¡¡ ¿¿¿¿ DELPORKÉ, ESTA PUBLICACIÓN ¡¡ AHORA, DE NUEVO, 15 AÑOS YA DE SU INICIAL PUBLICACIÓN ¡¡ ???? >> - La CIA en España def.doc (wordpress.com) ¡¡ >> La CIA en España Alfredo Grimaldos La Caja de Herramientas archivo.juventudes.org

 ¡¡ AVERIGUAR EL PORQUÉ, ELSUDAMERICANO(wordpress.com) ,....PUBLICA AHORA ESTE TRABAJO,...EL LIBRO DE LA CIA EN ESPAÑA, ES EDITADO EN CUBA, EN 2.007,...¡¡¡. ¡¡ ADEMÁS, PARA MÍ, NO ME DA ELEMENTOS NUEVOS,...¡¡. -- RELACIONAR POSIBLEMENTE ESTE TRABAJO CON MI/NOS POSICIÓN DE PUBLICITAR EL MAFIOSISMO Y LUMPENSKUS DEL PARTIDO PSOE,...ALIADO CON UNIPOD-PCE/IU,... Y LA COYUNTURA POLÍTICA ECONÓMICA MUNDIAL,...KAOS KAÓTICO, LÓGICO Y PREDETERMINADO-ARTIFICIALMENTE,...¡¡¡. // LA MOVIDA, ERA, POR UN LADO, ARRINCONAR AL PCE,...[[ EN ESA MANIOBRA, ESTABA CLARO, QUE ERA DERROTAR AL INCIPIENTE MOVIMIENTO DE RESISTENCIA PROLETS/MULTIPOPULAR, DE LA PENÍNSULA IBÉRICA, PORTUGAL-ESPAÑA,...Y OTROS ESTADOS DEL MEDITERRÁNEO, DE LAS AMÉRICAS LATINAS,...ETC,...-- YA KE, ESTOS POLÍTICOS NUEVOS DEL PSOE, ERAN Y SON NETAMENTE IMPERIALISTAS FINANCIEROS EXPROPIADORES-SAKEADORES MUNDIALES DE LA HUMANA-HUMANIDAD,...¡¡. Y A LOS MÁS DE 50 AÑOS, DE LA MOVIDA GEOESTRATÉGICA, RESULTA QUE LOS DOS PARTIDOS ESTÁN GOBERNANDO EN UN ESLABÓN (( ENTRE FRANKIS", Y ONUOTAN,...¡¡ , ES UN ESTADO IMPERIALISTA DE SEGUNDO ORDEN Y SUBORDINADO A LOS USA, LA EURAKA,... PERO SE DEFIENDE PANZAS ARRIBA, KOMO GATO FURIOSOS SAKEADOR-MAFIS-MERCENARIXS,...¡¡¡))    DEL ESTADO MUNDIAL FINANCIERO MULTI,IMPERICAPITALISTA INTERPLANETARIO SANGUINARIO-SAKEADOR-GENOCIDA EXTERMINADOR-ELIMINADOR-KAPUTs, LASTRE PROLETs-MULTIPOPULAR-ESQUILMADOR DEL PLANETA, SISTEMA SOLAR Y TODO LO QUE SE LE PONGA POR DELANTE,... //. --  Y A ESE GOBIERNO ""SOCIAL-COMUNISTA"", EL TRIFACHITO Y OTROS PODERES PARTITÓCRÁTIKUS, YA NO LE DENUNCIAN POR SOCIAL-COMUNISTAS,...AHORA ATACAN POR LOS VALORES ANCESTRALES SPÁNIKUS, TRADICIONALES, CATOLICISTAS, APOSTILICISTAS, ROMANO-VATICANISTAS,...ETC,...REMEMORANDO AL FRANQUISMO, A LA LEGIÓN Y SEMANA SANTA, SOBRE TODO LA ANDALUZA,...¡¡ QUE PAYAZUS MÁS TONTUELOS, CON LO DE SEMANA SANTA SEVILLANA,..¡¡; CUANDO ESTA SEMANA SANTA, ES LA FERIA MÁS GRANDE HISPÁNIKA Y MUNDIAL,...¡¡.


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ÍNDICE INTRODUCCIÓN.....................................................................................3 

1. La transición de Langley ..................................................................7 

2 Todos contra la URSS ....................................................................18 

3 España, portaaviones de los yanquis.................................................26 

4. Colonizados por la CIA....................................................................36 

5. «Gladio», la espada del Imperio .....................................................47 

6. La Operación Delgado y el Tarzán de Palomares ............................56 

7. No hay mal que por bien no venga .................. ..............................65 

8. Una península sin dictaduras............................................................74 

9. Isidoro y Mister PESC......................................................................81 

10.Cómo detectar a un espía.................................................................93 

11. 23-F, «una cuestión interna» ..........................................................102 

12.El lado oscuro de la «colza»............................................................113 

13.Comisionistas y trilaterales ..........................................................121 

14. Jefes de estación.............................................................................130 

EPÍLOGO...............................................................................................146 

BIBLIOGRAFÍA.......................................................................................151 

Tomado de la primera edición de la Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007. 3 Introducción Los hombres de la CIA (Central Intelligence Agency) están detrás de casi todos los principales acontecimientos políticos y militares de nuestra historia reciente. La sede central de la Agencia, en Langley, tiene poco que ver con el edificio donde entra y sale a su antojo Faye Dunaway en la película Los tres días del Cóndor. Es un gigantesco bunker desde donde se han diseñado cientos de operaciones desarrolladas en España por los servicios de inteligencia norteamericanos desde la posguerra mundial hasta hoy. Las recientes escalas en aeropuertos españoles de aviones de la CIA, con prisioneros que son trasladados a centros de tortura distribuidos por varios países de la órbita norteamericana, constituyen sólo un eslabón más de la cadena de actuaciones clandestinas que la Agencia inició en nuestro país durante la Guerra Fría. La sólida infraestructura que hoy permite continuar trabajando a sus hombres aquí comenzó a construirse a principios de los años cuarenta. La CIA interviene en la instalación de las bases militares estadounidenses en nuestro suelo, la transición del franquismo a la Monarquía, el golpe de Estado del 23-F o la definitiva integración del Estado español en la estructura de la OTAN. La permanencia de la dictadura franquista, durante casi cuatro décadas, y la evolución controlada hacia un sistema parlamentario están condicionadas por la actividad de los espías norteamericanos. En esa oscura tarea de mover los hilos desde la sombra colaboran con los servicios estadounidenses miembros del Ejército español, destacados políticos y diplomáticos, empresarios, hombres de la banca y personajes del mundo de la cultura y el periodismo. La mayor parte de los colaboradores de la CIA tienen poco que ver con la imagen tópica, peliculera y novelesca de los espías: son individuos «normales», perfectamente integrados en su entorno social. Muy distintos son los oficiales de operaciones, situados en los puntos neurálgicos de la red. En España, durante todo este tiempo, han dirigido el espionaje norteamericano curtidos oficiales de la Agencia, expertos en acciones encubiertas, como los sucesivos jefes de la estación de la CIA en Madrid, situada en la embajada de la madrileña calle de Serrano, Robert E. Gahagen, Néstor Sánchez, Ronald Edward Estes, Richard Kinsman o Leonard Therry. Todos ellos arrastran ya un largo historial operativo cuando llegan aquí. Han desarrollado la mayor parte de sus carreras en Latinoamérica y su biografía profesional está marcada por una sucesión de golpes de Estado y de operaciones desestabilizadoras en Bolivia, Brasil, Uruguay... Uno de los más eficaces agentes norteamericanos en España es Ronald E. Estes. Aparece en Checoslovaquia poco antes de la Primavera de Praga; en Beirut, financia y organiza la Falange Libanesa, que más adelante provocará las terribles matanzas de Sabrá y Chatila; después actúa en Grecia, para apoyar la «solución Karamanlis», como salida a la dictadura de los coroneles... Hasta que llega a España y se produce el golpe de Tejero y Milans. Con los hitos profesionales de estos acreditados «especialistas» se puede reconstruir la política exterior norteamericana desde los años de la Guerra Fría. Aparte de ellos, trabaja para la Agencia una legión de colaboradores de mayor o menor rango, introducidos en todos los ámbitos sociales y políticos del país: el Ejército, los partidos, la educación, la cultura, los bancos y las grandes empresas, los sindicatos... El New York Times publica en 1975, poco antes de la muerte de Franco, que la CIA mantiene importantes relaciones con todos los partidos políticos españoles para buscar una salida al régimen, incluido el PCE (Partido Comunista de España) de Santiago Carrillo. 4 Dos años más tarde, el secretario general de esta formación será invitado a viajar a Estados Unidos, caso único en la historia de los partidos comunistas, cuyos dirigentes han tenido prohibida la entrada en Estados Unidos desde siempre.1 

Este libro desvela los mecanismos de penetración de los servicios estadounidenses en España desde la Segunda Guerra Mundial. Los propios documentos desclasificados por la Administración de Estados Unidos arrojan luz sobre determinados aspectos de esta historia. Quienes los redactan escriben para que se les entienda, sin pudor político ni circunloquios literarios.2 A través de esos materiales se puede comprobar que la principal preocupación de los norteamericanos es mantener bien amarrado al régimen de Franco con el menor coste político para ellos en el plano internacional.3 Las confesiones de antiguos miembros de la Agencia apartados de la organización y los testimonios de oficiales españoles que han seguido de cerca las actividades de los hombres de la CIA aportan datos jugosos para entender cómo actúan los espías norteamericanos en nuestro país. En más de una ocasión, algunos miembros de los servicios de inteligencia españoles se han enfrentado a ellos para abortar sus planes, como es el caso de la Operación Gino, que provoca la expulsión de la plana mayor del espionaje estadounidense en España. Antes de que la CIA se constituyera oficialmente, la actividad de los servicios norteamericanos en nuestro país era importante, pero mucho menos que la de los británicos. El Intelligence Service considera la península un feudo suyo hasta después de la victoria aliada de 1945. En España actúa el famoso espía Juan Pujol «Garbo», bajo las órdenes de Desmond Bristow, jefe de la «sección ibérica» de la inteligencia británica durante años .Y también lo hace el propio Harold «Kim» Philby, el gran infiltrado de los soviéticos en las filas de la inteligencia angloamericana. A medida que avanza la década de los cuarenta, la OSS (Office of Strategic 1 Citado en Área Crítica, septiembre de 1983, CIA: la estación española. 2 

Pero la transparencia de los archivos norteamericanos, como su democracia, tiene demasiadas lagunas. Se desclasifican los materiales menos comprometedores y algunos de ellos aparecen con casi todos los párrafos tachados. Por ejemplo, en un memorándum del Consejo Nacional de Seguridad, de fecha 16 de diciembre de 1969, en el que se valora la funcionalidad de las bases aéreas españolas de Torrejón, Morón y Zaragoza, en los tres supuestos de «guerra general», «guerra limitada» y «tiempo de paz», se puede leer: «Los informes militares señalan que las tres bases aéreas españolas se han convertido en menos importantes, menos centrales, para la postura estratégica de Estados Unidos desde la década de los años sesenta, cuando los bombarderos B-47 fueron sustituidos. Hoy, en el caso de una guerra general, Zaragoza proveerá de apoyo e infraestructura para poder repostar una flota de aparatos 12 SAC, y Torrejón y Morón recibirán un combinado total de 74 bombarderos estratégicos. Estas dos últimas bases ayudarán en operaciones de recuperación y reciclaje». A continuación, queda claro que la base que de verdad les sigue interesando es la de Rota, pero intentan ocultar su opinión sobre las excelencias de la bahía gaditana: todo el resto del documento está tachado. 3 No obstante, dada la oposición implacable de varios países europeos al ingreso del régimen franquista en la estructura de la OTAN, Washington sólo encuentra la fórmula de los acuerdos «bilaterales» de cooperación hasta después de la muerte del dictador. En otro memorándum secreto, éste fechado el 5 de octubre de 1960, se marcan claramente los objetivos estadounidenses en relación con nuestro país: 

El acceso a las estructuras militares en España que requieren los Estados Unidos y la aceptación, por parte de España, del concepto de «Seguridad Colectiva». Mantenimiento de la orientación anticomunista de España y desarrollo de relaciones de mayor proximidad con Estados Unidos. Mejora de las relaciones entre España y las naciones de la OTAN para atar a España tan firmemente como sea posible a los planes occidentales de defensa regional y obtener la participación de España en la OTAN tan pronto como sea apropiado, sin comprometer a los Estados Unidos en este momento para traer a las fuerzas españolas a los estándar de la OTAN en caso de que España sea admitida. Y mantenimiento de la estabilidad interna, necesaria para cumplir estos objetivos. 5 Services) estadounidense, precursora de la CIA, hereda las privilegiadas relaciones que los británicos mantienen, desde siempre, con el PNV (Partido Nacionalista Vasco). Durante toda la Guerra Civil, los nacionalistas buscan la mediación británica para intentar conseguir un acuerdo con Franco. Después, cuando los norteamericanos ya están mucho más interesados en controlar las actividades de los comunistas en España que en mover de El Pardo a su inquilino, los servicios del PNV comienzan a actuar bajo las órdenes de Washington. Su anticomunismo clerical les hace coincidir con los intereses de la CIA. En 1947, cuando se crea la Agencia, con el mundo dividido en dos bloques antagónicos, el asunto ya está muy claro: los norteamericanos deciden mantener al Caudillo bajo palio y utilizar sin trabas el suelo español como plataforma militar. Comienza la captación de oficiales del Ejército franquista para servir al poderoso aliado estadounidense. Por otra parte, los norteamericanos mantienen hilo directo con Laureano López Rodó y apoyan también la Operación Lolita, que prepara a Juan Carlos de Borbón para suceder al Generalísimo. Inmediatamente después de subir al trono, el primer viaje oficial del monarca le lleva a Estados Unidos, donde recibe el espaldarazo del Imperio. 

