,..."" PERDONA, TE HE CLAVADO MI NAVAJA",... DICÍA RADIO FUTURA, EN UNA DE SUS CANCIONES,... Y ENTRE TODXS LES MATARON Y SOLX SE MURIÓ, ER PROBE,...¡¡¡¡, U LA PROBE,....U LA BAMBINA,...UF,...¡¡¡ Y ME CALLO, YAKTA,...¡¡¡.
JUEVES, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2021
¡¡ MAN MATAO, U ME HE MATAO, U HE MATAO,..."" PERDONA, TE HE CLAVADO MI NAVAJA",... DICÍA RADIO FUTURA, EN UNA DE SUS CANCIONES,... Y ENTRE TODXS LES MATARON Y SOLX SE MURIÓ, ER PROBE,...¡¡¡¡, U LA PROBE,....U LA BAMBINA,...UF,...¡¡¡ Y ME CALLO, YAKTA,...¡¡¡.
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por Kolitza / Borroka garaia da!
Respuesta a jule goikoetxea y teresa larruzea (2)
La semana pasada Jule Goikoetxea y Teresa Larruzea contestaban a mi artículo Marxismo y opresión de género (disponible en Borroka Garaia Da), con una respuesta en el periódico El Salto. El debate completo consta ya de cuatro textos, sumando este último que hoy ofrezco al público, que pueden encontrarse en distintos medios de comunicación. El debate merece la pena, pues se trata de un tema de importancia crucial, que afecta directamente a la mitad de la población mundial y que debemos tomarnos como prioridad absoluta e inmediata en la actividad política militante. Merece alimentar el debate con estas aportaciones, porque para abordar el problema de la manera adecuada, debemos desarrollar una labor sistemática en el ámbito del concepto, que nos ayude a comprender lo más adecuadamente posible las coordenadas del poder al que nos enfrentamos. Entiéndase esta reflexión como una modesta aportación en esa dirección.
1-LAS POSTURAS EN DEBATE
Considero que a estas alturas ha quedado claro que el meollo del debate consiste en la relación estructural entre capitalismo y opresión de género. Para decirlo rápidamente, mis interlocutoras defendían en el primer texto que patriarcado y capitalismo son dos sistemas de dominación en el mismo plano, que generan dos contraposiciones de clase (tesis del feminismo materialista francés). En el segundo texto, mis interlocutoras tratan de conciliar esa tesis con una segunda tesis, que sería la de que el capitalismo es patriarcal, pero sin renunciar a la primera, con lo cual el capitalismo acaba siendo patriarcal, pero además el patriarcado no se agota en el capitalismo, por lo que tenemos un patriarcado capitalista, y un patriarcado a-histórico que no se agota en las relaciones capitalistas. En este punto, las autoras se acercan más a las tesis del feminismo marxista, pero siguen manteniendo su postura anterior, por lo que ya no se sabe muy bien por dónde cogerlas.
Mi tesis general es el siguiente: EL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA tiene unas categorías económicas centrales, que son asexuadas, (ASEXUADAS no quiere decir masculinas), propiedad privada, dinero, mercancía, plusvalor, capital, etc. Estas categorías constituyen un sistema que gobierna y por lo tanto determina, pero no agota el movimiento de la sociedad burguesa. Antes bien, la FORMACIÓN SOCIAL CAPITALISTA, en la que el modo de producción capitalista es hegemónico pero no absoluto, no se agota en estas categorías, sino que constituye la articulación de estas con restos de modos de producción anteriores y simulacros de modos de producción futuros, que cumplen funciones de apuntalamiento del orden burgués, pero que no están organizados mediante las categorías económicas burguesas. El modo de producción capitalista es el hegemónico en la formación social burguesa, pero convive con restos de otros medios de producción, con vestigios de opresiones tradicionales, subsumiendo estas bajo la polarización burguesía-proletariado y creando figuras intermedias de mando y colaboración.
La opresión de género, que tiene a la base una división sexual del trabajo en todos los ámbitos de la vida, que genera distintas figuras opresivas no reducibles a las categorías simples del Capital, depende completamente de su funcionalidad con respecto al capitalismo, con respecto a la burguesía, y es eso lo que la hace a la vez sobrevivir en la sociedad burguesa y ser indestructible dentro de la formación social capitalista. Dentro de la estructura de la formación social, la opresión de la mujer trabajadora brota sistemáticamente allí donde se la golpea, porque es una pieza en un puzzle social general, a menos que el modo de producción capitalista sea superado como modo hegemónico del metabolismo social. La opresión de género (o de la mujer trabajadora tal y como está configurada en la modernidad), ni es capitalista en sí, ni entra en contradicción con las categorías burguesas, y sólo algunas expresiones de ella se pueden caracterizar como ‘patriarcales’, es decir, mediatamente organizados mediante figuras del dominio masculino; mientras que otras expresiones son inmediatamente organizadas bajo el mando capitalista (opresión de género directa de hombres y mujeres burgueses sobre la mujer proletaria). Incluso la aristocracia obrera oprime como estrato de clase a la mujer proletaria, por ejemplo, cuando el trabajador de industria putero se beneficia de que la mujer proletaria necesite prostituirse para sobrevivir, o cuando la mujer funcionaria deja de limpiar su portal o cuidar sus hijos porque una mujer proletaria está dispuesta a hacerlo para conseguir un sueldo cuatro o diez veces inferior.
El fundamento de la dominación de la burguesía sobre el proletariado es económico, y sus leyes categoriales constituyen el modo de producción capitalista. Pero esas leyes están articuladas en una compleja y diversa estructura de poder a la que el marxismo denomina formación social capitalista mundial. En la formación social capitalista distintas modalidades de opresión brotan de la dominación económica y se instauran dentro del proletariado: opresión estatal-política, opresión nacional, opresión imperialista, opresión de género, opresión racial, etc. que constituyen dentro del proletariado distintas subjetividades oprimidas (súbdito del estado, miembro de una nación oprimida, trabajador periférico, mujer, negro, etc…) El conjunto de estas opresiones constituye la estructura general de la dominación burguesa. Este es el verdadero alcance de la dominación burguesa, que descansa sobre la subordinación económica del proletariado, pero no se reduce a ella. La llave para suprimir estas formas opresivas pasa por eliminar la raíz, que es la subordinación económica que deja indefenso al proletariado y de la que brotan distintas formas de subordinación que a la vez retroalimentan la dominación de clase y la hacen más aplastante. Por lo tanto, la vía para solucionar las opresiones específicas pasa por el comunismo revolucionario, entendido como la superación de todos los antagonismos, tal y como es definido ya en el manifiesto comunista. Es este concepto general y no reduccionista del comunismo el que debe ser profundizado y alimentado mediante la investigación teórica y la experiencia práctica.
Jule y Teresa defienden como tesis principal que ‘la ‘’abolición del capital’’ sólo significa la superación del funcionamiento contemporáneo de la ‘’dominación heteropatriarcal’’, no la desaparición del ‘’patriarcado’’. La cuestión es que no existe ese ‘’patriarcado en abstracto’’ que brota especulativamente de la cabeza de las académicas, sino únicamente el patriarcado histórico concreto actual. La cuestión es que este patriarcado histórico concreto actual no explica la totalidad de la opresión de género burguesa por sí mismo, y por último, que reducir como hacen mis interlocutoras el comunismo a ‘’abolición del capital’’ en abstracto entra en contradicción con el programa comunista, que se define como superación de todos los antagonismos y opresiones, superación de toda división de clases, presentes y futuribles, considerando que es la abolición de capital la condición de posibilidad de esto.
La cuestión es que en estas coordenadas, al menos una de mis interlocutoras se ha posicionado en innumerables ocasiones contra el comunismo revolucionario y por la democracia burguesa, por la estatización feminista, etc. y que de eso estamos hablando.
Habiendo dejado clara mi postura desde el inicio, con respecto al texto aparecido en El Salto, considero importante contestar por varios motivos.
1-Bajo mi punto de vista, con respecto a la primera intervención en el Berria, mis interlocutoras aparentan asumir parte de la crítica marxista, aunque sólo con la condición de mantener las categorías burguesas intactas. Estas categorías se presentan ahora mejor recubiertas por una fina capa de economía feminista clásica por un lado, de feminismo materialista francés por otro, que hacen pasar por ‘feminismo marxista’’ (sic) siendo lo más parecido a crítica económica que tienen a mano y pueden asumir sin contradicción con sus tesis políticas interclasistas (o mejor, multiclasistas). Por otro lado, cabe destacar la extraña mezcolanza de Delphy con Scholz, autora de la corriente Krisis-exit, que no forma parte del feminismo materialista ni del marxista como escuela pero es más moldeable. Roswitha analiza el ‘’patriarcado productor de mercancías’’ a partir de un Marx desclasado y sobre todo de Adorno, pero ni forma parte de la tradición marxista, ni forma parte de la estrategia proletaria, ni analiza la opresión de género desde la perspectiva de clase, lo que la hace potencialmente utilizable para el feminismo académico burgués, no revolucionario, no agresivo, y no preocupado por la opresión concreta de la mujer proletaria (sobre este tema, en Scribd puede leerse un interesante artículo que lleva por título: Un marxofeminismo sin clases: la teoría de la disociación del valor de Roswitha Scholz ). En todo caso, no resulta novedoso este uso académico de Roswitha para adornar ‘marxianamente’ tesis burguesas en el campo del feminismo.
2-Este nuevo artículo, excede el marco de debate ‘crítico’ sobre El Capital de Marx y postula ya abiertamente las tesis políticas del feminismo radical burgués o feminismo postmoderno en formato académico. De modo que se desplaza el eje del debate hacia la contraposición extrema entre tesis políticas enfrentadas: la estrategia proletaria (comunismo revolucionario) frente a la reforma democrático burguesa (se le ponga el nombre que se le quiera poner), en las posiciones que ambas mantienen en la cuestión del feminismo. En el debate actual en Euskal Herria entre posiciones políticas, este adopta la forma de un debate entre interseccionalidad y reforma (interclasismo eufemísticamente unilateralizado en parcelas: independentismo, feminismo, sindicalismo, etc… absorbidas por el proyecto demócrata reformista), y lucha de clases y revolución comunista (como totalidad que aúna y a la vez supera la visión unilateral y desclasada que fomenta la teoría de la interseccionalidad).
Cabe señalar, por lo demás, la significativa emergencia de nuevas expresiones políticas proletarias a partir de los sectores más desfavorecidos del país que están demandando superar el estrecho marco del feminismo interclasista académico.
