sociedad. Tengo que decir que a pesar de las profundas transformaciones que más tarde se produjeron en el modo de producción, esta piedra angular de la responsabilidad femenina en el modo de producción y la importancia del trabajo de reproducción permanecen problemas no resueltos, reproduciendo así la persistencia de un binarismo fundamental.

            Pero binarismo, por encima de todo lo masculino y lo femenino, es en mi opinión, inscrita en el universo. Quizá deberíamos mejor observamos evitar considerándolo tan fácilmente como en el camino de la extinción, mientras que intentamos hacer que sea menos desigual. Como he dicho anteriormente, para nuestra actividad intervencionista nos referimos a las mujeres de clase proletaria y de trabajo. Pero el trabajo reproductivo representado a un nivel generalizado el elemento fundador de la condición femenina. Mover contra esta condición implicaba en primer lugar el ajuste fuera de una actitud de rechazo de este tipo de trabajo en la medida en que era libre y atribuido principalmente a las mujeres. Se suponía abriendo negociaciones con el Estado para que una cita de la riqueza producida podría estar destinado a este trabajo, tanto en la forma de dinero y servicios, por lo que el tiempo podría dedicarse a ella, en lugar de fingir que era una tarea opcional fácilmente combinable con trabajo externo. La negativa obviamente preocupa tanto material como inmaterial reproducción. Las mujeres venían a sustituir a una feminidad hecha del trabajo de los demás, de enorme disponibilidad de vivir en función de otra persona, una feminidad donde todo esto se redujo a dar espacio a una reproducción por sí mismos. 

            El tema del trabajo doméstico estaba estrechamente entrelazada con la de la sexualidad que se habían realizado en función de pro-creación-reproductiva. Así, las luchas sobre el trabajo, la sexualidad, la salud y la violencia fueron muy entrelazados. Algunos compañeros llevaron a cabo estudios muy interesantes sobre este tema. Está en juego en el trabajo reproductivo eran cuerpos y con ellos también las relaciones y emociones.Luchamos en el quartieri (buenas luchas por la vivienda, que era nuestra primera lucha y el único para el que no tenemos registros), y en los hospitales y escuelas y fábricas. En Padua, el 5 de junio de '73 nos pusimos en marcha la lucha por el aborto girando un juicio contra una mujer que había abortado en una movilización política. Después de años de activismo con el conjunto del movimiento feminista se obtuvo en 1978 la ley 194 que reconoce el derecho a interrumpir voluntariamente el embarazo con asistencia médica. 

            En 1974 en Padua organizamos el "centro de salud de la mujer ', auto organizado centro de asesoramiento de la mujer, la primera en Italia. La experiencia de los centros autogestionados, que abrió en el resto del país, con el objetivo de ser un momento de propulsión ejemplar en el replanteamiento de la relación entre la mujer y la medicina, en particular en el ámbito de la ginecología, dada la inminencia de la ley que los centros de planificación familiar instituidos en 1975, la ley 405. En los hospitales, en las salas de obstetricia conocido en su momento como "lagers maternidad 'que llevan a cabo grandes luchas (I recuerdan los de Padua, Ferrara y Milán). En la fábrica, la lucha Solari fue ejemplar y se utiliza como un modelo para otros, donde los trabajadores exigieron que el maestro les dio tiempo pagado y los servicios médicos para los controles rutinarios ginecológicos sin tener que perder días de trabajo, ni renunciar a cuidar de sí mismos. De particular importancia fue una lucha en un pueblo de Veneto contra una fábrica que contaminó los aires y las aguas de la zona.

            Como decía anteriormente, teníamos grupos organizacionales nacionales e internacionales, pero lo que se llama la atención fue el nivel de la pobreza extrema de los medios con que se llevó a cabo toda esta actividad. Los medios de comunicación fueron principalmente el folleto y el documento, llamado 'Le Operaie della casa' (los trabajadores de la casa). Tal militancia exasperado y totalizadora, que no dejaba espacio para nada más en nuestras vidas, fue seguramente deriva de la experiencia de Poder Obrero, pero creo que en el momento en otros grupos la situación era similar a la nuestra. Esto obviamente fue aún más difícil para aquellos de nosotros que tuvo un papel destacado. Y aquí es importante subrayar algo más. Hacia el final de la década estábamos agotados por ese tipo de vida y el activismo. Todos nuestros márgenes de la reproducción se había erosionado, notoriamente más estrecha que aquellos hombres, camaradas incluidos, disfrutaron.

            Después de unos diez años, el cuerpo de la mujer - militantes incluso tienen un cuerpo, por mucho que a menudo se negó - consideró que el reloj biológico marcaba otros plazos. Por ejemplo las mujeres que querían tener un hijo, y ya era tarde, tenía que decidir con quién y en qué entorno de vida para elevar lo [sic]. Como la transformación social no estaba en el mismo nivel de la nueva individualidad femenina, el proceso de rendición comenzó. Muchos tuvieron que darse por vencido. ¿Cuánto y cómo dependía del dinero que estas mujeres tenían a su disposición, el tiempo libre que tenían y el tipo de trabajo que tenían que hacer para conseguir ese dinero. El viejo problema de la falta de la mujer de dinero, en la que habíamos luchado tanto, nos revela, una vez más, sobre todo en esta fase, todas sus dimensiones dramáticas.