 El rey mantiene siempre excelentes relaciones con sus mentores del otro lado del Atlántico. Colabora con ellos en la entrega del Sahara a Marruecos, cuando todavía es el «heredero» designado por Franco, y después presiona desde La Zarzuela a los sucesivos gobiernos de la Transición para que España se acomode definitivamente en el seno de la OTAN. A cambio, obtiene respaldo político y prebendas personales. A finales de los cincuenta, los servicios de Estados Unidos «tocan» a jóvenes socialistas para tenerlos como permanente fuente de información sobre las actividades de la oposición comunista. Carlos Zayas. Joan Raventós o José Federico de Carvajal son algunos de ellos. Otro socialista de postín que mantiene relaciones con los servicios norteamericanos es el actual Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, quien, por su ascendencia judía, también goza de buenos contactos con el Mossad israelí. Múgica y Raventós participan en la reunión que se celebra en 1980 en casa de Antoni Ciurana, alcalde de Lérida, en la que Armada tantea la opinión del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) sobre la «reconducción» que desembocará en el 23- F. Y sólo dos días antes del asalto de Tejero al Congreso, el comandante Cortina, del CESID (Centro Superior de Información de la Defensa), muy vinculado a los servicios norteamericanos y uno de los principales coordinadores del golpe, visita al embajador de Washington en Madrid, Terence Todman, para que dé su visto bueno a la operación. La misma mañana del 23 de febrero, el sistema de control aéreo norteamericano, a través de la estación central de Torrejón, anula el Control de Emisiones Radioeléctricas español, mientras los pilotos de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos permanecen alerta en las cuatro bases «de utilización conjunta». El secretario de Estado, Alexander Haig, declara que el golpe «es una cuestión interna» española, cuando aún no está claro el desenlace de la historia. Una anécdota hasta ahora inédita resulta muy ilustrativa para entender algunos aspectos de la trama del 23-F. Pocos días después de que se resuelva momentáneamente el asunto, con la liberación de los diputados y el encarcelamiento de Milans, Tejero y unos cuantos militares más, tiene lugar una reunión de oficiales de los servicios españoles de inteligencia para tratar algunos aspectos relacionados con el intento del golpe. La preside Javier Calderón, en ese momento secretario general del CESID. Todo parece indicar que se quiere dar carpetazo al tema sin rebuscar más de la cuenta ni apretar las clavijas a nadie. Cuando va a disolverse la sesión, el teniente coronel Guitián enseña un telegrama y pregunta: 

«Entonces, ¿qué hago con esto?». El sistema de 6 comunicaciones que está a cargo de Guitián ha captado ese envío a última hora del día 23 de febrero. Lo abre y lee: «Jaime, ahora vas contra la Corona». Es una reunión con numerosos testigos. Entonces, visiblemente cabreado, Javier Calderón le dice, delante de todos: «Joder, Guitián, no tienes sensibilidad informativa». Otro aspecto clave para entender el diseño de la política española realizado por los servicios norteamericanos es la toma del poder, dentro del PSOE, de Felipe González y los suyos en Suresnes, en 1974. El político sevillano acude a esta pequeña localidad francesa situada cerca de París escoltado por oficiales del SECED, el servicio de información creado por el almirante Carrero Blanco. Ellos son también quienes le proporcionan el pasaporte. A la hora de garantizar la transición sin sorpresas desde el franquismo a un régimen más homologable internacionalmente, una pieza fundamental es el Ejército. El propio general Vernon Walters, que llega a director adjunto de la CIA, es el encargado de tantear a relevantes mandos militares españoles a principios de los setenta, para tener bien amarrado el proceso de cambio. Franco está ya al final del camino y el príncipe heredero, preparado para ocupar el trono. Pero antes de que desaparezca Franco, se produce el atentado de ETA contra Carrero, muy cerca de la embajada norteamericana. Nadie duda de que los autores materiales del asesinato son miembros de la organización vasca, pero en la trastienda quedan muchas cosas sin aclarar. Hay demasiadas piezas que no encajan. Los socialistas de Suresnes aguantan su «OTAN, de entrada», como reclamo electoral, hasta que llegan al poder, en 1982. Después del referéndum de 1986, por fin, España ya es demócrata y de la OTAN. Veinte años más tarde, los aeropuertos españoles continúan siendo una base segura para las acciones encubiertas de la CIA. 7 1 La transición de Langley La Transición española se diseñó en Langley (Virginia), junto al río Potomac, en la sede central de la CIA. La fase final de esa compleja operación, que culmina con la restauración monárquica en la persona de Juan Carlos I de Borbón, se comienza a fraguar en 1971, tras la visita del general Vernon Walters a España para entrevistarse con Franco. La avanzada edad del dictador turba los sueños de Richard Nixon, cuyo insomnio pronto se va a agudizar mucho más, con el caso Watergate. 

Pero en ese momento, una de las mayores preocupaciones del presidente norteamericano, dentro del área internacional, es tener bien controlado el proceso de sucesión en España cuando se produzca la desaparición física de quien ha sido fiel y subordinado aliado de Estados Unidos desde el comienzo de la Guerra Fría. Walters, que poco después será nombrado director adjunto de la CIA, comunica al entonces vicepresidente de Gobierno, Luis Carrero Blanco, la necesidad de coordinar la actuación de los servicios de información norteamericanos y españoles para tener todo previsto ante el eventual fallecimiento del Caudillo. Y unos meses después, los hombres del Servicio Central de Documentación, creado en marzo de 1972, bajo la dirección del teniente coronel José Ignacio San Martín, entran en acción. Manuel Fernández Monzón es entonces un joven capitán que ha desarrollado la mayor parte de su incipiente carrera en los servicios de información, primero en Contrainteligencia y después en el SECED. A él le corresponde viajar a Washington, como enlace entre el organismo dirigido por el futuro golpista San Martín y los cerebros —norteamericanos, por supuesto— de la operación. En el propio Pentágono, Fernández Monzón es recibido por un coronel estadounidense. «Me puso frente a un gran mapa que tenían desplegado allí, lo señaló y me preguntó qué veía», recuerda el hoy general en la reserva. «Yo le contesté: "Un mapamundi".Y él insistió: «Pero ¿qué hay en el centro?». El mapamundi se puede desplegar de distintas formas, claro, y ellos lo habían hecho de modo que en el centro exacto quedaba la península Ibérica. Entonces le contesté: "En el centro está España". Y él, sonriente, remachó: «Pues por eso está usted aquí".»1 «No es verdad todo lo que se ha dicho de la Transición. Como eso de que el rey fue el motor. Ni Suárez ni él fueron motores de nada», continúa Fernández Monzón. «Sólo piezas importantes de un plan muy bien diseñado y concebido al otro lado del Atlántico, que se tradujo en una serie de líneas de acción, en unas operaciones que desembocaron en la Transición. Todo estuvo diseñado por la secretaría de Estado y la CIA, y ejecutado, en gran parte, por el SECED, con el conocimiento de Franco, de Carrero Blanco y de pocos más. Por ejemplo, cuando el Estado Mayor del Ejército de Tierra elaboró la Operación Diana, no sabía para qué lo estaba haciendo. Era la planificación de una intervención militar en el caso de que aquí se produjera un vacío de poder.» Todo empieza con la visita de Vernon Walters, embajador «volante» de Nixon al palacio de El Pardo, lo que el propio general norteamericano ha calificado como «Una 1 Entrevista personal con el general Manuel Fernández Monzón. 8 misión con la que ninguna puede compararse».2 

 Según Walters, Richard Nixon «sé daba cuenta de la importancia que España tenía para el mundo libre». Y ese interés por nuestro país le induce a enviarle a España con la «misión especial» de entrevistarse con Franco, «para hablar de los años futuros en los que el generalísimo ya no fuera jefe de Estado». Nixon, en el despacho oval de la Casa Blanca, le dice que ha estado pensando en la situación que se da en España, y en lo que puede ocurrir después de la muerte de Franco. «España era de vital importancia para Occidente, y el presidente no quería que allí se creara una situación caótica o anárquica», continúa relatando Walters en su libro. Expresó la esperanza de que Franco elevara al trono al príncipe Juan Carlos. Estimaba que esa sería una solución ideal, que daría lugar a una pacífica y ordenada transición que el propio Franco podría dirigir. De no adoptarse esta solución, el presidente Nixon albergaba esperanzas de que Franco nombrara un primer ministro fuerte, que se encargara de llevar a cabo la transición del régimen de Franco a la monarquía. Vernon Walters sigue muy de cerca la evolución política del régimen franquista. Con un intervalo de poco más de diez años, dos presidentes de Estados Unidos visitan España. Primero Eisenhower, en diciembre de 1959, después Nixon, en 1970. Walters viaja a España con ambos: «Tuve la suerte de acompañarles y hacer de intérprete en las conversaciones con las autoridades españolas». En sus memorias, Walters recuerda con cariño al dictador español: Franco ofreció una cena oficial al presidente Eisenhower en el Palacio de Oriente. Se pronunciaron afectuosos brindis durante la cena y, luego, se celebró un buen concierto, a cargo de cinco violinistas. Todos ellos llevaban Stradivarius. Volvería a ver a Franco en El Pardo, muchos años después, para hablar con él de lo que ocurriría en España cuando él muriese. En esta última ocasión, Franco hablaría de su muerte con la misma serena frialdad con la que antes habló con Eisenhower. La misión de Walters en El Pardo, en 1971, tiene similitudes con la de Martin Sheen en Apocalypse Now, cuando va a encontrarse con un enloquecido y sanguinario Marlon Brando. Pero a diferencia de lo que ocurre en la película de Coppola, en esta ocasión el general norteamericano no tiene el encargo de acabar con la vida del tirano, sino el de apuntalar su régimen para que se perpetúe con nuevas apariencias externas cuando él falte. Nixon ordena a Walters que se entreviste a solas con Franco e intente averiguar qué medidas políticas y militares ha tomado el dictador en previsión de lo que pueda ocurrir tras su propia muerte. «Decir que estas instrucciones me estremecieron sería decir muy poco», escribe Walters. El primer problema que encuentra el «embajador volante» de Nixon es el de poder ver a Franco a solas, sin que la embajada de Estados Unidos en Madrid ni el propio Ministerio de Asuntos Exteriores español medien en el asunto. Y además, no es nada fácil tener que hablar a un hombre de su propia muerte. Ni siquiera a alguien tan frío como el jefe del Estado español. Al final, es el propio ministro español de Asuntos Exteriores, Gregorio López Bravo, quien le facilita el encuentro. 

Franco tiene un olfato y una astucia especiales para moverse en esas situaciones y enseguida se da cuenta de cuál es el motivo de la visita. Le dice a Walters que ya ha tomado las decisiones oportunas para que, cuando su Capitanía «llegue a faltar», «todo quede atado y bien atado». Como ya manifestó en su discurso de 1969, durante el acto de designación de 2 Vernon Walters, Misiones discretas, Planeta, Barcelona, 1981. 9 Juan Carlos de Borbón como sucesor suyo a título de rey.3 Asegura al general norteamericano que la sucesión se efectuará de forma controlada. El príncipe es la única alternativa y el Ejército le apoyará. Le dice que se han creado diversas instituciones para asegurar una ordenada sucesión e insiste en transmitir a Nixon «que el orden y la estabilidad en España quedan garantizados por las oportunas medidas que estoy adoptando». Y añade: «Mi verdadero monumento no es aquella cruz en el Valle de los Caídos, sino la clase media española». Pero Vernon Walters no tiene muy claro que esas explicaciones sean suficientes para quedarse tranquilo y poder concluir así la misión que le han encomendado. Considera que su presidente le ha confiado un delicado trabajo que, en realidad, exige que haga algo más que hablar con el general Franco. Con el pretexto de hallarse de permiso en Madrid, visita a «varios amigos de las Fuerzas Armadas españolas, que ocupan puestos clave en la estructura de mando». Y todos ellos le manifiestan claramente que darán su apoyo a la elevación del príncipe Juan Carlos al trono, después de la muerte de Franco. Además, expresan «su creencia en que no habrá desórdenes ni disconformidad política en la nación». Todos esos «amigos» militares coinciden en considerar que Franco no pondrá al príncipe en el trono antes de su muerte. Sin embargo, sí creen que el Generalísimo accederá a nombrar un primer ministro. A continuación, Walters visita a Carrero Blanco. Y éste le pone en contacto con los responsables de su propio servicio de información, que pronto se constituirá «oficialmente» con el nombre de SECED. San Martín será el primer jefe de este organismo. En sus memorias póstumas, este militar, posteriormente implicado en el golpe del 23-F, recuerda aquel encuentro. Escribe que Vernon Walters estuvo en el despacho de Carrero, a quien «le sorprendió el dominio de idiomas del general y sus conocimientos de estrategia y política internacional. Sintonizaron en la importancia que Carrero daba al proceso subversivo instigado, según él, «por el comunismo internacional y esencialmente por la URSS».4 Walters le explica al almirante que los norteamericanos quieren llevar a cabo una serie de «líneas de acción» concretas para garantizar que, efectivamente, no va a suceder nada imprevisto en el proceso de cambio hacia la democracia. Y él le contesta que, para el planeamiento y la concreción de esas «líneas de acción», los servicios de información de Estados Unidos tienen que entenderse con los hombres que van a integrar el SECED. «A los norteamericanos sólo les hemos interesado por nuestra posición estratégica», opina el general Fernández Monzón. «Realmente consideran que la península Ibérica es el centro de su mapa mundial y para ellos resulta fundamental el eje Rota-Morón-Torrejón-Zaragoza. Antes, por la Guerra Fría, y ahora, porque estamos en la ruta desde Estados Unidos hasta el conflictivo Oriente Medio. En ese orden de cosas, se explica que los Estados Unidos, al final del franquismo, quisieran tener la seguridad de que aquí no iba a pasar nada.» 