Por último, cabe señalar que en el campo político, ni hay ni puede haber ningún feminismo marxista. Sólo es una escuela académica (Vogel, Ferguson, etc… que no debe confundirse con el feminismo autonomista académico italiano, Federici, Fortunati, etc…), escuela marxista a la que dicho sea de paso, mis interlocutoras no pertenecen, como es público y notorio. El feminismo, o es comunista (que pretende la superación de todos los antagonismos y comprende que la llave pasa por abolir la subordinación económica del proletariado) y revolucionario (que combate a la burguesía y a sus figuras de colaboración de clase; el marido burgués, el policía, el encargado de fábrica, la feminista académica, la tertuliana de televisión, el político profesional) o no es nada. El feminismo, o pone en el centro a la mujer proletaria, condición que comparten el 90 por cien de las mujeres del planeta, o se convierte en una ideología burguesa para atenazarla en formas más sutiles y poderosas con la excusa de emancipar formalmente a una minoría de mujeres privilegiadas.
Y el proletariado consciente entero combatirá esta traición reformista a la mujer proletaria con todos sus medios, pues es su tarea defender con cariño y respeto a sus hermanas proletarias y ayudarlas con todos los medios a su alcance en la lucha por su autoemancipación.
((Nota: el texto tiene una extensión y registro que hacen de él un material teórico para el trabajo en colectivo. Hasta aquí ya se ha dicho lo fundamental, quien quiera profundizar puede continuar leyendo. Con este texto doy por finalizada mi interlocución, pues no tengo más interés en seguir con este debate que el de generar esta herramienta y volcar sobre ella mi limitado conocimiento sobre el asunto en cuestión. El/La lector/a puede elegir leer las partes en negrita si quiere hacerse una idea general de los principales puntos de crítica)).
2- LA DISPUTA TEÓRICA: LAS CATEGORÍAS PARA EL ANÁLISIS DE LA OPRESIÓN DE GÉNERO
Desde el método dialéctico, se considera ‘’ciencia rigurosa’’ (J. G y T. L insisten en este concepto) la que se elabora mediante las categorías perfectamente delimitadas (determinadas formalmente en sus límites) y en establecidas en secuencia con el orden adecuado, de lo abstracto y simple a lo concreto y rico en determinaciones. Las categorías son configuraciones (bestimmungen) analíticas, que permiten analizar la realidad concreta. Si la categoría o configuración analítica es confusa, los análisis son igualmente confusos, e inmediatamente erróneos. (Ver E. Dussel, kategorie). Esto acaba arrojando como resultado que el orden de las categorías no sea el adecuado, y que algunas aparezcan en niveles de abstracción que no les corresponden, con lo que la comprensión del todo y de sus partes queda seriamente comprometida.
Antes de empezar, es preciso aclarar que ni Marx ni el marxismo como ciencia política del proletariado tienen a día de hoy un marco teórico totalmente desarrollado para abordar la cuestión de género. Eso es una realidad y la admitimos con rotundidad. Pero su oponente académico burgués, aun cuando se disfraza de teoría radical diseminada en cientos de escuelas, se encuentra aún más lejos de este propósito, pues trata de analizar la opresión de género desde las categorías burguesas mistificadas sobre las que esta opresión se edifica y adquiere su actual configuración. De este modo, la actualidad de la opresión de género aparece siempre invisible a los ojos del análisis mediante las categorías burguesas, que siempre critica figuras del pasado, de la configuración que tenía hace cuatro décadas, cuando no de forma ahistórica, etc…
Por lo demás, resulta irritante leer expresiones como ‘’Marx era un pensador androcéntrico’’, no porque sean falsas, sino por la suficiencia moral y la supuesta superioridad epistémica desde la que se escriben. ¡Marx era un pensador androcéntrico! … Pues sí, como todos y todas las pensadoras de su época. Mis interlocutoras y yo somos igualmente androcéntricas, y quienes nos lean en el futuro podrán pronunciarse sobre esta verdad hoy oculta en manto de ideología. La cuestión es que Marx escribía allá por 1844 eso de que ‘’la emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general’’ (La Sagrada Familia); Marx era un pensador muy próximo al feminismo de su época, muy relacionado con activistas y pensadoras feministas, sobre todo del entorno parisino, en el que se discutieron la mayoría de las principales tesis políticas que hoy masticamos y remasticamos y creemos estar descubriendo de nuevo.
‘’La acusación de haber atribuido la producción de mercancías exclusivamente a los hombres ya la hemos desmentido…’’(J. G. y T. L. 10 de enero) ‘’ El valor de la fuerza de trabajo se mide mediante el tiempo que requiere la producción de las mercancías que el trabajador necesita (casa, ropa, comida, etc.), donde “trabajo” es aquello que hacen los hombres (sic),’’ (J. G. y T. L. 29 de diciembre)-
Hacer carambolas para ocultar la contradicción, es el estilo permanente del texto que comentamos hoy. Porque la impunidad con la que monopolizan el tema con la que vienen diciendo sobre el marxismo todo tipo de disparates ha quedado en entredicho. La impunidad teórica supone la decadencia de la ciencia. Escrita queda la flagrante contradicción que tiene su segundo texto con respecto al primero, que no es otra que la contradicción entre un texto escrito con impunidad y un texto escrito frente a una alteridad fundamentada. El publicado en el Berria, más que un texto de ‘crítica’ a El Capital era un texto de intervención ideológica sin preocupación por el razonamiento.
En general, no es ‘’una versión no materialista del feminismo’’ lo que preocupa, como se dice en El Salto, sino la impunidad teórica con la que impone, en colaboración con medios de comunicación, universidades, instituciones educativas burguesas, y partidos de izquierda reformista, sus tesis políticas y opiniones infundadas a las nuevas generaciones del proletariado. En ese sentido, este debate es más que bienvenido, para que la gente tenga posibilidades de contrastar las posturas ahora sí razonadamente expuestas en su potencialidad de explicar el fenómeno de la opresión de género.
En conclusión, mi posición es clara: el marxismo, que tiene a la base el método de la crítica de las categorías económicas burguesas, está mucho más capacitado para abordar la opresión de género burguesa de lo que jamás lo estará la ciencia burguesa, por la sencilla razón de que ésta se construye sobre las categorías económicas burguesas.
-SOBRE LA CATEGORÍA DE SALARIO-
Un claro ejemplo de los errores analíticos a los que conduce el uso de categorías confusas nos lo ofrece la categoría de salario. En ese sentido, si la categoría simple de salario es confusa, no está bien configurada, las categorías más complejas, las de esta o aquella forma de salario (p. e. el salario que se percibe a través del puesto de trabajo, el salario que se percibe vía subsidios, el salario que se percibe vía servicios gratuitos del estado, el salario que percibe indirectamente la familia a través de los miembros que lo cobran directamente en el puesto de trabajo), sólo pueden ser igualmente confusas, o en general no se las presta atención alguna en el análisis.
No digamos el análisis coyuntural de los fenómenos de superficie que observamos en la sociedad, a través de esas categorías, como la subida o bajada de la cantidad que se percibe en las distintas modalidades de salario antedichas; la incorporación o expulsión de ejércitos de reserva femenino, masculino, inmigrante, etc… a la producción de mercancías en la coyuntura capitalista; su correspondiente movimiento de recursos entre las modalidades de percepción del salario general; la determinación de las condiciones de reproducción biológica del proletariado y los recursos asignados a ella; o las distintas modalidades de la división sexual del trabajo según la coyuntura por ramas, por esferas, que varían en contenido pero permanecen en la forma etc… fenómenos todos ellos que tienen que ver con la correcta determinación formal simple del salario como categoría central del poder en el modo de producción capitalista, y no como mero accesorio explicativo reducido a la categoría de sueldo (trabajo pagado en apariencia).
El salario no paga el trabajo en ningún caso. El salario es la parte de la producción social (previamente apropiada totalmente por la burguesía sin intercambio alguno) que ésta destina a la reproducción de la fuerza de trabajo, de la clase trabajadora. Una parte de ese salario general se percibe bajo la apariencia de ‘’intercambio por trabajo’’ en el sueldo. Otras partes se perciben mediante otros mecanismos indirectos. Que este salario general se distribuya de esta o aquella forma, o se dosifique para generar oposiciones (y explotarlas) entre la clase obrera de centro y periferia, entre la clase obrera masculina y femenina, entre la aristocracia obrera y el proletariado, o entre la clase obrera autóctona e inmigrante, son cuestiones de gran relevancia política pero determinadas por la forma general, y solo explicables mediante la comprensión de ésta. Por lo tanto, secundarias en el orden de las categorías, y secundarias en la dinámica del poder real, que se ventila entre el salario en general, y la ganancia en general. Esta forma general del salario, es determinada en todo momento por las necesidades de la producción de plusvalía, de la producción de poder para la burguesía. Es decir, el principio de explicación es la proporción entre la reproducción y la producción, entre lo destinado a la clase obrera (salario) y lo destinado a la burguesía (ganancia), y todo bajo la dirección de la burguesía. De ahí el estratégico concepto de salario relativo (ver R. Luxemburg, Introducción a la economía política, cap. V; Marx, Trabajo asalariado y capital; o Rosdolsky, Génesis y estructura del Capital de Marx).
Esto ya se ha dicho, de otra manera, en mi anterior respuesta, y se ha dicho miles de veces en los últimos 150 años, pero mis interlocutoras insisten, e insistirán por lo que se ve, en hablar de ‘’trabajo pagado’’ etc… Valga la siguiente cita: ‘’Se ha hablado exclusivamente de trabajo asalariado y trabajo no asalariado o trabajo por el que se cobra versus trabajo por el que no se cobra. (…) Afirmar que estamos legitimando la teoría de la intercambiabilidad (sic.) del trabajo por el salario por decir que existen trabajos por los que no se percibe salario alguno tiene tanto sentido como (…)’’ (J.G y T. L en El Salto. El subrayado es mío.) ‘’Los hombres apenas trabajan sin cobrar (…)’’ (En el Berria)
Decir que existen trabajos por los que no se percibe salario alguno (como sinónimo de trabajo por el que no se cobra) es decir que existen trabajos por los que si se percibe, trabajos pagados (salario tal y como lo entiende la conciencia burguesa). Eso es legitimar el salario como categoría burguesa, y con ello ocultar que el salario es en el puesto de trabajo apariencia de remuneración. Que la apariencia de remuneración (o salario directo) tiene consecuencias reales de oposición dentro de la clase obrera, sobre todo en lo que respecta a su cantidad (consecuencias de las que nos ocuparemos más tarde) no invalida lo fundamental: que el salario entendido como trabajo remunerado, el sueldo, es una categoría burguesa, que es en realidad apariencia de remuneración, y que sólo es la forma mistificada en la que la dominación y apropiación absoluta de la burguesía se disfraza de intercambio.