            Cerca de ese momento de crisis, la represión llegó y con ella - especialmente por los sociólogos e historiadores femeninos izquierda - la cancelación total de nuestra corriente feminista, sus luchas y sus acciones. Polda y yo, sin embargo, se habían encargado de documentar - generalmente sacrificar sábados, domingos y los demás días festivos - todos los momentos de lucha y movilización, así como las cuestiones que se habían planteado en el debate, en la organización de folletos, colecciones de papeles y en el periódico. Y ese material todavía está allí. En los años 80, los años de la represión y la normalización, una marca fundamentalmente cultural del feminismo reemplazarían esas grandes luchas y esas demandas, y esto tuvo la función de controlar y seleccionar las demandas y las voces de las mujeres. Nos fueron acusados. De una manera muy tedioso, dadas las circunstancias, algunas obras históricas y teóricas se completan con algunos compañeros; obras que originalmente se había concebido en los años 70 como parte de un proyectos integrales que podría ya no pueden realizar. Decir que la circulación de las obras 'fue obstruido sería utilizar un eufemismo. Básicamente desaparecieron (excepto desde el momento de la existencia que constituir por mi enseñanza universitaria). Ellos fueron sumergidos por una voluntad política adversa y por una profusión de estudios sobre la condición femenina desde una perspectiva diferente. Nuestra producción también fue expropiada en gran parte de nosotros y domesticado. En el estudio de la condición femenina, las instituciones utilizaron todo su poder, la financiación fue redirigida, las redes y la investigación se canalizaron con cuidado. Instituciones e iniciativas ficticios se establecieron. El problema del trabajo reproductivo no se abordó. El discurso sobre la retribución del trabajo doméstico también fue acusado. Esa pregunta habría encontrado una solución muy parcial y falsa con la fuerza de trabajo inmigrante, que a su vez deja tras tragedias de la reproducción (por ejemplo, los niños pequeños que, al haber estado detrás con sus abuelos, ya no quieren unirse a sus padres desconocidos, y los abuelos que se vuelven locos si, habiendo quedado a solas con los nietos, a continuación, ver a sus hijos a volver a llevarlos lejos de ellos para bien).

            En algún momento de los años 80 oscuros, cuando tuve que enfrentar algunos problemas de la vida - los militantes también tienen una vida, tanto como lo es reprimida - me sentí la necesidad de reflexionar, desde otros puntos de vista, en el período anterior, y sin perjuicio de que periodo a prueba infalible de emociones. Tuve que admitir que ni en mi militancia en Potere operaio, ni en que en el movimiento feminista, que he tenido un momento, quiero decir ni un solo momento, de la alegría. Sólo recordaba una enorme, inmensa fatiga. [...]

            ¿Por qué? 

            En cuanto al movimiento feminista que he tratado de tener todo en cuenta, evry la melancolía causada por la ruptura con mi previa pertenencia.Después de todo, como he dicho antes, yo nací y crecí en Potere operaio, así que estaba cansado de la separación total de ese debate. Como resultado de que los compañeros varones, que no sabían nada sobre el desarrollo de nuestro discurso sobre los temas que son fundamentales para nosotros, fueron dejados atrás, y cuando nos recibió sólo podían darnos respuestas a nivel de los bárbaros. Al mismo tiempo, nos quedamos en la oscuridad acerca de su debate, mientras que, como iba diciendo, habríamos necesitado para hacer frente a nuestras discusiones sobre algunas de las cuestiones que se estaban convirtiendo cada vez más importante. Yo, al menos, sentí esa necesidad. Por lo tanto, habría sido necesario, incluso en nuestra autonomía, tener momentos de cambio. No sé si, y lo mucho que esto habría sido posible en aquellos años en Italia, pero nunca he tenido ningún problema en discutir con mis compañeros americanos del grupo Midnight Notes, por ejemplo. Aunque eso era un grupo que se había formado como resultado de la aparición, en los EE.UU., de la FMH (salarios para el trabajo doméstico) grupos, y que había reorientado su debate acerca, y el enfoque de la lectura del desarrollo capitalista sobre la base de la centralidad dada a los trabajos de reproducción.Así que eran eruditos que, en su formación, se había digerido nuestro análisis feminista, que ellos dominan muy bien. Estos son los camaradas que han continuado hasta hoy para producir estudios muy insteresting e iniciativas políticas importantes.

            El hecho es que como yo estaba tratando de encontrar la causa de mi falta de alegría, tuve que admitir que el contexto en el que yo había luchado en los años 70, frente a las fábricas o en las casas - básicamente el tiempo-dinero acoplamiento [...] constituye un motivo que no había podido mover las corrientes profundas a fin de producir flujos de energía. Esta es la razón por la que había sentido ninguna alegría [...]. Lo que faltaba era algo que podría generar positivamente las emociones, un fuerte imaginario, lo que podría abrir diferentes escenarios. Necesitaba encontrar otras preguntas y temas nuevos, que deseaban y eran capaces de pensar de manera efectiva en un mundo diferente. Por lo tanto para una parte de los años 80 que continué para pasear, de habitación en habitación, en la casa de la reproducción. Hasta que, en un determinado momento, vi la puerta del jardín, vi a la cuestión de la tierra.

            [Enter Vandana Shiva y eco-feminismo]

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            1. Luciano Medianero Morales
              2 min ·
              Compartido con: Público
              ¡¡ "" HOLA,...ME AUTOCOMENTO ¡¡ *** " LA SOCIEDAD HUMANA, NO VA POR BUEN CAMINO,...MILLONES DE INCONGRUENCIAS, DEGENERACIÓN EN TÓKXXXXTÓK,...KAOS-KAÓTIKUS,...Y A LA HECATOMBE DER,TIRÓN,...¿¿¿¡¡ DAREMOS EL GRAN SALTO CUALTITATIVO DE CAMBIO SIDERAL-ESTRATOSFÉRIKUS,... ¡¡???;...POS YA VEREMUS,... U VIVO, U DE OTRA FORMA DE EXISTENCIA,...¡¡¡ DER LUKYMÁ.-Lmm. -68/53- ¡¡¡ ***
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