El SECED es una nueva sigla dentro del disperso panorama de los servicios de información españoles de la época. La Guardia Civil tiene el suyo, cada uno de los ejércitos cuenta también con uno propio y, dedicado específicamente a la represión política, destaca el enorme protagonismo de la Brigada Político-Social, perteneciente a la Dirección General de Seguridad. El SECED se crea en marzo de 1972 y absorbe a la OCN (Organización Contrasubversiva Nacional). Es como un iceberg, tiene nueve 3 «Cuando, por ley natural, mi Capitanía llegue a faltar, que inexorablemente tiene que faltar algún día, es aconsejable la decisión que hoy vamos a tomar, que contribuirá, en gran medida, a que todo quede atado y bien atado para el futuro.» 4 José Ignacio San Martín, Apuntes de un condenado por el 23-F, Espasa, Madrid, 2005. 10 décimas partes sumergidas, todo el bloque que proviene, en su mayor parte, de la antigua OCN, y está estructurado en distintos departamentos dedicados a perseguir subversiones variadas: la universitaria, la sindical, la de la Iglesia... «Luego, había una décima parte, formada por cuatro oficiales: el capitán Peñas Pérez, el capitán Peñas Várela, el capitán Peñaranda y yo», explica Fernández Monzón. «¿Por qué existía aquella parte abierta? Porque Carrero Blanco nunca quería ver a nadie y había mucha gente que sí le quería ver a él. Nos hacía ir a entrevistarnos con ellos y le redactábamos una reseña, para que él tomara sus decisiones y actuara.» Carrero encarga a los miembros de este grupo, que posteriormente se va ampliando, trabajar en coordinación con los servicios de información norteamericanos y desarrollar las líneas de acción diseñadas en Langley para tener controlada la situación cuando muera Franco. Eso se traduce, en primer lugar, en la Operación Lucero, que se desarrolla en el SECED. En ella se adopta una serie de medidas encaminadas a que, cuando muera Franco, durante su funeral y los días posteriores, la situación en las calles también quede «atada y bien atada». La Operación Lucero tiene como objetivo «la defensa de todas las instalaciones civiles consideradas vitales para asegurar el normal desenvolvimiento y cumplimiento de las acciones del gobierno provisional, durante la transición o relevo de mando en la jefatura del Estado», señala otro antiguo oficial de los servicios de información, el coronel Arturo Vinuesa. «Las fases de esta operación comprendían desde la designación de los objetivos a defender y ocupar, hasta el aviso domiciliario a todos los jefes y oficiales de las unidades, en la primera situación de alerta, cosa que, con un adecuado entrenamiento, se realizaba en un corto espacio de tiempo.»5 