Por otra parte, puede también cobrarse, en concepto de sueldo, la apropiación de plusvalía, la ganancia. Ese es el caso, por ejemplo, del sueldo de los ejecutivos del banco, del Rey, etc… de modo que el sueldo, que aparenta remuneración de trabajo, no es más que una forma aparente que esconde categorías económicas reales de las dos clases antagónicas. Pero en ningún caso remunera realmente trabajo. O bien es medio de apropiación de plusvalía, o bien es medio de acceso a una parte del salario general, para acceder a los bienes de consumo reproductivo. En el orden de la producción, la burguesía se apropia de la totalidad de la reproducción y de la producción que desarrolla la clase obrera.
Por lo tanto, las tareas ‘’invisibilizadas’’ (id est no mercantilizadas) de las mujeres deben de ser explicadas desde una categoría de salario muy diferente a la que mis interlocutoras emplean, que es totalmente errónea y no es capaz de explicar nada, pues se ciñe a la parte del salario que se cobra directamente en el puesto de trabajo, sin analizar las consecuencias del salario indirecto, con el agravante de que mis interlocutoras todavía creen que la razón de fondo del salario directo es que paga trabajo. Esto lo dejamos para el final.
-SOBRE LAS CATEGORÍAS DE MUJER EN GENERAL, DE MUJER BURGUESA Y DE MUJER PROLETARIA, Y SU RELACION CON LA FORMA DE ENTENDER EL FEMINISMO-
Valga otro ejemplo de confusión categorial. Mis interlocutoras hacen la siguiente afirmación:
‘’ ¿O acaso los marineros de Ondarru no conforman una clase (sic) por el hecho de que exploten (sic) (ellos y su patrón) aún más a sus compañeros racializados? La mujer burguesa se va de copas mientras la señora latinoamericana cuida de sus hijxs, está claro (es decir, se desfamiliariza (sic) a partir de la comodificación o explotación (sic) ajena porque tiene los medios para ello), pero también la violan en el baño del bar, se mete los dedos para vomitar su exquisita comida, tiene más dificultades para avanzar en su carrera y la dejan de contratar (¡¡sic!!) porque ya no está tan buena o porque está embarazada. Y no por ser burguesa, sino por ser mujer.’’ (J. G. y T. L en El Salto)
Empecemos por el final porque este fragmento da para mucho. La categoría ‘’mujer burguesa’’ es tan confusa que al final de la frase acaba dejando ‘’de ser contratada’’. En realidad, la mujer burguesa no es contratada ni deja de ser contratada, es ella quien contrata o deja de contratar a la mujer proletaria por estar embarazada o por servir de reclamo en un bar de copas ‘’si está tan buena’’ y cumple el perfil comercial. La contradicción en la categoría es clarísima, y deja en evidencia el hecho de que la categoría ‘’mujer en general’’ no es capaz de explicar un hecho de opresión de género, como lo es el ‘’no ser contratada por estar embarazada o por no estar tan buena’’. Luego la categoría de mujer en general tiene menor poder de explicación que la categoría mujer proletaria, y es por lo tanto más superficial. La categoría de mujer proletaria explica este fenómeno y todo el conjunto de fenómenos de opresión de género, en la medida en que es la mujer proletaria quien los sufre todos, a diferencia de la categoría de mujer burguesa, que apenas explica alguno, y la de mujer en general, que es la ocultación sistemática por mixtura de la mujer en esencia (mujer proletaria) y la mujer en apariencia o por accidente (mujer burguesa).
La categoría de mujer en general surge espontáneamente en la mentalidad de los agentes de la producción como reflejo-mercantil-totalizante de la producción capitalista y oculta el contenido de género (proletario) en la forma (interclasista) de la generalidad social vacía, aplicada al género. Las generalidades vacías sociedad y mujer esconden respectivamente al proletariado y a la mujer proletaria como singularidades concretas, reales.
Prosigamos. Muy al contrario de lo que defienden mis interlocutoras, la mujer burguesa no tiene más límite en su carrera que el tamaño de su bolsillo. Ana Botín, Angela Merkel o Sandra Ortega son claros ejemplos de ello. Y esto es tanto más cierto cuanto más avanzado está el modo de producción capitalista, cuanto más subsumidas están las pervivencias de modos de producción anteriores sobre la base de la producción de plusvalía.
La mujer burguesa es violada en el bar, se dice, y esto es muy grave y debe ser denunciado. En eso estamos de acuerdo. Dicho esto: ¿Por qué se pide a la mujer proletaria que se preocupe por la mujer burguesa cuando esta sufre las consecuencias de lo que ella misma fomenta? ¿Cabe esperar acaso que la mujer burguesa haga lo contrario, renuncie a su patrimonio económico, edificado sobre la violación sistemática de generaciones de proletarias? ¿Es que acaso no existe principio de responsabilidad para la mujer burguesa, que se aprovecha económicamente de la opresión sobre el cuerpo de la mujer proletaria, que la sexualiza hasta el extremo, que la convierte en máquina reproductiva, en máquina ideológica de placer, que fomenta el machismo entre los hombres y la xenofobia sexual sobre las mujeres inmigrantes desde sus partidos de clase, desde las instituciones del estado, desde las empresas del sector, desde la educación obligatoria, desde los medios de comunicación?
Analógicamente: ¿Deberíamos de preocuparnos los proletarios de que los empresarios enferman al respirar los óxidos de nitrógeno que su industria pesada produce, que todos respiramos también por imposición suya? ¿Ese es el problema del ecologismo? Sí, pero del ecologismo burgués reformista. ¿Ese es el problema del feminismo? Sí, pero del feminismo burgués reformista. Burgués porque se centra en la mujer burguesa, reformista porque sólo le preocupa modernizar a la mujer burguesa y a sus satélites: la mujer funcionaria, la mujer pequeñoburguesa, etc.
Pero aquí no se trata de si es o no violada la mujer burguesa, sino de si lo es con impunidad, como la que tiene el violador al violar a una mujer proletaria, impunidad que desaparece cuando el violador agrede a la mujer burguesa. Entonces, todo el peso del estado y de la ley cae sobre el violador, cuando no el peso del guardaespaldas que le parte el cráneo al susodicho por intentarlo. La mujer proletaria como mucho tiene un guardaespaldas llamado proxeneta, que le rompe el cráneo a ella si no se deja violar. Es de esta impunidad por indefensión y por consenso social, de este privilegio, del que estamos hablando. Analógicamente, el joven proletario puede pegar a otro joven proletario, y también pegar, si lo planea bien, a Rajoy en la cara (ya lo hemos visto). Entonces vemos que la impunidad del primer acto desaparece cuando se convierte en un acto contra la burguesía.
La cuestión es de óptica teórica, de óptica de clase: ¿Por qué se afana el feminismo académico en buscar el resquicio lógico por el que defender la existencia de una opresión de género en la mujer burguesa y homogeneizarla con la mujer proletaria, en disolver la esencia en la apariencia? ¿Por qué no dedica al menos la misma atención a las miles de violaciones diarias que en los puticlubs y en las esquinas de prostitución de este país sufren miles de mujeres proletarias? ¿Por qué no saquea, asalta y clausura esos puticlubs el feminismo radical burgués? Sería un acto proporcional, en relación al fervor con que denuncia la violación jurídica (la única reconocida como violación por la autoridad estatal) particular de mujeres blancas de clase media. ¿Espera el feminismo radical burgués que el asalto político a la estructura permanente de violaciones lo hagan los jueces y la policía? ¿Para cuándo ese acto de justicia de clase? ¿Por qué llega incluso a legitimar esas violaciones mercantilizadas a las proletarias porque son ‘’libremente’’ escogidas por mujeres que realmente no tienen opción, mientras le preocupa que la mujer burguesa sea violada en el bar sin que medie intercambio económico alguno? ¿Por qué invierte tanto tiempo en mostrar el sufrimiento esporádico autoimpuesto de las de arriba, y tan poco en mostrar el sufrimiento permanente de las que limpian despachos, de las que son violadas para sobrevivir, de las que no pueden divorciarse porque no tienen dinero?
Yo creo que aquí hay una serie de cuestiones de gran importancia que hay que hacer visibles inmediatamente. El infierno diario de la mujer proletaria debe ser la prioridad en la agenda.
Pero hasta que no exista una poderosa organización comunista controlada por el proletariado, en la que la mujer proletaria tenga poder e independencia de actuación, no será abolida la real estructura de la violación sistemática, el femicidio y el acoso sexual estructural. Estas no serán combatidas por el estado burgués, por la academia burguesa o por los partidos burgueses nunca, más vale hacerse a la idea.
La mujer burguesa no dejará de sufrir en su cuerpo el acoso sexual hasta que la mujer proletaria deje de sufrir la opresión sexual estructural, derivada de las relaciones capitalistas, hasta que se elimine la raíz económica, biopolítica, capitalista, que produce y reproduce la violencia sexual contra las mujeres proletarias. El machismo, como efecto patriarcal subsumido por el capital, fomentado por la burguesía entera, no se combate con fórmulas ideológicas, con educación moralista contra el hombre en general, se combate con la revolución proletaria, con la supresión de la forma de medio de producción de placer y de reproducción que la mujer proletaria adopta en la sociedad burguesa.
El violador o el acosador no son inmediatamente el hombre proletario en general, el hombre negro en general (como en USA), etc. La figura real y concreta del violador, del agresor sexual, la produce y coloca en los barrios permanentemente toda la burguesía a través de su dinámica del poder, la implanta en las calles a través de un proceso de socialización de géneros, porque la necesita para subordinar a la mujer trabajadora a una disciplina sexual, que según la coyuntura puede ser reproductiva o anticonceptiva, represiva o promiscua, pero siempre subordinada a las necesidades coyunturales del capital. La burguesía necesita esta figura como necesita a la policía para subordinar políticamente a todo el proletariado. El principio de responsabilidad POLÍTICA se aplica, por lo tanto, a la burguesía COMO CLASE ENTERA por producir esta figura patriarcal moderna. Por otro lado, la responsabilidad política se debe aplicar también al hombre proletario SINGULAR, en la medida en que elija representar esa figura de colaboración de clase y cometa una agresión, tal y como se aplica al proletario traidor que se convierte en antidisturbios. El hombre proletario que combate la figura del violador, del marido autoritario, etc… es aliado de clase de la mujer proletaria, no enemigo de clase. Lo contrario es racismo, producido en la universidad y los medios de comunicación para escindir políticamente al proletariado, similar al racismo contra el hombre negro violador en USA. Por lo tanto sí, el proletariado está dividido en distintas subjetividades oprimidas, pero no, el proletariado no debe organizarse separadamente para combatir consigo mismo, sino para superar la totalidad diversa de la dominación enfrentando a la burguesía bajo el programa comunista, haciéndose cargo de todas las subjetividades oprimidas que alberga, no sólo de la dominación de clase en sentido ‘abstracto’.
A diferencia de lo que plantea el feminismo radical burgués, para la perspectiva proletaria, el agente opresor general que actúa coordinadamente a escala social produciendo instancias de opresión de la mujer trabajadora, una de las cuales es la instancia patriarcal, es la burguesía entera, y la figura de colaboración de clase, es el violador, el marido, el putero, el acosador, el feminicida. Aunque ambas deben de ser combatidas, la primera debe combatirse como causa, la segunda como consecuencia. Pero no debe olvidarse que la opresión sexual es sólo una gota en el mar de la opresión de género capitalista, salvo riesgo de tapar el todo con la parte.
Por último, la mujer burguesa vomita su exquisita comida en la medida en que su cuerpo es renta corporal, capital rentista, un medio por el que apropiarse de gigantescas sumas de dinero, de trabajo ajeno por lo tanto, Y ESTO NO ES OPRESIÓN, ES MEDIO DE DOMINACIÓN, similar a la guerra para dominar al otro, que también tiene riesgo y sacrificio para el señor feudal: Beyonce, Jennifer López o Madonna, vomitan su ‘’exquisita’’ comida porque deben cuidar sus rentas, su acumulación de riqueza por cuenta ajena, que depende de su cuerpo-capital, sin importarles lo más mínimo que de este modo, por esta conducta egoísta, destrozan la vida a miles de mujeres proletarias adolescentes. Su Cuerpo es Capital Rentista, no cuerpo dominado, sino medio de dominación. El culo de Jennifer López, por ejemplo, está asegurado, como se asegura una empresa, por 4.5 millones de euros. Al igual que el petróleo, pone en marcha gigantescas masas de trabajo, de periodistas, de fotógrafos, de publicistas, de comentaristas, de comerciantes de imagen, de cuya producción de plusvalía se apropia por delante en forma de renta: y esa imagen idealizada, que no bella en sí, del canon estético es a su vez la configuración de los intereses de la industria mediática, textil, cosmética, pornográfica, etc… que van generando, a través del movimiento objetivo de las relaciones económicas y del ansia subjetiva de ganancia, el ideal y el canon estético cultural burgués por imperativo social. Las relaciones económicas que están a la base, el ansia de ganancia y la dominación económica de estas industrias, determinan la idea que la sociedad tiene de la ‘’belleza’’ femenina.
Lo que debería de preocuparnos en esa cacería de ganancias de ‘lo estético burgués’ es una vez más la mujer proletaria, que imita a la rica cuando no tiene nada que ganar, y mucho que perder. Lo que debería de preocuparnos es la mujer proletaria que olvida en qué consiste la belleza real, la belleza de una sonrisa auténtica, de la solidaridad, del afecto entre personas, de la dignidad y rebeldía frente al aplastamiento, del cuerpo libre y sano, y no un cuerpo externamente deformado, mutilado, enflaquecido, depilado e internamente destruido por el ciego movimiento que las categorías económicas trazan en la superficie de la sociedad.
En conclusión, si algo deja en evidencia esta secuencia espontanea del razonamiento de mis interlocutoras sobre la mujer burguesa, es que la mujer biológica, cuanto más burguesa es, menos mujer es en sentido social, en el sentido de sujeto oprimido, de opresión de género, y más agente de opresión de género se vuelve, subiéndose sobre los hombros de la mujer proletaria. Recubrir esta realidad de clase con la postulación de un patriarcado abstracto en una oposición no menos abstracta de hombre-mujer es idealismo puro, totalmente desprovisto de realidad concreta. Si algo merece ser calificado de monoteísmo, es esta forma idealista de generar categorías confusas unilaterales que no dan cuenta de la realidad concreta, de la realidad de clase. Es lo que pasa cuando se confunden los planos de clase y género. Contraatacar diciendo que diferenciar planos o niveles de abstracción es ‘reduccionismo’ no merece mayor atención, porque es otro tópico académico rotundamente falso. Es decir, analizar el factor patriarcal como un elemento concreto, históricamente determinado, sólo es posible desde el punto de vista proletario, desde la óptica de la mujer proletaria, pero desde el uso de las categorías simples correctamente determinadas (valor, dinero, mercancía, plusvalor, salario, clase, etc… y por último género, subsumido por la dinámica de clase, QUE NO REDUCIDO A ELLA). Vale decir, el patriarcado como opresión funcional a la subordinación hegemónica, la subordinación a la burguesía. En el modo de producción capitalista, el género femenino, como modalidad de opresión específica, es un atributo del proletariado, de una parte del proletariado, y lo es cada vez más en la medida en que el modo de producción capitalista va convirtiéndose en la totalidad de la formación social burguesa.
En ese sentido la pregunta por la reforma no es la pregunta por una mejora universal aunque limitada, sino la trampa de la mejora parcial PARA QUIÉN, y EN DETRIMENTO DE QUIÉN. Para qué estrato de clase, en detrimento de qué estrato de clase, y esto vale igualmente para la cuestión feminista. La mejora en el nivel adquisitivo de la aristocracia obrera es una mejora en detrimento del proletariado periférico (opresión imperialista); la mejora de la aristocracia obrera autóctona, que p. e. circula por grandes autopistas lo es en detrimento de los inmigrantes proletarios que las construyen, limpian, y mueren atropellados (opresión racial); la mejora de la mujer de clase media, por ejemplo de la investigadora, o de la mujer parlamentaria, lo es en detrimento de la mujer proletaria invisibilizada que tiene que limpiar su despacho, el pasillo por el que transita y las aulas en los que divulga la ciencia y la cosmovisión burguesa del mundo, y tiene que hacerlo por ser mujer proletaria (opresión de género). En este último ejemplo es evidente que la mujer burguesa, o la mujer de clase media, forma ya parte de una división sexual del trabajo por géneros en la cual aparece como agente privilegiado y opresor desgenerizado, que ensucia lo que otras tienen que limpiar percibiendo un sueldo cuatro veces inferior. Pero el feminismo no trata de que las mujeres estén en la universidad diciendo lo permitido por la policía, lo financiado por el estado y lo vedado por la lógica, mientras sus compañeras proletarizadas y ‘’generizadas’’ les limpian lo que ensucian desde la sombra, sino de que, como dijo aquél, ‘’cualquier cocinera debería de poder hacerse cargo del gobierno’’.
El feminismo no es una lucha de las mujeres en general contra los hombres. El feminismo es una lucha innegociable del proletariado contra la burguesía, en el que la mujer proletaria tiene el papel protagónico y su aliado inmediato es el hombre proletario.
El feminismo trata de que las cocineras, pasando por las estudiantes, las limpiadoras, las teleoperadoras, las cajeras, las mujeres proletarias maltratadas, las mujeres inmigrantes, las vagabundas, las prostitutas esclavizadas, las pensionistas… encuentren su posibilidad de emancipación real en la autoorganización de clase, en el enfrentamiento con la burguesía y en la construcción del comunismo. Ellas tienen la última palabra, para la cual estos análisis sólo son una herramienta. Y todo el proletariado debe cargar con la responsabilidad de actuar y de no depositar sobre sus hombros el peso, la carga, de no reactivar la división sexual del trabajo político incluso en la estrategia comunista. Las mujeres proletarias tienen no sólo derecho, sino necesidad a organizarse por sí mismas, pero todo el proletariado tiene la obligación de asumir la lucha por la emancipación de la mujer proletaria, como parte innegociable del programa y de la estrategia comunista.
Aprendamos de los estudiantes en la UPV apoyando la huelga de las limpiadoras, desde la solidaridad de clase.
-SOBRE CLASES, PRIVILEGIOS Y EXPLOTACIÓN-
Sigamos con la cita de mis interlocutoras sobre los marineros de ondarru. Estas utilizan dos veces la categoría de ‘’explotación’’. El sentido en el que lo hacen es claramente confuso. Primero explotación sería sinónimo de privilegio (según se desprende del texto) que tendrían los marineros blancos frente a los racializados. Después explotación se define explícitamente como sinónimo de comodificación (mercantilización). Es decir, la mujer burguesa ‘’explotaría’’ a la mujer latinoamericana por tenerla limpiándole la casa mientras se va de copas.
Por último, los marineros de ondarru serían una ‘’clase’’ por el hecho de que ‘’explotan’’ (es decir tienen privilegios) frente a sus compañeros de trabajo ‘racializados’’. No queda claro si la clase son los ‘’blancos’’ o los ‘’marineros blancos’’. En cualquiera de todas las posibilidades, las clases se les multiplican a mis interlocutoras.
‘’Todas las clases son concretas, entiéndase, reuniones de lo múltiple, con especificidades y relaciones de poder internas, es decir, todas las clases están divididas, y esto es absolutamente crucial para no homogeneizarlas ni esencializarlas’’ (J.G y T. L en El Salto)
Que las clases no sean concretas, que aparezcan en la superficie social como abstracciones puras, es una trivialidad que nadie defendería. La cuestión es: ¿Qué es una clase? ¿Todas las clases están divididas…sí, pero, divididas en qué? ¿En clases nuevamente? ¿Cuántas clases hay entonces? ¿Tantas como relaciones de poder internas? ¿Internas a qué? ¿Los marineros de ondarru son una clase? ¿Los policías son una clase? Todas estas preguntas y muchas más surgen de golpe. Y surgen porque la categoría de clase es de lo más confusa e indeterminada.
Esa confusión descansa sobre la forzada sinonimia entre privilegio y explotación. El concepto de explotación, intrínsecamente unido al de clase en la ciencia proletaria, tiene un significado muy específico: la explotación es la modalidad específica de subordinación que genera ACUMULACIÓN de poder, APROPIACIÓN DE EXCEDENTE. Si no hay acumulación, no hay explotación, aunque pueda haber privilegio. La burguesía no es clase por tener privilegios, sino por dominar el conjunto de la estructura de privilegios, y lo hace porque acumula, mediante las formas del valor, la propiedad privada del poder social. El mecanismo económico en que se expresa esto es la explotación de trabajo ajeno. Por lo tanto, la explotación, como fuente de acumulación, y no de privilegio estanco, es una y única: explotación de trabajo ajeno, y el acumulador, uno y único, el burgués, sea del color o género que sea.