La segunda de las operaciones diseñadas se denomina Diana y la planifica el Estado Mayor del Ejército, con el propósito de prever las actuaciones necesarias en caso de que se produzca un vacío de poder. «Una maniobra de este tipo se concibe con arreglo a la hipótesis más probable de la acción enemiga. Pero la «seguridad» hay que montarla, como decimos los oficiales de Estado Mayor, sobre la hipótesis más peligrosa, por improbable que sea.» En este caso, la hipótesis más peligrosa para el régimen, aunque muy improbable, es que se produzca un vacío de poder de carácter revolucionario. Entonces, la actuación del Ejército tendría que desarrollarse con arreglo al artículo 37 de la Ley Orgánica del Estado, que le otorga el papel de garante de la integridad territorial y del ordenamiento legal. En ese texto se inspira, casi literalmente, el artículo 8 de la vigente Constitución de 1978, que les llega ya redactado a los honorables «padres» de la «Carta Magna». En consecuencia, con ese artículo 37 de la LOE, la Operación Diana establece lo que el Ejército tiene que hacer en caso de que se produzca un vacío de poder. Está previsto que la operación se mantenga latente sólo el tiempo inmediatamente anterior y posterior a la muerte de Franco y debe ser derogada después. Pero permanece, más o menos olvidada, en las cajas fuertes de todas las unidades militares y continúa vigente el 23 de febrero de 1981. Es el pretexto que utilizan Milans del Bosch y Tejero para dar el golpe de Estado. El teniente coronel de la Guardia Civil provoca el vacío de poder con el asalto al Parlamento y el capitán general de la III Región Militar actúa con arreglo a la todavía «legal» Operación Diana. Tejero se empeña en que el golpe se dé ese día, porque es cuando tienen que asistir a la sesión del Congreso, obligatoriamente, el Gobierno al completo y todos los diputados. Hasta el último de ellos, porque la votación va a estar muy ajustada. Otro antiguo capitán del SECED, el general Peñaranda, está preparando en la 5 Arturo Vinuesa, Ambición de poder: Operación GODSA, Foca, Madrid, 2006. 11 actualidad una tesis doctoral sobre diversos temas militares y asegura que, curiosamente, ahora no consigue encontrar una copia de la Operación Diana por ningún sitio. No se sabe si, después del 23-F, el ministro de Defensa Alberto Oliart se lo tomó tan a pecho que mandó destruir hasta el último ejemplar de la operación. A buenas horas. En la tercera operación diseñada bajo el auspicio de la CIA se determina pormenorizadamente lo que Juan Carlos de Borbón tiene que hacer durante las seis primeras semanas de su reinado. Esta última se comienza a elaborar en La Zarzuela, cuando Jacobo Cano ocupa el puesto de secretario general de la Casa del entonces príncipe heredero. Tras su muerte en accidente de tráfico, sucede a Cano el general Armada. El es quien concluye la operación, que ha pasado a la historia con dos nombres: en la Casa Real la bautizan como Operación Alborada y en el SECED es conocida como Operación Tránsito. Su propósito es que el rey designado por Franco sepa lo que tiene que hacer en todo momento. Por ejemplo, que en los funerales de los Jerónimos debe estrecharle la mano con más efusividad al presidente de la República alemana que a Giscard d'Estaing, o que tiene que ser frío y distante con Pinochet...Todo está diseñado al detalle. La Transición se maneja, en todo momento, desde Washington y desde dentro del régimen, para que la actualización del franquismo no se desborde. Y en esa tarea colaboran también destacados políticos de la oposición. La acción coordinada de la CIA y el SECED busca imponer la reforma controlada e impedir a toda costa la ruptura. Desde marzo del setenta y dos, en el SECED se sigue con detenimiento la evolución de cada «familia política» que pretende participar en la Transición. Los norteamericanos quieren que todos los grupos comunistas queden fuera del proceso. Además, se intenta que, en la Secretaría General del PCE, Carrillo sea sustituido por alguien del interior. En concreto, Nicolás Sartorius o Ramón Tamames, a quien el propio Carrero Blanco califica, con cierta condescendencia y un atisbo de insólita simpatía, como «marxista cañí». También en el caso del PSOE los servicios de información apoyan a los «hombres de dentro», aquí con absoluto éxito. El SECED expide en 1974 los pasaportes que permiten a Felipe González y los suyos viajar a Francia, y escolta al emergente político sevillano hasta Suresnes, donde alcanza la Secretaría General del partido.6 El sector histórico encabezado por Rodolfo Llopis queda fuera de juego. Los oficiales del SECED José Faura y Juan María Peñaranda tienen un destacado papel en esos acontecimientos. «El primero de ellos está considerado como uno de los ángeles de la guarda del PSOE. Parece que, personalmente, propició la asistencia de Felipe González al congreso de Suresnes en 1974», señala el coronel Arturo Vinuesa. «Si fue así, más tarde esos ángeles obtuvieron su recompensa cuando el PSOE alcanzó el poder, llegando a los más altos puestos de la milicia.» Ambos acceden al generalato, y José Faura Martín llega hasta la cima del escalafón, teniente general y jefe del Estado Mayor del Ejército, en 1994, con Felipe González como presidente del Gobierno. «Desde el servicio se convence a Nicolás Redondo, padre, de que deje paso a Felipe González y él se quita de en medio, compartiendo que es buena idea abrir camino a gente joven del interior», asegura el general Fernández Monzón, y prosigue: «Allí en Suresnes hubo mucha gente. Había más policías y miembros de los servicios de información que socialistas. Pero ya antes, en 1972, se había conseguido que de los 16 miembros de la Comisión Ejecutiva, nueve fueran del interior. Felipe González es el principal producto de la Transición. Sabía cómo se estaban produciendo las cosas y 6 Véase el capítulo «Isidoro y Mister PESC». 12 estaba de acuerdo con ellas... «A través del Ministerio de la Presidencia del Gobierno español, contactamos con Heinemann, ministro de la Presidencia de Alemania. Y él, a su vez, le transmitió a Willy Brandt, presidente de la Internacional Socialista, nuestro apoyo para que le diera la patente al sector renovado del PSOE... Esta operación salió perfecta, en gran medida gracias a la inteligencia preclara de Felipe González, sin duda el hombre más importante de la Transición y el que mejor la comprendió. No tuvo ninguna duda de que había que conservar la Monarquía». Otra línea de acción paralela consiste en «convencer» a la «derecha divina» —Satrústegui, Senillosa...— de que se apunte a la reforma, frente a la ruptura. Con ellos se contribuye a crear la Plataforma de Convergencia Democrática, en la que se encuadra el PSOE. Un antídoto reformista contra la Junta Democrática constituida en París, que aún mantiene planteamientos rupturistas y cuestiona la Monarquía heredera del franquismo. Luego, ambas plataformas se terminan fusionando en la llamada «Platajunta» y la mayoría de sus miembros aceptan las reglas del juego impuestas por los norteamericanos y los franquistas reconvertidos para hacer la Transición. El periodista Javier Ortiz recuerda que, en las reuniones de la Platajunta, «había una docena de partidos con el título de socialdemócratas. Nadie sabía cuál era el suyo, todos tenían las siglas recién inventadas. Eurico de la Peña, dirigente de uno de estos partidos, se levantaba cuando llamaban a otro». Uno de estos políticos arropado por siglas recién estrenadas es Antonio García López, secretario general del PSDE (Partido Socialista Democrático Español), un personaje señalado desde muchos sectores como hombre de la CIA. Lo cierto es que frecuenta la embajada de la calle Serrano y se jacta públicamente de sus conexiones con los norteamericanos, para apoyar la creación de una fuerza socialdemócrata en España a partir de la USDE (Unión Socialdemócrata Española) que había fundado Dionisio Ridruejo. Los diseñadores políticos que actúan en la sombra consideran imprescindible la potenciación de un partido socialdemócrata y otros de carácter neofranquista para conseguir el tipo de democracia que se quiere implantar en España. Pero, en primer lugar, hay que decidir quién es la persona que tiene que conducir la Transición. «Fíate de los hombres del Movimiento, que le han sido fieles a Franco y te lo serán a ti», le había dicho siempre don Juan a su hijo. Y los servicios de información llegan a la misma conclusión: la apertura tendrá que encabezarla alguien de camisa azul. Un hombre del Movimiento y, al mismo tiempo, «de una catolicidad acendrada». Todo converge en el nombre de una persona: Fernando Herrero Tejedor, entonces ministro y secretario general del Movimiento, que ha apoyado, junto a López Rodó, la maniobra sucesoria encarnada en el príncipe. Pero Herrero muere en accidente y hay que buscar otro candidato. Entonces, el SECED hace un retrato robot, al que dan su visto bueno los norteamericanos, del personaje necesario: un hombre del Movimiento, que no haya participado en la guerra y sea de familia humilde, preferiblemente de provincia pequeña o del medio rural, que no tenga fortuna personal... Al final salen tres nombres: José Miguel Ortí Bordas, que es en esos momentos vicesecretario del Movimiento con Solís; Rodolfo Martín Villa, gobernador de Barcelona, y Adolfo Suárez. «Aparece entonces por aquí, en el mes de diciembre de 1975, poco después de la proclamación de don Juan Carlos, un personaje pintoresco, que se llama Arnaud de Borchgave, subdirector de la revista Newsweek», relata el general Fernández Monzón. «Esta revista ha sido siempre el órgano de comunicación oficioso de la CIA. Borchgave 13 estaba en todas partes. El otro día, mientras leía un libro de los generales israelíes de la guerra del Yon Kippur, vi que él también apareció por allí para impartir órdenes. Borchgave es quien le dice al Rey, con la coartada de hacerle una entrevista para Newsweek, que, para seguir adelante con lo pensado, no puede mantener de presidente de Gobierno a Carlos Arias Navarro. Es cuando el Rey llama a Arias y le dice que se acabó. Luego desembocamos en el «ya le he dado al Rey lo que me ha pedido», de Torcuato Fernández Miranda, y en la terna para que salga elegido presidente de Gobierno Adolfo Suárez.» Durante el primer Gobierno de la Monarquía, Suárez defiende la Ley de la Reforma Política en las Cortes, desde la Secretaría General del Movimiento. Ya sólo falta convencer a todos los procuradores franquistas de que se hagan el «haraquiri». Y eso se consigue, muy fácilmente, con «Jano», el archivo que ha elaborado el SECED, bautizado con el nombre del personaje mitológico de las dos caras. Un archivo verdaderamente curioso y eficaz. El capitán Juan Peñaranda Algar es quien se encarga de mantenerlo actualizado. En él no figura nada inventado, ni imaginado, ni ningún análisis, sólo datos de las diez mil personas punteras de este país, de todas las profesiones. La finalidad del archivo es ir acumulando dossieres de cada uno de ellos, de lo que van haciendo y diciendo a diario en su vida pública y privada. Al cabo de unos años de trabajo, la fuerza de «Jano» es demoledora, y de ello serán conscientes la inmensa mayoría de los miembros de las últimas Cortes franquistas. Andrés Cassinello, jefe del SECED después de San Martín y Valverde, se encarga de convencer a los duros de mollera. A José Antonio Girón, por ejemplo, se le permite que haga su papel de ultra pero con cuidado, tras recordarle sus trapicheos en el Palacio de Congresos de Torremolinos. Y la Ley de la Reforma Política sale adelante. Ya está claro que eso va a funcionar. Andrés Cassinello es otro capitán del SECED que llegará a teniente general. Personaje muy vinculado a los servicios de información norteamericanos, se integra en la Organización Contrasubversiva Nacional, embrión del SECED, tras haber realizado un curso de contrainsurgencia en el Centro de Guerra Especial de Fort Bragg. Pronto destaca en el servicio de Carrero Blanco, pero lo abandona por discrepancias con el teniente coronel San Martín. Cuando éste es defenestrado por Arias Navarro y tiene que refugiarse en la Dirección General de Tráfico, bajo el amparo del ministro de la Gobernación Manuel Fraga, Andrés Cassinello vuelve al SECED, como segundo del comandante Valverde. Después, asumirá la dirección del servicio. Conoce a Adolfo Suárez desde los tiempos en los que el político abulense, tras terminar la carrera de derecho, hacía las milicias universitarias, en el mismo cuartel donde estaba destinado su hermano, el capitán José Cassinello. A principios de 1976, los intereses de Suárez y Andrés Cassinello coinciden plenamente. Durante el primer Gobierno en la Monarquía, con Arias Navarro como primer ministro, dos gallos de pelea que vienen del franquismo más negro y se han prefabricado un pedigrí de demócratas optan por llegar a la Presidencia de Gobierno y comandar la Transición. Son José María de Areilza, ministro de Asuntos Exteriores, y Manuel Fraga, ministro de la Gobernación. Ambos mantienen estrechos vínculos con Estados Unidos desde hace mucho tiempo, pero desconocen que el Imperio, que juega todas las bazas, ha decidido apostar por otro candidato. Adolfo Suárez, muy aficionado a las escuchas y los dossieres desde su época de director general de RTVE (Radio Televisión Española), maneja los hilos locales de la trama de la trastienda. Fraga queda eliminado de la carrera tras su desastrosa actuación en las matanzas de Vitoria y Montejurra. Y Areilza decidirá elegantemente apartarse de la competición. Un antiguo 14 oficial de los servicios de información españoles relata los hechos: «Los hombres de Cassinello colocaron un micrófono en la mesa del despacho de Areilza, en el Ministerio de Asuntos Exteriores, y comenzaron a grabar. Entre las cintas registradas quedaba constancia de la íntima y cálida relación que el ministro mantenía con su secretaria. Sólo hubo que sugerirle la existencia de las cintas para que pasara a un discreto segundo plano. Seguro que el micrófono sigue en esa mesa, pero quién sabe dónde la habrán metido». Ahí comienza el idilio de Adolfo Suárez con los norteamericanos. Un romance que pronto se tuerce. ¿Hasta dónde abarca el diseño de la Transición? Sólo hasta que se celebren las primeras elecciones «democráticas». Y a esas elecciones no debe acudir Adolfo Suárez. Tiene fecha de caducidad a día fijo, pero él se resiste a retirarse. Y las relaciones entre el elegido y sus mentores norteamericanos empiezan a deteriorarse. Vernon Walters, desde la distancia, sigue fiscalizando todo el proceso y empieza a vislumbrar el 23-F. VERNON WALTERS Pero ¿quién es este general Walters que aparece en tantos momentos históricos fundamentales de la historia de España, durante la segunda mitad del siglo XIX? Primero en episodios clave del apuntalamiento internacional del franquismo, junto al presidente Eisenhower, y después durante la Transición hacia la Monarquía. Nacido en Nueva York, en 1917, estudia en Francia e Inglaterra, y en 1941 se alista en el ejército como soldado raso. Todavía es un absoluto desconocido cuando, el 7 de diciembre de 1941, se produce el ataque japonés contra Pearl Harbour, base aeronaval norteamericana situada en las islas Hawai, en pleno océano Pacífico, que lleva a Estados Unidos a intervenir en la Segunda Guerra Mundial. El soldado Walters ingresa en la Escuela de Infantería, donde, a los pocos meses, logra el grado de subteniente. No pierde el tiempo y simultanea sus estudios de Infantería con un curso en el Centro de Entrenamiento de Espionaje Militar, en Camp Ritchie. Más adelante volverá allí como profesor de una asignatura muy especial: Interrogatorios a prisioneros de guerra. Participa en varias campañas en el norte de África y, después del desembarco en Italia, se convierte en ayudante del teniente general Clark, que manda el V Ejército. Al final de la guerra, Walters ya es comandante. A partir de ahí resulta evidente que su meteórica carrera se está desarrollando dentro de los servicios de información norteamericanos. Es nombrado edecán militar del presidente Truman y destinado como agregado militar adjunto a Brasil (1945) y a Francia (1948). En 1951, ya con el cargo de teniente coronel, acompaña al general Eisenhower en su visita a doce países de la OTAN. En su libro Misiones discretas7 señala que, durante aquel viaje, uno de los principales temas que Eisenhower lleva en su agenda es el de convencer a los aliados de Estados Unidos de que «suavicen» su posición con respecto a España. Sólo dos años después se firmarán los acuerdos bilaterales hispanonorteamericanos. Cuando llegué a Europa en 1951, con el general Eisenhower, para establecer el mando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, se percibía claramente una hostilidad contra España en muchos europeos, principalmente los socialistas. El entonces ministro de Defensa francés, M. Jules Moch, dijo a Eisenhower que en ningún caso se 7 Vernon Walters, Misiones discretas. 15 debía tener en consideración la posibilidad de que España participara en la defensa de Europa contra los soviéticos, y que no se podía permitir que España colaborase en ningún sentido con la OTAN. Eisenhower, un tanto irritado, preguntó a Moch: «Si los rusos se aproximaran a París, después de haber conquistado Alemania Occidental, y hubiese siete divisiones españolas disponibles, ¿usted las rechazaría?». En honor a la verdad, debo decir que esa actividad de exclusión de España rara vez era compartida por los militares de los países de la OTAN, incluso en el caso de que tuvieran un gobierno socialista, debido a que estos militares sabían las verdaderas dimensiones del problema de defender a Europa de un ataque soviético. Poco después de ese viaje por Europa, Walters es destinado al Cuartel General Supremo de las Potencias Aliadas en Europa, con sede en París. Actúa como ayudante del presidente Eisenhower en la Conferencia de Ginebra (1953) y le acompaña en todos sus viajes al extranjero, entre ellos el realizado a España en 1959. Aparece en segundo plano, detrás de Franco y Eisenhower, en la conocida fotografía tomada cuando ambos se despiden, en el aeropuerto de Torrejón, al final de la visita del presidente norteamericano a Madrid. Antes, en 1958, Walters ha acompañado al vicepresidente Nixon durante su estancia en Sudamérica. Walters está considerado un bastión de la inteligencia militar de los republicanos, aunque también sirve con Traman y Kennedy. Toda su carrera la hace enquistado en los servicios de información, sin que le afecte ningún cambio de administración política. En 1960 es destinado a Roma como agregado militar de la embajada de Estados Unidos en Italia. En este período toma parte activa, a través de la red «Gladio», en la transferencia de fondos de la CIA a la Democracia Cristiana italiana, que pasa graves apuros electorales ante una izquierda en pleno auge.8 Dos años después viaja a Brío de Janeiro (1962), en un momento especialmente delicado para Estados Unidos en Latinoamérica, tras la consolidación de la revolución cubana, un espejo para otros países de su entorno. Walters ha tenido contacto con el clima antinorteamericano que se respira en los países situados al sur de la metrópoli en 1945, cuando asistió a la Conferencia Panamericana de Bogotá. Entonces se produjo una importante revuelta popular contra Estados Unidos, saldada con dos mil víctimas mortales. No trascendió cuál fue el papel de Walters en aquella masacre, pero sí se sabe que fue condecorado por su actuación. Desde su llegada a Brasil, trabaja para sentar las bases del golpe militar que derriba al presidente constitucional João Goulart y abre un período de represión y tortura. El líder de los sublevados es Humberto Castelo Branco, a quien Walters había conocido años atrás, en Fort Leavenworth (Texas), cuando el futuro director adjunto de la CIA era todavía un oscuro instructor que entrenaba a oficiales brasileños. Después, durante la Segunda Guerra Mundial, Walters sería oficial de enlace con la Primera División de Infantería brasileña en Italia, donde llegó a compartir piso con Castelo Branco. La mañana posterior al golpe contra Goulart, los dos personajes desayunan juntos y Walters convence al militar golpista para que asuma la presidencia de la República brasileña. Castelo Branco seguirá sus indicaciones. Durante todo el año 1963, la actividad de Walters en Brasil ha sido muy intensa. En aquellos momentos se sucedían los informes de la CIA sobre el «estado de opinión» en los cuarteles. Un documento del mes de mayo señala que «la oposición a Goulart está aumentando» y en julio, los papeles de la CIA registran «vacilaciones de los militares en derribar un régimen constitucional». Pero, poco después, otro informe de la Agencia afirma que ya existen 8 Véase el capítulo ««Gladio», la espada del Imperio». 16 posibilidades de «un golpe de derechas». Al final, el propio Walters describe el éxito obtenido en su muy especializado trabajo brasileño: «Un régimen básicamente hostil a Estados Unidos fue sustituido por otro mucho más amistoso. Estoy convencido de que si no hubiera habido revolución, en Brasil habría pasado lo mismo que en Cuba». A consecuencia del éxito de la operación, Walters es ascendido a general de brigada. Y ya con ese cargo sirve en Vietnam (1967), antes de ser trasladado de nuevo a Francia. En 1969 acompaña al presidente Nixon en su recorrido por Europa y, durante su estancia en París como agregado militar, entabla negociaciones secretas con los comunistas vietnamitas y sirve de enlace en las negociaciones, también secretas, entre el Gobierno de Pekín y Kissinger. En mayo de 1972, Nixon le nombra director adjunto de la CIA, con Richard Helms como director, y ese mismo año asciende a teniente general. Permanece en el cargo hasta 1976. En esos cuatro años, la Agencia desarrolla una notable actividad y está implicada en hechos tan importantes como el derrocamiento de Salvador Allende en Chile, la ocupación del Sahara Occidental por Marruecos, la invasión sudafricana de Angola o el asesinato del político chileno Orlando Letelier en Estados Unidos. En los años ochenta, durante la era Reagan, se convierte en embajador de Estados Unidos en las Naciones Unidas, su último cargo público.9 Desde la dirección adjunta de la CIA, apoya al rey de Marruecos, Hassan II, en su política de anexión del Sahara Occidental. Su relación con el monarca alauí comienza a cultivarse en los años de la Segunda Guerra Mundial. En 1942, Walters desembarca, con las tropas de Estados Unidos, en Safi (Marruecos). Es la única acción bélica abierta que aparece en toda su biografía. A partir de entonces, sus guerras serán bastante más secretas y sucias. En ese lejano 1942, el subteniente Vernon Walters conoce al entonces joven príncipe heredero marroquí, a quien da un paseo en su carro de combate. Una de las empresas «tapadera» que operan en Marruecos durante los años setenta y ochenta, con las que Walters tiene estrecha vinculación, es la Morocco Travel Advisers, dedicada, según sus propias palabras, al «inocente» trabajo de «ofrecer giras por Marruecos a agencias de turismo norteamericanas por cuenta de estas últimas», y añade que la empresa fomenta «el desarrollo del turismo en el extremo sur de Marruecos y en la zona en litigio». Obviamente, «el extremo sur» y «la zona en litigio» a los que se refiere son el Sahara Occidental. Extraña agencia de viajes esa que ofrece un supuesto turismo de placer por una zona de guerra. Antes ha participado, desde su cargo de director adjunto de la CIA, en la tarea de convencer a las autoridades franquistas de que deben ceder la colonia española a Hassan, aquel muchachito de trece años que subió a su carro de combate en 1942. Ya durante la Segunda Guerra Mundial, Walters tenía clara la importancia estratégica de la zona. Escribe:10 La ocupación de los territorios franceses en Argelia, Túnez y Marruecos abriría el Mediterráneo a los aliados y aliviaría la presión sobre Malta, que llevaba largo tiempo sitiada. También permitiría atacar a los alemanes en Egipto por la retaguardia y constituiría una plataforma para llevar a efecto ulteriores operaciones contra lo que Churchill denominaba «el suave bajo vientre de Europa». También confiesa que España es un país que siempre ha despertado en él especial 9 Vernon Walters fallece en 2002. 10 Vernon Walters, Misiones discretas. 17 interés: «De niño, pasé los años 1931 y 1932 en Biarritz, ciudad francesa muy cercana a la frontera española. Corrían los tiempos de la caída de Alfonso XIII, y, en aquella época, había muchísimos españoles en el citado balneario francés». Allí aprende a hablar perfectamente español, lo que le resultará muy importante para desarrollar sus actividades en Latinoamérica y España. A lo largo de toda su carrera, Walters siempre hace una encendida defensa del régimen del Caudillo: «Confieso, francamente, que me pareció muy rara la decisión adoptada por las Naciones Unidas, en 1945, calificando a España de amenaza para la paz en el mundo, y conduciéndola a un hostil aislamiento, como si fuera una nación que hubiera participado en la lucha armada contra Estados Unidos». El interés geoestratégico primordial que los norteamericanos tienen por España, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, queda plasmado, con toda claridad, en el siguiente párrafo de Vernon Walters: «Una España hostil, dueña del estrecho de Gibraltar, podía dificultar en gran manera la presencia de la VI Flota de los Estados Unidos en el Mediterráneo y, por ende, el apoyo a Italia, Grecia, Turquía e Israel. Tanto si se quiere como si no, entonces al igual que hoy, la posición estratégica de España era crucial, más aún, indispensable para todo tipo de defensa de Europa y de Oriente Medio».,...///,...¡¡¡¡. [[ SIGUE, ACUDIENDO AL ARCHIVO, PDF-, INDICADO,...¡¡ ]].


[Libro] La CIA en España (lahaine.org) ¡¡. >> 24/09/2021 :: ESTADO ESPAÑOL, EE.UU., MUNDO

[Libro] La CIA en España

Alfredo Grimaldos
Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington. Tomado de la primera edición de la Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007

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Introducción

Los hombres de la CIA (Central Intelligence Agency) están detrás de casi todos los principales acontecimientos políticos y militares de nuestra historia reciente. La sede central de la Agencia, en Langley, tiene poco que ver con el edificio donde entra y sale a su antojo Faye Dunaway en la película Los tres días del Cóndor. Es un gigantesco bunker desde donde se han diseñado cientos de operaciones desarrolladas en España por los servicios de inteligencia norteamericanos desde la posguerra mundial hasta hoy. Las recientes escalas en aeropuertos españoles de aviones de la CIA, con prisioneros que son trasladados a centros de tortura distribuidos por varios países de la órbita norteamericana, constituyen sólo un eslabón más de la cadena de actuaciones clandestinas que la Agencia inició en nuestro país durante la Guerra Fría. La sólida infraestructura que hoy permite continuar trabajando a sus hombres aquí comenzó a construirse a principios de los años cuarenta.

La CIA interviene en la instalación de las bases militares estadounidenses en nuestro suelo, la transición del franquismo a la Monarquía, el golpe de Estado del 23-F o la definitiva integración del Estado español en la estructura de la OTAN. La permanencia de la dictadura franquista, durante casi cuatro décadas, y la evolución controlada hacia un sistema parlamentario están condicionadas por la actividad de los espías norteamericanos.

En esa oscura tarea de mover los hilos desde la sombra colaboran con los servicios estadounidenses miembros del Ejército español, destacados políticos y diplomáticos, empresarios, hombres de la banca y personajes del mundo de la cultura y el periodismo. La mayor parte de los colaboradores de la CIA tienen poco que ver con la imagen tópica, peliculera y novelesca de los espías: son individuos «normales», perfectamente integrados en su entorno social. Muy distintos son los oficiales de operaciones, situados en los puntos neurálgicos de la red. En España, durante todo este tiempo, han dirigido el espionaje norteamericano curtidos oficiales de la Agencia, expertos en acciones encubiertas, como los sucesivos jefes de la estación de la CIA en Madrid, situada en la embajada de la madrileña calle de Serrano, Robert E. Gahagen, Néstor Sánchez, Ronald Edward Estes, Richard Kinsman o Leonard Therry. Todos ellos arrastran ya un largo historial operativo cuando llegan aquí. Han desarrollado la mayor parte de sus carreras en Latinoamérica y su biografía profesional está marcada por una sucesión de golpes de Estado y de operaciones desestabilizadoras en Bolivia, Brasil, Uruguay...

Uno de los más eficaces agentes norteamericanos en España es Ronald E. Estes. Aparece en Checoslovaquia poco antes de la Primavera de Praga; en Beirut, financia y organiza la Falange Libanesa, que más adelante provocará las terribles matanzas de Sabrá y Chatila; después actúa en Grecia, para apoyar la «solución Karamanlis», como salida a la dictadura de los coroneles... Hasta que llega a España y se produce el golpe de Tejero y Milans. Con los hitos profesionales de estos acreditados «especialistas» se puede reconstruir la política exterior norteamericana desde los años de la Guerra Fría

Aparte de ellos, trabaja para la Agencia una legión de colaboradores de mayor o menor rango, introducidos en todos los ámbitos sociales y políticos del país: el Ejército, los partidos, la educación, la cultura, los bancos y las grandes empresas, los sindicatos... El New York Times publica en 1975, poco antes de la muerte de Franco, que la CIA mantiene importantes relaciones con todos los partidos políticos españoles para buscar una salida al régimen, incluido el PCE (Partido Comunista de España) de Santiago Carrillo.Dos años más tarde, el secretario general de esta formación será invitado a viajar a EEUU, caso único en la historia de los partidos comunistas, cuyos dirigentes han tenido prohibida la entrada en EEUU desde siempre.[1]

Este libro desvela los mecanismos de penetración de los servicios estadounidenses en España desde la Segunda Guerra Mundial. Los propios documentos desclasificados por la Administración de EEUU arrojan luz sobre determinados aspectos de esta historia. Quienes los redactan escriben para que se les entienda, sin pudor político ni circunloquios literarios.[2]A través de esos materiales se puede comprobar que la principal preocupación de los norteamericanos es mantener bien amarrado al régimen de Franco con el menor coste político para ellos en el plano internacional.[3]

Las confesiones de antiguos miembros de la Agencia apartados de la organización y los testimonios de oficiales españoles que han seguido de cerca las actividades de los hombres de la CIA aportan datos jugosos para entender cómo actúan los espías norteamericanos en nuestro país. En más de una ocasión, algunos miembros de los servicios de inteligencia españoles se han enfrentado a ellos para abortar sus planes, como es el caso de la Operación Gino, que provoca la expulsión de la plana mayor del espionaje estadounidense en España.

Antes de que la CIA se constituyera oficialmente, la actividad de los servicios norteamericanos en nuestro país era importante, pero mucho menos que la de los británicos. El Intelligence Service considera la península un feudo suyo hasta después de la victoria aliada de 1945. En España actúa el famoso espía Juan Pujol «Garbo», bajo las órdenes de Desmond Bristow, jefe de la «sección ibérica» de la inteligencia británica durante años .Y también lo hace el propio Harold «Kim» Philby, el gran infiltrado de los soviéticos en las filas de la inteligencia angloamericana.

A medida que avanza la década de los cuarenta, la OSS (Office of Strategic Services) estadounidense, precursora de la CIA, hereda las privilegiadas relaciones que los británicos mantienen, desde siempre, con el PNV (Partido Nacionalista Vasco). Durante toda la Guerra Civil, los nacionalistas buscan la mediación británica para intentar conseguir un acuerdo con Franco. Después, cuando los norteamericanos ya están mucho más interesados en controlar las actividades de los comunistas en España que en mover de El Pardo a su inquilino, los servicios del PNV comienzan a actuar bajo las órdenes de Washington. Su anticomunismo clerical les hace coincidir con os intereses de la CIA.

En 1947, cuando se crea la Agencia, con el mundo dividido en dos bloques antagónicos, el asunto ya está muy claro: los norteamericanos deciden mantener al Caudillo bajo palio y utilizar sin trabas el suelo español como plataforma militar. Comienza la captación de oficiales del Ejército franquista para servir al poderoso aliado estadounidense. Washington. Su anticomunismo clerical les hace coincidir con los intereses de la CIA.

Por otra parte, los norteamericanos mantienen hilo directo con Laureano López Rodó y apoyan también la Operación Lolita, que prepara a Juan Carlos de Borbón para suceder al Generalísimo. Inmediatamente después de subir al trono, el primer viaje oficial del monarca le lleva a EEUU, donde recibe el espaldarazo del Imperio. El rey mantiene siempre excelentes relaciones con sus mentores del otro lado del Atlántico. Colabora con ellos en la entrega del Sahara a Marruecos, cuando todavía es el «heredero» designado por Franco, y después presiona desde La Zarzuela a los sucesivos gobiernos de la Transición para que España se acomode definitivamente en el seno de la OTAN. A cambio, obtiene respaldo político y prebendas personales.

A finales de los cincuenta, los servicios de EEUU «tocan» a jóvenes socialistas para tenerlos como permanente fuente de información sobre las actividades de la oposición comunista. Carlos Zayas. Joan Raventós o José Federico de Carvajal son algunos de ellos. Otro socialista de postín que mantiene relaciones con los servicios norteamericanos es el actual Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, quien, por su ascendencia judía, también goza de buenos contactos con el Mossad israelí.

Múgica y Raventós participan en la reunión que se celebra en 1980 en casa de Antoni Ciurana, alcalde de Lérida, en la que Armada tantea la opinión del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) sobre la «reconducción» que desembocará en el 23F. Y sólo dos días antes del asalto de Tejero al Congreso, el comandante Cortina, del CESID (Centro Superior de Información de la Defensa), muy vinculado a los servicios norteamericanos y uno de los principales coordinadores del golpe, visita al embajador de Washington en Madrid, Terence Todman, para que dé su visto bueno a la operación

La misma mañana del 23 de febrero, el sistema de control aéreo norteamericano, a través de la estación central de Torrejón, anula el Control de Emisiones Radioeléctricas español, mientras los pilotos de las Fuerzas Aéreas de EEUU permanecen alerta en las cuatro bases «de utilización conjunta». El secretario de Estado, Alexander Haig, declara que el golpe «es una cuestión interna» española, cuando aún no está claro el desenlace de la historia.

Una anécdota hasta ahora inédita resulta muy ilustrativa para entender algunos aspectos de la trama del 23-F. Pocos días después de que se resuelva momentáneamente el asunto, con la liberación de los diputados y el encarcelamiento de Milans, Tejero y unos cuantos militares más, tiene lugar una reunión de oficiales de los servicios españoles de inteligencia para tratar algunos aspectos relacionados con el intento del golpe. La preside Javier Calderón, en ese momento secretario general del CESID. Todo parece indicar que se quiere dar carpetazo al tema sin rebuscar más de la cuenta ni apretar las clavijas a nadie. Cuando va a disolverse la sesión, el teniente coronel Guitián enseña un telegrama y pregunta: «Entonces, ¿qué hago con esto?». El sistema decomunicaciones que está a cargo de Guitián ha captado ese envío a última hora del día 23 de febrero. Lo abre y lee: «Jaime, ahora vas contra la Corona». Es una reunión con numerosos testigos. Entonces, visiblemente cabreado, Javier Calderón le dice, delante de todos: «Joder, Guitián, no tienes sensibilidad informativa».

Otro aspecto clave para entender el diseño de la política española realizado por los servicios norteamericanos es la toma del poder, dentro del PSOE, de Felipe González y los suyos en Suresnes, en 1974. El político sevillano acude a esta pequeña localidad francesa situada cerca de París escoltado por oficiales del SECED, el servicio de información creado por el almirante Carrero Blanco. Ellos son también quienes le proporcionan el pasaporte.

A la hora de garantizar la transición sin sorpresas desde el franquismo a un régimen más homologable internacionalmente, una pieza fundamental es el Ejército. El propio general Vernon Walters, que llega a director adjunto de la CIA, es el encargado de tantear a relevantes mandos militares españoles a principios de los setenta, para tener bien amarrado el proceso de cambio. Franco está ya al final del camino y el príncipe heredero, preparado para ocupar el trono. Pero antes de que desaparezca Franco, se produce el atentado de ETA contra Carrero, muy cerca de la embajada norteamericana. Nadie duda de que los autores materiales del asesinato son miembros de la organización vasca, pero en la trastienda quedan muchas cosas sin aclarar. Hay demasiadas piezas que no encajan.

Los socialistas de Suresnes aguantan su «OTAN, de entrada», como reclamo electoral, hasta que llegan al poder, en 1982. Después del referéndum de 1986, por fin, España ya es demócrata y de la OTAN. Veinte años más tarde, los aeropuertos españoles continúan siendo una base segura para las acciones encubiertas de la CIA.

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Notas

[1] Citado en Área Crítica, septiembre de 1983, CIA: la estación española.

[2] Pero la transparencia de los archivos norteamericanos, como su democracia, tiene demasiadas lagunas. Se desclasifican los materiales menos comprometedores y algunos de ellos aparecen con casi todos los párrafos tachados. Por ejemplo, en un memorándum del Consejo Nacional de Seguridad, de fecha 16 de diciembre de 1969, en el que se valora la funcionalidad de las bases aéreas españolas de Torrejón, Morón y Zaragoza, en los tres supuestos de «guerra general», «guerra limitada» y «tiempo de paz», se puede leer: «Los informes militares señalan que las tres bases aéreas españolas se han convertido en menos importantes, menos centrales, para la postura estratégica de EEUU desde la década de los años sesenta, cuando los bombarderos B-47 fueron sustituidos. Hoy, en el caso de una guerra general, Zaragoza proveerá de apoyo e infraestructura para poder repostar una flota de aparatos 12 SAC, y Torrejón y Morón recibirán un combinado total de 74 bombarderos estratégicos. Estas dos últimas bases ayudarán en operaciones de recuperación y reciclaje». A continuación, queda claro que la base que de verdad les sigue interesando es la de Rota, pero intentan ocultar su opinión sobre las excelencias de la bahía gaditana: todo el resto del documento está tachado.

[3] No obstante, dada la oposición implacable de varios países europeos al ingreso del régimen franquista en la estructura de la OTAN, Washington sólo encuentra la fórmula de los acuerdos «bilaterales» de cooperación hasta después de la muerte del dictador. En otro memorándum secreto, éste fechado el 5 de octubre de 1960, se marcan claramente los objetivos estadounidenses en relación con nuestro país:

El acceso a las estructuras militares en España que requieren los EEUU y la aceptación, por parte de España, del concepto de «Seguridad Colectiva». Mantenimiento de la orientación anticomunista de España y desarrollo de relaciones de mayor proximidad con EEUU. Mejora de las relaciones entre España y las naciones de la OTAN para atar a España tan firmemente como sea posible a los planes occidentales de defensa regional y obtener la participación de España en la OTAN tan pronto como sea apropiado, sin comprometer a los EEUU en este momento para traer a las fuerzas españolas a los estándar de la OTAN en caso de que España sea admitida. Y mantenimiento de la estabilidad interna, necesaria para cumplir estos objetivos.

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FELIPE GONZÁLEZ Y EL PSOE AL SERVICIO DE LA CIA (Libro «La CIA en España»)

Capítulo 9 del libro «La CIA en España» de Alfredo Grimaldos, Editorial de CIencias Sociales. La Habana, 2007

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Sólo seis meses después de la ‘Revolución de los Claveles’, el 14 de octubre de 1974, se celebra en la ciudad de Suresnes, cercana a París, el XIII Congreso del PSOE, que va a llevar a un tal «Isidoro» hasta la cúpula de la organización. Desde el 14 de julio pasado, Franco sufre una complicada flebitis y se ha llegado a temer por su vida. La situación que se está creando en la península Ibérica resulta muy preocupante para los norteamericanos, se les ha ido de las manos el asunto portugués y van a impedir, a toda costa, que la historia se repita en España.