Atacar la unicidad del concepto de clase, multiplicando las clases, identificando una clase en cada opresión, en cada privilegio, es diluir la lucha de clases y abonar el terreno para el interclasismo, id est para la reforma burguesa. Las clases que en su antagonismo, en su relación contradictoria, rigen el movimiento de la sociedad moderna son la burguesía y el proletariado, y entre ellas se estructuran, de forma cambiante, figuras de colaboración, estratos de clase, modalidades de opresión, formas mistificadas, etc… en una gran mascarada que a la vez cambia de forma y permanece en contenido, pero que siempre alimenta y apuntala el orden social burgués y su específica polaridad de clase: Burguesía y Proletariado.
El marinero blanco no acumula, luego no explota al marinero ‘’racializado’’, el patrón explota a ambos, o en todo caso el armador. El marinero blanco puede tener mejor remuneración, ciertos privilegios con respecto a su compañero ‘’racializado’’, o puede que no, en todo caso todo depende de lo que convenga al armador, incluso echar a la calle al marinero blanco si el marinero negro está dispuesto (id est obligado) a trabajar más por menos. En cualquier caso el marinero blanco no constituye una clase, sino según en qué caso una figura privilegiada dentro de la misma clase obrera, asalariada, en el barco.
La mujer burguesa no constituye una clase aparte de la mujer latinoamericana proletaria porque esta le limpie la casa. También una funcionaria trabajadora, sin ser burguesa, puede privilegiarse de que una mujer proletaria necesita limpiarle la casa para sobrevivir. La mujer burguesa es de otra clase porque acumula, no mediante el trabajo mercantil simple de la mujer latinoamericana en su casa, sino mediante el trabajo productor de plusvalía en la empresa fuera de casa. Esa acumulación de poder la convierte en miembro de la clase dominante, igual que al armador, a diferencia del marinero blanco o la mujer de la aristocracia obrera.
En la formación social capitalista sólo hay dos clases; que por supuesto están divididas, en las que por supuesto hay relaciones de poder internas. Pero estas divisiones y relaciones de poder internas lo son siempre y cuando y en la medida en que son funciones de la estructura real de clase, de la dominación de la burguesía sobre el proletariado. Por lo tanto, su análisis no puede ser la excusa para desdibujar la dominación de clase y su fundamento de poder, que es la plusvalía, salvo riesgo de perder el principio de explicación del todo históricamente determinado.
-SOBRE LA CATEGORÍA DE REPRODUCCIÓN Y LA CATEGORÍA DE PATRIARCADO-
‘’Que en la reproducción hombres y mujeres tienen las tareas divididas es absolutamente falso’’ (J. G y T. L en El Salto)
Falso es lo que no se corresponde con la realidad, no lo que no se corresponde con la representación que el feminismo burgués académico se ha hecho de ella. Como venimos diciendo, toda la reproducción consiste en las tareas de metabolismo proletario (auto-reproducción proletaria) que desarrollan hombres y mujeres, dentro y fuera del puesto de trabajo, bajo la forma del salario y fuera de ella. Con eso ya negamos rotundamente la cita idealista de aquí arriba.
Toda la producción por su parte, es exclusivamente producción de excedente, de lo que sobra de la auto-reproducción del proletariado; producción que (esta sí) se produce exclusivamente en el puesto de trabajo, y que va a acumulándose bajo la forma de medios de producción, de avance técnico, que se contraponen cada vez más bestialmente al proletariado. No todo lo que se hace en el puesto de trabajo es trabajo productivo, sino únicamente el que, en forma de excedente, está destinado a la acumulación, por eso recibe el nombre de ‘plusvalía’ (o plustrabajo). Tanto los medios productivos (el capital objetivado), como el proletariado (el capital subjetivo), son las dos grandes formas de propiedad del capital, de la burguesía, propietaria del conjunto de actividades productivas y reproductivas, de medios técnicos, recursos, planeta y poblaciones, gracias a la acumulación productiva.
‘’Una cuestión estructural e innegociable: la dominación masculina.’’ (J. G. y T. L.) (Y en otra parte): ‘’ (…) Intolerable en términos políticos: negar la existencia del patriarcado’’.
En realidad, lo que mis interlocutoras no están dispuestas a tolerar es que se niegue su particular y unilateral concepto ahistórico de patriarcado, el cual definen como dominación masculina abstracta y general. Muy al contrario, lo que el marxismo defiende es que el patriarcado ahístorico no existe, ni mucho menos algo así como la dominación de los hombres por las mujeres en general, sino la opresión de las mujeres por distintos agentes opresivos, entre los cuales destaca siempre la clase hegemónica que varía según el modo de producción que hegemonice la formación social. El patriarcado entendido como modo de producción que divide la sociedad en clases productivas, es un fenómeno pretérito, es decir, la división en clases que coincide con la división en géneros: masculino y femenino. Dicho sea de paso constituye, según Engels, en términos históricos, la gran derrota de la mujer y coincide con el nacimiento de la propiedad privada.
Sin embargo el elemento patriarcal, de opresión de género de la mujer (por ser mujer), heredado de formaciones sociales anteriores, permanece y es subsumido por la formación social burguesa en el interior del proletariado. La opresión de la mujer se transforma en opresión de la mujer trabajadora, y el agente dominante es ahora la burguesía entera. En calidad de mediador privilegiado, como venimos diciendo, distintas figuras disciplinarias de esta división sexual del trabajo hacen labores directas de opresión y subordinación de la mujer proletaria, entre las cuales cabe destacar ciertas figuras masculinas como el violador, el feminicida, el marido autoritario, etc…
Pero vayamos por partes. La reproducción está dividida en:
1-El conjunto de actividades que son subsumidas por la esfera mercantilizada de la vida, a las que se les llama formalmente trabajo, y
2-El conjunto de actividades no mercantilizadas (no sólo las domésticas, o las actividades de crianza, sino también las actividades disciplinarias de estudio en escuelas, universidades, en centros de formación para el trabajo, en las actividades disciplinarias de búsqueda de puesto de trabajo, de obediencia al estado, en actividades extra-domésticas de autoproducción como pequeñas reparaciones, autotransporte, autoproducción de alimentos, incluso la okupación aislada y auto-habilitación de vivienda fuera de la estrategia revolucionaria, actividades políticas y sindicales internas al sistema, actividades culturales, actividades de consumo, etc…) En ninguno de los dos ámbitos de la vida, esfera de mercado y esfera no mercantil, trabaja la clase obrera para sí misma en última instancia, como ya ha sido demostrado hace varias generaciones. Pero cuantos más recursos y actividades se destinen a la reproducción mayor es la participación de la clase obrera en el producto social. De ahí el antagonismo interno, reformista, sindical, del modo de producción capitalista.
Además, en los dos ámbitos de la reproducción, mercantil y no mercantil, existe una división del trabajo por géneros, edades, etc… en la esfera no mercantil, que es el ejemplo que nos ocupa, es evidente que existe una división sexual de tareas en el ámbito del consumo, del espacio doméstico, de las actividades políticas y sindicales, los jóvenes tienen una gigantesca labor disciplinaria en la institución escolar, universidades, etc… todo ello trabajo ‘’formalmente sin sueldo’’ o ‘’gratuito’’ de reproducción de la fuerza de trabajo (tanto hombres como mujeres). (Para un estudio sistemático de la economía política de la clase obrera, véase Lebowitz, Más allá del Capital de Marx, quien trata rigurosamente los conceptos de producción, reproducción, etc…).
Las cosas son más complejas que los binomios doméstico-laboral, privado-público, tal y como lo plantea el idealismo abstracto del feminismo académico. La contraposición reproducción/esfera doméstica y producción/esfera mercantil resulta absolutamente reduccionista. Desde tal patrón de interpretación es ininteligible el principio de división sexual del trabajo, que no tiene nada que ver con un aspecto cuantitativo, sino cualitativo, y que no sólo se aplica dos ámbitos de la vida, sino a la totalidad temporal del proletariado.
En el siguiente párrafo de mis interlocutoras la confusión entre las categorías de producción y reproducción es evidente:
‘’Por lo que no, la división sexual del trabajo no se da en la esfera de la producción y la de la reproducción, la división sexual del trabajo se da en la relación entre la producción y la responsabilidad reproductiva y en la interioridad de la esfera productiva. Es decir, que lo que se da es una doble socialización de las mujeres en donde lo que hacen en ambas esferas está siempre subordinado a lo que hacen los hombres. Y eso ya lo comprobamos cuando decimos que no es sólo que las mujeres trabajen en las dos esferas, es decir, que trabajen más (sic), sino que además sus sueldos son inferiores en lo que a la producción de plusvalía se respecta.’’(J. G y T. L en el Salto)
Se identifica aquí confusamente producción con todo lo que se hace en el puesto de trabajo. Y reproducción con lo que se hace fuera. Además, se dice que lo que hacen está siempre subordinado a lo que hacen los hombres. En realidad debería decirse que está siempre infravalorado a lo que hacen los hombres, y subordinado a ciertas figuras opresivas, que no a los hombres en general, figuras de entre las cuales destaca la burguesía que es la que se apropia del todo. Se dice además que las mujeres trabajan en las dos esferas (confusamente separadas), y que eso hace que trabajen más.
En realidad, si desgarramos el velo aparente del ‘’trabajo remunerado’’, ambos géneros trabajan de forma similar en cantidad, la división sexual del trabajo no es cuestión de cantidad, sino de cualidad, y esto es lo que hace que sea aún más lacerante, más opresiva, pues subordina política y vitalmente a la mujer proletaria, no es una mera cuestión de que esta tenga que trabajar ‘’más’’. La determinación cuantitativa sólo afecta, de hecho, a la diferencia de sueldos dentro del puesto de trabajo, que ronda un 20 por ciento, pero esto no privilegia en nada a los hombres, ya que la familia en conjunto percibe un salario familiar menor, sino más bien a la burguesía.