Felipe González es el joven abogado sevillano, casi desconocido incluso para algunos de sus compañeros, que se enmascara tras el nombre de guerra de «Isidoro». Consigue suceder como secretario general del partido al veterano militante socialista Rodolfo Llopis,[1] que no reconoce las resoluciones adoptadas en Suresnes. El congreso ha sido convocado por un grupo de jóvenes militantes desgajados de lo que, en adelante, se conocerá como PSOE (Histórico). En realidad, Nicolás Redondo era la figura menos discutida para acceder a la Secretaría General, pero el sindicalista vasco se niega a presentarse a la elección, a pesar de ser propuesto mayoritariamente para ocupar el cargo que está en liza.

Felipe González vestido de militar con la insignia del SEU (Sindicato Español Universitario), rama universitaria asociada a la Falange

González y otros miembros de la nueva dirección del partido han conseguido llegar a Francia gracias al apoyo prestado por el propio Servicio Central de Presidencia de Gobierno. Los oficiales del organismo de inteligencia creado por el almirante Carrero Blanco son los encargados de proporcionarles los pasaportes.

«En un restaurante de la calle madrileña de Santa Engracia,[2] hablamos con González, en presencia de Enrique Múgica, para garantizarle su viaje a Suresnes», señala el entonces capitán del SECED Manuel Fernández Monzón.[3]

«Otros compañeros se entrevistaron con Nicolás Redondo, y él entendió enseguida que debía ceder el puesto a un secretario general más joven y con otras características. Cuando Felipe González volvió de Francia, después de haber sido elegido, un comisario de Sevilla le detuvo, creyendo que había dado un pelotazo. Se llevó una bronca tremenda y tuvo que soltarle enseguida, claro.»

Otros dos miembros relevantes del SECED, Andrés Cassinello y José Faura, mantienen una larga entrevista con Felipe González y con Alfonso Guerra, inmediatamente después de que el clan sevillano se haga con los mandos del PSOE.

«Entre 1964 y 1975 estuve precisamente en la información del mundo universitario, muy estrechamente relacionado con la política entonces clandestina. Y lo que viví fue que, a partir de cierto momento, la dictadura propició el resurgir del PSOE, para ahogar al PCE», declara el comisario Manuel Ballesteros a la periodista Pilar Urbano.[4]

«A los socialistas no se les detenía, a los comunistas, sí. Estando yo en la Brigada Social, esa era una indicación de los mandos. Más aún: la policía no sólo miraba para otro lado, haciendo la vista gorda, sino que a veces ayudaba a pasar la valija con la propaganda y los documentos internos del partido que los de Rodolfo Llopis (el PSOE del exterior) enviaban de allá para acá.»

A finales de los setenta, con Adolfo Suárez como primer ministro, Ballesteros aparece detrás de algunas acciones criminales de guerra sucia contra ETA protagonizadas por el Batallón Vasco Español. Posteriormente, el Gobierno de Felipe González le recupera para nombrarle nada menos que jefe del MULC (Mando Unificado de Lucha Contraterrorista), durante la época de actuación de los GAL.

Gonzalez abrazando a Vera y despidiéndose de Barrionuevo en el momento de ingresar en prisión, condenados por su participación en la Organización Terrorista «GAL»

Meses antes de la celebración del Congreso de Suresnes —que se financia con fondos provenientes del Partido Socialdemócrata de Willy Brandt—, el comandante Miguel Paredes, del SECED, y el inspector Emi Mateos, destinado en la Jefatura Superior de Policía de Bilbao, ya han empezado a trabajar en lo que llaman Operación Primavera: una serie de contactos con algunos miembros del PSOE del interior, para ver cuáles son sus planteamientos políticos. Especialmente con Nicolás Redondo y Enrique Múgica.

«En el SECED nos propusimos empezar a reunimos con ellos —recuerda el entonces comandante Paredes—, para ver hasta dónde llegaba su izquierdismo, su ímpetu revolucionario, su afán izquierdista… y tratar de acercarlos hacia posiciones más templadas, menos radicales, más en la línea de la moderación pragmática que les recomendaba Willy Brandt.»[5]

Los encuentros entre los agentes del SECED y los socialistas continúan, y a ellos se incorporan algunos militantes más.

«Después de cada encuentro redactábamos un informe para el Servicio», continúa Paredes su relato. «Nuestra impresión entonces era que el líder ideológico, el que pensaba más largo, más rápido y con más calado era Pablo Castellano. El mayor peso moral lo tenía Nicolás Redondo. Felipe González nos pareció un conversador ágil, brillante, con «charme»… Pero, de pronto, sacó un largo Cohiba, lo encendió con parsimonia y se lo fumó como un sibarita. A mí ese pequeño detalle me chocó, me extrañó. Era un trazo burgués que no encajaba con sus calzones vaqueros, ni con su camisa barata de cuadros, ni con su izquierdismo… En mi informe oficial no mencioné esa bobada del habano ni lo que me sugirió. Pero en mi agenda privada de notas sí que escribí:«Felipe González, el sevillano, parece apasionado pero es frío. Hay en él algo falso, engañador. No me ha parecido un hombre de ideales, sino de ambiciones».»

Y prosigue el antiguo agente del SECED:

«El Ministerio de la Gobernación tenía entonces la facultad de conceder o denegar el pasaporte a un ciudadano. Ellos lo habían pedido muchas veces y siempre les habían dicho que no. Me dieron una lista en la que figuraban los nombres de Enrique Múgica, Eduardo López Albizu, Nicolás Redondo, Ramón Rubial, Alfonso Guerra, Pablo Castellano, Felipe González y otros dos militantes asturianos. El Gobierno lo dudó mucho, le dieron mil vueltas, que sí, que no… Al final se aceptó bajo la condición de que, al volver a España, devolvieran enseguida esos pasaportes. Y lo hicieron. Tardaron mucho pero los devolvieron. Aunque no todos: Felipe González se lo quedó. A Mugica, por el retraso, le hicimos pagar una «multa» especial: invitarnos a comer a base de bien. Y lo hizo. En la Panière Fleurie de Rentería».[6]

Los delegados que asisten al Congreso de Suresnes representan, oficialmente, a tres mil militantes del interior, pero, en realidad, esa cifra hay que rebajarla a menos de la mitad. Durante los últimos años del franquismo, el PSOE es poco más que una sigla. El mayor peso de la resistencia contra el régimen lo han llevado los comunistas. En definitiva, lo que se produce en 1974 es una refundación del partido creado por Pablo Iglesias, con el modelo portugués como telón de fondo. En el país vecino no existía ni siquiera un partido socialista histórico y hubo que inventar uno. Su primer secretario general, Mario Soares, tenía contacto con la CIA desde los años sesenta. «Exiliado, en 1973 recibiría ayuda para fundar bajo el patrocinio del Gobierno de Bonn un «partido socialista portugués»», escribe Joan Garcés en su excelente libro Soberanos e intervenidos.[7]

«Derrocada la dictadura en 1974 por el MFA (Movimento das Forças Armadas), Soares regresaba a Portugal, donde pronto pediría y recibiría ayuda clandestina directa del Gobierno de Estados Unidos y sus aliados europeos (RFA, Reino Unido y Francia), e indirecta a través de empresas y fundaciones alemanas y de otros países.»

La escasa incidencia del PSOE en la realidad política española de los primeros años setenta la reconoce el propio Francisco Bustelo, uno de los militantes elegidos como miembros de la Comisión Ejecutiva del partido en Suresnes. Sin embargo, todo cambia a partir de ese congreso:

Las embajadas en Madrid empezaron a recibir entonces instrucciones de que se pusieran en contacto con nosotros. Acompañé a González a visitar a algunos embajadores, entre ellos el estadounidense, y tuve que entrevistarme con otros funcionarios norteamericanos de menor categoría. A los norteamericanos les causé buena impresión. Durante los años siguientes me solía llamar el consejero político de esa embajada, persona muy enterada de lo que sucedía en España, para que comiésemos juntos.[8]

En la dirección surgida de Suresnes hay tres grupos fundamentales: los vascos, con Redondo, López Albizu, Múgica y Benegas; los andaluces, con González, Guerra y Galeote, y los madrileños, con Castellano y Bustelo. «Los vascos, o mejor dicho, Redondo, que era su peso pesado, decidían, por tanto», señala Francisco Bustelo. «Si apoyaban a los andaluces, como hicieron en Suresnes, González tenía el poder asegurado. Redondo sabrá por qué lo hizo.» Felipe González controla el partido a partir de ese momento e, inmediatamente, pasa a convertirse en un personaje público de primer orden, con un papel estelar en la gran maniobra de actualización controlada del régimen franquista. Joan Garcés escribe:

Una campaña subsiguiente introduciría ante la opinión pública nombres hasta entonces desconocidos que, a poco andar (1975-1976), aislaron y marginaron a los militares de la Unión Militar Democrática y, en general, a quienes eran reacios a que en España entraran la CEE y la OTAN sin condiciones.»[9]

Los servicios secretos norteamericanos y la socialdemocracia alemana se turnan celosamente en la dirección de la Transición española, con dos objetivos: impedir una revolución tras la muerte de Franco y aniquilar a la izquierda comunista. Este fino trabajo de construir un partido «de izquierdas», para impedir precisamente que la izquierda se haga con el poder en España, es obra de la CIA, en colaboración con la Internacional Socialista. El primer diseño de esta larga operación se remonta hasta la década de los sesenta, cuando el régimen empezaba ya a ceder, inevitablemente, bajo la presión de las luchas obreras y las reivindicaciones populares. El crecimiento espectacular del PCE y la desaparición de los sindicatos y partidos anteriores a la Guerra Civil, especialmente la UGT y el PSOE, hacen temer una supremacía comunista en la salida del franquismo. Los cerebros de la Transición comienzan a marcarse objetivos muy concretos.

En 1962, el PSOE y la UGT sólo cuentan con unos centenares de militantes en toda España, mientras que en el extranjero, un grupo de viejos socialistas, con Rodolfo Llopis al frente, intentan aparentar una presencia en escena que no va mucho más allá de la asistencia a «contubernios» como el de Munich. Convencidos de que este PSOE no logrará tener la suficiente implantación para competir con ventaja, frente a los comunistas españoles, al final del franquismo, los servicios de información norteamericanos y alemanes se ponen manos a la obra para construir un nuevo partido, más vistoso en lo externo y manejable en lo interno.

Confidentes espontáneos

Algunos socialistas no esperan a que la CIA llame a su puerta y son ellos mismos los que ofrecen espontáneamente sus servicios a los norteamericanos. Es el caso de Carlos Zayas Mariátegui, desde la ASU (Agrupación Socialista Universitaria), quien, según documenta Joan Garcés:

«aparece informando asiduamente a la Embajada sobre personas de sensibilidad socialista susceptibles de sumarse a combatir al Partido Comunista si recibieran los apoyos materiales que buscaban. Zayas señalaba, entre otros, a Joan Raventós Carner en Barcelona, a José Federico de Carvajal y a Mariano Rubio, al tiempo que desvelaba como principal agente del Partido Comunista en Madrid a Federico Sánchez».

Zayas será diputado del PSOE por Huesca en 1977; Raventós, embajador en Francia, después de haber participado en la famosa comida de Lérida en la que el general Armada les cuenta a Enrique Múgica y a él sus planes golpistas; José Federico de Carvajal llegará a presidente del Senado y Mariano Rubio, a gobernador del Banco de España, cargo del que dimite tras ser condenado por sus prácticas delictivas. Federico Sánchez (alias de Jorge Semprún), convertido al anticomunismo, será ministro de Cultura con Felipe González entre 1988 y 1991.

Una de las claves de las operaciones secretas de la CIA para controlar los medios socialistas españoles en el exilio es la introducción en estos círculos de un antiguo dirigente del POUM, Julián Gorkin. A principios de los sesenta, Gorkin es uno de los personajes que impulsa el llamado «Congreso por la Libertad de la Cultura» y aparece al frente de distintas publicaciones financiadas por la CIA, como las revistas Cuadernos, editada en París; Examen, en México, y Encounter, en Gran Bretaña, dentro de un amplio esquema propagandístico de matiz netamente anticomunista diseñado desde Langley. Más tarde, dirige también la revista Visión, en la que defiende los puntos de vista de las sucesivas Administraciones norteamericanas en relación con Latinoamérica. El 13 de mayo de 1967, la propia Asamblea General del «Congreso por la Libertad de la Cultura» reconoce los estrechos vínculos financieros y políticos de este organismo con la CIA. Según Francés Stonor Saunders, el principal impulsor del congreso es el agente de la CIA Michael Josselson.[10]

Julián Gorkin aparece, además, al frente del llamado «Centro de Documentación y Estudios», que tiene su sede en París. Ocupa el cargo de vicepresidente, mientras Salvador de Madariaga ostenta, a título honorario, la presidencia. Las líneas generales del Boletín Informativo del centro están caracterizadas por las directrices de acción política clandestina de la CIA en ese momento: se intenta potenciar a la inexistente ASO (Alianza Sindical Obrera) y a la oposición monárquica y socialdemócrata. Gorkin entra pomposamente en el PSOE en el año 1973, en plena campaña interna de renovación del partido, que terminará con la sustitución de Llopis por Felipe González. Incluso ofrece una conferencia, el 22 de diciembre de ese año, en los locales de la UGT en París, bajo el título «Motivos de mi afiliación al Partido Socialista Obrero Español». En varios artículos del Boletín Informativo de Gorkin ya pueden verse los argumentos esenciales que serán utilizados por Felipe González y Alfonso Guerra en Suresnes. El primer número de ese boletín explica: «la necesidad de una izquierda radical que compita, en el campo de la clase obrera, con el Partido Comunista de España, para restarle base y movilidad social».[11]

Manuel Fraga y Felipe González en le Congreso de los Diputados – 1977

Los intentos de los norteamericanos de conseguir que los socialistas acepten la Monarquía y la continuidad del franquismo renovado son múltiples y se realizan a través de las más diversas y curiosas fórmulas, algunas de las cuales resultan un completo fracaso, como el intento de creación de la ASO, que no pasa de ser una entelequia. Todos estos trajines no le pasan desapercibidos al propio Franco. Escribe Salgado Araujo:[12]

«Hablamos después de las actividades de la CIA en el mundo occidental y, en especial, en relación con España. La prensa internacional, digo al Caudillo, comenta las actividades de ese organismo. Su obsesión es conseguir que nuestro Estado tolere primero y legalice después la acción de dos partidos, uno de carácter socialista y otro democrático, que deberán tener su expresión en dualidad similar en el campo universitario y sindical. Para conseguirlo no vacilarán en financiar sistemáticamente a grupos de activistas (que han creado la ASO y la FUDE). Por ahora no se proponen como objetivo derribar el Estado, sino importunarlo, preocuparlo, no dejarlo en paz para que se arranque al Partido el compromiso de una coexistencia entre lo legal y lo ilegal, con aspiraciones de suceder al Régimen una vez desaparezcan. Estas objeciones, según la información que doy al Caudillo, las expone la CIA con toda tranquilidad, a la luz del día, financiando las huelgas de Asturias o los.tumultos de Madrid y Barcelona. La CIA cree que con esas actividades cumple el deber de prever el futuro, pues, de lo contrario, al régimen débil sucedería el caos y a éste, el comunismo.»

En el intento de creación de la ASO participa un personaje extraño: Josefina Arillaga, vinculada ya en ese momento a la Fundación Friedrich Ebert, del Partido Socialdemócrata alemán, y considerada, en los propios medios socialistas, como «buena amiga» del entonces jefe del Sindicato Vertical franquista, el falangista José Solís Ruiz. Arillaga, representante oficiosa en Madrid de Rodolfo Llopis durante varios años, hasta 1973, mantiene estrecho contacto con José Federico de Carvajal, un personaje muy bien relacionado con los norteamericanos, que llegará a presidente del Senado con el PSOE.

La fase final del asalto al viejo y poco implantado Partido Socialista Obrero Español tiene lugar a partir de 1970, en una batalla en la que se combinan nombres como el de Willy Brandt, en ese momento secretario general del SPD; Max Diamant, asesor del Sindicato del Metal alemán; Enrique Múgica, y Hans Mattholfer, destacado sindicalista alemán que edita la revista Express Español en Alemania. El hombre de Hans Mattholfer en la UGT, Carlos Pardo, tiene también un interesante historial: en 1970 es detenido en Madrid por la Brigada Criminal, acusado de diversos delitos comunes, y se descubre que antes ya ha sido expulsado de Paraguay por estafa. Mattholfer tiene entonces que viajar personalmente a España y entrevistarse con el entonces director general de Seguridad, Carlos Arias Navarro, que pone en libertad a Pardo sin que se le incoe ningún procedimiento judicial. En una carta dirigida a un militante socialista madrileño, Rodolfo Llopis escribe: «Por si no lo sabes, Mattholfer protege y ayuda económicamente a los escisionistas del PSOE. Y ha encontrado en Pardo un lacayo a su medida». Otro personaje turbio que actúa en ese entorno es Manuel Simón, dirigente de las Juventudes Socialistas de Toulouse, que más adelante será nombrado responsable de Relaciones Internacionales de UGT. Simón, que tendrá un papel clave en el defenestramiento de Llopis, es expulsado de Portugal tras la revolución del 25 de abril, acusado de ser agente de la CIA.[13]

Dólares «fundacionales»

Una mujer clave en el complejo entramado financiero del renovado PSOE es Carmen García Bloise, que mantiene estrechos vínculos con los socialdemócratas germanos. Parte de los fondos que van llegando al partido se comienzan a canalizar a través de la recién creada Fundación Pablo Iglesias, sucursal de la alemana Friedrich Ebert, Pero los cauces de financiación son diversos. Por ejemplo, en 1979 se desvelará que la UGT ha recibido 200 millones de pesetas de los sindicatos amarillos de Estados Unidos para intentar ganar las elecciones sindicales.

El ex agente de la CIA Philip Agee declara a la revista Zona Cero, en marzo de 1987:[14]

«Dentro del «Programa Democracia», elaborado por la Agencia, se cuida con especial atención a las fundaciones de los partidos políticos alemanes, principalmente a la Friedrich Ebert Stiftung, del Partido Socialdemócrata, y la Konrad Adenauer Stiftung, de los democristianos. Estas fundaciones habían sido establecidas por los partidos alemanes en los años cincuenta y se utilizaron para canalizar el dinero de la CIA hacia esas organizaciones, como parte de las operaciones de «construcción de la democracia», tras la Segunda Guerra Mundial. Después, en los sesenta, las fundaciones alemanas empezaron a apoyar a los partidos hermanos y a otras organizaciones en el exterior y crearon nuevos canales para el dinero de la CIA. Hacia 1980, las fundaciones alemanas tienen programas en funcionamiento en unos sesenta países y están gastando cerca de 150 millones de dólares. Operan en un secreto casi total».

«Las operaciones de la Friedrich Ebert Stiftung (Fundación), del SPD, fascinan a los norteamericanos, especialmente sus programas de formación y las subvenciones que hicieron llegar a los socialdemócratas de Grecia, España y Portugal, poco antes de que cayeran las dictaduras en esos países e inmediatamente después», continúa Agee. «En Portugal, por ejemplo, cuando el régimen de Salazar, que había durado cincuenta años, fue derrocado en 1974, el Partido Socialista completo apenas habría bastado para una partida de poker y se localizaba en París, sin seguidores en Portugal. Pero con más de 10 millones de dólares de la Ebert Stiftung, y algunas otras remesas de la CIA, el Partido Socialista Portugués creció rápidamente y en poco tiempo se convirtió en el partido gobernante.»

Las fundaciones políticas germanooccidentales proporcionan el modelo que el «Programa Democracia» acaba adoptando para resolver uno de los principales dilemas de la política exterior norteamericana: cómo «ayudar» a los partidos e instituciones «democráticos y pluralistas» en países gobernados por dictadores que son aliados y clientes de Estados Unidos. «Resultaba a menudo muy obvio que la única oposición real a las dictaduras la representaban los comunistas y otros revolucionarios, las únicas fuerzas políticas organizadas, capaces y dispuestas a tomar el poder en un eventual colapso de las dictaduras», señala Agee. «La experiencia de la intervención germano occidental en Portugal y en otros países resultaba llamativa para los norteamericanos e intentaron repetirla, estableciendo un sistema de instituciones privadas de apoyo a los «amigos en el exterior». El apoyo de Estados Unidos a las dictaduras podría continuar mientras los «amigos» se preparaban para la «transición del autoritarismo a la democracia». Así, los norteamericanos podrían buscar de antemano el control de todas las fuerzas políticas y neutralizar todo lo que se sitúa a la izquierda de los socialdemócratas.»

El presidente Ronald Reagan es uno de los más entusiastas defensores del «Programa Democracia». En junio de 1982, ante el Parlamento británico, describe sus objetivos:

«Este nuevo programa construirá una infraestructura de libertad y democracia que dejará al marxismo-leninismo en el estercolero de la Historia».

También alaba los «abiertos» programas germanooccidentales, que, en realidad, están envueltos en el mayor de los secretos y se les ocultan incluso a los propios miembros del SPD.

¿Cómo se utiliza el dinero de la CIA en estos programas? Cada uno de los principales destinatarios ha descrito previamente sus necesidades y tiene que actuar de acuerdo con las líneas centrales diseñadas en el programa correspondiente, que se resume en una consigna: «Contribuir al desarrollo de acciones políticas en el extranjero para enfrentar el «desafío ideológico global soviético»». Las actividades proyectadas cubren todo el espectro de objetivos de las organizaciones «democráticas» en el exterior: gobiernos, partidos políticos, sociedades profesionales, medios de información, universidades, cooperativas, sindicatos, asociaciones de empleados, cámaras de comercio e industria, iglesias, organizaciones de mujeres y estudiantes… En suma, todos los blancos tradicionales de la CIA. Otro propósito establecido es el de promover la «disidencia» en los países socialistas, siguiendo el ejemplo del apoyo de la CIA a Solidaridad, en Polonia.

El ejemplo de la Friedrich Ebert Stiftung también es seguido como modelo en Centroamérica y el Caribe durante los años setenta y ochenta. Constantine Menges, «oficial nacional de la CIA para América», es quien teoriza la receta de Estados Unidos para esta región. Menges señala dos niveles de actividades gubernamentales y privadas «provechosas», mediante las cuales Estados Unidos «puede socorrer a las fuerzas democráticas y debilitar aquellas que quieren polarizar el hemisferio en regímenes comunistas y regímenes autoritarios».[15]»

Dentro del primer nivel se entra en juego mediante medios «discretos», como información, comunicación y programas de intercambio cultural, para formar sistemáticamente «grupos democráticos». El segundo nivel de acción está previsto para concentrar la atención en países «de especial interés», con los que hay que intentar «colaborar» a través de organismos semiautónomos, siguiendo el ejemplo de la Friedrich Ebert Stiftung y la Konrad Adenauer Stiftung germanoocidentales, manteniendo «una relación de total independencia con nuestra representación diplomática oficial».

«goodbye» marxismo

El 17 de mayo de 1979, durante la celebración del XXVIII Congreso del PSOE, Felipe González impone que desaparezca el término «marxismo» de los estatutos del partido. Los militares norteamericanos que tanto preguntaban por este asunto a los oficiales españoles, durante los cursos de formación realizados en Estados Unidos, ya pueden quedarse completamente tranquilos. Justo de la Cueva, miembro de la comisión mixta de reunificación del PSOE madrileño (proviene del sector histórico), desalentado, deja la militancia en ese momento y declara:

«El PSOE va donde diga la CIA a través de Willy Brandt. Hasta en el propio Bundestag alemán se acaba de denunciar que la Fundación Friedrich Ebert del SPD recibe dinero directamente de la CIA».[16]

Los jóvenes que dieron el golpe de Estado dentro del PSOE en Suresnes, comandados por González, van cumpliendo al pie de la letra el guión que les han preparado. El poder está cada vez más cerca.

El papel que el PSOE tiene que interpretar en la Transición está escrito desde bastante antes de la muerte de Franco, pero se termina de pulir en 1974. El giro a la izquierda de la Revolución de los Claveles coincide con los primeros pasos en público de la Junta Democrática, constituida por iniciativa de Antonio García Trevijano y auspiciada por el PCE. Desde el principio, Felipe González hace todo lo posible para hundir este organismo unitario que reclama amnistía total, la formación de un Gobierno provisional y la celebración de una consulta para elegir la forma de Estado: Monarquía o República.

«Cuando se produce la hegemonía del Partido Comunista Portugués en el proceso político que se vive en el país vecino, el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, se alarma aún más y viaja a Alemania para entrevistarse primero con el canciller Helmut Schmidt, y después con Willy Brandt,[17] que continúa teniendo una enorme influencia en la Internacional Socialista. Les insiste en que apoyen decididamente al PSOE», señala García Trevijano.[18]

Por eso Felipe González no entra en la Junta, porque se siente respaldado por una potencia superior, por los alemanes y los norteamericanos. Una vez que está seguro de ese apoyo, se traslada a Madrid, donde tiene una entrevista con el Rey y con altos mandos del Ejército, y ahí establecen la estrategia de que hay que ir gradualmente hacia las libertades en España para evitar una radicalización de la situación. Felipe González es el más interesado en mantener a los comunistas en la ilegalidad. A mí me advierte de esta operación nada menos que Claude Chaisson, que luego sería ministro de Exteriores con Mitterrand y entonces era comisario en Bruselas del Mercado Común. Teníamos mucha amistad. El era miembro del Partido Socialista Francés y estaba bien informado de todo esto. Ahí fue cuando cedimos y constituimos la Platajunta, a sabiendas de que se estaba haciendo para que entrara en ella el PSOE, que sería el traidor. Pero más traidor sería si estaba fuera. Y me di cuenta de que Santiago Carrillo, que era muy listo para olfatear por dónde venían los aires políticos, quería seguir completamente la política del PSOE.

En octubre de 1982, Felipe González consigue su objetivo y gana las elecciones por mayoría absoluta. Un año después, José Mario Armero le dedica un elogioso artículo en el que repasa, de forma muy elocuente, los logros del Gobierno del PSOE. Armero era abogado en España de las más importantes multinacionales norteamericanas y un hombre con muchos contactos en el Departamento de Estado. También intervino, como mediador, en las conversaciones que condujeron a la legalización del PCE, después de negociar con Santiago Carrillo la aceptación de la Monarquía. El 20 de octubre de 1983 escribe:

La realidad demuestra que hoy en España gobierna un partido socialdemócrata, europeo, occidentalista, pronorteamericano y decididamente atlantista. En un año de gobierno, los hombres del PSOE han cumplido un papel realmente singular: la casi destrucción de la izquierda tradicional española, en buena parte marxista y revolucionaria, que seguía una tradición muy distinta a los nuevos derroteros que han tomado los jóvenes dirigentes socialistas. Realmente nada tienen que ver con Pablo Iglesias, ni con Francisco Largo Caballero, ni siquiera con Rodolfo Llopis. Y han conseguido sustituir lo que siempre se ha considerado como izquierda por una socialdemocracia, que es un amplio fenómeno donde cabe la libre empresa, la propiedad privada, los europeos, los norteamericanos y la OTAN.