¿En qué consiste esta división sexual cualitativa del trabajo?:
1-En primer lugar, la opresión de género en la división sexual del trabajo consiste en que es una división sexual IMPUESTA por imperativo social, que consta, como decíamos, de figuras disciplinarias para obligar a ella. El marido autoritario, el violador, el baboso acosador, no son sólo figuras privilegiadas, sino que lo son en la medida en que cumplen funciones disciplinarias para hacer a la mujer proletaria sumisa a la reproducción biológica y a la producción de placer. Mejor dicho, para extirpar el control que la mujer tiene sobre su capacidad reproductiva biológica y su capacidad de producir placer (esto ya lo ha documentado ampliamente el feminismo autonomista italiano), y ponerla en manos de agentes externos, en concreto, de la burguesía y sus figuras de colaboración de clase. El marido autoritario es también una figura de control e imposición para que la mujer desempeñe tareas domésticas, pero también lo es el periodista o el publicista en la televisión, que socializan a la mujer trabajadora en una división sexual del trabajo con programas, anuncios, etc., también lo es la profesora o el profesor a servicio del estado en la escuela, que disciplina a una forma de ser y a una serie de actividades a la mujer trabajadora, también los son las figuras standard proletarias de la madre y el padre, que controlan a sus hijas (e hijos) proletarias y las encarrilan hacia una serie de actividades y conductas, también lo es la feminista académica que empuja a las mujeres proletarias a especializarse en feminismo, dejando otra serie de actividades políticas que les incumben en manos de los hombres proletarios, etc… En general, las figuras disciplinarias que imponen una división sexual del trabajo, entendida como totalidad reproductiva de la clase obrera, son muy abundantes y escurridizas, y exige un trabajo sistemático elaborar un mapa general de estas figuras, clasificarlas, etc… para ver el proceso en su totalidad, que arroja como resultado el confinamiento de las actividades de las mujeres proletarias en una serie de ramas de actividad concretas. Dentro y fuera del puesto de trabajo, esta división sexual de las actividades proletarias, que en la medida en que no está encaminadas a derrocar el poder enemigo y a construir el poder propio, son actividades meramente reproductivas, cuando no productivas del poder enemigo (plusvalía), en general digo que esta división sexual del trabajo atraviesa por completo la vida, la totalidad del proletariado.
2-Mis interlocutoras tienen razón, no es que las hagan las mujeres porque son inferiores, es que son consideradas INFERIORES porque las desempeñan las mujeres. PERO, hay que explicar correctamente la causa, ya que por la misma razón, son consideradas inferiores las tareas que desempeñan los inmigrantes, las tareas que desempeñan los proletarios frente a las que desempeña la aristocracia obrera, las tareas que desempeña el estudiante frente a las que desempeña el trabajador en el puesto de trabajo, la tareas del trabajo manual frente a las del trabajo intelectual, etc… la devaluación de tareas en las subjetividades oprimidas, dentro del proletariado, permite a la burguesía 1-generar oposiciones y rivalidades dentro del proletariado, y sobre todo, 2-abaratar la producción de personas que realizan esas actividades (abaratar el salario que adquiere la forma de la aparente remuneración de marras) en la pugna sindical reformista, cuando no imponer esas actividades a través del estado, de la academia o de los medios de comunicación sin necesidad de regularlas por contrato mercantil (obligatoriedad de la escuela, obligatoriedad de las tareas domésticas, etc…). No es que la burguesía pague menos o nada por un trabajo, es que bajo esa apariencia la burguesía gasta menos en la producción de proletarios que vuelven al día siguiente al puesto de trabajo, y para eso utiliza la constitución de subjetividades inferiores, que deben por lo tanto hacer ciertas tareas sin remuneración aparente, o con remuneración inferior. Cuando esto sucede, no es que la burguesía deje de remunerar a quienes las realizan, sino que en vez de hacerlo un burgués en su empresa, lo hace la burguesía entera a través del estado (salario indirecto) pero compartiendo gastos y abaratándolos, o incluso el mismo burgués a través de un sueldo que alcanza para toda una familia, según la coyuntura y las leyes que el estado burgués (la burguesía colectiva) le imponga al burgués particular.
La devaluación de la feminidad está inextricablemente unida en la sociedad burguesa a la necesidad permanente que la producción de plusvalía tiene de generar subjetitividades inferiores en la clase obrera, para poder abaratar lo máximo posible la reproducción. El feminismo académico ha descubierto este fenómeno, pero con su tosca categoría de salario no ha sabido explicarlo. En su versión más idealista, lo ha atribuido a un patriarcado cultural, en su versión más materialista, lo ha atribuido a un supuesto sexo de las categorías económicas burguesas, a un capitalismo patriarcal (por ejemplo R. Scholz pero también muchas otras feministas de notable interés teórico).
Decía también que la división sexual del trabajo no es cuantitativa, porque es muy difícil afirmar tal cosa. ¿Quién trabaja más, el hombre que pasa 8 o 10 horas en la mina, o la mujer que hace las tareas domésticas? ¿Quién descansa más, quién se cansa más, quién realiza actividades durante más segundos al día, etc? ¿A qué llamamos trabajo? ¿Entonces por qué razón la mujer proletaria tiene mayor esperanza de vida que el hombre proletario en todos los países capitalistas? ¿Cómo puede ser? Pero todas estas preguntas son otras tantas formulaciones en el horizonte estrechamente burgués de la categoría de trabajo, que esconden la verdadera y terrible dimensión de la subordinación cualitativa de la mujer proletaria en la sociedad burguesa. Incluso si se consiguiese demostrar cuantitativamente que la mujer proletaria en general desempeña más tareas reproductivas que el hombre proletario, el fundamento de la opresión no dejaría de ser cualitativo.
Ahora, en ese sentido, el feminismo radical burgués de los 70, 80 y 90 sí que ha conseguido incorporar de nuevo al mercado laboral a las mujeres, con lo cual ha conseguido que donde antes uno era explotado, ahora lo sean dos, y en ese intento, por ser reformista y no haber apostado por la revolución comunista, ha aumentado considerablemente el número de tareas que las mujeres proletarias se ven obligadas a realizar sin haber tocado lo más mínimo la subordinación cualitativa de la mujer trabajadora. Este esquema general del derecho femenino al trabajo dentro del capitalismo ha emancipado a un pequeño número de mujeres de clase media en detrimento de una aplastante mayoría de mujeres proletarias, que ahora se ven obligadas a hacer mayor cantidad de tareas. Si en algún momento la mujer proletaria ha estado cuantitativamente más atareada que el hombre proletario, ese momento es el actual, en el que la mujer proletaria debe cuidar los hijos, limpiar la casa, etc… y además limpiar los portales de todo el vecindario, vender ropa en el Zara o trabajar de teleoperadora para que el salario familiar llegue a fin de mes.
3-El descubrimiento por parte de la economía feminista (Betsy Warrior, Marilyn Waring, etc), a través de la categoría confusa de trabajo remunerado, de las actividades ‘’invisibilizadas’’ de las mujeres en el ámbito doméstico, que inmediatamente fueron mal clasificadas como ‘’trabajo no remunerado’’ supone un gran descubrimiento, que situado en su correcta posición, nos da la pista del auténtico alcance de la dominación burguesa, que extiende sus ramas a toda la actividad metabólica social, a toda la vida del proletariado, al control y gobierno directo e indirecto de todas las actividades, y al aprovechamiento del todo, no sólo de la parte, aunque todo ellotenga a la base la violencia muda de las relaciones económicas, la dinámica de la plusvalía. Supone también una clave importante porque deja en evidencia el estatuto cultural que en el capitalismo tiene la mujer proletaria desde un punto de vista económico: es decir, como sujeto incapaz de hacer ‘’lo más importante’’, etc… como sujeto devaluado. Pero ‘’lo más importante’’ no es para la cultura burguesa meramente la producción de mercancías, es también ‘’ocuparse’’ de los problemas familiares tomando las decisiones, defender a la familia en el barrio, etc. Igualmente, lo más importante no es para la conciencia espontánea burguesa el hospital o la escuela, sino la fábrica.
Las actividades metabólicas no mercantiles que desempeña la mujer proletaria no son invisibles, pues todo el mundo sabe y ve que las hacen. No son mercantiles, pues no adquieren la forma de contrato. Son actividades consideradas inferiores, y a causa de esto, generan SUBORDINACIÓN social y política.
Subordinadas porque ya desde Aristóteles (ver La Política, 1.2- De la esclavitud) y mucho antes se considera que quien desarrolla actividades menos importantes, quien no tiene capacidades superiores, se subordina políticamente a quien las tiene, y esto está tan arraigado sino más en la sociedad burguesa. La fina línea que va desde la actividad devaluada al sujeto subordinado es la clave de explicación de toda división del trabajo, incluida la sexual. La síntesis del conjunto de actividades subordinadas es la burguesía, que se tiene a sí misma por el sujeto dominante, por el único que hace funcionar el todo con su magia de la producción, última destinataria por tanto de toda subordinación capitalista. Esta justificación cultural tiene su base material en la medida en que toda la estructura de subordinaciones está objetivada y cosificada en el dinero, en el capital, que es la propiedad privada del todo real y efectivamente bajo el control de la burguesía.
‘’Tanto las condiciones patriarcales como las antiguas (y también feudales) se disgregan con el desarrollo del comercio, del lujo, del dinero, del valor de cambio, en la misma medida en que a la par va creciendo la sociedad moderna.’’ (K. Marx, Grundrisse. El subrayado es mío.) Es decir, se disgregan no de golpe, sino como proceso. Ahora bien, habría que añadir, que aunque pierden centralidad y se separan en sus elementos (disgregación), no desaparecen, sino que los elementos que pueden ser subsumidos por la nueva forma que adquiere el metabolismo social, el valor, permanecen y mutan de forma.
En conclusión, podemos decir que la división sexual del trabajo, y la opresión de género sobre la mujer trabajadora, no consisten ni en trabajo invisible ni en trabajo no remunerado, sino en tareas cualitativamente OBLIGATORIAS, DEVALUADAS CULTURALMENTE Y SUBORDINADAS POLÍTICAMENTE a agentes de opresión de género. Éstas se dividen a su vez: en el ámbito no mercantilizado de la vida, en una serie de actividades infravaloradas y subordinadas al hombre proletario, siempre y cuando este adopte ciertas figuras de colaboración de clase (marido autoritario, acosador sexual, etc…) y cuyo último beneficiario es, a través de ellas, la clase burguesa. En el ámbito mercantilizado de la vida, en una devaluación de los trabajos feminizados, y en una subordinación directa a la burguesía.
La burguesía aparece como agente indirecto de opresión de género, a través de sus figuras de colaboración patriarcal de clase (algunas de las cuales son desempeñadas también por mujeres de clase media), en la calle, en casa, en la política y en las instituciones culturales. Y en el puesto de trabajo, la burguesía aparece como agente directo de opresión de género.
El fundamento de ambas modalidades de opresión de género descansa exclusivamente sobre la atomización de la mujer proletaria, la competencia de proletari@s entre sí y la dominación económica que se ejerce sobre la mujer proletaria a través de las categorías económicas. Es decir, la opresión de género en la moderna sociedad burguesa tiene su fundamento en la condición de clase de las mujeres proletarias, y no en la forma de legitimación más o menos evidente que adquiere esta en las leyes, el estado, o la teoría académica.
La única salida para la mujer proletaria consiste en el proceso revolucionario por la construcción del comunismo y en el enfrentamiento con la burguesía entera y sus figuras de colaboración.
3- A MODO DE CONCLUSIÓN: ALGUNAS CONSECUENCIAS EN LA PRÁCTICA POLÍTICA
1-La opresión de la mujer proletaria no experimenta mejora, sino sólo mutación de formas, con la reforma dentro del capitalismo. Por lo que el feminismo sólo puede realizarse mediante el proceso revolucionario del proletariado. Esto no significa que la mejora llega al final, como trata de hacernos creer el reformismo, sino que el modo de mejorar la situación de la mujer proletaria consiste en la estrategia proletaria, en ir construyendo paso a paso un poder propio y una organización con autonomía de clase frente a la burguesía, que posibilite abordar de raíz la opresión de género e ir haciéndonos cargo del problema sin necesidad de recurrir al estado, a la academia, a los medios de comunicación burgueses, o a la legalidad burguesas, que son otras tantas expresiones de colaboración con la estructura de la dominación burguesa.
2-Para superar la opresión de género, el aliado político de la mujer proletaria, de la mujer real y concreta, no es la mujer burguesa, ni la mujer privilegiada, sino el proletariado organizado en el proceso revolucionario y consciente de su tarea histórica. El proletariado masculino tiene de hecho la obligación de asumir como propia la lucha por la emancipación de sus hermanas proletarias y apoyar en todo a estas, como parte innegociable del programa comunista. La parte del proletariado masculino que elija cumplir con las figuras de disciplinamiento, opresión y privilegio, es colaboradora y traidora de clase, traidora al comunismo y traidora a sus hermanas proletarias. Pero en todo caso, el sujeto feminista es el proletariado conscientemente organizado bajo el programa comunista, en el cual la mujer proletaria debe tener siempre autonomía organizativa y la última palabra en las cuestiones que le atañen. En ningún caso puede el sujeto feminista ser la organización interclasista de mujeres, ya que las mujeres burguesas son agentes activos formales de opresión de género, a diferencia de los hombres proletarios, que sólo lo son en la medida en que aceptan la colaboración de clase cumpliendo con las figuras disciplinarias y privilegiadas.
3-El objetivo inmediato de la lucha feminista es la mujer proletaria, cuya situación de opresión descansa sobre la situación de subordinación económica y atomización social en la que se encuentra, por lo que la superación real de tales condiciones de opresión pasan por la abolición del trabajo asalariado y la construcción de poderosas redes de solidaridad de clase que no dejen desamparada a ninguna mujer maltratada, a ninguna mujer que sufra una agresión, a ninguna mujer que se vea obligada a vender su cuerpo para sobrevivir.
4–La mujer maltratada no necesita ser fruto de escándalo social y mediático como venimos viendo durante toda una década sin que se le ofrezca más consuelo que un proceso judicial (en el mejor de los casos), sino solidaridad de clase, autodefensa colectiva y sobre todo, asistencia colectiva. Redes de viviendas comunitarias bajo control proletario para que las mujeres tengan amparo, redes de autodefensa feminista proletaria (como ya se vienen ensayando, pero no limitadas al espacio festivo), presión social y socialización comunista en los barrios para contrarrestar la socialización patriarcal de los hombres proletarios, etc… autoorganización proletaria, no juridización y estatización de la intervención feminista.
5-El aborto no es un derecho legal que reivindicar, es un derecho material que tiene condiciones materiales. La decisión última es de la mujer proletaria, pero que la mujer proletaria tenga las condiciones materiales para tomarla es la manera de plantear el problema de raíz, no una mera reivindicación legal de un derecho abstracto. Redes de crianza colectiva, como parte del proceso revolucionario, redes de asistencia alimenticia, de amparo a los hijos e hijas de las mujeres proletarias, construirlas mediante la organización de clase. Tener hijos e hijas debe ser un regalo para la madre y para las nuevas criaturas, no un castigo. Así lo ha planteado el comunismo históricamente, y es un paso atrás convertir al aborto en un derecho legal reformista, desprovisto de su contexto, que es el derecho material a tener hijos e hijas, y a tener garantizado que esta crianza la va a asumir una colectividad.
6–Construcción y alimentación permanente de la teoría comunista, y en particular, de sus aspectos feministas, destinar recursos colectivos a ello como prioridad inmediata, considerando inmediata y urgente dar cauce y pensar teóricamente la situación infernal de la mujer proletaria.
7-Desenmascarar al feminismo burgués como marco teórico de subordinación de la mujer proletaria y de enmascaramiento de las categorías económicas y políticas que la tienen postrada.
8-Organización para denunciar y dar respuesta a la opresión de género burguesa allí donde ocurre. Acabar con la impunidad de este tipo de opresión que pasa desapercibida bajo la violencia muda de las relaciones económicas, y hacerlo desde la organización de clase.
Estas, y otras muchas formas de actuación, históricamente conocidas, son las que contraponen un feminismo comunista, integrante del proceso revolucionario, frente a un feminismo abstracto, reformista, unilateral, interclasista, académico, estatista y en definitiva, burgués.,...¡¡¡¡---
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saludos/hola,...de Lmm/lukymá. ¡¡ @lucianomediane2 >> PRECISAMENTE, LAS MUJERES COMPAS DE LOS HOMBRES, SUS HERMANAS, E INCLUSO, LAS MAMMAS, Y LXS HIJXS, TIENEN ESAS EXIGENCIAS, RESPECTO A LOS HOMBRES, SOBRE TODO A LOS HOMBRES KURRANTES-PROLETs,... LA SOCIEDAD Y LOS PODERES OBLIGAN, AL PROLETS SER MÁKINA, SIN SENTIMIENTOS,....A KOMERSE LOS SENTIMIENTOS,...Y SE BASTANTE BIEN DE LO KE HABLO,...¡¡¡, SOLO REALIZADORES CONSEGUIDORES, RESOLUTIVOS,...Y SI NO DAN ESAS TALLAS, MEDIDAS, SE LES ATOSIGAN Y SE LES REPROCHAN MASIVAMENTE,...HASTA LOS ENTORNOS Y AMISTADES,...¡¡¡; ¡¡ "" LAS MUJERES Y LA SOCIEDAD, EN GENERAL, HACEN KE MUNCHOS HOMBRES SE SUICIDEN Y A LA VEZ, QUE ASESINEN A SUS MUJERES AREJAS, E INCLUSO A SUS HIJXS "" ¡¡¡¡;. --- En >>> https://www.bing.com/search?q=suicidios+de+hombres-maridos-esposos+por+cuestiones+familiares&cvid=516b16f619f2497495861aa2faf79720&aqs=edge..69i57.27085j0j1&pglt=171&FORM=ANNTA1&PC=U531 >> "",... Observamos desde la investigación que los hombres no sienten que necesiten ayuda, que están fracasando como hombres cuando se sienten suicidas (...) Los hombres deben ser dinámicos, deben saber solucionar problemas, deben controlar, deben ser vitales, exitosos y delicados cuando sea requerido. Las revistas masculinas hablan de abdominales, no sobre cómo te sientes. Ahora mismo no hay forma de conseguir que un hombre discuta sobre cómo se siente. Si sales con tus amigos, te bebes un par de cervezas, hablas de deportes, te quejas de tu pareja, pero no hablas realmente de sentimientos, sobre cómo no puedes lidiar con tu situación. Los hombres no saben cómo hablarse los unos a los otros. No saben, no es decoroso.,...//,... ¡¡¡. Lmm/Lukymá. 29006 ¡¡¡. Editor de lukyrh.blogspot.com/REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD // @lucianomediane2 // INVESTIGADOR AUTODIDACTA, SOCIAL ¡¡; --- Y CRÍTICO LITERARIO, EN ECONOMÍA POLÍTICA;... SUERTE Y SALUD HUMANA UNIVERSAL ¡¡¡.
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¿Cuáles son los motivos? La respuesta a la anterior pregunta es compleja y se ha tratado de articular durante los últimos años desde diversas perspectivas. En el mejor de los casos, tenemos aproximaciones y teorías con cierto bagaje empírico, pero en absoluto certezas que expliquen sin fisuras el fenómeno. Por el momento, tan sólo estamos seguros de algo: de forma sistemática, casi todos los países cuentan con mayores tasas de suicidio entre los hombres que entre las mujeres.
Primero, echemos un rápido vistazo a los datos para saber cuáles son los lugares del mundo donde el suicidio es más común, y aquellos donde la diferencia entre el suicidio masculino y femenino es más alta. En el caso europeo, es obligatorio remitirse a los países de Europa del Este. De forma habitual, encabezan los ránkings mundiales. Durante los últimos años, ha sido Lituania el estado con mayor tasa de suicidios totales, computando tanto el de hombres como el de mujeres: 28,6 por cada 100.000 habitantes.
¿Dónde es más común el suicidio? En los países de Europa del Este, de forma abrumadora, y en otros asiáticos como Japón y Corea del Sur. Los masculinos siempre superan por mucho a los femeninos
Le siguen Bielorrusia, Rusia, Kazajistán, Eslovenia, Hungría, Letonia, Finlandia o Ucrania, además de Corea del Sur y Japón. En todos y cada uno de los casos, el volumen de hombres que se han quitado la vida es abrumadoramente superior al de las mujeres. En Lituania se suicidan 52,5 varones por cada 100.000 habitantes, frente a los 7,9 suicidios femeninos por cada 100.000 habitantes. En Bielorrusia, 43 frente a 7,7; en Kazajistán, 40,4 frente a 8,4; en Hungría, 32,1 frente a 7,6; y así sucesivamente. El caso español es menos dramático, pero la diferencia es semejante: 12,7 para los hombres, 4,1 para las mujeres.
DE LAS CUESTIONES ESTRUCTURALES AL MODO DE SUICIDARSE
La localización geográfica ofrece una primera posible explicación. Según explicaba Anne Maria Möller-Leimkühler en "The gender gap in suicide and premature death or: why are men so vulnerable?", la caída del bloque comunista en Europa del Este había dado lugar a "the Central and Eastern health paradox". Al contrario que en el resto de países desarrollados, las condiciones de salud de los hombres en los países post-soviéticos se han deteriorado de forma notoria. La diferencia entre mortalidad masculina y femenina se ha disparado desde principios de los '90, y en ello ha jugado un papel crucial el suicidio.
¿Por qué? Por un lado, la exclusión del individualismo dentro de la esfera pública en las sociedades socialistas provocaba un refuerzo del papel tradicional de la familia, tanto para los hombres como para las mujeres. De forma específica, aquellos hombres incapaces para formar o mantener una familia tendían a sufrir mayores dosis de estrés, al quedar relegados del rol que la sociedad otorgaba al varón. El colapso económico y social de los países comunistas, el paso a una sociedad individualista, y la carencia de oportunidades y la destrucción masiva de empleo y por tanto de sustento, hizo el resto.