Y efectivamente, del «OTAN, de entrada, no» se pasa al «Así, sí», y enseguida, al ingreso en la Alianza «en interés de España».[19]

OTAN, de cabeza, sí

El programa aprobado en el XXVII Congreso del PSOE, celebrado en diciembre de 1976, cuando la «reforma política» está ya en marcha, propugna «la liquidación de todas las bases extranjeras en nuestro suelo», y añade que «no cabe aceptar ningún tratado de alianza o relación militar que no cuente con la aprobación expresa del pueblo español». El programa preconiza, igualmente, la «independencia frente a los bloques militares» y la adopción progresiva de «una política de neutralidad activa». Durante algún tiempo, los representantes del PSOE han llegado incluso a postular un tipo de defensa neutralista, análoga a la de Suecia, Suiza o Yugoslavia. En la declaración de diciembre de 1976 se subraya que «el ingreso en la OTAN conllevaría el riesgo de vernos implicados en una guerra de efectos destructivos incalculables si uno de los países miembros entra en guerra». También se llama la atención sobre el aumento de los gastos militares que se derivaría de la presencia española en la Alianza Atlántica.[20]

Pero con el paso de los años, y en la medida que el PSOE se va configurando como una «alternativa gubernamental», los dirigentes del partido van puliendo las aristas más cortantes de su política. Hay que alejarse rápidamente del «OTAN, de entrada, no» y olvidar que votaron en contra del ingreso en la Alianza, enfrentados con el Gobierno de Calvo Sotelo, quien consiguió sacar adelante su propuesta en las Cortes. La radicalidad inicial del discurso de Felipe González resulta delirante si se observa el desarrollo posterior de su política internacional. Comienzan a aparecer frecuentemente a su lado mentores como Bettino Craxi, Carlos Andrés Pérez, e incluso el portugués Mário Soares. Los dos políticos europeos son atlantistas practicantes y el venezolano mantiene muy estrechos vínculos con Estados Unidos. La ruptura con el marxismo de 1979 es un guiño a Washington y Bruselas para que le permitan, de momento, mantener el rechazo a la OTAN como algo aún necesario para ganar las elecciones. Cuando González llega al Gobierno, sus propósitos reales se conocen enseguida.

Pero sólo un mes antes de las elecciones generales de octubre de 1982, González todavía declara a Interviú:[21]

«Yo creo que nosotros tendríamos que plantearnos seriamente el tema de la OTAN, sobre todo porque para España no hay ningún interés defensivo real e inmediato en la integración en el Pacto Atlántico, y lo veo desde el punto estrictamente nacional. Uno puede comprender que Alemania esté en la OTAN y le cuesta creer que un país que no tiene problemas de defensa en la misma dirección que Alemania esté en la OTAN y esté, además, integrado sin ninguna contrapartida, como han hecho los protagonistas españoles».

Durante la dictadura franquista, el Gobierno de Estados Unidos presiona para que España se incorpore a la OTAN, pero tropieza con la oposición de los socios europeos, como consecuencia de la naturaleza autocràtica del régímen.Y también cuando Calvo Sotelo hace aprobar la entrada de España en la OTAN, varios gobiernos socialistas europeos ofrecen a Felipe González, con especial interés, el veto a la adhesión, lo que habría producido el rechazo de España, al ser precisa la unanimidad de los socios. El secretario general del PSOE declina estos ofrecimientos, que habrían trascendido, lógicamente, de forma que se le consideraría el inspirador de esa maniobra. Se niega, pues, consciente de que ello le ocasionaría el rechazo de la mayoría del Ejército. Y del rey.

«Cuando González nombra ministro de Asuntos Exteriores a Morán, y a Narcís Serra para la cartera de Defensa, tiene ya comprometido con la Corona la permanencia en la estructura de la OTAN», señala Pablo Castellano.[22]

La actitud de González en relación con la Alianza se hace explícita durante su primer viaje a Alemania, el 3 de mayo de 1983. El presidente de Gobierno socialista, sin contar con su ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, que no está informado del viraje derechista que se ha dado, y rompiendo incluso con sus benefactores socíaldemócratas alemanes, presentes en el acto, afirma públicamente en Bonn su «consideración y solidaridad» con la estrategia de Reagan, Margaret Thatcher y la derecha cristianodemócrata alemana de instalar en el teatro bélico europeo 572 misiles Pershing y Cruise.

Por fin, en 1986, González convoca y celebra un referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, después de innumerables manifestaciones populares contra la Alianza. Pero no apoya la salida de esa estructura militar: reclama el voto a favor de la permanencia en ella. Ha mentido en la campaña electoral que le llevó al Gobierno, incumple el programa del PSOE, trampea las resoluciones del congreso de su partido y engaña a los ciudadanos.

«Cuando Felipe González se lanza a la aventura del referéndum de la OTAN, y ante los sondeos que arrojaban un resultado favorable al «No», el consejero político de la embajada estadounidense en Madrid me llamó para hablar de lo que ocurriría en el PSOE si González perdía la consulta», relata Francisco Bustelo.[23] «Me preguntó que, en el caso de que pasaran a dirigir otras personas el PSOE y, por lo tanto, a ocupar, aunque fuera provisionalmente el Gobierno, cuál sería la política exterior, en particular respecto a Estados Unidos.»

González y los suyos movilizan a los medios de comunicación, a intelectuales orgánicos y a adjuntos al poder de las más variadas especies para apoyar la permanencia en la OTAN. Con la idea de conseguir una atractiva imagen pública de la campaña, intenta atraer a su terreno también a personajes del mundo de la cultura y el espectáculo. Fernando Fernán Gómez relataba en cierta ocasión su visita a La Bodeguilla de La Moncloa, invitado por González, junto con otros profesionales del cine y la cultura, durante las fechas previas a la celebración de la consulta. En un determinado momento de la reunión, González les dijo: «He cambiado de opinión porque, cuando llegué a la Moncloa, Suárez me enseñó la «caja de los truenos» y había muchos misiles soviéticos apuntando a España». Manuel Gutiérrez Aragón le llamó cínico.

Los servicios de inteligencia norteamericanos siguen muy de cerca toda la campaña a favor del «Sí» y despliegan, en apoyo del Gobierno socialista, su compleja red de influencias. El propio Julio Feo, en ese momento secretario del presidente González, ilustra muy gráficamente la preocupación de la CIA, en 1986, con motivo de la consulta en las urnas: «En la embajada americana en Madrid cundía el nerviosismo. Enders se apresuró a solicitar una entrevista con el presidente, que lo recibió el 7 de febrero. Por su parte, «Sam», el jefe de estación de la CIA, que había sustituido a «Walter», incrementó sus llamadas y visitas, en las que me solicitaba información sobre la marcha del referéndum».[24]

«El referéndum fue un modelo antológico de pucherazo, pero a muy pocos políticos les interesaba cuestionar el resultado, conscientes de que la victoria del «No» habría repercutido no sólo en la adhesión europea, sino hasta en nuestro propio devenir político», escribe Pablo Castellano, veterano militante socialista que hizo campaña contra la OTAN.

«González echaba un pulso a la ciudadanía tras haber ganado todos los pulsos a su partido y salía otra vez vencedor y exultante de las urnas. Sin embargo, a partir de ese momento sería rehén de las políticas más derechistas que le exigían los que, ayudándole descaradamente a ganar el referéndum, le permitían gobernar en el estricto marco de actuación pactado para la ordenada alternancia de los partidos del sistema, no para abrir la puerta a imprevisibles sorpresas de un auténtico e incondicionado sistema de partidos. El Pentágono tomó nota de quiénes eran de verdad sus amigos. A buenas horas se le iba a escapar a la privilegiada mente conocedora de todos los entresijos del 23-F, del GAL y de Filesa un referéndum así.»

Pablo Castellano continúa:

«El Estado español, de la mano de un Gobierno socialista, revalidó y reforzó su condición de socio del Imperio. El esfuerzo del PSOE en este terreno ha sido tan valorado que uno de los más destacados paladines en la defensa del «OTAN, de entrada no», Javier Solana, en premio a su ejemplar rectificación, ha acabado siendo secretario general de la Alianza y, más tarde, encargado de las cuestiones de defensa europea. Siempre, en todo caso, embajador de los intereses castrenses estadounidenses… Más que caerse del caballo camino de Damasco, se subió tranquilamente al carro de combate o a la superfortaleza volante, medios más seguros y rápidos en la carrera».

Después de ser uno de los dirigentes del PSOE que participa en mayor número de actos públicos en contra de la integración de España en la OTAN Javier Solana se convierte, en 1995, en secretario general de la Alianza. Un buen ejemplo individual que sintetiza la trayectoria de su partido. Permanece en el cargo cuatro años y durante su mandato se producen los bombardeos norteamericanos sobre Yugoslavia, en marzo de 1999. A finales de ese año cesa en su cargo de máximo dirigente de la OTAN y toma posesión de un puesto recién creado: alto responsable de la Política Exterior y de Seguridad Común.Ya tenemos Mister PESC.[25]

* * *

NOTAS

1. Rodolfo Llopis (1895-1983). Político y pedagogo socialista español. Durante la II República ocupó diversos cargos, primero en la Enseñanza y más tarde como secretario de Presidencia de Francisco Largo Caballero. En el exilio ocupó la dirección del PSOE. No reconoció la autoridad del Congreso de Suresnes (1974), en el que Felipe González fue elegido secretario general, y reivindicó las siglas del PSOE hasta la Transición, cuando se vio obligado a legalizar su partido con la denominación de «PSOE (Histórico)».
2. En aquel momento la calle tenía todavía el nombre de Joaquín García Morato.
3. Entrevista personal con el general Manuel Fernández Monzón.
4. Pilar Urbano, Yo entré en el CESID, Plaza & Janés, Barcelona, 1997.
5. Ibid.
6. Ibid.
7. Joan Garcés, Soberanos e intervenidos, Siglo XXI, Madrid, 1996. Este autor señala que «el financiamiento personal oculto a Mario Soares, su origen y caudales, fueron desvelados en 1996 por el funcionario del Partido Socialista portugués Rui Mauro, miembro de la Comisión Trila-teral, en Contos prohibidos. Memorias de un P.S. desconhecido. Lisboa. Don Quixote».
8. Francisco Bustelo, La izquierda imperfecta, Planeta, Barcelona, 1996.
9. Joan Garcés, Soberanos e intervenidos.
10. Francés Stonor Saunders, La CIA y la Guerra Fría cultural, Debate, Madrid, 2001.
En relación con Julián Gorkin, escribe: «Cuadernos era una revista dirigida a los intelectuales latinoamericanos, lanzada en 1953, bajo la dirección del novelista y dramaturgo Julián Gorkin. Su tarea consistía en intentar contrarrestar la «gran desconfianza» de Latinoamérica, donde la única manera de alcanzar un impacto significativo, decía en broma, era atacar constantemente a los EE.UU. y cantar las alabanzas de Sartre y Pablo Neruda.A Gorkin no le vino bien el golpe de Guatemala (1953) instigado por la CIA, ni la Revolución Cubana de 1958. A la estela de la intervención norteamericana en estas zonas, fue un período de euforia para los comunistas latinoamericanos y sus aliados, pero Gorkin se enfrentó a las circunstancias adversas, proporcionando al Congreso un importante enclave en territorio hostil».
11. «Dossier: PSOE», Area Critica, n.° 6, febrero de 1996.
12. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mis conversaciones privadas con Franco, Planeta, Barcelona, 1976.
13. Area Critica, art. cit.
14. «Entrevista con Philip Agee: Las operaciones blanqueadas de la CIA», Zona Cero, marzo de 1987.
15. Zona Cero, art. cit.
16. «Justo de la Cueva: El PSOE va donde diga Willy Brandt», Tricolor, mayo de 1979.
17. Willy Brandt tiene que dimitir de su cargo de canciller de la República Federal de Alemania en 1974, cuando se descubre que uno de sus jefes de gabinete, Günter Guillaume, es un espía de la RDA.
18. Entrevista personal con Antonio García Trevijano.
19. Diario 16, 20 de octubre de 1983.
20. Eugenio del Río, Libro Negro de la OTAN, Revolución, Madrid, 1983.
21. Interviú, 15 de septiembre de 1982.
22. Pablo Castellano, Por Dios, por la Patria y el Rey, Temas de Hoy, Madrid, 2001.
23. Francisco Bustelo, La izquierda imperfecta.
24. Pasado el susto, y una vez afianzada la presencia de España en la OTAN, el idilio entre el asesor de González y los responsables de la Agencia continúa: «Desde el referéndum, «Sam», el jefe de la CIA, me seguía llamando periódicamente; nos veíamos y charlábamos. El me contaba a veces operaciones, o cosas que tenían que ver con otros departamentos. Yo registraba la información y no la utilizaba. En septiembre vino a Madrid uno de sus máximos jefes y «Sam» me invitó a almorzar con él en su casa. Durante el almuerzo, el jefe de «Sam» me invitó a ir a Washington y pasar dos o tres días de visita en la central de Langley para que viera cómo trabajan ellos». (Julio Feo, Aquellos años, Ediciones B, Barcelona, 1993.)
25. Javier Solana Madariaga nace en Madrid el 14 de julio de 1942. Estudia bachillerato en el colegio de El Pilar y se licencia en químicas en 1964. Después estudia en Estados Unidos con becas Fulbrigth. Entre 1982 y 1985, con Felipe González como presidente del Gobierno es, sucesivamente, ministro de Cultura, portavoz del Gobierno, ministro de Educación y Ciencia y, por fin, titular de la cartera de Asuntos Exteriores.
Su hermano Luis Solana también es un hombre de los norteamericanos. Está muy vinculado a las grandes empresas estadounidenses desde sus comienzos profesionales en el Banco de Urquijo. Como su amigo Jaime Carvajal y Urquijo, íntimo del rey desde la infancia, Luis Solana se convierte en miembro de la Comisión Trilateral. Con los sucesivos Gobiernos de González es primero presidente de Telefónica, empresa vinculada históricamente al grupo ITT, y después director general de RTVE. Muy aficionado a los asuntos militares, también ha sido presidente de la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados.



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Comentarios

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