Como resultado, las tasas de suicidio aumentaron en relación a las de otros países de Europa Occidental. Pese a que el choque social deriva en un choque psicológico, las circunstancias específicas de los países de la esfera comunista no abarcan la totalidad de las causas del suicidio masculino. La anterior explicación a duras penas nos permite comprender una fracción del fenómeno.
Uno de los datos más llamativos a la hora de abordar las diferencias entre suicidio masculino y femenino es la recurrencia del pensamiento suicida. Al contrario de lo que las cifras puedan sugerir, es mucho más alto entre ellas que entre ellos. Un estudio centrado en Inglaterra, por ejemplo, reveló en 2007 que el 19% de las mujeres participantes habían tenido pensamientos suicidas, frente al 14% de los hombres. No sólo eso: también habían intentado suicidarse más (el 7% frente al 4%). Además, en global, las mujeres sufren más enfermedades mentales que los hombres. ¿Cómo casa eso con los datos de suicidios?
Como se explica en este artículo de The Guardian, puede atribuirse al método. En términos genéricos, los hombres utilizaban técnicas más efectivas para quitarse la vida que las mujeres. Mientras el género femenino optaba por soluciones como el envenenamiento, con un alto ratio de fracaso, los varones escogían formas de suicidio más certeras: desde ahorcamientos hasta armas de fuego. Algunos estudios han intentado explicarlo a través del pensamiento impulsivo de los hombres. Otros, consideran que los hombres están más determinados a suicidarse. En cualquier caso, sólo son teorías.
EL ROL SOCIAL MASCULINO Y SU FRACASO
De forma paralela, otros investigadores, como Möller-Leimkühler, ponen el acento en el rol tradicional del género masculino dentro de la sociedad. Desde jóvenes, los hombres son educados en un contexto donde sus atributos y metas vitales se ciñen al éxito, la competitividad, la independencia, la invulnerabilidad y otros atributos parejos. El rol del hombre implica no admitir o percibir la ansiedad o los problemas, y, en tal caso, codificarlos emocionalmente a través de la ira, la agresividad y la hostilidad. Además, el éxito o el fracaso dentro del rol clásico del hombre tendría una medición clara, concreta, estrecha y estresante.
En consonancia con lo anterior, el hombre tiende a pedir menos ayuda cuando tiene problemas, y no suele exteriorizar sus emociones, es más inexpresivo, algo que le provocaría mayor frustración. En palabras de Möller-Leimkühler:
Mientras la identidad femenina se define en un contexto de relaciones sociales y de comunicación, la identidad masculina se constituye a través de la competitividad y el aislamiento emocional. Los hombres suelen tener sólo una relación de confidencia con el sexo opuesto. En sus relaciones sociales, interactúan alrededor de cuestiones externas (deportes, negocios, política, aficiones), y los sentimientos no están considerados una cuestión a discutir. Dado que los hombres, particularmente los jóvenes, son más competitivos que las mujeres en una variedad de dominios, revelar sentimientos de depresión o desesperanza podría dar ventaja a los otros. El estereotipo masculino no permite buscar ayuda, incluso si dicha ayuda es necesaria y está disponible.
El mero hecho de percibir la necesidad de ayuda podría ofender las expectativas del rol tradicional, y admitirlo doblaría la ofensa. Por las mismas razones, la búsqueda de ayuda implica una pérdida de estatus, una pérdida del control y de la autonomía, incompetencia, dependencia y un daño a su identidad.
Como consecuencia, el desfase entre lo que los hombres creen que la sociedad espera de ellos y su realidad percibida, entre expectativas y experiencia vital, provoca mayor vulnerabilidad y un aumento del riesgo de suicidio. Es la idea que se aborda en este largo reportaje de Mosaic, donde la idea de "perfeccionismo" resulta nociva para el hombre, en tanto que el rol de su género dado por la sociedad es a menudo un ideal inalcanzable, basado en ideas tradicionales e irreales sobre la masculinidad y su papel como cabeza de familia.
En Reino Unido, algunas asociaciones, por otro lado, culpan a la carente respuesta de la administración pública a la hora de tratar la cuestión del suicidio masculino desde una perspectiva de género. Pasan por alto el problema. Según Campaign Against Living Miserably, las campañas para prevenir el suicidio son ineficientes porque, en gran medida, dejan de lado un aspecto crucial de los varones: no tienden a buscar ayuda de forma proactiva. Es una idea que enlaza con lo expuesto anteriormente. Como señala uno de sus portavoces:
Observamos desde la investigación que los hombres no sienten que necesiten ayuda, que están fracasando como hombres cuando se sienten suicidas (...) Los hombres deben ser dinámicos, deben saber solucionar problemas, deben controlar, deben ser vitales, exitosos y delicados cuando sea requerido. Las revistas masculinas hablan de abdominales, no sobre cómo te sientes. Ahora mismo no hay forma de conseguir que un hombre discuta sobre cómo se siente. Si sales con tus amigos, te bebes un par de cervezas, hablas de deportes, te quejas de tu pareja, pero no hablas realmente de sentimientos, sobre cómo no puedes lidiar con tu situación. Los hombres no saben cómo hablarse los unos a los otros. No saben, no es decoroso.
Pese a lo tentador de la explicación anterior, sigue siendo tan sólo parte de los motivos que provocan que más hombres que mujeres se suiciden. Una forma de acercarse a la amplitud de respuestas y de posibilidades derivadas de esta materia es leyendo "Why are suicide rates rising in young men but falling in the elderly?", trabajo de investigación realizado por un grupo de académicos británicos. En él, abordan diversas causas como el aumento de los divorcios, el crecimiento del desempleo, el declive de la paternidad y del matrimonio o el aumento de la desigualdad, todos ellos como factores de riesgo para el suicidio.
A modo de resumen, los factores que pueden explicar la mayor tasa de suicidios entre los hombres y las mujeres van desde la percepción del rol social de la masculinidad en las sociedades contemporáneas, y su consecuente fracaso, hasta cuestiones de calado socioeconómico como la desestructuración familiar, el crecimiento de la desigualdad, o la utilización de métodos de suicidio más efectivos y letales. No es igual por regiones del mismo modo que no es igual por géneros. Y, ante todo, estamos lejos de tener una respuesta única a un problema muy complejo que es la principal causa de mortandad externa en España.
Imagen | Practical Cures, Jared Keener,...¡¡¡.---
COMENTARIOS :
ALIOS :
Es sencillo, a las mujeres se les invita a compartir sus penas y de las de los hombres nos enseñana reinos.
Un hombre se siente solo y nos reimos por perdedor, un hombre sufre bulling y nos reimos por que es un mierda incapaz de defenderse, a un hombre su mujer lo maltrata y nos reimos por que es un manta.....
Si a un hombre le duele algo y se queja le decimos que se agunte y que no sea llorica, no es comun oir eso cuando le ocurrre a una mujer.(aplicable a niño/niña)
No hay visibilidad sobre este tema por que no da voto, a nadie le importa que el nivle de suicidios de hombres sea alto, a nadie le importa que la tasa de suicidios masculinos relacionados con divorcios sea significativa..... no da votos.
Fácil, las mujeres no tienen a nadie al lado molestándoles todo el día, reprimiendo sus deseos más feciles
Como dice el articulo, a los hombres se nos enseña a reprimir nuestros sentimientos hasta que explotamos (lo cual puede dar lugar a un suicidio de una manera no muy complicada).
Por otro lado, nosotros no solemos echar la culpa de nuestros males a la sociedad o al estado opresor falocentrista. You know want I mean ¬¬.
Bromas aparte, gran artículo.
Ojala hicieran un estudio relacionando los suicidios con los casos de separaciones y denuncias falsas (que las hay) por violencia de genero. Seguro que explicaría muchas cosas.
Basta ya de tratarnos a todos los hombres de machistas por el simple hecho de ser hombre !!!
STOP FEMINAZIS!!
Mucho animo a ese partido que se atreve a decir las cosas como son!! Tienen mi voto.
Saluts!
Algún día el maltrato psicológico dejará ser tabú y ese será una gran día para hombres y mujeres. Hay que parar la violencia en todas sus formas, y luchar para que que todos y todas tengan los mismos derechos (ni más ni menos) y no haya discriminaciones, incluidas las "positivas".
El hecho de que haya mas suicidos de hombres que de mujeres es,que los primeros suelen elegir metodos mas "eficaces"(ahorcamiento...) a diferencia de las mujeres que suelen optar por metodos menos fiables como la ingesta de medicamentos. Esto se comprueba rapidamente al contrastar las estadistas de tasas de suicidios con las de intentos de suicido.
Esta claro que es porque no aguantan a sus mujeres.
No, es broma....
Es por la friendzone :v
Lo que sea por no aguantar a la parienta
Eso si es verdad los hombres se suicidan mas Pero yo digo que es xq tienen mas valentía q nosotros
De echo el 75%de los suicidios se registra en países de ingreso medio y bajo.
Los jóvenes son los q mas se suicidan y son jóvenes entre 15 y 29 años.
El promedio mundial es de 11.4 suicidios x cada 100 mil habitantes.
En los países de las Américas la proporción es de 2 a 6 veces mas frecuente en hombres q en mujeres
Me cuenta sus problemas, la escucho y aconsejo. Es igual no te va a hacer ni caso y al día siguiente te va a contar lo mismo.
Le cuento los míos, le entra por un oído y le sale por otro.
Luego hay que aguantar que me vengan diciendo que los tíos somos unos inmaduros y todos iguales.
Me tiene harta este tema. ¿Por qué? Porque el suicidio no es un problema masculino sino de toda la humanidad. Las mujeres que intentan suicidarse son más pero no lo logran. Dejen de usar como bandera del masculinismo, un tema que afecta a toda la humanidad.
Hagamos esta pregunta ahora: ¿Sabemos ya por qué las mujeres se deprimen más e intentan más suicidarse que los hombres? Sin tener estudios sociológicos o de otra ciencia sobre el tema, tampoco lo sabemos bien.
Además, es muy común que muchas personas se burlen, culpen o denosten el suicidio y a un suicida, como para ahora leer comentarios de una falsa compasión, que no tiene otra intención que decir: miren, pobrecitos de nosotros los hombres, nos va más mal que a las mujeres; una competencia de ver quienes han fallecido más por esto.
En serio, me tiene harta esta guerra de sexos y no exagero, solo basta leer los comentarios que no cesan de hacer comparaciones absurdas entre hombre y mujeres, y digo, absurdas porque como dije, el suicidio es un problema humano, no masculino solamente.